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Jae Beom se encargó de dejar la hoja tal y como la había encontrado, la dobló con delicadeza para evitar que JinYoung sospechara que había leído la valiosa información ahí escrita.

Los puntos logrados fueron marcados con una palomita al final, indicando el éxito alcanzado, aún quedaba por realizar unos pasos más y hasta ahí todo aparentaba ir bien. Sin embargo, al final había un punto extra que no resaltaba como los demás, posiblemente porque JinYoung no apoyó mucho al escribir o porque no quería que fuese notorio. La tinta azul no se apreciaba bien pero incluso con su vista de topo, leyó algo que lo dejó confuso y sorprendido.

Confesarle.

¿Qué era lo que JinYoung tenía que confesar? Tal vez iba a decirle a Jae Beom acerca de su plan secreto, que de secreto ya no tenía nada.
Aunque, si se ponía a pensar detenidamente la situación... ¡Oh, demonios! ¿Acaso JinYoung gustaba de él?

No, eso era algo prácticamente surreal. Su cerebro reprogramaba lo que quería ver, porque JinYoung le gustaba y hasta su subconsciente anhelaba que fuese correspondido de la misma forma.
Sólo estaba ocasionando que su mente se llenara de dudas que incrementaban con el movimiento de las manecillas del reloj.

Se dijo a sí mismo que dejara de pensar en eso, pues el acontecimiento podría ser todo lo contrario a lo que esperaba y desilusionarse era lo mismo que caer al suelo desde un edificio de treinta pisos.

Fijando su atención en algo más, ignoró la hoja de color que yacía a una corta distancia y se quedó mirando los copos de nieve que caían con lentitud a través de la ventana. ¿Por qué de repente se sentía de esa manera? Demasiado intranquilo, confundido sobre todo, Park JinYoung le estaba causando una tormenta de emociones al ser la primera persona que le gustaba.
Había oído cuán desastroso podía ser pero nunca imaginó que estar enamorado fuera tan caótico.

Jae Beom estaba a punto de perder la cabeza.

Al regresar, el pelinegro se dio cuenta de su descuido y el pánico atravesó su rostro unos milisegundos. Jae Beom hizo como que no le había visto guardar de manera desesperada la hoja en su pantalón y tuvo que morderse los labios ya que incluso si su rostro se mostraba apaciguado, por dentro moría de exasperación por saber lo que el último punto significaba.

.

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.

¿Dónde estás? Crei que ibas a pasar todo el día conmigo.

Podía oír a la perfección el tono de voz que JinYoung hubiera empleado. La falta de emojis o stickers indicaba que en verdad estaba disgustado. Despertó sólo en el departamento sin ninguna explicación por su ausencia y no había dejado de enviar mensajes a Jae Beom desde que se percató que era el único en el departamento.

Estaba afuera, dudando en entrar porque temía lo que JinYoung pudiera hacer o decir.
Había salido cerca del medio día y en esos momentos eran las nueve de la noche. Park debía estar echando humo por las orejas por haberlo dejado sólo con una lado vacío en la mesa y comida fría en el refrigerador. Le había confesado a Jae Beom que se sintió devastado por estar en el campus ya que odiaba quedarse sólo, en especial cuando de fechas importantes se trataban.

Muy mal, Jae Beom. Muy mal.

Dejó salir un suspiro que denotaba cuán cansado se sentía. Se habían acostado a dormir en la madrugada y antes de que cerrara su puerta, vio a JinYoung colocar dos regalos debajo del árbol. La inquietud no abandonó su cuerpo desde ese instante porque él solamente planeó darle el regalo que había hecho en el mercado de artesanías. Además, si le sumaba todo el esfuerzo de haber recorrido las calles, podría decirse que estaba a punto de caer al suelo.

Antes de dormir vio en YouTube que los postres siempre eran un buen presente, así que colocó su alarma a las nueve de la mañana con la intención de evitar quedarse estancado en medio de la ciudad. Pero como siempre, la alarma no sonó y era por eso que terminó corriendo desesperado, esquivando postes y personas en su mayoría.

JinYoung diría algo como: No te preocupes por eso. Pero a Jae Beom sí que le importaba, no se sentiría bien recibiendo dos regalos cuando él sólo iba a dar uno. Dio vueltas y vueltas en la cama pensando qué podría comprar a última hora pero su mente había estado seca, el video le ayudó bastante pero mientras esperaba en la enorme fila para comprar el pastel, pensó que era una total mierda.

¡Estuvo varado por hora y media! La maldita fila apenas se movió. Casi se desmalla cuando vio que el último pastel le correspondía a él. Si hubiera llegado un poco más tarde se hubiese quedado con las manos vacías y con un humor espantoso.

Al regresar no pudo correr como había querido porque temía que el pastel cayera de sus manos con todo ese mar de gente rodeandolo. Suspiró aliviado cuando el campus apareció entre los edificios a lo lejos, le dolían las piernas por el tiempo que esperó en la fila y los brazos se le estaban acalambrando. En el bolsillo de su suéter, su móvil vibró una y otra vez, no podía seguir ignorando las llamadas así que contestó haciendo malabares con la caja.

Pensó que sería JinYoung, pero la voz de su madre se escuchó a través de la línea, sus padres estaban en la ciudad y querían que fuera a comer con ellos. Inmediatamente pensó en el chico solo en el departamento y en la cena que tanto había estado esperando para compartir con él. Pero eran sus padres, él no podía rechazarlos.

No importa Jae Beom, comer un poco más no te matará.

Con ese pensamiento se encaminó hasta el restaurante donde sus papás habían reservado. Fue vergonzoso cuando le preguntaron por qué llevaba una caja en las manos, tuvo que hablar sobre su reciente descubrimiento y lo feliz que se sentía últimamente. La plática estuvo excelente hasta que su padre comenzó con el sermón de los cuidados durante las relaciones sexuales. Jae Beom no era un santo pero esa parte aún le causaba algo de incomodidad, en especial cuando sus papás hablaban sobre eso. Es decir, era interesante cuando el profesor de anatomía explicaba a detalle, pero no cuando mamá o papá le daban ese sermón que todos recibían, sobre no apresurar las cosas y cuidar la integridad di sí mismo, etc.

Había pasado tanto tiempo lejos de casa que había comenzado a olvidar lo bien que se sentía estar rodeado de su familia, era pequeña y un poco disfuncional pero era lo que le había tocado y estaba bien con eso. Por más que sintiera curiosidad por cómo se sentiría tener hermanos y abuelos, no cambiaría a su diminuta familia.

Lo que JinYoung decía sobre el sentimiento reconfortante cuando pasaba tiempo con su familia en la víspera de Navidad, parecía ser cierto. Recordaba la última vez que los Lim hicieron algo como eso, Jae Beom tenía alrededor de dieciséis y después de varios años llegó a la conclusión que no estaría mal repetirlo de vez en cuando.

El tiempo pasó demasiado rápido a su parecer porque cuando miró por la ventana, el cielo azul claro se transformó totalmente en azul oscuro. Sus padres le habían dado un aventón hasta el campus y después de saludar a los pocos estudiantes en los pasillos, se dirigió a su complejo, lugar donde se encontraba ahora.

Contó hasta tres y por fin atravesó la puerta. Fue casi imposible mantener oculta la caja cuando se adentró al departamento que estaba inundado de un aroma delicioso. Se sintió como una bailarina en puntas al llevar el pastel hasta la cocina porque deseaba que fuera una sorpresa para JinYoung. Se llevó el susto de su vida cuando se dio la vuelta y vio al pelinegro frente a él, con los brazos cruzados y expresión enojada.

La lluvia de preguntas que recibió por teléfono cayó sobre él una vez más.

—¿Dónde estabas? ¿Por qué tardaste tanto? ¿Por qué no me dijiste que saldrías? ¿Sabes lo preocupado que estaba? Yo...

JinYoung desvió la mirada al suelo y Jae Beom se sintió terriblemente mal cuando vi que sus ojos brillaron conteniendo un par de lágrimas. Sabía lo mucho que esa fecha significaba para el menor y aún así se arriesgó a salir por un pastel. Debió pedirlo por teléfono y se reprendió por no haber pensado en ello horas antes.

—Lo siento, no tenía intención de tardar pero mis padres llamaron diciendo que querían cenar conmigo. No me di cuenta del tiempo. Perdón.

—¿Y no pudiste escribirme o hacer una llamada rápida?— la voz del chico se oía temblorosa y su mirada era igual a la de un cachorro regañado— Todo este tiempo creí que huiste porque no querías pasar más tiempo conmigo.

Algo dentro de Jae Beom se encogió por las palabras de JinYoung. Su intención no fue hacerle sentir mal pero inconscientemente lo había hecho.

—Nunca huiría de ti, me gusta pasar tiempo contigo.— se acercó con lentitud al menor y lo envolvió en un tierno abrazo.— Además, yo también me sentía emocionado por saber lo que ibas a obligarme a cocinar.

En aquella hoja amarilla, JinYoung había escrito:

Llevar a Jae Beom a la pista de hielo.

Ir al mercado de artesanías con él.

Comer con Jae Beom en algún restaurante.

Obligar a Jae Beom a preparar la cena (él sabe cocinar mejor que yo).

Darle un regalo de Navidad.

Confesarle.


Pensó que había sido tierno porque JinYoung había dicho que nunca admitiría algo imposible. Había festejado con orgullo cuando leyó que JinYoung admitía de manera indirecta que era mejor en la cocina que él, y aunque quisiera oírlo de su propia boca, no iba a decir nada porque JinYoung se convertía en una pequeña bestia cuando le llevaban la contraria.

Sintió que JinYoung se relajaba en sus brazos y le devolvía el abrazo. Su corazón latía con desenfreno por el calor que emanaba del cuerpo ajeno, haciendo que él dejara de sentir frío de manera inmediata.

—¿Qué metiste al refrigerador?— había fallado rotundamente por pasar desapercibido.

—Lo verás cuando terminemos la comida.—Eso había sido suficiente para traer de vuelta al JinYoung divertido y risueño que amaba las luces de colores, los fastidiosos villancicos y la estrella en la punta del árbol. —¿Qué fue lo que cocinaste?— preguntó a JinYoung.— Todo el departamento huele delicioso.

—Intenté hacer galletas de jengibre pero no me salieron bien, fue tu culpa.

—¿Mi culpa?

—Sí, por pensar en ti las dejé por más tiempo en el horno. Tendrás que hacer más.

—Bien, acepto el castigo.

Nadie podría quitarle la sonrisa en el rostro luego de oír que JinYoung estuvo pensando en él todo el día. Su corazón enamorado se regocijaba por saberlo y aunque su mente decía que primero debía tantear el terreno, nada le impidió dejar un ligero beso en la comisura de los labios del pelinegro.

Cuando se dio cuenta de lo que había hecho, sonrió apenado y se alejó con la excusa de que tenía galletas por hornear, perdiéndose la imagen del menor que sonreía y se tocaba la zona donde había besado.

Las risas fluían con tanta naturalidad cuando estaba con JinYoung y los comentarios bobos eran parte de su comportamiento infantil, que a pesar de que trataba de reprimirlo la mayoría de las veces, siempre salía a la luz al estar a su lado. Para qué mentir, él también estaba ansioso por recibir los regalos que JinYoung tenía para darle, justo como Park se moría por recibir de una vez el regalo que Jae Beom hizo especialmente para él.

Agradeció que el pastel siguiera intacto cuando se lo entregó a JinYoung. Disfrutó la reacción que tuvo cuando el dulce sabor explotó en su boca y cuando el menor le ofreció un pedacito para que comiera junto a él. Tuvo que obligarlo a comer más despacio porque parecía que el pelinegro estaba tan desesperado por abrir los regalos que prácticamente estaba devorando el postre con sabor capuccino.

—Tranquilo, los regalos seguirán ahí.— dijo al ver que JinYoung daba el último bocado, tardando menos de tres minutos en acabar todo lo que había en su plato.

—Lo siento pero no puedo seguir esperando.

Con emoción rebosante, salió corriendo a la sala, sentándose exactamente frente a los regalos para tomar el que le correspondía y comenzar a rasgar el envoltorio decorado.

Jae Beom se moría de nervios. Aunque quedó satisfecho por lo que eligió para él, no sabía si el regalo le resultaría bueno a JinYoung o solamente lo aceptaría por obligación. Movía los pies de un lado a otro en espera de la reacción del pelinegro.

Un pequeño grito llenó las paredes de la sala y la sonrisa brillante iluminó el corazón de Jae Beom.

—¡Me encanta!— decía mientras tomaba al cascanueces blanco en sus manos y lo admiraba con detalle.— Es lindo, mucho mejor que el del supermercado.— llegó hasta Jae Beom en un salto y dejó un beso sonoro en una de las mejillas del mayor, quien se mordía los labios en un intento por contenerse un poco más.— Muchas gracias, Jae Beom.

JinYoung le entregó dos cajitas y justo como el menor había hecho, rasgó el envoltorio para ver por fin lo que Park eligió para él. Unas esferas brillantes estaban bien acomodadas sobre un suave tejido rojo, cada una de ellas tenía la cara de sus gatos y el nombre que les correspondía. Estaban hechas de cristales y cuarzo de colores distintos, Jae Beom nunca había sentido tanta emoción por colocar esferas en el árbol, quizás porque no lo había hecho desde que era un niño y que de pronto el espíritu navideño surgiera en él gracias a JinYoung, lo hacía creer que en realidad la Navidad no tenía nada que ver, y que lo que sentía en la boca del estómago no eran más que corazones flotando.

Desde ese momento amó las esferas, especialmente la última en donde las  iniciales de sus nombres se entrelazaban. Si ese no era un me gustas, entonces los corazoncitos pintados en toda la superficie cristalina significaban otra cosa.

Fue cuando recordó el punto secreto en la hoja: confesarle.

Sus latidos aumentaron y sintió un ligero calor en el rostro, porque eso quería decir que JinYoung se le iba a confesar apenas abriera el regalo que faltaba. Así que no esperó más, abrió la cajita para encontrar dos boletos de autobús con destino a Jinhae. Y eso sólo significaba algo...

—Este es un regalo opcional.— mencionó JinYoung.— Si quieres, puedes ir conmigo a pasar el resto de las vacaciones y festejar año nuevo. Mencionaste que tus padres no iban a estar aquí, creí que sería bueno que me acompañaras. No me gustaría dejarte sólo.— JinYoung no lo miraba, lo estaba evitando y de excusa puso el cascanueces que acariciaba con ternura.— Pero sólo si quieres, no es una obligación acompañarme.— susurró al final.

Y Jae Beom esperó y esperó, dejando que el silencio los envolviera durante medio minuto, veía que el pelinegro se estaba poniendo nervioso con su falta de respuesta. Tal parecía que JinYoung necesitaba un empujón, ya que incluso si él podía confesar sus sentimientos primero, se sentía como una colegiala esperando que su enamorado se declarara.

—Voy a ir contigo, JinYoung.— no pasó desapercibida la sonrisa que trató de retener.— Pero tienes que decirme por qué quieres que vaya contigo.

—Ya te dije, no quiero que te quedes sólo.— dijo con cautela y evidente nerviosismo.

Después de dejar la cajita a un lado, avanzó unos cuántos pasos hasta estar frente a él sin nada que los separara, a excepción del cascanueces que JinYoung se negaba a soltar. Sus manos temblorosas se aferraron al lindo rostro avergonzado del chico y con cuidado acarició los labios regordetes de JinYoung.

—¿Seguro que esa es la única razón?

—Bueno, tampoco me quiero ir de tu lado.— dijo cerrando los ojos, como si al hacer eso reuniera todo el valor que necesitaba.— Y también existe la posibilidad de que me gustes un poquito.

Confesarle. Hecho.

Jae Beom tocó la nariz de JinYoung con la suya y sonrió ante el estremecimiento del chico.

—Creo que también me gustas.— susurró sobre los labios ajenos.

—¿Un poquito?— JinYoung le miró con ligeros matices de asombro y felicidad que se reflejaban en él.

—Un poquito.— afirmó Jae Beom.

De pronto, el sonido del horno les indicó que las galletas estaban listas, y aunque lo único que quería era probar sus labios, tuvo que correr para evitar que resultaran quemadas, como las de JinYoung. Se veían apetitosas y sabían como una buena galleta de jengibre debía saber.

Jae Beom no dejó de ver a JinYoung mientras comía las galletas, su corazón se sacudía por lo lindo que se veía, incluso con migajas sobre sus labios. Luego de que comiera la última galleta, Jae Beom tomó las mejillas del pelinegro y se acercó a él una vez más, con ansias por saber a qué sabían sus labios.

—Muérdago.— dijo señalando hacia arriba donde JinYoung había colocado el pequeño ramo.

Era inexperto dando besos pero se sintió feliz porque JinYoung fuera el primero, podría mejorar con su ayuda.
Comenzaron algo tímidos y torpes, pero mientras más besos se daban, Jae Beom pudo sentir el dulce sabor del pastel de capuccino, las avellanas del chocolate que habían bebido y las suaves migajas de las galletas recién horneadas.

Quizás la Navidad le había dejado de ser indiferente. Le encantaría celebrarla de ahora en adelante, siempre y cuando lo hiciera con JinYoung.

Fue la mejor Navidad de todas, porque se quedó hasta tarde en el sofá con su JinYoungie acompañandolo entre bromas y besos robados con nuez, ambos disfrutando los pedacitos que el chico trituraba con su cascanueces nuevo.


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Aquí el final. Intenté escribir lo más fluff que pude, porque el fluff es lo mejor del mundo.

¡Feliz Navidad a todos!

Nos leeremos pronto en una nueva historia.








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