❋ Parte final ❋

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El infierno ya no le resultaba a Yeonjun un lugar tan aburrido. Ahora lo podía catalogar como entrañable, a causa de las estrellas que no se había animado a despegar. Mirar ese cielo artificial lo hacía pensar que Taehyun estaba en el lugar correcto, donde podía ver constelaciones reales y dejar que lo bañara el sol.

Obviamente Yeonjun no podía descansar por las noches pensando en su adorable cara y sus delirantes y agraciadas curvas. Cada falange de sus manos y cada mechón marrón de su desordenada cabellera.

Recordaba esas veces en que sin ningún pudor lo observó disfrutar de la cascada —que tampoco había eliminado—, detallando cada músculo flexionado y las líneas que formaban su cuerpo.

Como una pintura andante.

Se lamentó un poco por nunca haberle regalado un jardín que pudiera cuidar, con flores que pudiera enredar en su cabeza y adornaran su recámara. Es una imagen con la que solo podía fantasear.

Cerbero acompañaba a su dueño en su pérdida, siempre al pendiente de la entrada del inframundo, esperando a que su otro amo llegara de improvisto un día.

Yeonjun le dio de comer un enorme filete para que se distrajera, porque ya no podía seguirle recordando al canino que Taehyun no iba a volver. Si lo seguía diciendo en voz alta estaría lastimandose sin necesidad.

Se sentó al lado del perro mientras este devoraba el filete y se quedó vigilando la entrada, que por ser temprano estaba siendo usada por algunas almas vagabundas.

Como los últimos meses su cabeza fue dominada por sus recuerdos de Taehyun y solo Taehyun, Yeonjun creyó estar alucinando cuando vio una silueta muy parecida a la del joven dios de la primavera a la distancia.

—Estoy demente —se dijo cuando la silueta empezó a volverse más clara y vislumbró el rostro que consideraba el más hermoso de todos.

Sacudió su cabeza y talló sus ojos con esmero, tratando de aclarar su visión, pero allí estaba aún, un muchacho encantador corriendo en su dirección.

Cerbero aulló a sus espaldas y entonces lo supo.

¡Ese era Taehyun de verdad!

¿Qué demonios hacía entrando al inframundo?

Yeonjun se levantó y estaba dispuesto a correr en su encuentro cuando el joven aceleró y saltó para caer en sus brazos, haciendo que ambos cayeran y rodarán por el suelo, quedando en una comprometedora posición con el chico sentado sobre él.

Iba a exigir una explicación cuando de la nada este se lanzó a sus labios, no dejándole escapatoria rodeando su cuello con sus brazos y enredando sus dedos en su cabello azabache.

Yeonjun tomó el control del arrebato y lo pegó a su cuerpo sosteniendo su cintura, metiéndose debajo de la túnica blanca que cargaba y apretando su suave piel con sus dedos.

Estaba claramente perdiendo el control, pero Taehyun estaba igual o peor que él.

—Taehyun... espera... —El chico seguía besandole— Amor.

—Te amo —declaró en cuanto se alejó, solo lo suficiente para que sus frentes se unieran y se miraran a los ojos.

—Pero tu... ¿cómo es que estás aquí? —todavía no podía asimilar su presencia, su cercanía.

—¿Escuchaste lo que dije? ¡Te amo! —y sonrió, la sonrisa más encantadora de todos los reinos y el universo.

Pero todo estaba siendo demasiado ideal y perfecto para que Yeonjun se confiara demasiado.

—¿Puedes dejar de estar tan serio y responderme? —regañó con cariño desmesurado el joven dios.

Entonces Yeonjun cayó en cuenta y prosiguió a responder atropelladamente.

—Te amo también, sabes que lo hago, eres al único que amo.

Taehyun sonrió muy complacido.

—Seré tuyo ahora, ¡por los próximos seis meses!

—¿Cómo?

Medio año en el inframundo, medio año en la tierra, esa es mi oferta, tómala o déjala.

Taehyun mentiría si dijera que no tenía miedo de volver a ver a Yeonjun y hacerle una propuesta como esa, ya que el dios de la muerte estaba dispuesto a no verlo nunca más con tal de no complicar las cosas.

Pero era un trato justo, eso había conversado con su madre, quien estaba de acuerdo mientras él le prometiera ser muy feliz los meses que no estuviera con ella.

—¡Por favor por lo menos consideralo! yo estoy-

—Acepto.

—Estoy... ¿Qué?

Yeonjun le regaló a Taehyun una de sus sonrisas más auténticas a la vez que le daba un beso fugaz.

—Acepto, mi amado.

Las lágrimas se aglomeran en los ojos del joven dios sin que él pudiera controlarlas, viendo cómo el dios de la muerte le hablaba con la adoración que tanto extrañaba.

—Pensé que no querrías volver a verme —dijo con algo de tristeza.

—Si la mitad de tu felicidad está conmigo, para mi es suficiente —aclaró secando con sus pulgares las lágrimas que empezaron a brotar de sus lindos ojos, y reiteró—. Lo que sea que quieras darme, será mi mayor tesoro.

Taehyun lo miró con brillos en sus ojos.

—¿Podrías darme algo tu también?

Yeonjun asintió.

—Solo pide.

—Hazme tuyo —formuló rozando los labios de Yeonjun.

El amor latió en todo el cuerpo del dios mayor, abrumándolo y obligándolo a levantarse sosteniendo con firmeza el delgado cuerpo de Taehyun cual doncella.

Cerbero aulló alegre moviendo su cola mientras veía a sus dos amos reencontrarse. Se dirigieron al interior del inframundo para compartir su primera noche juntos.

Juntos de verdad.

~❋~

Como Taehyun no quería ser tratado con delicadeza, fruto de su necesidad de contacto acumulada en esos seis meses separados, se soltó del agarre de Yeonjun no más llegar a la recámara. Se armó de valor y empujó al dios del inframundo a la cama, situándose arriba con sus piernas a cada lado de su cadera.

Los ojos de Yeonjun ardían presenciando la audacia del joven dios, ansioso por desprenderlo de sus ropajes y tocarlo entero.

—Sigue ahí —paró de repente el chico.

—¿Qué?

—La rosa, sigue donde la dejé.

Yeonjun miró por sobre su cabeza lo que Taehyun estaba observando.

La flor que Nayeon le había obsequiado y a la cual le faltaba un pétalo no había sido movida ni un milímetro desde que Taehyun la dejó en la cama la noche antes de su partida. Yeonjun se quedaba hipnotizado viéndola todas las noches.

Iba a ignorar ese hecho cuando Taehyun alargó su brazo y la recogió, analizandola antes de decir:

—Vamos a usarla.

Los orbes de Yeonjun se agrandaron.

—¿Quieres?

El pequeño se encogió de hombros.

—Para eso te la dieron, ¿no?

Primero aspiró el olor a sensualidad que desprendía antes de fijar su mirada en Yeonjun. Con sensualidad empezó a recorrer su propio cuerpo con ella, haciendo un recorrido delicado por sus hombros y clavículas del que Yeonjun no se perdió ni un segundo.

Taehyun se detuvo cuando llegó al broche en la manga de su túnica. Arrancó de un puñado todos los pétalos y los sostuvo en su mano cerrada mientras con la otra lo sacaba, dejando caer las telas blancas translúcidas y dejando expuesto su cuerpo desnudo ante el dios de la muerte.

Yeonjun solo consiguió jadear mientras el brazo de Taehyun se alzaba y dejaba caer sobre su propia anatomía los pétalos, creando así una imagen digna de adorar por su pura belleza.

El cuerpo hermoso de un chico siendo bañado en pétalos de rosas.

El joven no se detuvo y continuó con su espectáculo, apoyándose con sus manos del pecho de Yeonjun para empezar a mover sus caderas en hipnotizantes ondas, y sacándole roncos jadeos al dios del infierno, quien sostuvo sus costados y lo incentivó en su tarea.

Algunos pétalos se habían quedado en el cabello de Taehyun. Yeonjun adoró completamente cómo se veía.

—Eres hermoso —dijo embelesado.

—Tu tambien —respondió el otro sin aliento. Porque su vista también estaba siendo muy buena. La mirada cargada de deseo de Yeonjun y su voluptuosa boca entreabierta le provocaba cosquillas en el vientre.

Sus miembros ya estaban duros y húmedos, el de Yeonjun aún cubierto, pero no demasiado tiempo, pues en un limpio movimiento se incorporó y dejó la espalda del joven contra el lecho, situándose de rodillas.

Quitó el broche de su túnica y las capas de oscura tela cayeron sobre las sábanas, dejando a la vista de Taehyun un sin fin de piel clara como el Jade y musculos marcados en todos los lugares idóneos. Su miembro de proporciones perfectas se erguía por y solo para su amado, causándo en el de menor estatura un estremecimiento por la espectativa.

Con ambos cuerpos desnudos desaparecieron los últimos rastros de cordura. Todo se convirtió un borrón de toques desesperados y besos en los que no solo fueron involucradas sus bocas. Yeonjun dejó marcas por todo el plano abdomen de su amante y Taehyun no se contuvo de dar pequeñas mordidas en la quijada del contrario, jadeando más y más por el vaivén que ejercían sus hombrias frotándose en su parte inferior.

Sus piernas eran sujetas por dos grandes y voraces manos que apretaban todo el camino hasta sus glúteos, siendo este el lugar donde más se detenían a juguetear.

Taehyun resistía lo más que podía su liberación, pero Yeonjun atacaba cada parte de su cuerpo con tanta pasión que terminó dejándose ir en su abdomen con un gemido sonoro que probablemente tocó cada pared en el infierno.

—Amo tu expresión perdida por el placer —Yeonjun alabó besando su boca y luego sus mejillas con devoción—. Tan adorable, tan perfecto.

Algo de esa última palabra conectó a Taehyun con la primera vez que ambos estuvieron en esa recámara. Y se le hizo tan lejana e incomprensible la idea de que ese hombre que lo tocaba con tanto amor le diera miedo en el pasado, que simplemente respondió con más besos igual de devotos.

—Quiero... —suplicó con sus pezones siendo pellizcados por el otro— quiero ser tuyo ahora.

Yeonjun descendió para dejar un beso en su estomago antes de que una llama mágica se encendiera en sus manos, dejando un líquido viscoso entre sus dedos al mitigarse el fuego, con el cual preparo cuidadosamente la entrada del joven.

Instantes después de encontrar un punto que hacía al castaño removerse y suplicar todavía más Yeonjun retiró sus falanges y miró con un ligero rastro de duda en sus ojos a Taehyun.

El joven dios le respondió abriendo sus piernas con una aplastante confianza que solo lo enamoró más. Porque esa era su manera de decirle que siguieran adelante, que lo deseaba tanto como él lo deseaba

Se introdujo en él con parsimonia, acomodándose sobre el cuerpo más pequeño y encajando a la perfección, escuchando los gemidos complacidos del otro, y siendo rodeado por sus cuatro extremidades.

—¿Duele?

—N-no soy un frágil mortal —se quejó haciendo un puchero que Yeonjun adoró— muévete.

Esa cara inocente diciendo esas cosas tan descaradas alentaron su primera embestida. Las demás fueron impulsadas por los ruidos de éxtasis que soltó Taehyun sin ningún pudor, rasgando sus antebrazos con las uñas y arqueado su espalda en una curva perfecta.

Porque el sexo entre dioses solo podía ser así: perfecto y placentero, sin lugar para la incomodidad o la vergüenza.

Yeonjun no había intimado en siglos, y Taehyun no lo había probado nunca con nadie. Se sincronizaron como si sus cuerpos estuvieran hechos para complacerse con exclusividad; Yeonjun lo dio todo y Taehyun lo recibió gustoso.

Por horas y horas, hasta que su inmortalidad estaba a punto de ser insostenible si seguían.

Técnicamente podían seguir porque su vitalidad les daba para eso, pero poco a poco en sus almas se evaporó el deseo puramente sexual, el cual fue saciado y remplazado por el deseo de permanecer abrazados y ser mimados por las caricias del otro.

Taehyun estaba arriba de nuevo cuando acabó por optaba y última vez sobre el estómago de Yeonjun, mientras que este se permitió acabar dentro de su amado, a diferencia de todas las veces anteriores.

El pequeño cuerpo del joven dios se desplomó sobre el amplio pecho de Yeonjun, quien lo recibió rodeándole protectoramente, repartiendo besos por toda su enrojecida cara.

—No sabía que esto pudiera ser tan bueno —Taehyun dijo jadeante.

—Yo probablemente lo había olvidado —Yeonjun comentó sin darle mucha importancia—. Ya veo por qué Namjoon es tan fan de la práctica.

Los dos rieron por la broma y suspiraron totalmente satisfechos.

—Creo que se siente mejor porque te amo —dijo Taehyun con sus párpados cerrandose—. Gracias por no haberme obligado a hacerlo aquella vez. No estaríamos aquí si hubiera ocurrido.

—No des las gracias. Yo jamás podría obligarte.

—Si que podrías —Taehyun lo corrigió— Los demás dioses lo hacen, incluso los humanos lo hacen.

Yeonjun hizo una mueca de asco.

—Tecnicamente podía haberte obligado. Pero no habría podido vivir pensando en ello, en que te hice daño.

Taehyun sonrió y dejó un beso fugaz sobre el hombro de su amante.

—Te amo tanto —dijo soltando un bostezo — eres el dios más bueno que conozco.

—No creo que conozcas muchos dioses —Yeonjun no negó directamente sus palabras, porque en el fondo reconocía ser un dios bastante justo. Lo cual no podrían decir la mayoría de dioses y diosas.

—No me hace falta conocerlos... yo, lo sé.

Y se quedó dormido, respirando pausadamente con su corazón latiendo contra el otro pecho.

Yeonjun lo siguió segundos después. Con todo lo que le importaba en el mundo a su lado, rodeado por pétalos de rosas y los rastros que dejaba el placer, pudo descansar al fin.

Mientras en el mundo mortal se hacía el frío, él ahora podía gozar de su propia primavera.

~❋~

¡Espero les haya gustado mucho esta historia! <3

Recuerden que es una adaptación del mito real, por lo que muchas de las cosas que leyeron me las inventé. Solo quería hacerlo un poquito más soft para ustedes ^^

Es que coño vale, no hay casi fics yeontae en wattpad, yo tenía la necesidad de hacer un aporte a la humanidad jahsjshs

En fin, nos leemos~

Y les amo <3

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