25. Todo lo que pertenece al abismo, en el abismo debe permanecer

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Arcos Perdidos, 1150 aps (Escala de presión abisal)

Lo hacen. Me atrapan entre los tres y salimos revoleados contra el portón de hierro del segundo arco.

El impacto nos aturde, pero antes de que sea demasiado tarde, corremos al interior del pasillo para evitar a la bandada de Merogaviolas y nos ocultamos entre las sombras, esperando en silencio a que el peligro pase. Cuando por fin se alejan, nuestros compañeros al otro lado del puente hacen la señal para seguir con el plan. Exhalo un profundo suspiro. No puedo creer que esté viva.

—Estás loca —refunfuña Nevan.

—Mejor loca y viva que cobarde —respondo aún ahogada por la adrenalina, consciente de lo arriesgado que ha sido mi escape, pero también aliviada de haber evitado un mal mayor.

Kirsi agacha la vista en cuanto se da por aludida. Es cierto que mi movimiento ha sido demasiado atrevido, que debo anteponer mi vida a la de estos Cuervos, como también es cierto que no tengo ni idea de quién se esconde tras la fachada de cada uno de mis compañeros o sus verdaderas intenciones y, hasta que esclarezca mis dudas, los voy a necesitar vivos para que me ayuden a sobrevivir en el abismo. No me cabe duda de que todos son lo suficientemente valiosos para estar aquí, ya sea por sus habilidades físicas, mágicas o por la información que guardan. Compruebo el estado de mi herida en el tobillo, que solo ha sufrido un pequeño rasguño. Los hilos se me han pegado a la piel, por debajo de la costra de cicatrización, lo que dificulta que se me vuelva a abrir a menos que haga un movimiento más agresivo.

Observo a Mei, que ya va por la mitad del trayecto, y saco mi libreta para dibujar el camino de la columna al puente, sencillo y sin pérdida, mientras me fijo en cómo lo hace Vera a mi lado. Sin embargo, termino desviando mi atención a Kirsi. Está con sus dichosos informes entre manos, apuntando todo lo sucedido al detalle con el dedo índice. La punta de la yema y su uña se han fusionado en lo que parece la punta de una pluma, y expulsa una tinta negra que debe ser la tinta de la verdad de la que hablaba Kalya. Al igual que ella, yo tampoco me creo que todo lo que escriba sea la pura verdad.

Somos humanos.

Y pienso que en nosotros nunca cabrá una perspectiva tan objetiva como para que el oficio de Informante no esté exento de errores. Sobre todo, si la «verdad» sale del dedo de una chica arrogante como Kirsi.

—¿Hay hueco para una más, patanes? —dice Mei al incorporarse al saliente mientras se ajusta el moño de cabello oscuro.

—¡Bienvenida! —la recibe Vera con una sonrisa que le mueve las gafas—. ¿Qué tal se te ha dado?

—Todos están bastante animados al otro lado. —Mei se adentra al pasillo y se pone a escudriñar la suciedad del suelo para sentarse delante de nosotros—. Rawen ha puesto las expectativas muy altas con su carrerilla.

Vera suelta una risilla de orgullo mirándome de reojo, aunque a mí no me enorgullece haber tenido que poner mi vida en peligro por la estirada del grupo. De hecho, debería de meditar cuáles serán mis siguientes pasos. La misma urgencia de Dhonos por llegar al final de la expedición se convierte en mi urgencia por descubrir la identidad del Príncipe. Abro la libreta por las últimas páginas y comienzo a escribir las iniciales de los nombres de todos los miembros de la tropa, incluidas las chicas, porque no me pasó desapercibido el comentario de Nevan. Me centro en qué características de cada uno puede impedir que sea la persona que busco. Tacho a Gwyn. Y a Kirsi, ya que su habilidad con el dedo confirma que proviene del linaje de las Informantes. Luego, tacho a Tyropher mientras lo veo cruzando el puente. Su pasión por investigar la vida y su imprudencia llevándose recuerdos de cada nivel son más propias de un biólogo que de un Príncipe. Lo único que espero es que abandonase al Coranchín en la cueva después de que asesinaran a Gwyn por culpa de otra criatura colaborativa.

Un pequeño salto al saliente reúne a Tyropher con nosotros.

Tras él, Nadine no se acobarda en absoluto en avanzar por la pasarela a paso ligero. Al recordar la historia de la muerte de sus padres en la anterior expedición, no dudo en tacharla. Sus padres fueron las antiguas manos del Rey en el Consejo de Expediciones antes de fallecer y, como mínimo, sé que el Rey Kreus sigue calentando el trono con sus mentiras y su codicia. Cuando Nadine se acerca a nosotros con una sonrisilla de satisfacción por haber logrado cruzar sin complicaciones, se sienta junto a Kirsi y le pide que le haga un diminuto moño con los dos mechones malvas que le enmarcan el rostro.

Es el turno de Dhonos. Su despiadado semblante oculta incluso su posible miedo a las alturas. Tiene habilidad con las espadas y dotes de liderazgo, aunque su agresividad y la facilidad con la que pierde la compostura lo convierten más en un Guardián que arrastra una anterior expedición a sus espaldas que en un príncipe de Khorvheim. Abro los ojos, sorprendida por la revelación. Tengo entendido que el Príncipe cumplió la mayoría de edad la noche en que asesinaron a Orna, hace cinco años, por lo que sería imposible que bajase al abismo hace diez. Tacho a Dhonos enseguida y me detengo antes de tachar Nevan. El primero supera la edad y el segundo... Aunque parece más joven que el resto de la tropa, desconozco su edad, así que no descarto la opción de que Nevan pueda estar aquí por su sangre.

Lo analizo de soslayo. Está abrazado a sus rodillas, absorto en la decena de grietas que se extiende a lo largo de la pared. Es astuto, demasiado, pero no parece que sepa de combate más de lo básico que enseñan en la Escuela de Cuervos. Eso explicaría muchas cosas. Escupo un resoplido hastiado. No puedo evitar pensar en que quizá me esté apresurando al descartar los nombres anteriores.

—¿Qué haces, Rawen? —me pregunta de pronto Vera, estirando el cuello para echarle un vistazo a mi libreta.

La cierro de golpe y fuerzo una sonrisa sintiendo los latidos en los oídos como un tambor debido al susto mientras la guardo en el bolso.

—Solo dibujaba.

—¿Letras?

Por primera vez, la mirada de Vera no refleja ese brillo ingenuo que me ha hecho bajar la guardia a su lado estos días. Ni siquiera me percato de que Thago ha cruzado el puente sano y salvo pese a su tamaño porque el tiempo se suspende un instante entre nosotras.

—Tienes un pasatiempo muy peculiar —comenta frunciendo el ceño.

Tras los cristales de sus gafas, veo el recelo sagaz en sus ojos y, de repente, como si nada, amplía los labios en una sonrisa distinta a las que le he visto esbozar antes. Acto seguido, se retira para felicitar a Thago por la hazaña y me cuestiono si es posible que solo haya sido percepción mía. No debo anticiparme a malinterpretar los gestos, mucho menos tratándose de ella, pues todos estamos cansados, hambrientos y sedientos. Sobre todo, lo tercero, y vamos a tener que buscar suministros pronto si no queremos que ninguno sufra deshidratación.

Lanzo mi vista al puente colgante, donde Kowl está cruzando como si formase parte del abismo, ajeno al resto del mundo, sin nadie que lo apoye desde aquí ni miedos que lo perturben. Lleva la capa doblada bajo el brazo, la túnica negra ceñida al torso y su afilada espada en la funda de cuero bien ajustada al cinturón. A diferencia de nosotros, Kowl avanza con la mirada gacha, no le intimida ahondar en el océano de criaturas que surcan las profundidades de este nivel. Una ráfaga de viento le sacude el cabello oscuro, pero él parece implacable.

El aura solitaria que desprende me traslada a estos cinco años atrás, al dolor de una soledad no deseada que viví aislada del mundo, y me pregunto qué pasado arrastrará él para irradiar tanta oscuridad. Para irradiar ese dolor del que no me había dado cuenta, pero que ahora lo siento en el pecho como si resonase con el mío. ¿A eso se refería Kowl cuando me contó que podía captar algunas de mis emociones? Es cierto, no me llegan palabras, no puedo saber el porqué de su tormento, aunque por primera vez puedo sentirlo dentro.

«En mi mente solo se captan algunas emociones que dejas escapar mientras te preguntas cosas de mí», fue lo que me dijo. «Porque te intereso».

En el instante en que sus pies tocan el terreno pedregoso del saliente, alza el rostro y nuestros ojos se encuentran. Un tumbo en el pecho que me hace contener el aliento. A pesar de que tengo la certeza de que oiré su voz en mi cabeza, Kowl pasa de largo rumbo a las escaleras y lo único que oigo dentro de mí es el retumbar de mi corazón agitado. Observo la figura contorneada de su espalda ancha, la manera en la que ondea su capa y se engalana los hombros de plumas de cuervo al colocársela de nuevo.

Y me siento idiota porque no puedo apartar la vista de él.

—En marcha —nos ordena Nadine una vez Kowl se reagrupa con ella y Dhonos para comenzar a subir por las escaleras—. Según los informes, el siguiente puente está a mayor altura, casi en la cumbre, lo que nos ahorrará descender la segunda columna de este arco y ascender la primera del tercer arco —canturrea Nadine .

Todos lo celebran vitoreando en bajito, excepto yo, que me he quedado al final de la formación porque aún estoy digiriendo el sufrimiento ajeno que se me retuerce en las entrañas. Veo a Nevan mirarme de soslayo, le hace una seña a Vera y ambos reducen su ritmo para retroceder en las posiciones hasta alcanzarme. Lo agradezco en silencio. Anclamos nuestros brazos como en la primera subida y nos concentramos en los escalones que se yerguen por delante de nosotros. Aprieto los párpados un momento, dejándome embriagar por las náuseas de la presión abisal, porque prefiero este malestar físico al emocional, hasta que poco a poco va desvaneciéndose.

De vez en cuando, bebo agua para apaciguar los efectos secundarios. A nadie se le ocurre la idea de saltarse escalones pese a que el rugido del vendaval que se cuela entre las grietas de las escaleras es atronador y se vuelve más fuerte conforme alcanzamos altura dentro de la columna. Gracias a la experiencia del arco anterior, todos sobrellevamos mejor el segundo. Los pisos se suceden como las horas, rápidos y pesados, conduciéndonos a una cumbre que pronto se torna inalcanzable porque, cuando creemos que estamos a punto de alcanzar el punto más alto de la columna, la formación se detiene abruptamente frente a un escenario desolador.

Hay un enorme agujero en las escaleras.

Esto explica el ensordecedor ruido del viento que había en este arco desde el principio, aunque nos separa del camino que en teoría debíamos seguir según los informes. Thago y Mei se apresuran en examinar la composición y parece que el trozo de escalera faltante debe haber cedido bajo el peso del tiempo. La desesperación se apodera del grupo al contemplar la inmensa altura a la que nos encontramos más allá del borde del agujero. Es imposible sortear o saltar el vacío al que nos enfrentamos.

—Debe de... —comienza a decir Nadine. Incluso a ella le tiembla la voz.

—¿Debe de ser un error más? —se ríe mordaz Dhonos—. Qué sorpresa, no me lo esperaba.

—¿Y si estas escaleras también se derrumban?

La pregunta de Tyropher siembra el miedo entre mis compañeros, que miran con la ansiedad tiñéndoles el rostro hacia abajo, al suelo a nuestros pies. Los dedos de Vera se afianzan a los míos con fuerza. Intento mantener la calma, aunque estoy igual de nerviosa que ellos. Empiezo a creer lo que Dhonos ha estado mascullando los últimos días, que todo está yendo tan mal como podría ir e incluso peor.

—Que no cunda el pánico —nos dice Nadine girándose hacia el grupo, pese a que en realidad parece querer convencerse a ella misma. La corriente de aire es tan violenta cerca del agujero que debemos retroceder unos pasos—. Podemos idear una manera de crear un puente que...

—No —la interrumpe Kowl acallando los murmullos—. Buscaremos otra ruta.

Sin duda estoy con él. No me gustaría arriesgar mi vida de nuevo en menos de doce horas. Y no me gustaría cruzar ese vacío a través de un puente de dudosa fiabilidad, a secas. Thago también se muestra aliviado por la decisión de Kowl exhalando un suspiro mientras nos adentramos en la vivienda de esta planta, que es igual que todas las anteriores. Nubes de polvo iluminadas por el rastro de una luna que no existe dentro del abismo, muebles y artefactos que no corresponden a los de la superficie y cúmulos de suciedad allá por donde pisamos. De noche estas casas irradian una sensación de desolación abrumadora. Hace frío y el viento que se cuela por las ventanas propaga un hedor a pis insoportable. Casi puedo imaginarme a sus antiguos habitantes haciendo sus vidas a través de las habitaciones, conversando sentados en los sofás sobre temas que ignoramos y utilizando sus extraños objetos de un modo que ni concebimos.

—No sé qué pensarás tú —susurra Nevan a mi lado, escudriñando algo similar al televisor de gafas 3D, pequeño y rectangular del tamaño de una mano. Lo alza entre nosotros y enarca una ceja—. Pero yo creo que estas cosas dicen más de nosotros que de los que vivieron en este lugar.

—¿Por qué lo dices?

—La pregunta es: ¿Por qué nadie ha sacado a la superficie nada de esto para analizarlo?

Lo que antes opinaba que era una estupidez, ahora se esclarece en mi mente como un presagio. Abro los ojos, asombrada, y recito lo que me repetía Rawen acerca del interior del abismo:

—Todo lo que pertenece al abismo, en el abismo debe permanecer.

—¿Las preguntas que nos hacemos aquí abajo también deben permanecer en el abismo? —El celeste en los ojos perspicaces de Nevan se funde con un blanco helado que me eriza la piel—. Que yo sepa, estos objetos no constan en ningún informe.

El viento silba macabro y de repente se me pasa por la mente que quizá no sea un elemento del entorno, sino una melodía anticipándose a lo que nos espera, advirtiéndonos de que no deberíamos de haber bajado jamás.

—¡Aquí! —irrumpe la voz de Mei desde un dormitorio del fondo—. ¡Corred!

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