✦ - Lágrimas de un Alfa 🎨

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Capítulo 23.

El alfa y el omega estaban sentados frente a frente en el salón de la casa de Jimin. El cabello rubio de Jimin estaba desordenado, y sus ojos, aún hinchados por el llanto, reflejaban el dolor reciente. Mantenía el silencio, su mirada fija en el suelo, evitando el contacto visual con Jungkook. El pelinegro, completamente enrojecido por la vergüenza y la magnitud de la escena que había provocado, mantenía la cabeza baja, como un niño regañado, sin atreverse a levantarla.

El silencio en la habitación era denso, casi palpable, como una barrera invisible que separaba a ambos. Jungkook sentía el peso de sus palabras anteriores aplastándolo, como si la culpa fuera una carga imposible de soportar.

—Lo siento... —rompió el silencio con una voz temblorosa—. Sé que lo que dije fue cruel, y como te dije antes, no es lo que realmente siento —su voz era un susurro cargado de arrepentimiento, pero también de una desesperación apenas contenida.

El rubio permanecía inmóvil, sus ojos fijos en el suelo, como si no pudiera soportar la idea de ver a Jungkook a los ojos. El dolor en su pecho era tan agudo que sentía que podría romperse si intentaba hablar.

—Yo... —continuó Jungkook con voz quebrada—. No debí suponer nada ni hablarte de esa forma tan despectiva. Tú vales mucho, Jims... y yo no soy nadie para decirte lo contrario.

El omega soltó un suspiro profundo, resonando en el silencio de la habitación como un eco de su sufrimiento. Finalmente, levantó la vista, y sus ojos, llenos de lágrimas no derramadas, se encontraron con los de Jungkook.

—Lo que verdaderamente me lastimó no fue lo que dijiste —su voz era baja, pero cortante, como si cada palabra fuera una daga—. Fue la forma en la que lo dijiste. Me hiciste sentir como si no valiera nada... como si mis sentimientos no importaran. —La amargura en su voz era palpable, cada palabra cargada con la traición que sentía.

El alfa sintió un nudo en la garganta, ahogándolo con su propio arrepentimiento. Sabía que había herido profundamente al omega, y ese conocimiento lo consumía. Las palabras crueles que había pronunciado, rechazando a Jimin antes de que pudiera siquiera declararse, habían sido un golpe brutal. El dolor de haber destrozado algo tan frágil y prometedor lo atormentaba.

El silencio volvió a instalarse, cargado de todo lo no dicho. Jungkook, con el corazón en la garganta, se armó de valor para preguntar lo que lo atormentaba, a pesar del miedo al rechazo que lo paralizaba.

—Jimin... —comenzó con cautela, su voz un murmullo tembloroso—, ¿tú... sientes algo por mí?

El omega lo miró con sorpresa, sus labios temblando como si estuvieran a punto de pronunciar una verdad dolorosa. El miedo lo paralizaba, el recuerdo de la frialdad y el rechazo del alfa era demasiado abrumador. No podía soportar la idea de ser rechazado nuevamente.

—Somos amigos, Jungkook —respondió al final, bajando la mirada para evitar la reacción del alfa. Cada palabra era una carga pesada de dolor no expresado.

El vacío en el pecho de Jungkook se expandió, un abismo que lo devoraba. Había esperado una respuesta diferente, algo que le diera esperanza, pero ahora solo sentía desesperación. Él sabía que no podían ser solo amigos, lo sabía. Pero también sabía que había construido un muro entre ellos con sus propias palabras crueles.

—Sí... claro, amigos —repitió, tratando de sonar convincente, pero la culpa y el dolor lo abrumaban. Cada palabra parecía arrancada de su alma.

El silencio entre ellos era abrumador, cargado de todo lo que no se habían dicho. El alfa deseaba desesperadamente algún signo de perdón, pero solo encontró un vacío inquebrantable.

Finalmente, Jimin rompió el silencio, su voz quebrada y llena de tristeza. Su aroma a fresas mareando un poco al alfa, pero haciendo que sintiera un deseo por enterrar su rostro en su cuello y aspirar ese aroma desde la fuente de origen.

—Yo... quiero perdonarte —dijo, su tono suave pero cargado de una tristeza abrumadora—. Quiero hacerlo, de verdad... pero ahora mismo… simplemente no quiero verte.

Cada palabra del omega era como una herida abierta en el corazón del alfa, desgarrándolo más con cada sílaba. Su mirada se nubló, y la desesperación lo sumergió en un pozo oscuro. En ese momento, el teléfono de Jimin, que estaba sobre el sofá, vibró con una notificación. El rubio no se movió para atenderlo, pero Jungkook, que estaba cerca, vio el mensaje en la pantalla: Min Yoongi.

Un nudo de celos y confusión se formó en su pecho. Las palabras que había visto, “¿No te gustaría venir a mi casa para comer ramen y conocer a mi gato? 🫦” provocaron una tormenta en su mente. La imagen del omega sonriendo con otro lo consumió, encendiendo un fuego de celos que lo cegó.

—¿Min Yoongi? —la voz del tatuado salió dura, cargada de un veneno que él mismo no había previsto. El omega se sorprendió—. ¿Es que acaso estás jugando a dos bandos, Jimin? No entiendo por qué te duele tanto lo que te dije, si ya tienes a alguien más. —Sus palabras estaban cargadas de veneno y dolor, nacidas de una mezcla tóxica de celos y miedo.

El omega lo miró, atónito, con los ojos bien abiertos por la sorpresa y la rabia que lo atravesaba. La indignación lo envolvía, y la furia comenzaba a bullir bajo la superficie, incontrolable.

—¿Qué...? ¿Qué estás diciendo, Jungkook? —su voz temblaba de la indignación, pero la furia lo invadía, ardiendo como lava.

—No te hagas el inocente —soltó Jungkook, sus celos nublando completamente su juicio—. Tienes a alguien, ¿no es así? Entonces, ¿por qué actúas como si lo que yo dije fuera lo peor del mundo? ¿Es que acaso quieres la atención de dos personas? Todos son iguales al final... —Su acusación era feroz, nacida de un dolor profundo y una desesperación incontrolable.

—¡¿Cómo te atreves?! —el omega se levantó de golpe, su aroma a fresas transformándose en un olor amargo y punzante, llenando la habitación con una intensidad que reflejaba su furia creciente. El alfa nunca creyó que vería al omega así, tan rojo por la furia—. ¡No tienes ni idea de lo que estás diciendo, Jungkook! ¡Te atreves a venir a mi hogar solo para fingir arrepentimiento y me sales con esto! —La rabia en su voz era como un látigo, el pequeño cuerpo de Jimin temblaba. —¿Acaso solo lo haces para seguir utilizándome para tu maldito trabajo de universidad? ¡Si tu intención era que no dejara de ayudarte desinteresadamente, entonces no lo haré! ¡Ya que yo si tengo valores y respeto a las personas! —el alfa entonces trató de decir algo, pero el omega no lo dejó— ¡Nunca más quiero que te atrevas a venir a mi hogar, ¿¡entendido!?

El alfa retrocedió, sorprendido por la intensidad de la reacción de Jimin. Su mente se llenaba de dudas y arrepentimientos, pero el orgullo herido y el miedo lo mantenían atrapado en una espiral de autodestrucción. Quería disculparse, pedir perdón de alguna manera, pero el daño ya estaba hecho.

—¡Ahora quiero que te vayas, vete, vete! —el rubio parecía fuera de sí, y Jungkook intentó tomar sus manos, pero él lo empujó con fuerza.

En ese momento, la puerta principal de la casa se abrió de golpe y Jihoon, el hermano alfa de Jimin, entró en la sala. Su presencia era imponente, con una mirada dura y una actitud que dejaba claro que no iba a tolerar ninguna falta de respeto en su hogar.

Jihoon observó la escena, su mirada pasando del omega, que temblaba y respiraba agitadamente, a Jungkook, cuya expresión estaba marcada por la confusión y el arrepentimiento. Sin decir una sola palabra, Jihoon se acercó con paso firme hacia el otro alfa, lo agarró por la chaqueta y lo levantó con brusquedad.

—Sal de aquí —dijo Jihoon con voz grave y cargada de autoridad. Sus ojos no dejaban lugar a dudas sobre su intención. El tono de su voz era inflexible, como una sentencia inevitable.

El alfa tatuado, sorprendido y tembloroso, no tuvo tiempo para protestar. El hermano de Jimin lo empujó hacia la salida con una determinación implacable. Las palabras de Jihoon eran un eco de la protección que sentía por su hermano, y no había lugar para discusiones.

Jungkook salió del departamento con la cabeza agachada, el peso del fracaso y el dolor de la situación aún pesando sobre él. La puerta se cerró detrás de él con un golpe seco, y el sonido de la cerradura cerrándose parecía marcar el fin definitivo de todo lo que había intentado reconstruir.

Al día siguiente, Jungkook se despertó abrumado por la culpa y el arrepentimiento. La noche anterior había sido una tormenta de confusión, y al abrir los ojos, no podía ignorar la sensación de que había arruinado todo.

Con un nudo en el estómago, sabía que debía contactar al omega lo más pronto posible o luego sería demasiado tarde. Sentía el peso de sus errores aplastándolo. Tembloroso, sacó su teléfono y escribió un mensaje lleno de desesperación:

Jungkook

Jimin... Siento mucho lo que pasó ayer. Quiero enmendar esto. Si tienes un momento para hablar, por favor, responde.

Esperó con ansiedad, pero el silencio de la pantalla era una tortura. Revisión tras revisión, la desesperación crecía. Decidió llamar al omega, pero la llamada se cortó sin respuesta. Frustrado y abatido, se desplomó en el sofá, sumido en recuerdos dolorosos de la noche anterior. ¿Qué podía hacer para remediar su error? Había intentado disculparse, pero sus palabras fueron opacadas por las tonterías que había dicho. Era evidente que no tenía derecho a reclamarle nada al omega, especialmente después de haberle aclarado innecesariamente que nunca saldría con él.

Su pecho comenzó a doler, como si su lobo interior estuviera rasguñando desde dentro. Jungkook se dejó caer al suelo, escuchando las patas de Bam correr hacia él, pero no podía mirarlo. Su respiración se volvió agitada mientras se tocaba el pecho y luego la cabeza, tratando de calmarse. De pronto, empezó a escuchar gruñidos, un sonido que no había oído en años.

El aroma a moras, algo que no sentía desde hacía más de una década, lo descolocó por completo. Era un olor familiar y perturbador que lo llevó a un estado de confusión total. La angustia se intensificaba, y su lobo interior rugía con una intensidad que casi lo consume. La sensación era abrumadora, y su visión se volvía borrosa.

—No... no puedo... —murmuró, su voz apenas un susurro en medio del caos emocional. Su cabeza comenzó a girar, y sintió un hormigueo en las extremidades.

Intentó levantarse, pero sus fuerzas flaqueaban. La desesperación lo llevó al borde del colapso, y antes de que pudiera hacer algo más, su visión se volvió completamente negra. La última cosa que escuchó antes de perder el conocimiento fue el sonido frenético de los ladridos de Bam, mezclado con el dolor de su propio corazón palpitante.

El suelo se sintió frío y duro bajo su cuerpo mientras se desmayaba, envuelto en una oscuridad implacable que lo separaba del mundo exterior y de las consecuencias de sus actos.

Ay, me pasé 🫦

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