seventeen - the path of remembrance

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chapter xvii.
( civil war )

ven como eres, como eras
como quiero que seas
como amigo, como amigo
como quiero que seas
come as you are ─── nirvana

londres, inglaterra
8 de junio, 2016
( crossover )

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Las voces cantan a lo largo de las vigas mientras mantengo mi cabeza inclinada y mis manos fuertemente unidas frente a mí. Una imagen en blanco y negro está enmarcada en oro y las velas parpadean en la parte delantera de la catedral, un grupo de hombres que amaban y respetaban a la mujer llevan su ataúd. Ella no pertenece a ese lugar. Nadie pertenece a una caja, ni siquiera en la muerte.

Una lágrima pesada cae de mis pestañas y respiro tranquilamente, recordando la última vez que hablé con ella... la última vez que alguna vez le hablaré. Estaba teniendo un buen día. Tenía la cabeza despejada y se acordaba de mí, papá, Steve y todo lo demás. Debería estar agradecida. Debería estar mucho más agradecida de lo que estoy. Supongo que eso es lo que pasa con la muerte; nunca sabes qué momento o qué palabra será la última.

—¡Peggy! —me di la vuelta para enfrentar a la anciana que no levantaba la vista de su propio periódico—. ¿Ves esto?

Los ojos marrones de mi tía se estrecharon, tratando de asimilar la información en blanco y negro.

—Sí.

Mis dedos se curvaron con fuerza alrededor de los bordes del periódico, leyendo lo escrito.

—La heredera Stark demuestra su falta de madurez y la capacidad de discernimiento, tanto en los negocios como en los círculos sociales. Muchos dicen que, con su comportamiento más reciente, se parece mucho a su padre.

Tía Peggy frunció los labios y sacudió la cabeza.

—Se parece demasiado a Howard.

Me burlé, todavía atrapada en mi ira.

—No soy como Howard, muchas gracias.

Mi tía me miró con una ceja levantada.

—Siempre has tenido el fuego Stark, pequeña luchadora.

—¡Claro! —espeté y sacudí el periódico frente a mí antes de fruncir el ceño—. Bueno, es evidente que saben que papá y Pepper se han separado. Aparentemente, él no puede hacer que se queden y yo no puedo hacer que se vayan.

Se me hizo un nudo en el estómago al caminar frente a ella. La cara de tía Peggy se frunció, sacudió la cabeza, dobló el periódico y lo guardó en el bolsillo de su silla de ruedas de madera marrón.

Con otra burla irritada, arrojé la cosa por el patio de la casa de retiro y luego me tiré al pasto junto a sus pies.

—¡Esto no tiene sentido! ¡Nunca me verán a mí o a papá como algo diferente de lo que quieren ver! Es absolutamente inútil.

—Tienes razón.

Me detuve a mitad de mi discurso, mirándola confundida.

—¿Qué?

—Tienes razón —ella habló muy despreocupadamente, cerrando los ojos contra la luz del sol—. Tratar de cambiar su perspectiva no tiene sentido.

—Oye... —le arqueé una ceja—, ¿no se supone que es aquí donde me das algún tipo de charla inspiradora o algo así?

—¿Ah, sí?

—¡Sí! Es lo que hiciste con Howard y papá, ¿verdad?

Ella me dio una mirada bastante descarada.

—Pensé que no eras como Howard.

Puse los ojos en blanco y miré hacia el suelo, tirando furiosamente de la hierba y sacudiendo la cabeza. Ninguna habló por un momento, otros miembros de la casa de retiro caminaban lentamente o eran conducidos, saludando suavemente a la siempre popular Margaret Carter.

Al final, no pude mantenerlo más, obligándome a decir en voz baja:

—Estoy en problemas, tía Peggy. En serios problemas.

Ella se agachó y gentilmente tomó mi mano.

—La prensa no me dejará en paz. Echo de menos ir a misiones y papá y yo... extrañamos a Pepper. La necesito más ahora que nunca. ¡Y luego está el asunto de mi hermano! Y, y, Dios mío, Michael Allen no firmará esos estúpidos papeles de divorcio —gruñí, dejando caer el codo sobre mi rótula y luego mi cara en una de mis manos—. Y luego está lo otro...

—Lo sé. No es bueno —la única otra persona en el mundo que sabía por lo que estaba pasando me apretó la mano —. Pero, por lo que recuerdo, aunque sea inestable a veces, no eres una muñeca de cristal frágil, ¿verdad? —cuando no respondí, ella presionó—. ¿Verdad?

Sacudí mi cabeza.

—No lo creo. Lisa, debes recordar de dónde vienes —le di una mirada confusa, ella tomó mi barbilla y continuó—. Eres mucho más fuerte de lo que crees, mi pequeña luchadora. Recuerda tu pasado. Mira todo lo que has sobrevivido. Intenta recordarlo.

Y si recuerdas, continúa.

Me froto la nariz y me recuesto en mi asiento entre Steve y Sam, quienes han estado conmigo desde que llegamos a Londres para el funeral de mi tía abuela. Incluso con el plan de ir a Viena después, ni siquiera intenté que viniera mi padre. Quería hacerlo, pero lo entendí cuando él simplemente... no podía. Hay algo sobre los funerales. La última vez que asistió a uno fue el de Howard y la abuela, y juró que la próxima vez que asistiera sería al suyo, lo que siempre provoca mi ceño. Creo que no puede soportar ver a alguien a quien amaba caer al suelo. Está muy cerca del hogar. Duele demasiado.

El sacerdote llama a otra de las sobrinas de tía Peggy para hablar mientras froto mi pulgar a lo largo del borde de mi falda negra, tratando de respirar el aire que parece rígido y quieto. Realmente no me doy cuenta de la mujer rubia frente a nosotros hasta que Sam me da un codazo en el brazo y me hace chocar con Steve. Asiente con la barbilla hacia la rubia, haciendo que el supersoldado y yo levantemos la vista para ver una cara muy familiar.

Mis ojos se abren solo un poco y la cabeza de Steve se retira en reconocimiento. Es Kate, la vecina o, aparentemente, Sharon Carter, la agente. Nunca la conocí antes de Steve y la encontré en D.C. Él me dijo que era una agente de S.H.I.E.L.D., pero nunca supe que estaba relacionada con tía Peg y, por la expresión de Steve, él tampoco.

Esto... es incómodo.

Todo este asunto me dificulta un poco concentrarme, pero a medida que continúa con suavidad pero con firmeza, sus palabras me recuerdan tanto a tía Peg que parece que no puedo pensar en otra cosa.

—Ella dijo: comprométete cuando puedas —mis ojos miran hacia mi regazo y trago saliva—, pero cuando no puedas, no lo hagas.

Mis manos y dedos se empujan uno contra el otro, absorbiendo el último mensaje de Peggy.

—Aunque todos a tu alrededor te digan que algo malo es bueno —mis ojos se dirigen lentamente hacia Steve, pareciendo entender las palabras—, y aunque el mundo entero insista en que te muevas, tu deber es permanecer firme como un árbol, mirarles a los ojos y decir: no, moveos vosotros.

Mi mirada vuelve a mi regazo y mis pestañas tocan la parte superior de mis mejillas al tiempo que mis ojos se cierran con fuerza.

Es casi un día después cuando Natasha y yo entramos lentamente en una amplia sala vidriosa en Viena, viendo las numerosas colecciones de escritorios. El edificio de las Naciones Unidas no es exactamente como lo imaginé. Supongo que pensé en algo triste y desesperado, pero en realidad es agradable. O lo sería si la gente dejara de mirarnos en una infeliz mezcla de sospecha e irritación. Aparentemente, algunas personas aún no están demasiado satisfechas con la reacción de los Vengadores a los Acuerdos. Tengo la sensación de que no vamos a ganar ningún concurso de popularidad por aquí.

No me molesto en luchar contra el ceño fruncido que curva mi boca mientras sigo mirando a los que nos rodean. Natasha me da un gesto, sosteniendo una cara impasible para alejar a cualquiera que intente juzgarnos. Nadie nos habla, además de la miembro de la ONU que solo viene a recoger nuestras firmas. Tan pronto como la dama se aleja con su portapapeles, dejo salir una bocanada de aire y mis hombros se hunden un poco. De hecho, me duelen los músculos por estar tan tensa, y todavía me duele la cabeza por un dolor casi constante que he tenido.

Me ajusto mi abrigo de traje negro sobre mi torso, pasando mis manos sobre mi estómago, tratando de respirar profundamente.

—Aquí hay mucha gente.

—Mucha quiere que se firme —Natasha asiente con la cabeza, mirando alrededor sobre su hombro cubierto de chaqueta morada antes de mirarme—. ¿Y tú?

Con una expresión en blanco, parpadeo.

—¿Y yo?

—Sí, tú —ella se gira exasperadamente sobre sus tacones altos para mirarme directamente—. ¿Qué quieres?

Esa es una buena pregunta. ¿Qué quiero?

Suelto un suspiro profundo y pensativo.

—Quiero que todo vuelva a la normalidad. Mantener a todos a salvo.

—¿Cuál crees que es la mejor manera de hacerlo?

—¿Honestamente? —ella baja la barbilla mientras espera que continúe—. No lo sé. Tengo mucho más que considerar ahora. Pero es mucho más difícil con todo el mundo siempre mirando...

Natasha se encoge de hombros y junta las manos detrás de la espalda, frunciendo los labios a los que todavía están mirando.

—Por cómo va mi historia, no puedo decir que tenga mucha experiencia en eso.

—Supongo que ninguno estamos acostumbrados a ser el centro de atención —una voz horriblemente familiar habla detrás de mí, haciendo que todo se congele.

Se oyen campanas de alarma en mis oídos y algo que se suena misteriosamente como la palabra 'auxilio' se está repitiendo. Lentamente, me doy la vuelta y lucho contra cualquier reacción que haga que esto sea más vergonzoso. Mis pulmones se sienten apretados y mis manos tiemblan un poco cuando mis ojos se posan en su rostro.

T'Challa.

Auxilio.

Luce bien. Claro que luce bien. ¿Por qué no le pudo haber crecido una segunda cabeza, encogerse al tamaño de una hormiga, desfigurarse horriblemente, o algo así? Pero no, tiene que lucir espléndido. Apuesto a que está satisfecho. Que sabe que se ve muy bien con su traje azul y su sonrisa cortés y elegante. Que solo está tratando restregarlo. Uf, no, no lo intenta. Así no es él, y eso lo hace ver aún mejor.

Auxilio.

Los ojos marrones de T'Challa aún brillan, teniendo esa inocencia casi infantil en su rostro que ahora está cubierto de vello facial recortado. Sí, definitivamente luce bien. Debería haber esperado verlo aquí cuando once wakandianos fueron asesinados en Lagos, pero ahora me veo avergonzada y sin preparación. No he hablado con él desde esa noche. Tal vez estaba demasiado avergonzada. Ahora lo lamento, porque la última vez que escuchó mi voz fue estando borracha y escupiendo todo tipo de cosas que desearía nunca haber dicho. Aún me arde un poco la cara, pero T nos sonríe a las dos.

Natasha me muestra una sonrisa curva, que parece tranquilamente alentadora, antes de darle al príncipe de Wakanda una de cortesía.

—Oh, bueno... no siempre resulta agradable.

Él la mira de reojo, casi amablemente incrédulo.

—Por lo que veo, le está yendo bien por ahora —sus ojos se vuelven hacia mí y asiente—. Lisa.

Mi mano agita un poco y asiento, fallando en dar una sonrisa.

—Alteza.

Sus ojos parpadean al escuchar mi voz diciendo su título.

—Teniendo en cuenta la última visita al Capitolio —sonrío un poco, mirando a Natasha mientras ella le da una propia—, creía que no estaríais precisamente cómodas en esta compañía.

—Creo que puedo hablar por las dos cuando digo que no —reconoce Natasha.

—Eso hace que me alegre de que estéis aquí.

—¿De verdad? —sacudo un poco la cabeza, alzando la voz y captando su atención—. ¿No apruebas los Acuerdos de Sokovia?

Él se ve pensativo mientras frunce los labios y se balancea sobre sus pies.

—Los Acuerdos, sí —asiente con firmeza antes de entrecerrar los ojos ligeramente y sacudir la cabeza—. La política, no demasiado.

¿Por qué no estoy sorprendida?

—Dos personas en una habitación pueden conseguir más que un centenar.

—A no ser que tengas que mover un piano —un hombre de cabello blanco se acerca a mi lado, portando una sonrisa en su amable rostro.

Natasha y yo inmediatamente nos apartamos a un lado y T'Challa se inclina levemente en reverencia.

—Baba.

—Yah —la cara del rey de Wakanda se endurece cuando mira hacia arriba—. Señorita Stark. Señorita Romanoff.

—Majestad —me dirijo al rey igual que a T'Challa, haciendo que el joven me mire un poco más fuerte que antes.

—Rey T'Chaka —la voz de Natasha se vuelve aún más diplomática—. Por favor, permítanos disculparnos por lo que pasó en Nigeria.

—Gracias —sus ojos se suavizan—. Lisa —pongo una sonrisa y tomo sus manos extendidas, envolviéndolas amablemente en las mías—, me alegra ver que te sientas tú misma otra vez.

Oh. Lo sabe. T'Challa se lo contó o la noticia de la 'Gran Caída Stark' llegó hasta el otro lado del mundo. Y de alguna forma dudo que fuera lo primero. Sin embargo, no tomo su mención ofensivamente; el rey nunca ha sido grosero ni remotamente cercano a mí. Simplemente no estaba demasiado emocionado de que yo estuviera involucrada con su hijo y heredero del trono de Wakanda.

T'Challa le da a su padre una breve mirada de regaño por el rabillo del ojo, pero yo solo me río un poco y asiento.

—Igual que yo, rey T'Chaka, igual que yo.

Da una sonrisa cálida y paternal antes de volverse para hablar con Natasha. T'Challa y yo nos miramos con cautela. Ninguno dice nada por el momento, en parte porque no necesitamos hacerlo para comunicarnos. Ladea un poco la cabeza hacia mí, disculpándose claramente por la referencia de su padre... No sé cómo llamarlo. Me encojo de hombros en respuesta. Después de eso, sabemos que no hay mucho más que podamos decir. Sabemos cómo nos sentimos. Es que hay demasiado en juego para hacer algo al respecto.

Sin embargo, T me sorprende; tiene tendencia a hacer eso. Da un paso hacia adelante y abre la boca ligeramente, preparándose para decir algo, hasta que la voz del orador nos llama para sentarnos.

—El futuro nos llama —inmediatamente regresa a su postura original, hablando en serio—. Ha sido un placer.

—Gracias —Natasha da una sonrisa cortés, inclinando la cabeza mientras se da la vuelta para irse, pero confusamente hace una pausa cuando me mira.

Porque mis pies no parecen moverse.

T'Challa y yo nos miramos en una extraña sensación de calma, pero mi corazón late con fuerza y ​​mis manos tiemblan un poco. Nunca solía estar tan nerviosa a su alrededor. Solía ser cómodo y natural. Y ahora su padre, el rey de Wakanda, me está mirando y yo estoy de pie en mitad de las Naciones Unidas en Suiza y no puedo sentir mis dedos. Pero luego, todas las mariposas se van y la sangre corre por mis piernas tan pronto como T'Challa me sonríe. Es cortés y no la habitual que solía concederme, pero es suficiente para hacer que mi neblina se aleje flotando.

—¿Lisa? —Natasha toma mi brazo y levanta brevemente sus cejas—. ¿Estás lista para sentarte?

—Sí —me aclaro la garganta, sonriendo a los dos wakandianos—. Me ha alegrado veros.

Cuando Nat y yo nos damos la vuelta para alejarnos, ella asiente y dice humildemente:

—Inicio complicado, final suave.

Gracias —respiro hondo—. No hagamos esto nunca más.

Todos nos sentamos en silencio detrás de una larga fila de escritorios de madera, esperando que el Rey T'Chaka se pare detrás del podio para comenzar la firma.

El hombre de cabello blanco que siempre se ha esforzado tanto por proteger a su país empieza a decir:

—Cuando el vibranium que nos robaron en nuestro país se utilizó para crear un arma terrible, en Wakanda nos vimos obligados a cuestionarnos nuestro legado.

Legado. Dios, donde quiera que vaya, parezco estar rodeada por la noción del legado. Desde que tengo memoria, la familia Stark siempre ha seguido hablando sobre cuál será el suyo. Creo que me enamoré de alguien que estaba muy preocupado por eso.

—Las personas asesinadas en Nigeria formaban parte de una misión de buena voluntad de un país que ha estado mucho tiempo en la sombra —el rey fuerte y orgulloso continúa, haciéndome ver realmente de dónde sacó su hijo su pasión—. Sin embargo, no permitiremos que el infortunio nos haga retroceder. Lucharemos para mejorar el mundo al que deseamos unirnos. Y agradezco mucho a los Vengadores que apoyen esta iniciativa...

Mis ojos se dirigen hacia donde se encuentra el hijo del rey, en las amplias ventanas de vidrio, mirando las calles de abajo. Sonrío al pensar en cómo siempre ha estado tan atrapado con cualquier cosa que no sea diplomacia, lo cual agradezco, porque así fue como nos conocimos. Sin embargo, mi sonrisa se desmorona al notar cuán rígida y calculadora se ve su postura. Algo va mal. Apenas puedo prestar atención a la última declaración del rey antes de que T'Challa gire de repente con el pánico grabado en su rostro.

Sus ojos se encuentran con los míos, grita y empieza a correr hacia su padre.

¡Todo el mundo al suelo!

El pánico propio vuela en mi pecho mientras me levanto instintivamente y lo veo saltar hacia T'Chaka. No tengo tiempo para ver si llega a tiempo antes de sentir unas manos agarrarme de los hombros; Natasha nos arroja debajo de nuestro escritorio. No hay tiempo para protegernos aún más antes de que el cristal vuele en todas direcciones y dispare fuego detrás de nosotros, lamiendo nuestras pieles y acurrucándose en nuestros cuellos. La explosión amenaza con reventar mis tímpanos, arrojando mi cuerpo hacia adelante y haciéndome chocar contra una mezcla de cemento, metal y madera.

El mundo está sonando en mis oídos y, sin embargo, parece lento y caluroso. El humo negro invade mis pulmones y toso mientras trato salvajemente de sacar algunas tablas de madera de mis hombros. Cuando observo, Natasha hace una mueca y se aparta lentamente a mi lado. Está cubierta de espesa ceniza e imagino que debo verme igual, pero no parece estar sangrando. Con ese consuelo en mente, inmediatamente me giro y empujo un escritorio roto fuera de mi camino para verlo.

A T'Challa.

Se arrastra entre los escombros hacia su padre inmóvil. Agarra el pecho del hombre y lo sacude ligeramente, tratando de despertarlo. Luego, sus manos encuentran temblorosamente su muñeca y puedo decir de inmediato que no puede encontrarle pulso debido a la horrible mirada que aparece en su rostro. Sus ojos se llenan de lágrimas y una vez más agarra el pecho de su padre, le habla, intenta que se despierte, que le diga algo. Ceniza cae desde arriba, el fuego arde y la gente grita, pero solo me fijo en ellos dos. Mis ojos se llenan de lágrimas y mi estómago se siente enfermo nada más me levanto sobre mis pies temblorosos, vadeando entre los escombros y las cenizas hacia él. Llora mientras se agarra a los hombros de su padre, tirando de él hacia su propio pecho, meciéndolo suavemente.

Cuando lo alcanzo, mis rodillas están rotas y ensangrentadas, pero no puedo sentir nada. Coloco suavemente una mano sobre su brazo, haciéndolo girar para mirarme con los ojos muy abiertos y amenazantes. Mi mano se mueve de su brazo y la coloco en su mejilla, tratando de hacerle saber que al menos estoy aquí para él. De repente se agarra de mis hombros y me tira hacia él, envolviendo sus brazos fuertemente a mi alrededor. Estoy sorprendida, pero lo abrazo apresuradamente al tiempo que continúa respirando, suplicando y llorando. Sostengo la parte posterior de su cabeza contra mi hombro, tratando de susurrar algo que lo consuele. Pero nada lo hará.

Nada lo hará.

♛♕♛

El humo aún permanece en el aire, colgando en forma de una espesa nube sobre el edificio de la ONU. Los bomberos intentan verter agua sobre el edificio aún en llamas mientras los helicópteros vuelan por encima y los reporteros se alinean a lo largo de la cinta amarilla que cierra la escena. Las sirenas de la ambulancia y la policía suenan, lo que se suma al caos de personas que lloran y paramédicos corren con la esperanza de ayudar a quien puedan.

Dicen que James Buchanan Barnes, el Soldado de Invierno, fue el autor del ataque que mató al menos a doce. No saben dónde está la chica, la que HYDRA llamó 'Plan B', pero dicen que no puede estar muy lejos del hombre, si es que él la ha dejado con vida. Dicen que una fuerza especial persigue a los dos asesinos, pero hoy hay muchas personas que no quieren que la fuerza tenga la oportunidad.

Dos.

Hay otras dos.

Los hombres con equipo táctico y operarios intentan calmar todas las preguntas que pertenecen a aquellos que se apresuran en el aturdido miedo que sigue después de cada ataque terrorista.

Porque eso es lo que son James y Svetlana Barnes: terroristas.

Se pueden ver dos personas sentadas en un banco, ambas un poco ensangrentadas y un poco desorientadas. Ninguna habla mientras observan a todos, aún atrapados en el momento que tuvo lugar no hace veinte minutos.

—Lo siento mucho —Natasha habla en voz baja, la sinceridad se entrelaza profundamente en su tono mientras camina hacia el banco.

Dos cabezas oscuras se giran bruscamente para observar a la pelirroja que los mira brevemente en señal de disculpa. Lisa Stark retira lentamente su mano de la del príncipe T'Challa cuando su mirada cae de la mujer hasta el frente. Sus dedos se mueven para girar y girar el anillo de metal que pertenece a unos pocos elegidos: los herederos del trono de Wakanda.

—En mi cultura —dice T'Challa suavemente, sin dejar de lucir un aturdimiento controlado—, la muerte no es el final. Es más bien... un punto de partida. Extiendes ambas manos, y Sekhmet y Bast, te guían hasta la verde y basta sabana donde podrás correr eternamente.

Los labios del hombre se separan, respirando suavemente mientras el peso de su deber se vuelve cada vez más claro. Lisa apoya suavemente la barbilla en su hombro y su rostro se inclina ligeramente hacia ella, reconociendo su toque.

Natasha traga un poco, asintiendo con una sonrisa suave.

—Es una imagen muy apacible.

La mandíbula de T'Challa se aprieta, sus ojos parpadean una vez más hacia la mujer.

—Mi padre también lo creía.

Sus movimientos cambian bruscamente, deslizándose el anillo del rey sobre su tembloroso dedo oscuro.

—T —Lisa habla en voz baja con los ojos ligeramente entrecerrados, una extraña actitud defensiva se está apoderando de ella.

Solo que queda la pregunta: ¿a quién está defendiendo?

—Yo no soy mi padre —el nuevo rey sacude la cabeza, haciendo poco para luchar contra la furiosa emoción que se acumula en sus ojos.

—T'Challa —la voz de Natasha de repente se desliza a una de negociación, porque eso es todo lo que es para ella ahora.

Natasha está negociando por Barnes y su hija, la niña que siempre quiso.

La pelirroja mantiene su mirada firme, intentando nivelar su tono.

—Será la Fuerza Conjunta quién decida...

Las manos de T'Challa se aprietan en puños alrededor de su nuevo anillo y sus hombros se tensan mientras se levanta. Los ojos de Lisa lo siguen, ella aprieta la mandíbula y su respiración se vuelve cada vez más apretada.

Sus ojos la miran sombríamente.

—No hace falta, señorita Romanoff. Yo mismo mataré a Barnes.

Los ojos de Natasha se estrechan y la cabeza de Lisa se inclina hacia atrás, observando al hombre alejarse. Sin más palabras, y con una mirada oscura en sus propios ojos, Lisa se levanta rígidamente y camina en la dirección opuesta.

♕♕♕

Estoy en medio de un aturdimiento sin emociones, negándome a mirar mi reflejo en el cristal, permaneciendo encaramado en una ventana. Lo que me devuelve la mirada no soy yo. Es una forma desesperada de mí y me niego a ver parte de ella.

No hasta que esto termine.

No hasta que finalmente esté libre de los hilos que siempre me han atado.

Intento no pensar. Sé que si pienso, fracasaré. No puedo fallar. No ahora.

Tomo un respiro lento a medida que el tiempo se acerca y ellos también.

Es hora de recordar.

Es hora de recordar.

Recuerda.

♛♕♛

Un ser vestido completamente en negro mate atraviesa el aire, arrojando con fuerza sus afilados brazos alrededor de la chica Barnes, atrapándola antes de que pueda correr más lejos. La joven asesina grita en pánico y su padre levanta la vista rápidamente, horrorizado cuando las alas como cuchillas del ser se enroscan en la espalda y los brazos cubiertos de negro de la mujer.

El otro de negro salta hacia el túnel, obligando al Soldado de Invierno a correr mientras su hija es sacada de la vista. El ser con alas de metal no dice nada mientras se lanzan a través del aire frío. La chica Barnes grita, volando por las calles y los autos, arrojando sus piernas y retorciéndose con la esperanza de ser liberada. Cuando la niña arroja un codo que atrapa la barbilla del ser, sólo se se menea brevemente antes de que sus lentes negros redondeados se estrechen en ira en su máscara.

El ser gira y van en espiral una y otra vez, cortando el aire como un cuchillo. Svetlana Barnes grita mareada, cerrando los ojos mientras el ser empuja más rápido y fuerte. El ser ajusta sus propios brazos, enroscándolos alrededor del cuello de Svetlana en un intento de sellarla hasta dejarla inconsciente. La chica lucha contra el agarre, jadeando. Lanza sus pies hacia atrás y los estrella en la máscara del ser, partiendo el centro.

Svetlana se deja caer entre los autos y las sirenas; su cuerpo golpeando el suelo con fuerza. El ser grita y su cuerpo vuela hacia atrás, chocando contra otra forma negra que corre detrás de la motocicleta. Los dos cuerpos se enredan salvajemente y se empujan con enojo, tratando de ser liberados. Steve y Sam rápidamente persiguen a los demás, intentando detener a los seres y a la policía circundante. Svetlana sigue tratando de levantarse, hasta que un brazo de metal se envuelve alrededor de su cintura y la arrastra por el aire una vez más.

—¡¿Estás bien?! —Bucky le grita, tratando de llevarla al asiento trasero de la motocicleta que aparentemente ha tomado prestada.

Sus brazos se apresuraron a rodear el pecho de su padre, gritando sobre el sonido que no puede escuchar.

—¡Estaré mucho mejor cuando salgamos de aquí!

—¡Espera un poco más!

Las sirenas rojas y azules parpadean a su alrededor, la motocicleta gira de un lado a otro, pasando los coches y alejándose de todos los que los siguen. Los seres de negro siguen peleando. La mujer silba y luego grita cuando el hombre salta de ella.

Mientras estira las garras hacia los asesinos, Bucky echa una mano hacia atrás y atrapa al hombre con fuerza alrededor de la garganta. Se ahoga y se atraganta antes de poner los pies contra la pared y forzar la motocicleta hacia un lado. Svetlana grita y se aleja del suelo. Cuando Bucky extiende su mano, el hombre trepa por la parte trasera, pero no tiene la oportunidad de golpear.

—¡Bájate! —chilla Svetlana, echando su pie hacia atrás, pateándolo.

Cuando la mujer vestida de negro vuela más cerca, se burla y sacude la cabeza. Él salta de un auto y la mujer sonríe, obligándolo a volar sobre su cabeza y, a su vez, aferrarse a Sam Wilson y su juego de alas. La mujer se abalanza al lado del auto de Steve y dispara a su neumático, tratando de hacer que el hombre disminuya la velocidad para poder tener su oportunidad.

Para que finalmente pueda tenerla.

Sin embargo, no sale según lo planeado. Bucky arroja un explosivo redondeado que se engancha en el techo sobre ella. El cemento y las baldosas se disparan, haciendo que la mujer se salga de control y observe cómo su oponente en negro vuela al pasar. No alcanza por completo al padre y a la hija, pero llega lo suficientemente lejos como para cortar sus neumáticos y hacerlos rodar por la carretera.

Los dos seres aterrizan en el suelo, pero la mujer es más rápida que el hombre. Con movimientos bruscos y cortantes, corre hacia el asesino y se detiene sobre su forma caída. Tiene su oportunidad. Tiene que aprovecharla... Y luego algo agudo y rojo destella dentro de su cerebro, asustándola tanto que casi olvida su propósito.

Eran las 7:01PM.

—Ayude a mi nieta y a mi mujer. Por favor.

Con un jadeo agudo y sus ojos cerrados, la mujer levanta su mano brillante hacia su rostro. El hombre de negro corre y le da una fuerte patada en el costado, haciéndola volar. Ella muestra los dientes con furia, gira su cuerpo y mira oscuramente a través de su frente. El hombre con la armadura de gato levanta sus garras hacia el Soldado de Invierno antes de ser abordado.

Todos los que están en el suelo saltan ansiosamente, respirando pesadamente mientras se miran sombríamente. Bucky mantiene su hombro ligeramente frente a su hija, pero esto no la mantendrá a salvo de los enemigos. Steve tiene los brazos extendidos, tratando de mantener la paz entre su mejor amigo, su sobrina y las incógnitas frente a él. Sin embargo, la mujer de negro no tiene intención de mantener la paz cuando da un paso al frente.

Está absolutamente lista para terminar su misión, pero un hombre con traje de metal negro y gris cae en picado frente a ella, haciendo un ruido sordo. La mujer se detiene inmediatamente y el hombre levanta sus propulsores a los dos grupos. Los SUV negros se detienen a ambos lados y hombres con uniformes negros levantan sus armas, apuntando los cañones hacia sus cabezas.

—¡Se acabó! —el arma de Rhodey los apunta.

Ni Bucky ni Svet se mueven, respirando pesadamente, negándose a quitar los ojos de los seres de negro. Steve vuelve a sujetar su escudo a la espalda, enderezando su postura defensiva mientras el hombre desconocido mira a su alrededor para descubrir que está atrapado.

Rhodey mira bruscamente a las dos personas que usan armaduras negras.

—¡Las máscaras!

La mujer se pone rígida y duda por un momento; enfadada, arranca su máscara ahora partida. El cabello castaño de Lisa Stark cae sobre sus hombros y sus ojos azules no tienen más que amargura. Los ojos de Rhodey y Steve se abren en shock y confusión, mientras que los ojos de Svetlana solo se estrechan, recordando haber visto a la joven hace años en Washington. Lisa no dice nada en defensa, solo aprieta los puños con ira por haber fallado.

—Enhorabuena, Lees y Cap —Rhodey suena amargamente decepcionado—, ahora sois criminales.

Lisa aprieta los dientes con fuerza, sus ojos cambian de su tío al hombre aún desconocido que está a su lado.

Los soldados se convergen, gritando órdenes en alemán, moviéndose para forzar sus manos a la espalda. Svet mira a su padre con los ojos muy abiertos y aterrorizados. El primero que la toca recibe un fuerte revés en la cara y los hombres gritan más fuerte, levantando sus armas para apuntar directamente a la cabeza de Bucky.

—Buck —Steve baja la voz—, esta era la única forma.

Bucky aprieta la mandíbula y Svet cierra los ojos, dando un suave gesto de comprensión. El padre y la hija son arrojados al suelo y las esposas de metal se cierran alrededor de las muñecas flacas y pálidas de la chica.

Lisa parpadea y mira hacia otro lado; sus propias manos se rasgan detrás de su espalda y son esposadas. Su mirada se eleva hacia el hombre desconocido que se mueve con cuidado. Sus manos descansan en la parte inferior de su máscara y luego, lentamente, se la quita.

La cara que hay detrás hace que Lisa Stark recupere el aliento y se estremezca un poco.

Tenía que ser él.

Claro que tenía que ser él.

T'Challa, el príncipe de Wakanda.

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