sixteen - what we deserve

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chapter xvi.
( civil war )

debes ser duro
si quieres sobrevivir
te van a masticar
y vivo te comerán
unclear ─── kodaline

base de los vengadores, nueva york
5 de junio, 2016

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Estoy en la plataforma de aterrizaje con los brazos cruzados sobre mi pecho y una expresión triste marcando mis rasgos. El quinjet negro se arrastra lentamente por el cielo azul, llevando consigo un aura de tristeza mientras aterriza cuidadosamente sobre el cemento. Me dejo caer el pelo sobre los hombros cuando la compuerta se abre y el equipo que había tratado de advertir sale lentamente.

Dios, desearía no haber tenido razón.

Sam y Natasha salen primero, ofreciéndome sonrisas solemnes, pasando en silencio. Hay una larga pausa antes de que una chica familiar salga de la oscuridad del quinjet. Traga saliva, mirando a su alrededor y torciendo los labios al acercarse.

—Wanda...

Se detiene a unos metros de mí. Respira hondo mientras mira al cielo, a un lado y luego a mí, intentando luchar contra las lágrimas. La otra de veinte años rápidamente me abraza fuertemente. Cierro los ojos y sacudo la cabeza al oírla recuperar el aliento, tratando de no llorar.

—Lo siento mucho —susurro, tratando de consolarla igual que ella me consolaba en los días posteriores al incidente.

Wanda asiente rápidamente, demasiado ahogada para hablar, antes de envolver mi brazo con el de ella y entrar lentamente en las instalaciones. Entra al baño para cambiarse y yo me siento en su cama en silencio, todavía un poco incómoda por esta mañana. Ya nunca puedo estar segura de mis presentimientos. A veces pienso que es la próxima visión que me acecha, como con Lagos, y luego, a veces, otra cosa. Desearía haber podido resolverlo antes y haber hecho algo más que una simple advertencia.

Cuando Wanda sale del baño y se sienta a mi lado, ambas respiramos profundamente mientras enciende el televisor. La noticia de la destrucción de Lagos estalla en destellos brillantes de color y fuertes voces que desearía que nos dejaran en paz. Tiro de las mangas de mi sudadera, enterrando mis codos en mis rótulas.

—¿Qué tan mal fue?

—Muy mal. Hubo muchos gritos y... —los ojos de Wanda miran hacia la parte superior de su pie—. Me recordó a Sokovia otra vez, Lisa.

Doblo las piernas debajo de mí y descanso la mano sobre su hombro. Ella me mira por el rabillo del ojo y su mirada vuelva rápidamente al televisor que se encuentra junto a su pared. Un ceño adorna un poco mis rasgos al tiempo que los míos regresan a las noticias que nos muestran vídeo tras vídeo del edificio diezmado y la gente llorando en Lagos. Aún no le digo pregunto, imaginando que tiene más que decir antes de responder.

Sé que Sam es un consejero y, a pesar de lo útil que es ahora que está disponible para nosotros todo el tiempo, hay algunas cosas que Wanda y yo no podemos decirle ni a él ni a nadie más. Para ser tan "jóvenes" como dicen que somos, hemos visto y perdido mucho. Ambas estamos sujetas a un estándar más alto solo por quiénes somos o qué podemos hacer. Y las dos extrañamos a nuestros hermanos.

Los reporteros hablan mucho del "hermano Stark" desaparecido. Los periódicos imprimen artículos sobre la búsqueda infructuosa de nuestra madre y niños desaparecidos de todas las edades, han llegado hasta nosotros, afirmando ser mi hermano perdido hace mucho tiempo. Los idiotas obviamente no se dan cuenta de que realmente sé quién es. Tal vez solo les gusta mantenerme en los medios. Pero no puedo quejarme. No siento que tengo el derecho cuando miro a Wanda y sé que mi hermano está vivo y el de ella no. Las dos lo sentimos; el dolor de las balas golpeando nuestros cuerpos, la disnea de su último momento, y compartimos el desamor de lo que siguió.

Nos entendemos la una a la otra.

Puede que la Gema de la Mente nos trajera algo bueno, después de todo.

Porque Dios sabe que los poderes que trajo la Gema no son una bendición en este momento.

—La forma en que me miraron, Lisa... —Wanda respira profundamente, sus ojos ahora centrados únicamente en la pantalla y sin atreverse a mirar a ningún otro lado—. Me miraron como si fuera un monstruo.

Sacudiendo la cabeza, me paso la mano por el estómago y miro su rostro serio.

—Sabes la verdad, Wanda.

La sokoviana sigue sin mirarme, diciendo con voz áspera:

—A veces temo que seamos nuestras peores pesadillas. Pero... son cosas como esta las que me hacen temer que ya lo somos.

La miro fijamente, pero no tengo ningún tipo de argumento para responder. Tal vez lo somos. No estoy segura de poder decirlo. Solo hacemos nuestro mejor esfuerzo para hacer lo mejor. Asiento y vuelvo a mirar el televisor en silencio. Los minutos avanzan, viendo pasar las imágenes ante nuestros ojos, ninguna de las dos puede decir nada por ahora.

—Están actuando fuera y por encima del derecho internacional. Porque esa es la realidad. ¿Qué autoridad legal tiene un individuo mejorado como Wanda Maximoff para actuar en Nigeria cuando la...?

La televisión se apaga, haciéndome mirar a Steve por encima del hombro, quien suavemente descansa el control remoto en la mesita de noche. Wanda ni siquiera lo mira, ya sabe quién vendrá a consolarla. Apoya su ancho hombro en el marco y cruza los brazos sobre su pecho, mirando a mi mejor amiga con ojos preocupados.

La chica todavía no lo mira; sus ojos están en la televisión en negro.

—Es culpa mía.

—Wanda —regaño en voz baja.

Steve niega y mira a un lado.

—Eso no es cierto.

Ella interrumpe, su propia cabeza se mueve hacia la pantalla.

—Vuelve a encender la tele —pone los ojos en blanco hacia él—. Están siendo muy específicos.

Steve camina lentamente hacia la habitación, admitiendo:

—Debí detectar ese chaleco bomba antes de que tú intervinieras. Rumlow dijo 'Bucky', habló de Svet y acto seguido... yo tenía dieciséis años y estaba Brooklyn.

Se sienta al otro lado de Wanda.

—Pero hubo muertos.

Los ojos de Wanda luchan ferozmente contra las lágrimas, descansando el costado de su cabeza sobre mi hombro. Echo un vistazo a Steve por encima de su cabeza, frunciéndole el ceño. Él asiente en comprensión, mirando las manos que descansan cerca de sus rodillas.

—La culpa es mía.

Wanda lo vuelve a mirar, tomando algo de la culpa.

—Esto es cosa de los dos.

—Este trabajo... —Steve hace una pausa, dejando salir una bocanada de aire por la boca mientras recomienza—. Nosotros intentamos salvar tantas vidas como podamos —nos mira a las dos—. No siempre podemos salvarlos a todos.

Mis ojos se encuentran con una mirada lejana.

—Si no somos capaces de asumir eso, tal vez... la próxima vez no se salve nadie.

Dejo escapar un suspiro tranquilo, apartando la vista de los dos para mirar al suelo. Un ligero zumbido resuena en mi cabeza, la pared brilla con amarillo antes de que un hombre rojo en pantalones y suéter aparezca. Steve solo luce algo sorprendido, en cambio, Wanda y yo saltamos un poco.

—¡Vis! —me río un poco, sacudiendo mi cabeza hacia él.

Wanda regaña ligeramente, extendiendo su mano.

—Ya hemos hablado de esto.

Visión levanta una mano para señalar con calma la puerta.

—Sí, pero al ver la puerta abierta, he pensado que...

Levanto una ceja a mi amigo, recordando la última vez que sucedió esto. Wanda y yo estábamos en mitad de... ¿cómo se llamaba? ¡Ah! Estábamos en mitad de una "charla de chicas" y Visión apareció y, bueno, se volvió incómodo con demasiada rapidez. Todos quedamos marcados. Wanda y yo tuvimos que sentar al pobre hombre sintético y tener una larga discusión sobre paredes, puertas y sus propósitos.

Vis simplemente se da por vencido tratando de explicarse.

—El Capitán Rogers quería, que cuándo llegara el señor Stark, le avisara.

—Gracias —Steve baja la cabeza agradecido—. Ahora bajamos.

—Yo... —señala torpemente de nuevo a la puerta mientras los dos nos sonreímos graciosamente—, utilizaré la puerta. Ah —se detiene después de unos segundos—, y parece ser que ha traído un invitado.

Hago una mueca y me doy la vuelta en la cama para poder ver a Visión.

—¿Papá trajo un invitado? ¿Quién?

—Alguien que conoces bastante bien, Lisa —levanto las cejas en cuestión, el hombre sintético hace una pequeña pausa que me hace sentir un poco preocupada—. El Secretario de Estado.

Con eso, asiente levemente y se aleja. Los tres nos quedamos en silencio, sabiendo lo que debe significar. Wanda deja escapar un pequeño suspiro, Steve mira hacia abajo y luego hacia mí. Ofrezco un pequeño meneo de cabeza, frunciendo profundamente.

Seguimos en silencio al bajar al salón de tonos azules. Empujo mis manos en los bolsillos de mi sudadera mientras Wanda tira de las mangas de su camisa con incomodidad. Algunos ya están sentados en la sala de conferencias con paredes de cristal, charlando de una manera que hace obvio que nadie está realmente de humor. Mi cara se retuerce con desagrado nada más veo al nuevo secretario, anteriormente el General Ross, parado afuera de la sala, hablando con Rhodey y papá. Papá luce... diferente. Como desgastado y rígido al mismo tiempo.

¿Qué demonios podría querer Ross de nosotros en un momento como este?

Mientras el resto asiente cortésmente hacia Ross, yo me aparto con papá mirando y siguiendo mi ejemplo. Él siempre sabe cuándo quiero decir algo. Al tiempo que Rhodey y el secretario siguen hablando, papá levanta la barbilla y espera que hable.

—¿Qué está haciendo Ross aquí?

—Hola a ti también —papá me frunce el ceño distraído y mira al secretario y a su mejor amigo.

—Lo siento, hola... —me detengo, diciendo rápidamente—: ¿Pero qué hace aquí?

Papá me pone los ojos en blanco antes de suspirar por mi pregunta.

—Tiene algo que la ONU quiere que firmen los Vengadores por Lagos.

Esa es una respuesta bastante ambigua, incluso para él.

—¿Firmar? —papá simplemente me mira, así que sigo con mis preguntas, porque claramente no lo sabe o no está dispuesto a compartir—. No lo hemos visto desde...

—¿El bar en 2011? —él ofrece el final, asintiendo con la cabeza.

—Sí —empujo mis manos más dentro de los bolsillos, una extraña mueca aparece en la cara de mi padre—. Todavía me gusta tanto como en aquel entonces, cuando era un imbécil y ahogaba sus penas en...

—Señorita Stark.

Mis labios se fruncen cuando siento la presencia de Ross detrás de mí. Oh Dios, esto es como uno de esos 'está detrás de mí, ¿no?', como en las pelis de terror que me niego a ver. Por eso papá hacía una mueca. Fabuloso. Después de mirar a papá por no ser de ninguna ayuda, me giro y presiono una sonrisa para el hombre alto de ahora pelo blanco.

—¡Secretario Ross! —froto mi frente con mi pulgar torpemente—. Su llegada ha sido...

—¿Intachable? —el secretario Ross estrecha los ojos.

—¡Desconcertante! —me río torpemente—. Iba a decir 'desconcertante'.

—Estoy seguro.

—Ha estado ocupado desde 2011, pasar de un general a secretario debe ser muy bueno —las palabras suenan tan poco sinceras incluso para mí.

—Como tú —él responde lentamente con una sonrisa igual de falsa y aún profesional.

Papá, a la defensiva, inclina la cabeza al hombre y mete las manos en los bolsillos, contrayendo sus ojos.

El secretario hace un gesto hacia la sala de conferencias.

—¿Nos unimos a ellos ya?

Apenas asiento mientras miro hacia abajo, sintiéndome un poco avergonzada. Quiero decir, no debería sentirme así. Después de todo, él fue un poco idiota la última vez que nos vimos, pero no hay nada como decir algo ofensivo y que te lo devuelvan. Papá da una pequeña palabra de acuerdo antes de que el hombre con un traje "agradable", el que se burló tan amablemente de mi padre hace cinco años, se vaya de nuestro lado.

Siguiendo lentamente al secretario, golpeo el pecho de papá y murmuro:

—¿No podrías haberme dado una advertencia?

Sin embargo, no parece tener muchas ganas de bromear, porque apenas me mira mientras se mete la mano en el bolsillo y ofrece un encogimiento de hombros a modo de disculpa. Le doy una mirada divertida, moviéndonos a la sala donde todos se sientan en silencio. Soltando un suspiro cansado, tomo mi lugar habitual al pie de la mesa y papá se sienta atrás, recostándose en su asiento con una expresión sombría en su rostro.

Al mirarnos, tiene que ser obvio para el secretario que ninguno parece demasiado complacido de ser convocado de esta manera. Por qué papá trajo a Ross está más allá de mi conocimiento. Ahí estaba yo, pensando que este hombre caía en picado antes de la Batalla de Nueva York y ahora frente a nosotros casi cinco años después como un importante miembro del gobierno. No puedo decir que eso no me irrita ni un poco.

Ross comienza con un suspiro.

—Hace cinco años, sufrí un infarto y me desplomé justo cuando iba a golpear la bola —retira las manos y hace como si estuviera jugando al golf—. Y resultó ser el mejor recorrido de mi vida, porque después de trece horas de cirugía y un triple bypass, aprendí algo que cuarenta años en el ejército no me habían enseñado —Rhodey se recoloca en su silla y los dos nos miramos con interés—. Perspectiva.

Lo dice con una sonrisa que me molesta. Es como si ya tuviera un gran plan en mente. Como si estuviera tratando de conducirnos a algo que no nos va a gustar. Mis cejas se doblan un poco al inclinarme hacia adelante y juntar mis manos sobre la mesa.

—La humanidad tiene con los Vengadores una deuda impagable. Ustedes han luchado por nosotros, nos han protegido y han arriesgado su vida —miro a papá una vez más y él solo observa al secretario pensativo, golpeando un dedo contra sus nudillos—. Pero mientras una inmensa mayoría os ve como héroes, hay quién prefiere utilizar la palabra 'justicieros.'

Natasha se sienta recta en su silla, parpadeando con aire de suficiencia.

—¿Y qué palabra preferiría utilizar usted, señor?

Él ladea la cabeza en su dirección.

—¿Qué tal 'peligrosos'?

Mis labios se fruncen al recordar todas las veces que me han llamado así.

La expresión de Natasha se vuelve cada vez menos arrogante a medida que él continúa.

—¿Cómo calificaría usted a unos individuos mejorados que, sistemáticamente, ignoran las fronteras soberanas de los países e imponen su voluntad allí donde les place —mis labios se fruncen y miro hacia un lado, mordiendo el interior del labio—, y que, sinceramente, parecen indiferentes al daño que van provocando?

Mis hombros se tensan ante sus palabras y tengo que resistir una burla. Sí nos preocupa lo que provocamos. Nunca nos hemos despreocupado. ¿Cómo puede el mundo no ver que hemos estado tratando tanto de protegerlos? Con todo lo que ha hecho papá con todo lo que han hecho los Vengadores, ¿cómo pueden decir que no nos importa?

Pero, de nuevo, eso no cambia lo que hicimos.

—Nueva York.

Un mapa se abre al final de la mesa y parpadea, entrando en la ciudad que está invadida de gente gritando, leviatanes volando y soldados disparando. Nos puedo ver a papá y a mí volando por el cielo mientras Hulk salta de un edificio a otro y un portal azul ardiente se eleva hacia el cielo. Me estremezco al recordar ese día, descansando mi frente en dos de mis dedos y frotando círculos en mis sienes doloridas.

—Washington D.C.

El mapa llega a la capital y observamos cómo tres helicarriers en el cielo estallan con fuego. Se estrellan contra el Potomac, enviando olas de agua a la tierra que se traga a las personas que gritan y huyen.

—Sokovia.

La gente huye aterrorizada de una ciudad que se eleva, la tierra gris se rompe y se desmorona desde sus bordes. Los edificios se derrumban, aterrizan en otros y matando a todos los que no lograron llegar a tiempo. Dejando escapar un suspiro tranquilo, froto una mano sobre mi estómago, sintiendo náuseas por los recuerdos que no nos dejarán en paz. Las palabras de la mujer del MIT, la señora Spencer, me recuerda a todas esas personas que murieron por algo que hicimos. Miro indiscretamente a papá y él se inclina hacia adelante, descansando los codos sobre las rodillas, mirando hacia sus manos.

—Lagos.

Las imágenes cambian a un edificio con humo gris saliendo de sus ventanas antes de que los oficiales de policía intenten ayudar a la gente. La última escena que se presenta es un cadáver roto, la ceniza blanca llueve sobre su piel.

Capto a Wanda mirando la pantalla con ojos llorosos. Finalmente, cede y mira hacia otro lado, presionando sus labios mientras se da la vuelta hacia la mesa. Vis mira a la chica con cautela antes de que me mire y yo le asienta en silencio. Mi vista se dirige a Steve, a quien le doy una mirada aguda, pero parece que ya lo comprende, porque mira a mi amiga, quien no es capaz de encontrarse con ninguno de nuestros ojos.

—De acuerdo —el supersoldado retira su mano de su boca, apartando su mirada de Wanda y volviendo a Ross—. Es suficiente.

El secretario asiente con la cabeza al asistente que controla la pantalla y pronto nos quedamos mirando al hombre. Me muevo en mi asiento y balanceo un poco la rodilla, sintiéndome inquieta e incómoda.

—Llevan cuatro años actuando con un poder ilimitado y sin supervisión. Es un privilegio que los gobiernos del mundo no pueden tolerar ni un día más.

Me resulta casi difícil respirar nada más Ross hace una pausa y toma un grueso libro de su asistente.

—Creo que tenemos la solución —deja el libro y lo desliza hacia Wanda—. Los Acuerdos de Sokovia. Aprobados por ciento diecisiete países. Establecen que, a partir de ahora, los Vengadores dejarán de ser una organización privada —Ross comienza a caminar alrededor de la gran mesa, mirándonos a cada uno mientras escuchamos atentamente sus palabras—. Por lo que actuarán bajo la supervisión de un comité de las Naciones Unidas, siempre y cuando ese comité lo estime necesario.

Lentamente, presiono mis labios contra mis dedos.

—Los Vengadores se formaron para hacer del mundo un lugar más seguro —Steve habla por todos nosotros, sin mirar al secretario—. Y lo hemos conseguido.

—Dígame, Capitán, ¿sabe usted dónde están Thor y Banner en este momento?

—Señor, con el debido respeto —interrumpo de repente, haciendo que todos me miren mientras sacudo la cabeza para enfatizar—, no creo que ninguno de esos hombres deba ser de nuestra y, sinceramente, su preocupación.

Me mira de reojo e inclina la barbilla hacia un lado.

—¿Por qué?

—Porque el asgardiano está en otro planeta y el Doctor Banner se fue para no causar más problemas.

—¿Debo recordarle los eventos que de Nuevo México y Harlem?

Oh. Maldita sea, me olvidé.

Ross sigue adelante, sus ojos crecen al borde de la arrogancia mientras observa cómo me ha cerrado por el momento.

—Una persona espera que las armas de destrucción masiva se queden inactivas, señorita Stark, pero nunca podremos saber si una de ellas explotará. Si yo perdiera dos misiles nucleares de treinta megatones, sé que tendría que responder por las consecuencias.

¿Consecuencias?

¿De verdad? ¿Es eso lo que merecemos?

Dejando escapar un suspiro tranquilo y resignado, mis ojos caen a la superficie de la mesa. Papá se mueve en su asiento y se lleva la mano a la boca, mirándome con lo que creo que es preocupación.

Ross asiente, diciendo cada palabra lentamente y con deliberación.

Compromiso y garantía. Así es como funciona el mundo. Créanme, esta es una solución intermedia.

Si es la solución intermedia, como dice Ross, ¿cuál es el otro extremo? Si somos justicieros y estos acuerdos son el compromiso, ¿cuál es el último recurso para nosotros? ¿Deportación? ¿Qué es exactamente lo que la ONU sugiere que hagan con nosotros? ¿Podemos confiar en un grupo que nos amenaza con un castigo como este? O tal vez la verdadera pregunta sea: ¿podemos permitirnos no confiar en un grupo con un castigo como este?

Rhodey se gira un poco, moviendo su mano hacia la mesa.

—De modo que hay contingencias...

—Dentro de tres días, la ONU se va a reunir en Viena y ratificar los Acuerdos.

Tres días. ¿Solo tres días? La ONU realmente no nos está dando mucho tiempo para pensarlo. Se siente apresurado. Es como si estuvieran tratando de hacer esto antes de que decidamos destruir al gobierno o algo más loco. No puedo evitar preguntarme qué piensa papá al respecto. Trajo a Ross. ¿Significa que él está de acuerdo? Steve mira por encima del hombro a papá, que mira hacia abajo y luego hacia él nuevamente.

—Háblenlo entre ustedes —Ross termina, avanzando.

Natasha habla con tranquila resistencia antes de que pueda alcanzar la puerta.

—¿Y si la decisión que tomamos no es de su agrado?

Ross deja de moverse por completo, inclinando la cabeza para mirar a la mujer con severidad.

Les retiraremos.

Natasha asiente lentamente y luce una pequeña sonrisa, aunque yo no puedo decir si realmente va en serio.

Nos sentamos en silencio por unos minutos después de que Ross se vaya. Finalmente, Steve suspira, se levanta, recoge los Acuerdos y sale de la sala. Sam lo sigue y el resto de nosotros vamos detrás con papá luciendo casi aburrido. Y como la charla sobre qué diablos deberíamos hacer en realidad se convierte en una discusión, él parece cada vez más desinteresado. Y con dolor. No sé qué le está pasando, pero definitivamente es algo. Tal vez nos oculte algo, quién sabe.

Me arranco de mis pensamientos cuando Rhodey señala hacia Sam.

—El Secretario Ross tiene la Medalla de Honor del Congreso, que es más de lo que tienes tú.

Ruedo los ojos ante el leve insulto de mi tío, sacudiendo la cabeza mientras me froto las sienes. Tenía un dolor masivo antes de que todo esto comenzara, y ahora solo ha empeorado. Papá yace en el sofá frente a mí, apoyando una mano sobre su rostro, poniendo los ojos en el techo a la par que esos dos continúan.

—Digamos que accedemos a eso. ¿Cuánto tardarán en ponernos un rastreador como si fuéramos delincuentes comunes?

—Ciento diecisiete naciones quieren firmarlo —mi tío se repite irritado—. Ciento diecisiete, Sam, y tú 'a mí me da igual. Yo...'

—¿Hasta cuándo vas a jugar a dos bandas?

Visión interrumpe, hablando en voz alta para captar toda nuestra atención.

—Yo tengo una ecuación.

—¡Oh! —dice Sam sarcásticamente cuando todos volteamos a ver a Vis—. Ahora todo quedará claro.

—Desde que hace ocho años el señor Stark se presentó como Iron Man... el número de personas mejoradas conocidas ha aumentado exponencialmente. En el mismo período, el número de sucesos potencialmente destructores del mundo ha aumentado en una proporción acorde.

Me recuesto en la silla junto a Wanda, frunciendo y tratando de averiguar si la "ecuación" de Visión es correcta. Estuvo Vanko, que respondió a una especie de armadura de papá. Loki, que siguió a Thor. Killian, HYDRA, el Soldado de Invierno y su hija, quienes hicieron un gran desastre porque Steve y los demás los desafiaron, y luego Ultrón, sí, eso también fue por nosotros. Dios, ¿siguen llegando a causa de... nosotros?

Steve parece seguir el mismo pensamiento, levantando la vista desde donde ha estado leyendo los Acuerdos.

—¿Estás diciendo que somos los culpables?

—Lo que digo es que puede haber una causalidad —hace una pausa, mirándonos mientras mueve su mano—. Nuestra fuerza invita al desafío. El desafío incita al conflicto. Y el conflicto... genera la catástrofe. La supervisión —mira entre papá y Steve— no es una idea que se pueda desestimar así como así.

Y ahora mi dolor es aún peor.

—¡Boom! —le anuncia mi tío a Sam, quien le devuelve la mirada irritado.

Tony —Natasha estira su nombre en un tono casi maternal.

Papá deja escapar un suspiro silencioso, quitando la mano de su rostro.

—Curiosamente hoy no haces uso de tu consabida verborrea.

—Ya tendrá la decisión tomada.

—Que bien me conoces —papá le responde a Steve, presionando una mano en la parte posterior de su cráneo—. Tengo un fuerte dolor de cabeza electromagnético.

Todos lo observamos mientras camina lentamente hacia la cocina cercana.

—Eso es lo que me pasa, Cap. Me duele. Es malestar —interrumpe de repente para golpear su mano contra el fondo del fregadero—. ¡¿Quién tira los posos del café en el desagüe?! ¿Pretendéis convertir esto en una pocilga?

Wanda me mira y sonríe a medias cuando le ofrezco un respingo. Intentaba ser un poco indiscreta, pero aparentemente falla porque los ojos de papá se encuentran con los míos y sacude un poco la cabeza. Se mueve en silencio, tocando su móvil antes de que una imagen de un chico sonriente de mi edad se proyecte. Me alejo un poco, reconociéndolo. Mis grandes ojos pasan de la imagen a la cara de papá mientras se toma un momento.

De repente se vuelve hacia nosotros, señalando la imagen con falsa distracción.

—Ah, por cierto, este es Charles Spencer. Un gran chaval. Licenciado en ingeniería informática, nota media: sobresaliente —sirve su café, no mirándonos aún—. En otoño iba a formar parte de la plantilla de Intel. Pero primero, quiso disfrutar de unos kilómetros antes de acabar apalancado en un escritorio. Ver mundo. Y de paso prestar un servicio —hace una pausa y nos señala con los ojos llenos de tristeza y culpa—. Charlie no quiso ir a Las Vegas o a Fort Lauderdale, que es lo que habría hecho yo. Ni tampoco a París o a Amsterdam a divertirse. Decidió dedicar el verano a construir viviendas sostenibles para los pobres. ¿Y dónde? En Sokovia.

Rhodey lo mira con la cabeza ligeramente hacia atrás y, al tiempo que yo me muerdo el labio inferior, mi tío me agarra del hombro y me lo sacude un poco. Estiro mi mano y aprieto la suya, pero no miro a otro lado que no sea mi padre.

—Imagino que querría cambiar el mundo. Pero jamás lo sabremos porque le sepultamos debajo de un edificio.

No puedo mirarlo, elijo ver hacia un lado mientras sus palabras resuenan.

—Aquí no hay que tomar ninguna decisión —papá se mueve alrededor del mostrador y cruza los brazos sobre el pecho, diciendo en voz alta—: ¡Hay que rendir cuentas! Me da igual el cómo, pero yo me apunto. Si no somos capaces de aceptar limitaciones... No somos mejores que los malos.

Mis labios se separaron ligeramente en estado de shock, un nudo se acumulaba en mi garganta y dejo escapar un suspiro tranquilo.

—Tony —Steve mira a papá con el ceño ligeramente fruncido—, si alguien muere bajo tu responsabilidad, no te rindes.

—Yo no me he rendido.

—Uno se rinde si no se responsabiliza de sus actos. Este documento nos exculpa.

—Steve —sacudo la cabeza ante el supersoldado, diciendo cada palabra con medida y precaución—, esto no es por la culpa. Creo que... es asumir la responsabilidad.

Papá me mira por un momento, dejando escapar un suspiro mientras su pecho se contrae en lo que creo que es casi alivio.

Rhodey se sienta en mi reposabrazos y yo me froto las sienes doloridas.

—Ella tiene razón, Steve, eso es peligrosamente arrogante. Estamos hablando de las Naciones Unidas —Steve solo sacude la cabeza en desacuerdo—. No es el Consejo de Seguridad, ni es S.H.I.E.L.D., ni HYDRA...

Steve salta un poco en su asiento, señalando con la mano.

—Ya, pero las dirige por personas con planes ocultos, y esos planes cambian.

—Sí, perfecto. Por eso estoy aquí —papá se acerca, tratando de parecer casual, pero puedo ver la severidad y la pasión en sus ojos—. Cuando vi lo que mis armas podían causar en manos equivocadas, eché el cierre y dejé de fabricarlas.

Steve se acomoda en su silla para poder mirarlo.

—Tony, eso es algo que decidiste tú. Al firmar esto, renunciamos a poder decidir.

Mis dientes se aprietan al notar que tiene razón. Por lo que he experimentado en los últimos seis años, ha quedado muy claro que el gobierno, o cualquier otra fuerza que tome el control, no es exactamente incorruptible. ¿Cómo sabemos que la ONU no podría ser igual? Solo podemos confiar en nosotros. Nos apoyamos mutuamente. Ross no tiene nuestros mejores intereses en el corazón, lo cual, desafortunadamente, entiendo; tiene un trabajo que hacer, y no es cuidar nuestros sentimientos y deseos.

Perder nuestra libertad a él u otra persona, significaría no tener otra opción.

Papá aparta la vista de su amigo, empujando su lengua dentro de su mejilla para contener sus palabras.

Steve dirige su mirada hacia el resto, tratando de convencernos.

—¿Y si nos envía a donde creemos que no debemos ir? ¿Y si no nos dejan ir donde necesitamos actuar? —el hombre asiente con la cabeza y mira a papá—. No seremos perfectos, pero las manos más seguras son las nuestras.

A lo mejor es cierto.

La voz de papá baja, intentando que todos comprendamos lo que está en juego.

—Si no hacemos esto ahora, lo harán por nosotros más adelante. Eso es lo que hay. Y no será bonito.

Oh Dios, eso también es cierto.

Hay demasiado para considerar en ambos lados de este... argumento. Eso es lo que es. No es una charla, es una discusión. Dios, ¿por qué estamos peleando así? Es como la Batalla de Sokovia otra vez.

Wanda nos mira a todos y dice en tono ronco:

—Así que vendrán a por mí.

—Te protegeríamos.

Visión y Wanda se miran lentamente.

—Quizá Tony tenga razón.

Sorprendidos, miramos lentamente a la pelirroja que ha estado relativamente en silencio sobre sus pensamientos durante toda esta conversación.

Sus ojos se mueven entre Steve y mi padre, odiando elegir un lado y esperando explicarse.

—Con una sola mano en el volante, podríamos conducir. Si la quitamos...

Sam se inclina y habla con incredulidad.

—¿No eres la misma que le dijo al gobierno en su día que os vayan dando?

—Yo solo... valoro la situación.

Los ojos de Steve se vuelven pesados y frunce los labios, apartando la mirada de la mujer que considera una de sus amigos más cercanos.

—Hemos cometido errores muy públicos y notorios. Hay que recuperar su confianza.

—Un momento —papá deja caer las manos sobre el reposabrazos de su sofá y gira el dedo alrededor de la cabeza—. Perdona, pero, ¿te he entendido mal... o estás de acuerdo conmigo?

Suelto una risita, meneando mi cabeza a los dos.

—Ooh, voy a retirarlo.

Papá mueve su dedo hacia ella.

—No, no, no, ya no puedes. Gracias. Es algo inaudito.

El móvil de Steve suena de repente y lo saca para mirarlo. Lo veo lucir confundido mientras sus hombros se estiran lentamente y su rostro cambia.

—¿Steve? —pregunto en voz baja, empujando su pie con el mío.

Papá no parece darse cuenta cuando se vuelve para anunciar:

—Bien. Caso cerrado. Gano yo.

Tengo la sensación de que estamos lejos de estar en un caso cerrado.

—Papá —lo miro con el ceño fruncido.

—Tengo que irme.

Steve se pone de pie, dejando caer los Acuerdos sobre la mesa, saliendo rápidamente de la sala con todos nosotros mirándolo confundidos. Una sensación extraña brota en mi estómago y un escalofrío recorre mi piel y de repente siento... frío. Natasha se mueve un poco en su asiento, parece que podría ir tras él, pero elige no hacerlo. Sus ojos verdes se encuentran con los míos azules y asiente con la cabeza hacia él, dándome una sonrisa fruncida. Mordiendo mi labio inferior, respiro suavemente y corro hacia la escalera.

—¿Steve? —mi voz resuena en las paredes vacías, bajando por el último escalón hasta donde se encuentra.

Se apoya contra la parte inferior de la barandilla, con uno de los brazos cruzados sobre el pecho y la mano apoyada sobre los ojos. Se aclara la garganta y se quita la mano cuando me paro frente a él. Todo el aliento abandona mi cuerpo al ver que sus ojos azules se ven inyectados de sangre y agonizantes. Suspiro temblorosamente, mirando hacia mis pies.

—¿Es Peggy?

Solo asiente, sus ojos bajan de mi rostro y su pecho sube y baja lentamente, haciendo todo lo posible por no llorar por una mujer que ambos amamos de formas diferentes.

Envuelvo mis brazos alrededor de su cuello, abrazándolo.

—Lo siento.

Se toma un momento para responder.

—Yo también.

Y así, ese sentimiento vuelve, el que no he podido descifrar.

Ese de miedo y de destrucción.

El que promete un sendero de guerra.

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¿Qué os pareció? Adivinad que pelirroja de ojos azules aparecen en el siguiente ;-)

Bien, quiero avisar de que algunos capítulos a partir del siguiente serán "crossover", ¿qué significa esto? Que mezclará primera persona con tercera, ya que trae algunas escenas de Resurrection Overture y otras cosillas. Es algo que no puedo cambiar, ya que no es mi historia (os recuerdo que es traducción) y esas escenas son importante, espero que no sea un inconveniente :(

¡Nos vemos pronto! ♥

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