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            EL SOL estaba en su último punto, pintando el cielo de naranja a su alrededor. Poli pudo sentir la calidez en su rostro al salir a la superficie por lo que subió los goggles a su cabeza y así admirar la vista. Luego pudo hacer lo mismo con el artefacto que le permitió respirar bajo el agua.









Y pese al hermoso panorama, Namor tenía su atención en ella. Le miraba como si quisiera memorizar cada uno de sus rasgos como esas pequeñas y dispersas pecas en sus mejillas, el lunar en su cuello o esos labios ligeramente curveados en una sonrisa pacífica.









Poli giró la cabeza encontrándose con sus ojos que gracias al reflejo del sol podía ver sus reflejos color miel. En realidad, tuvo la oportunidad de apreciar todo su rostro bajo esta luz natural. Nunca había sido amante de los cuentos de hadas pero junto a Namor sentía que estaba viviendo uno.









En determinado momento él comenzó a avanzar hacia la dirección contraria del atardecer haciendo que Poli le siguiera. Frunció ligeramente el ceño al notar que estaban demasiado cerca de una costa; no había personas pero si un muelle viejo y aún más allá un par de casas pequeñas.










Se sentaron en la arena húmeda, recibiendo las olas ir y venir a sus pies.










—¿Has escuchado el origen de la luna y el sol?—ella le miró negando. Namor permanecía con la vista al frente—se dice que eran dos amantes cuyo amor era tan sincero y profundo que causaban la envidia de una poderosa deidad. Esta decidió separarlos dándoles el cargo de sol y luna...pero su hermano, al enterarse del sufrimiento de ambos decidió darles la oportunidad de estar juntos una vez cada cierto tiempo. En los eclipses. Estando tanto tiempo abajo, nunca he visto uno.









—Son impresionantes—dobló las piernas y las mantuvo cerca de su pecho—y algo aterradores. Por un momento te hacen sentir extraño porque nunca esperas que esté oscuro durante el día. Pero después te das cuenta que el sol sigue brillando aunque esté detrás. Puedes sentir como poco a poco vuelve a iluminarse todo.









—Suena hermoso—dijo mirándole finalmente—casi tan hermoso como tú.









Poli sonrió. Estaba consiente de que le llevaba conociendo muy poco tiempo pero también de que sentía algo más allá de un crush en él. En Namor y sus historias con bellas palabras, sus vestimentas de tiempos pasados, sus ojos cafés que cada vez que se posaban en ella podía sentir esa sensación recorrerle por todo el cuerpo...en los nervios que sentía cuando se acercaba para poner sus labios sobre los suyos como en ese preciso instante.









La noción del tiempo parecía no existir cuando estaban juntos; el sol se despidió para darle bienvenida a la luna quien les acompañaba junto al cielo estrellado. Expectante de las chispas que provocaban sus manos entrelazadas.









—Tengo algo para ti.








Namor se puso de pie y le ofreció su mano a Poli para que hiciera lo mismo. De su muñeca izquierda comenzó a desenredar lo que parecía un brazalete, sólo que no lo era. Se trataba de un collar con un dije tallado en jade a mano acompañado de un par de perlas a sus lados dejándolo en medio, resaltando por el color.








—Para mi pueblo—Poli movió su cabello para que él pudiera ponérselo—las perlas significan promesas.









—¿Y qué es lo que prometes con esto?—preguntó con curiosidad al sentir lo frío de la piedra preciosa contra su piel.








—No quiero que me olvides.









—No lo haría por nada del mundo, te lo prometo.









Lucía tan bella con el par de perlas reflejando la luz de la luna, parte suya comenzaba a arrepentirse de lo que estaba por hacer. Acarició su rostro mientras sostenía su mano con la otra.










Tak túun in ujo'—murmuró, antes de besar su mejilla con dulzura.










Le miró una última vez. A Poli le costó entender lo que sucedía, aún hechizada por el momento, hasta que Namor comenzó a alejarse en dirección al mar.









—¿Namor?—él continuaba alejándose—¡Namor!









Con torpes pasos contra las olas comenzó a seguirle o al menos a intentarlo pues la brusquedad del agua lo hacía mucho más lento. Gritaba su nombre una y otra vez llena de desesperación, sintiendo un gran vacío en su pecho.










Entonces le perdió de vista entre la oscuridad. Poco a poco comenzó a retroceder, en cierto modo dejándose llevar por la marea de vuelta a la arena. Lágrimas corrían por sus mejillas sin terminar de entenderle. Llevó su mano al dije que colgaba de su cuello siendo su único consuelo.










Entonces, sosteniendo la pequeña figura de jade con fuerza, se percató de la forma que tenía...era la luna.

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