Parte 26

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A la mañana siguiente me levanto con el sonido de mi alarma. Entro a la ducha pero no me animo a verme en el espejo.

Cuando estoy lista, bajo a la cocina donde sé que encontraré a José desayunando. No sé si es mi expresión, mi apariencia o mi estado de ánimo de mierda, pero me mira con el ceño fruncido.

— ¿A dónde vas?

— A la universidad, es día de escuela y tengo clases – digo confundida – ¿por qué?

— Obligué a tu hermano a llamar a la escuela para que te justifiquen el día.

— Pero... – balbuceo – ¿Cómo lo lograste? ¿Qué le dijiste?

— Que te sentías mal por tu asunto de chicas.

— ¡José! ¡Basta de decir que tengo el periodo!

— ¿Qué? Tú hermano es tan tonto que no ha notado nada – se ríe.

— Bien, entonces vuelvo a la cama un rato.

— ¿Vas a desayunar?

— No.

Subo de nuevo a mi habitación y enciendo la televisión en el canal de música. Supongo que ayer lloré lo suficiente como para deshidratarme porque hoy no tengo más ganas de llorar.

Podría estar tirada en la cama todo el día, pero aún tengo pendiente el asunto de Ethan y sé que si no hablo con él, me voy a arrepentir y no voy a querer terminarlo.

¿Por qué no puedo ser egoísta y seguir con Ethan? Tal vez con el tiempo pueda amarlo y si nos casamos, trataré de ser la mejor esposa.

— Ana, ven a comer – dice Nana desde el otro lado de la puerta.

— No tengo hambre, gracias.

— Lo sé, pero te traje un batido de los que te gustan.

Me levanto para abrir la puerta y beber el batido de fresa que mi Nana trajo. Veo la hora en mi reloj una vez más, tratando de organizar mi tiempo para ir a la práctica de Ethan.

— ¿Le dices por favor a José que voy a salir?

— Claro, cariño.

Voy al espejo del closet a mirarme una última vez. No quiero que Ethan vea mis ojos lloran, rojos o hinchados de llorar por Christian.

Cuando bajo a la sala, escucho el motor del auto y sé que José ya me espera afuera. Me pongo el cinturón de seguridad tan pronto como me subo.

— ¿A dónde, banana?

— A la universidad.

— Es la hora de la salida, ¿piensas entrar a robar?

— No, tonto – ruedo los ojos – Ethan tiene práctica y le dije que iría a verlo.

No puedo decirle a mi amigo que voy a romper mi noviazgo con Ethan, no lo permitiría. Odia tanto a Christian que prefiere verme con Ethan.

— ¿Puedes regresar por mí en una hora?

— Sabes que si, estaré cerca.

Salgo del auto y veo a José alejarse mientras camino a la cancha de fútbol. Me subo a las gradas, donde otras chicas observan la práctica de sus novios.

Ethan me saluda desde la distancia, sonríe mientras corre de un lado a otro y yo me siento horriblemente culpable. Pero ¿qué puedo hacer? En los sentimientos no se manda.

Espero a que la práctica termine, luego se reúnen con el entrenador y van a los vestidores a cambiarse. Unos minutos después, él se acerca a las gradas.

— ¡Hola novia!

— Hola – él sonríe pero yo no lo hago.

— Ana, ¿qué pasa?

— Ethan, necesito hablar contigo de algo importante.

Me levanto de las gradas y bajo para situarme frente a él. Somos los últimos en el campo, así que no me preocupa que alguien nos vea o escuche.

— Me estás asustando, ¿de qué quieres hablar?

Da un paso hacia mí y yo retrocedo otro. Necesito mantenerme firme, hago esto por él, no por mi.

— No hay forma sencilla de decir esto, así que solo voy a decirlo. ¿Esta bien?

— Si.

— No hago esto con la intención de lastimarte, pero creo que deberíamos terminar.

Le doy un momento para que piense en lo que he dicho, pero sigue serio y no habla. Cuando levanta su vista hacia mi, puedo ver que lo herí.

— Entonces es cierto... Mía tenía razón.

— ¿Qué? ¿De qué hablas? ¿Qué dijo Mía?

— Que estabas enamorada de su hermano.

Arquea la ceja justo del mismo modo en que Kate lo hace antes de ser grosera con alguien, con aire de superioridad.

— Al principio no le creí, pensé que lo decía para separarme de ti.

— Ethan, ella no... – me interrumpe.

— Pero entonces los veo felices y sonriendo, llenos de polvo ¡con la estúpida excusa de buscar una hielera!

— No fue mi idea, la señora Grey...

— ¡Si, claro! ¿Ella te obligó a sonreírle?

— No.

— ¿Entonces? ¡Eres mi novia, Ana! ¿Crees que él va a dejar a su novia por ti?

— ¡No! ¡Y no espero que lo haga! Hago esto por tí, para que encuentres a alguien que te quiera como lo mereces, incluso en este momento que eres grosero conmigo. Deseo que seas feliz con alguien que solo tenga ojos para ti.

— Pero yo te quiero a ti, Ana.

— Yo – balbuceo – estoy muy confundida y necesito tiempo para pensar.

— Entonces piensa, tómate el tiempo que necesites. Cuando tomes una decisión me avisas.

Dice en un tono frío que no le conocía. Mi dulce novio no es el chico que está frente a mi, herido por mi culpa. Ethan gira para alejarse, pero yo tengo que acabar con esto ahora.

— Está es mi decisión – digo firme – Hemos terminado.

No vuelve a mirarme. Retoma su camino hacia la salida del campo arrastrando su mochila de deportes por el césped.

— Dios – suspiro – estoy lista para regresar a mi casa.

Espero a que haya suficiente distancia entre Ethan y yo antes de levantarme y salir del campo. José ya me está esperando, así que subo rápido y le hago una seña para que conduzca.

Sé que espera que yo hable primero, pero me niego a abrir la boca por el riesgo de pasar el nudo de mi garganta y comenzar a llorar.

— ¿Qué hiciste? – gruñe.

— No sé de qué hablas.

— Ví a Ethan salir de ahí muy enojado, no me mientas.

— ¿Ahora te preocupa Ethan? ¿Son mejores amigos? – me burlo.

— No, pero era bueno para ti.

— Yo no era buena para él – sollozo – llévame a casa, quiero estar sola.

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