Parte 29

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Para el siguiente asunto pendiente, tuve que rogarle a José que me llevara hasta la casa de los Grey en Bellevue.

— Solo quiero respuestas – le aseguro.

— ¿Y después de eso qué, Ana?

— Nada, todo sigue igual. Él con su vida y yo con la mía.

— Te espero aquí, porque si lo veo voy a querer golpearlo.

No le contesto y bajo del auto, estacionado en la acera. Cuando toco el timbre del intercomunicador, la chica del servicio me contesta.

— Soy amiga de Mía – miento – ¿ella está en casa?

— Si, pase.

La reja se abre un poco y camino hacia la entrada de la casa. Toco dos veces, pero la puerta se abre de pronto.

— ¿Ana?

— Mía – me mira con tristeza – ¿Está Christian?

— Si, lo llamaré – se gira para alejarse, pero se detiene – Ana, la boda se adelantó.

Volteo a verla sorprendida. ¿La boda de Christian y Elena? ¿Esto es por mí? ¿O por lo de la señora Lincoln?

Mía cierra la puerta y regreso al caminito de piedras. Aún no he cruzado palabra con él y ya me falta el aire. Segundos después, lo escucho.

— Ana.

Christian cierra la puerta detrás de él y camina hacia mi. Respiro hondo para poder enfrentarlo, pero el enojo ha disminuido dando paso a la decepción.

— Yo quiero explicarte todo.

— A eso vine. Te escucho – digo seria.

Él mira nervioso a todos lados antes de volver a mirarme. Espero en silencio a que comienza a explicar.

— Vamos a adentro.

— No, aquí. Lo que sea que tengas que decir, dilo aqui mismo.

— Bien – exhala ruidosamente.

Supongo que le toma un par de segundos organizar sus pensamientos. Finalmente comienza. 

— Desde el principio, ¿bien? – yo asiento – Los Lincoln han sido amigos de mis padres por mucho tiempo, Elena y yo prácticamente crecimos juntos.

La sola mención de su nombre hace que mi estómago se retuerza de coraje y celos, pero lo dejo continuar.

— Cuando quise dejar la escuela de leyes y empezar mi propio negocio, mis padres no me apoyaron. Carrick incluso me amenazó con echarme de su casa si dejaba la escuela, y créeme que estaba dispuesto a hacerlo, pero...

Se detiene. Vuelve a mirarme y luego aprieta sus labios hasta formar una línea. Y lo conozco lo suficiente para saber que está conteniendo su enojo.

— Me fui de aquí decidido a hacer mi propia suerte cuando me encontré con el señor Lincoln. Supongo que notó mi desesperación porque se ofreció a escucharme y ayudarme. Y yo hice un trato con él, Ana.

— ¿Qué trato?

— Yo continuaba en la escuela de leyes hasta terminar y él me daba el recurso necesario para iniciar mi negocio como yo quería hacerlo.

— ¿Y cuál era la condición? – arqueo la ceja, molesta – ¿Que te casaras con su hija?

Él exhala antes de responder... Mierda.

— No precisamente, pero él sabía que yo estaba saliendo con su hija.

— ¿Y eso es todo? ¿Te casas porque se lo debes al señor Lincoln?

— No es tan sencillo como suena, Ana. Es lealtad, es respeto, ¡él me apoyó cuando mis padres se negaron!

— ¿Pero la amas? Porque no has dicho ni media palabra sobre amarla.

— Se lo debo al señor Lincoln y a Elena, ella me consiguió el trabajo en su compañía para que yo pudiera pagar la escuela.

— ¿Elena te ayudó? – me río nerviosa – Vaya, qué buena mujer es. ¿Y siempre haces lo que ella te dice? ¿Lo que ella quiere?

— ¡Esto es lo que yo quiero! Ya te lo dije, se lo debo al señor Lincoln...

— ¿Y yo que fuí? – contengo las lágrimas para no llorar frente a él – ¿Tu diversión? ¿Un pasatiempo? !¡¿Qué?!

— No, por supuesto que no – él avanza dos pasos hacia mí y yo retrocedo.

— ¿Entonces? Por favor dímelo, porque creo que me volví loca y estuve imaginando todo esto entre tú y yo.

— No lo imaginaste, Ana, pero yo no puedo corresponderte.

Vuelve a avanzar hacia mi pero de nuevo retrocedo. No lo entiendo, no la quiere, ¿pero tampoco quiere estar conmigo?

— No puedes porque tienes que cumplir con lo que ellos quieren de ti. Y no te entiendo, ¿simplemente vas a seguir con esto y aceptarlo? ¿Ser infeliz? ¿O esperas amarla algún día?

— ¿Crees que yo no estoy confundido? mierda... – susurra – No, no quiero hacerlo pero es más complicado de lo que parece.

— ¿Por qué? ¿No puedes simplemente negarte?

— No.

— ¿Por qué no? ¿No quieres?

— ¡Le debo dinero al señor Lincoln! ¡Mucho dinero! – me grita – no puedo solamente alejarme y desaparecer, ¡o hacer como si no hubiera pasado nada!

— ¿Entonces esto es por dinero? ¡¿Te vas a amarrar a ella por dinero?!

— ¡No lo entiendes!

— ¡No! – le grito – ¡No lo entiendo! ¡No entiendo cómo puedes hacer algo que no quieres! ¡Y estar de acuerdo con ello!

Grito agitando mis manos por la desesperación y la incredulidad de lo que escucho.

— Pero no te preocupes por mí, sé feliz con ella. Después de todo, si eres tan cobarde como para aceptar lo que ellos digan, estás en el lugar correcto.

— Ana...

— No. Quédate callado, deja que otros decidan tu vida y vive de la forma en que ellos decidan.

— ¿Tú me quieres? – Pasa sus manos por su cabello con nerviosismo.

Yo vuelvo a sentir el nudo en el estómago. ¿No es eso obvio? Estoy aquí buscando alguna oportunidad, una mínima señal de interés pero creo que me equivoqué.

— Si no eres capaz de pelear por mi, yo no voy a luchar por ti.

Lo señalo con enojo.

— ¡Hasta nunca! Qué tengas una buena vida, Christian.

De nuevo él no dice nada más, así que me alejo hacia la reja y salgo corriendo de su casa. Cuando me subo al auto, José lo pone en marcha sin mirarme.

Esto duele, duele como el infierno. Siento como si me hubieran desgarrado el pecho y no pudiera respirar. Pero ahora lo sé, por fin.

José apoya su mano en mi rodilla mientras sigue conduciendo. Mierda. Y ahí, en la confidencia de su compañía, dejo salir en dolor y las lágrimas que contenía.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro