Parte 3.

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— ¿Christian?

Me paro frente a él para mirarlo detenidamente. Si, es él. Su cabello es más corto, es más alto de lo que recordaba, una leve sombra de barba en su mandíbula pero los mismos ojos grises de mirada triste. Mi Christian.

Él también me mira fijamente, tal vez tratando de reconocerme. ¿He cambiado mucho en 5 años? No lo sé, tal vez más de lo que él pudo cambiar ya que aún lo reconozco.

— Eres tú – dice en un susurro.

— Soy yo, soy Ana.

— Ana.

Balbucea mi nombre con expresión confundida. Supongo que no esperaba volver a verme... ¡Rayos! Ni yo esperaba volver a verlo después de tantos años. Simplemente un día perdí la fe.

— Estás aquí – finalmente sonríe.

— ¡Sí! ¡Tú estás en Seattle! Esa es una gran sorpresa, Christian de Detroit.

— Lo sé, estoy aquí por mi familia.

— ¿Vives en Seattle? Eso es... Magnífico.

Alargo mis palabras cuando veo una mano con manicura perfecta posarse en su hombro. Cuando él siente el contacto, gira su cabeza hacia ella.

— Elena.

— Christian cariño, ¿qué haces aquí parado? Con esta niña...

— No soy una niña – digo molesta.

Ella apoya su otra mano en el hombro izquierdo de Christian enseñándome el enorme anillo en su dedo huesudo. Él es su prometido y esta es su fiesta de compromiso.

Siento mi corazón caer de golpe a mis pies. Y no lo entiendo porque yo tengo a Ethan, es mi novio y lo quiero. ¿Entonces por qué me duele el pecho?

Ella me mira intensamente y Christian permanece callado. Me da una mirada  incómoda, así que me giro sobre mis pies para retomar mi salida hacia el auto.

— ¿Señorita Steele? – dice el chófer de Isaac.

— ¿Podría llamar a José? Necesito que venga por mi.

— ¿El señor Steele lo autorizó?

— ¡El señor Steele está muy ocupado con la anfitriona! – grito más molesta.

Comienzo a caminar por el camino de piedra hacia la reja, necesito salir de aquí y lo único que puedo hacer en este punto es caminar a la salida. Ignoro los gritos del chofer de Isaac mientras me alejo a pasos rápidos.

Algunos minutos después, un auto se acerca y toca la bocina para llamar mi atención. Empiezo a sentir un poco de miedo, sobre todo ahora que me doy cuenta que la calle está muy oscura.

— ¡Eh! ¿Te llevo?

— ¡No me asustes así, idiota! – le gruño - ¡¿quieres que me dé un infarto?!

— Qué exagerada Ana, anda ya, sube.

Corro hasta el auto y entro del lado del copiloto. José sube el volumen del estéreo del auto pero voltea varias veces a mirarme.

— ¿Qué pasó?

— ¿De qué?

— ¿Por qué saliste así de la fiesta? ¿Dónde está Isaac?

— Adentro, comiéndose con los ojos a la esposa de su nuevo socio.

— ¡¿Que?! ¿Es una broma?

— Nope.

— Ana, no juegues, sabes que tu hermano es muy correcto. No lo creo capaz de faltarle el respeto al señor Lincoln.

— Pues díselo cuando lo veas, fue bastante obvio José, no lo imaginé.

— Mierda – susurra – ¿Y por eso saliste de ahí? ¿No quieres convivir con pecadores?

— ¡Oh! ¡cállate! – me río de su burla – yo solo... No quería estar ahí más tiempo.

— ¿Por qué?

— Eres muy metiche, ¿lo sabes, no?

— Soy tu mejor amigo... ¿Eso es triste? Si, porque debería tener amigos de mi edad. Pero no los tengo niña, así que habla...

— No me llames niña, idiota, no lo soy.

Aunque ella me llamara así. ¿Christian lo pensará? ¿Me verá como la niña de 12 años que compartió una tarde con él en Detroit?

— ¿Peleaste con Ethan? – dice de pronto.

— No.

— ¿Estás en tus días? Ya sabes, de chica...

— ¡No! Por Dios, ¿tengo que hablar de eso contigo? ¿Quieres que lo anote en tu calendario?

— ¡Bueno, ya! Yo solo quiero saber por qué luces tan triste.

No tiene caso para mí volver a mencionar el tema de Christian. Al final de cuentas, lo de hoy fue una extraña coincidencia y no volverá a pasar. Evitaré a toda costa la sección de eventos del periódico por los próximos tres años y estaré bien.

José me lleva a casa y voy directo a mi habitación. Intento dormir un poco, esperando que el cansancio del día ayuden a conciliar el sueño con facilidad, pero no lo logro.

Ver a Christian hizo que reviviera en mi mente el recuerdo de nuestro encuentro hace cinco años. Se reproduce en mi mente como si estuviera viendo una película una y otra vez. Ojos grises y mirada triste.

— Tengo a Ethan, yo quiero a Ethan.

Repito bajito intentando alejar de mi mente el rostro de Christian.

— Ethan es bueno, es dulce, es amable y lo quiero mucho...

Pero entonces... ¿Por qué me duele pensar en Christian con la hija del señor Lincoln?. ¿Por qué?

¿Porque me ilusioné? ¿Porque fue un enamoramiento infantil? ¿Porque fue el primer chico dulce que conocí? Si, algo de eso debe ser. Me enamoré de la idea de él y yo juntos...

Me enamoré...

— ¡No! ¡Yo estoy enamorada de Ethan!

Me grito a mi misma para convencerme. Christian fue algo que pasó y se acabó, punto. Tiene su vida y yo la mía. Y con ese pensamiento, me quedo dormida finalmente.

Un ruido muy fuerte de despierta. Volteo hacia el reloj sobre la mesita pero no está sonando la alarma, ¿entonces?

— ¡Ana! ¡Abre la maldita puerta!

— ¿Qué quieres?

— Hablar, ¡abre la puerta!

— ¡Yo no quiero hablar contigo! ¡Estoy muy enojada!

— Ana... – gruñe furioso.

— ¡Tú me ignoraste! Me abandonaste para ir detrás de la mujer esa...

Isaac intenta abrir la puerta, así que me levanto de prisa y la atranco con una silla.

— ¡Abandonaste a tu hermana!

— ¡No te abandoné! Cuando volví ya no te encontré, me dijeron que te fuiste.

— La hija del señor Lincoln me echó, dijo que era una fiesta familiar... Y lo habrías notado si no me hubieras abandonado en ese sofá.

— ¡No te abandoné! ¡Reina del drama! ¡Abre la maldita puerta para que podamos hablar!

— No, ¡largo! Regresa cuando quieras disculparte...

— ¿Ah sí? Pues ya veremos cómo le haces para salir... Suponiendo que no hayas cancelado la salida con el chico Kavanagh.

¡Oh Rayos! Quedé de salir con Ethan al parque. Frunzo el ceño aunque sé que mi hermano no me ve. Encontraré la forma de salir de aquí.

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Problemas a la vista!

Les gusta este José? ( A mí sí 😳)

Y este nuevo Ethan?

Saluditos!!!

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