Parte 35

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— ¿Ana?

La puerta se abre de golpe y no puedo ocultar mi expresión de decepción al ver a mi hermano acercarse.

— Isaac, ¿donde está José? ¿Está bien?

— ¿Tú estás bien? – su rostro está más pálido que de costumbre.

— Si, me duele un poco el brazo pero estoy bien. Elena Lincoln me disparó.

— Lo sé, la cámara de seguridad del ascensor captó todo.

— ¿Y José? ¿Cómo está?

— Aún está en cirugía, pero no debe tardar. Fuiste muy afortunada hermanita, José te salvó el pellejo.

— ¿Qué paso? Todo fue tan rápido que no recuerdo nada más que estar en el piso y ver la cara dolorida de José.

— Elena te disparó, si. Pero José te jaló hacia él, haciendo que la bala atravesara tu brazo y no tu pecho. El doctor dice que por la fuerza del disparo y la corta distancia facilitó que el tiro atravesara tu brazo y llegara hasta el pecho de José.

— ¡Oh, por Dios! ¿En su pecho? ¡Déjame verlo! Necesito verlo.

— ¡Ana, no, espera! No puedes levantarte. Escucha, él esta bien, no se perforó su pulmón y la cirugía es para retirar la bala y que no le cause infección.

— ¿Qué hay sobre ella?

— Ya le dimos el video a la policía, en este momento deben estar buscándola por todo Seattle.

— Isaac... – balbuceo avergonzada por mi pregunta – ¿Eras tú quien molestaba a las enfermeras?

— ¡Por supuesto! No me dejaban verte. ¿Quién creíste que era? – dice y permanezco en silencio – oh, ¿creíste que era Christian?

— No, no, claro que no.

Me sonrojo de vergüenza. Lindo, Ana. En tu lecho de muerte y deseando que Christian venga a verte. Me dejo caer de nuevo en la camilla y observo a mi hermano.

— ¿Cuando podré irme?

— El doctor Harris dice que mañana, al parecer tu herida puede sanar en casa.

— ¿Y José?

— Depende de lo que digan cuando termine la cirugía, tal vez deba quedarse un par de días aunque yo preferiría que regresaran a Montesano. Su papá se sentirá más tranquilo teniéndolo ahí.

— Si, tienes razón.

La puerta se abre un poco y la enfermera de hace rato le hace una seña a Isaac para que salga de la habitación.

— Ahora vuelvo, creo que terminó la cirugía de José. No te muevas – se ríe.

— Tonto, ¿a dónde podría ir?

Mi hermano sale y cierra la puerta. Odio estar aquí, me siento completamente inútil y no dejo de pensar en lo extremadamente loca que está Elena Lincoln. ¿Realmente lo ama tanto?

— ¿Ana?

Una suave y delicada voz se escucha desde el otro lado de la puerta. Levanto la vista hacia ella, que lleva una bata blanca con el logo del hospital.

— Señora Grey.

— Grace, cariño. ¿Cómo estás?

— Confundida, algo adolorida pero el medicamento hace un estupendo trabajo – le sonrío – aún no puedo creer lo que pasó.

— Lo sé – se acerca lentamente – por fortuna estás bien y por lo que escuché, tu amigo también. Ana, si hay algo que yo pudiera hacer por ti, no dudes en decírmelo.

Y quiero preguntarle, realmente quiero saber cómo está Christian. Pero no me atrevo. A fin de cuentas, él es quien debería buscarme. Es su turno y tengo que mantenerme firme.

– Gracias Señora Grey... Grace.

– Si me necesitas, puedes preguntar por mí a la enfermera. ¡Cuídate cariño!

Grace sale de nuevo por la puerta mientras presiono mis labios para no rogarle por noticias de su hijo de ojos grises.

Después de un rato, Isaac vuelve a decirme que Nana está afuera y que José salió bien de la cirugía. Si todo resulta bien, podremos irnos a casa en dos días.

Y a pesar de tener los videos, la policía insiste en tomar nuestras declaraciones e Isaac tuvo que llamar a su abogado. La sorpresa del día fue que el señor y la señora Lincoln demandaban vernos para hablar de su fugitiva hija.

Si Isaac pudo hacer a un lado su corazón roto, yo puedo hacer lo mismo y dejar de pensar en Christian. Aunque resulte difícil.

— ¿Ana? ¿Estás despierta? – me pregunta la enfermera que ahora conozco como Esther.

Ella entra empujando un carrito con un montón de medicamentos y carpetas. Encima lleva un pequeño arreglo de Rosas.

— Si, estoy muy aburrida. ¿Tiene algún libro que yo pueda leer?

— Solo revistas médicas corazón, te aseguro que te quedas dormida en un santiamén – me guiña un ojo.

— Oh, bueno, tal vez así me recupere pronto.

Toma el arreglo y lo pone en el buró junto a mi cama. Luego sonríe divertida.

— Trajeron esto para ti.

— ¿Quién?

— No lo sé, solo sé que debe entregarse a ti. ¿Tu novio tal vez? ¿Algún amigo especial?

— ¿Tiene alguna tarjeta?

Esther se acerca y revisa entre las rosas. Sonríe cuando levanta una tarjetita y me la entrega.

— No está firmada.

— ¿No?

— Pero tiene tu nombre, no hay dudas de que es para ti.

"Ana Steele". La tarjeta en blanco no dice mucho, pero la letra es la de Christian. Y aunque espero verlo por aquí en algún momento de estos dos días, no aparece.

Para cuando dan de alta a José y regresamos a la casa, Nana me dice que llegaron dos arreglos de rosas más, de nuevo sin firma pero sé que son de Christian.

¿Por qué no dice nada? ¿Es que solo lo hace por cortesíaSe siente culpable porque su ex novia psicópata intentó matarme? ¿Está agradecido por deshacerse de ella?

— Ana... ¡Ana! – La voz de Isaac me sobresalta.

— ¿Qué?

— ¡¿Quieres subir ya al jodido auto y dejar de ver la casa?!

— Por Dios, ¡que gruñón eres! ¿Tienes prisa por deshacerte de mi?

— Si, ahora sube.

— Idiota – le gruño mientras subo al auto.

El chofer de Isaac, a quien llamo cariñosamente El Robot, nos lleva a José y a mi hasta Montesano para unas vacaciones/recuperación con nuestros padres.

Por supuesto mamá y papá están asustados, pero Isaac les juró que estoy bien. Igualmente el señor Rodríguez, quien dijo que se va a asegurar que el tonto José descanse.

No tengo muchas ganas de ir, pero tampoco tengo razones para quedarme en Seattle. Tal vez eso es lo que necesito, distancia y tiempo.

Fin.









No! No es cierto 😂😂😂

Pero ya estamos en la recta final, asi que estén listas!

Cuenta regresiva para el cumple de nuestro amado Jamie!

Una sorpresa para ese día? 🤔

Saluditos! 😊😘

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