The Grace

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— Hola Andrea.

— ¡Ana! Hola – ella me sonríe desde el otro lado del mostrador.

Casi todos los días después de clases, José me trae a la oficina de Christian para estar un rato con él, pero hoy algo luce diferente. Y creo que es la chica rubia de ojos marrones junto a Andrea que me mira confundida.

La mayoría de los escritorios de este piso están ocupados, y por lo menos la mitad del segundo también está ocupado por Barney y su equipo, por lo cual es lógico que también Andrea tenga ayuda.

— ¿Esta Christian?

— Si, Vanessa, llama al Sr. Grey y dile que la señorita Steele está aquí.

Andrea le señala el teléfono del mostrador a la chica, pero ella me mira de arriba a abajo y hace una mueca.

— ¡Pero está ocupado! Le pasé la llamada del señor de Taiwan.

— Vanessa – gruñe mi amiga con los dientes apretados.

— ¡Y dijo que no lo molestara!

— ¿Eres nueva? – le pregunto sin pensarlo.

— Si.

— Ya veo. No te preocupes Andrea, de todas formas voy a subir.

Andrea asiente con la cabeza y apenas me he girado para ir al ascensor cuando escucho su voz.

— ¡Es la novia del señor Grey! Ella siempre tiene acceso a él, ahora lárgate antes de que él mismo te despida.

— ¿Por qué?

Es lo último que escucho decir a la chica antes de que la puerta del ascensor se cierre. Pulso el botón del tercer piso y cuando la puerta abre, me encuentro con Ros.

— ¡Ana!

— Hola Ros – la abrazo – ¿Qué tal el trabajo?

— Fatal... ¿Y el jefe? Uf, para qué te digo.

Suelto una carcajada cuando Ros hace una mueca de fastidio. Aún no me aparto de ella cuando Christian asoma la cabeza por la puerta de su oficina.

— Rosemary Bailey, ¿Puedo saber qué haces? – ambas volteamos para mirarlo.

— Le digo a tu novia lo fastidioso que eres – se ríe ella – Pero si vuelves a llamarme Rosemary voy a dejarla viuda.

Christian arquea una ceja y deja de reír, Ros lo señala con el dedo mientras se aleja.

— Ahora que he sido amenazado de muerte, ¿Quieres acompañarme a una reunión?

— ¿Yo?

— Si, tú. Vamos al muelle a ver el prototipo del Catamarán que vamos a construir aquí.

— ¿Aquí? – Él sonríe y rueda los ojos.

— No aquí, aquí. Sino aquí en Seattle, tendremos que conseguir una bodega en la bahía con capacidad para construirlos.

— Bien. Entonces le diré a José, te espero afuera – le doy un beso antes de volver a subir al ascensor.

Camino hasta el auto de mi amigo y me acerco por la ventanilla.

— Voy a acompañar a Christian a una reunión.

— Si, como no – el rueda los ojos – Voy contigo.

— No.

— ¿Por qué no? Ve a la reunión, a cenar si quieres, pero te sigo en el auto. Es martes y no puedo regresar a casa sin ti.

— José... – chillo.

— No, banana.

Volteo justo a tiempo para ver a Christian salir del edificio con las llaves de su Audi en la mano. Le gruño una vez más a José antes de ir con mi novio.

Conduce hasta Elliot Bay y luego estaciona en una zona exclusiva, dónde los botes son más grandes y lujosos. Dos hombres con elegantes trajes nos esperan.

— Señor Hang, señor Wen – Christian estrecha sus manos – La señorita Steele es mi novia.

Ellos me saludan y vuelven su atención a mi novio, sin duda está es una junta de negocios. Los sigo hasta que subimos a un hermosísimo bote pero me aparto para ver la cubierta y darles espacio para que hablen.

Tengo que decir que el bote es precioso, la madera es clara y brillante, además de los extraordinarios acabados de madera.

— ¿Te gusta? – Christian pasa sus brazos por mi cintura.

— Es hermoso. ¿De verdad vas a fabricarlos?

— Voy a comprar a la empresa que los construye. ¿Quieres ir a Escala conmigo?

— Me encantaría – echo la cabeza hacia atrás para que bese mi cuello – Pero José está afuera esperándome.

— Mierda – susurra y de pronto se aparta – Señor Hang ¿Éste prototipo está en venta?

— Yo... Oh.. no lo sé... – balbucea el hombre mirando a su socio – supongo que sí, señor Grey.

— Bien. Lo compro. Mi secretaria les hará el cheque en éste momento.

Christian apura a los hombres para que bajen del bote y toma su teléfono mientras los observa alejarse.

— Andrea, prepara un cheque para el señor Hang por $1,395,000 por la venta del prototipo que me mostraron hoy. También llama a Taylor, que me consiga a una persona que cuide el catamarán.

Aún no ha colgado la llamada cuando toma mi mano y me lleva de prisa por la cubierta hacia las escaleras. ¿De verdad? ¿Aquí? Me sonrojo solo de pensarlo.

— Ven aquí nena, te amo pero esto será rápido, ¿Bien?

— Bien – sonrío.

Todo el interior es de madera pulida, lujosos sofás, una pequeña cocina y algunas otras cosas que no alcanzo a ver porque Christian me lleva rápido por el pasillo.

— Este es el camarote principal – señala la cama de tamaño matrimonial – Podríamos salir a navegar algún día.

Dice pero sus manos ya están ayudándome a deshacerme de la blusa. Desabrocho el pantalón y lo dejo caer hasta el piso con rapidez porque quiero quitarle la camisa.

Lo próximo que sé es que me estoy quitando el sostén cuando Christian me empuja a la cama. Se deshace de los pantalones y los boxers al mismo tiempo mientras me giro en la cama, sobre mi estómago.

Un jadeo se me escapa cuando me sujeta de la cadera para jalarme hacia atrás, hasta topar con sus caderas y su miembro.

Me sujeta fuerte cuando entra, pero tan pronto establece un ritmo, me sostiene con su mano izquierda y la derecha busca mi centro. Tengo que incorporarme sobre la cama para pegar mi espalda a su pecho y darle acceso total.

La presión, el ritmo, la fuerza y su respiración jadeante en mi oído no hacen más que excitarme. Me estremezco completamente y su nombre sale en gemidos de mi boca.

Presiona mi cadera con fuerza mientras gruñidos y gemidos se le escapan. Nos dejamos caer juntos en la cama, exhaustos.

— Cuando quieras... – balbuceo agitada – Te acompaño a tus reuniones, cuando quieras...

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