14|Capítulo

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➼|C A T O R C E
Prueba de música

Ya era de mañana, sentía que mis ojos literalmente se salían de su lugar; si no fuera por mi codo apoyado sobre la mesa hubiera derramado todo el cereal causando un verdadero desastre, aunque siendo realistas ¡Ya era un desastre!. Haciendo memoria no había conseguido dormir anoche, apenas escribí y creo que mi rostro lo hacía denotar bastante bien.

¡Qué oportuno!

— Adivinen quién organizará la despedida de soltero — anunció Jack dejando caer sobre la mesa un manojo de papeles.

— No lo sé. ¿Alguien responsable? — susurró Eugene con el ceño fruncido mientras me pasaba una página del caos que Jack prácticamente había arrojado. 

— Exactamente. — sonrió el peliblanco con una mirada de victoria. — Les presento al nuevo organizador. Mucho gusto, soy Jackson Overland Frost. — se presentó. — El experto en despedidas de soltero.

— ¿Ese título existe? — me atreví a comentar mientras leía el documento. Era una lista de los posibles lugares a alquilar para la celebración, habría que admitir que el sujeto tenía todo organizado.

— Creo que no existe, pero hay que admitir que las fiestas se le dan bien. — siseó Kristoff sentándose en una de las sillas del comedor, mientras Jack le chocaba los cinco. — Espera, ¿Un hotel privado para la despedida? Estarás bromeando. — continuó al notar una de las fichas que estaban sobre la mesa. «Que pesados.»

— Solo lo mejor de lo mejor. — sonrió queriendo decir «Pues sí, ¿Qué pensaban?». — Pero bueno, para eso hay tiempo, mejor diganme, ¿Ya han pensado en qué harán hoy? — volvió a preguntarnos con una nota de curiosidad. Sinceramente estaba pensando en volver a mi cama, no quería participar en otro juego familiar amistoso otra vez, ¿Se acuerdan cómo terminó eso?

— Pues, Punzie quiere ir con Mérida a conocer la ciudad. — anunció Eugene mordiendo una de las tostadas que Margaret le había preparado esta mañana. — y…El rubio y yo… las acompañaremos. — trató de hablar pero tenía la boca llena. — Margaret, esto está delicioso, te llevaremos con nosotros de regreso.

Margaret quién limpiaba una de las esquinas de la mesa, solo se limitó a sonreír cordialmente. Bien, debo confesarles que empiezo a shipearla con Frederick, sonaría algo así como Margerick.

Vale, suena espantoso.

— Ya veo. — suspiró ladeando la cabeza. — Yo he invitado a Elsa al cine de la ciudad. Tadashi dice que pasan buenas películas por la mañana. — se encogió de hombros. — y luego…supongo que querrá recorrer la ciudad también.

Le sonreí carismaticamente, más de lo que me hubiera gustado.

— Me parece genial que al fin te centres en tus propias cosas Jackson. — comenté al mismo tiempo que me levantaba de la mesa.

—  ¿Te parece? — volteó a mirarme con su evidente burla. —  ¿Y tú qué harás? —preguntó, captando la atención de los demás chicos.

— No lo sé, no soy muy de planear. — me encogí de hombros tenuemente.

— ¿Y si invitas a Cassie a salir?

Fruncí el ceño al escucharlo hablar.

—  ¿A Cassie? No. Eso no.

— ¿Por qué, no? La chica se muere por ti Hiccup, es obvio y dudo que le roce la pierna a cada chico que ve. — comentó mientras recogía el desastre que había hecho en la mesa. — Ese me parece un buen plan.

Lo miré enterrando las cejas en medio de mi rostro.

— No, no me gusta ese plan.

— Es solo que… no quiero que estés solo en esta mansión. —  suspiró.  — Deberías salir y conocer gente nueva, eso sería genial y lo sabes.— Terminó de comentar mientras veía a los demás chicos que asentían con la cabeza al escucharlo. Genial, ahora tenía al temible ejército de su lado.

— O…puedes invitar a otra persona también. — agregó Kriss al notar cierta tensión. — Puedes elegir, no necesariamente debe ser Cassie, aunque es cierto que se nota…

— La intensidad sexual. — interrumpió Eugene con el semblante serio, me detuve a mirarlo y vaya que hablaba enserio. — ¿Qué?, ya saben atracción sexual, lo que te lleva a querer…

— Si, hmmm… no termines de decirlo, por favor. —  me tomé el puente de mi nariz con ambos dedos. — Tu explicación ya se me es bastante gráfica de lo que me gustaría.

Se encoge de hombros. — De nada.

— Yo no dije, no te estaba…— traté de decirle, pero hizo un ademán de mostrar su reloj imaginario indicando que debía irse con los chicos para eso de su rara cita doble. ¿Ya les dije que empiezo a adorar mi soltería, no?

— Como decía, solo…intentalo. — Mencionó Jack cuando pasó por mi lado. — Haz que vuelva el Haddock que se divertía como un maníaco y lo pasaba en grande. — sonrió. — Solo quiero que te lo pases bien. ¿Es tan malo desear eso? — Golpeó levemente mi hombro, y salió de la cocina con el material que había traído.

— ¿El de antes?, sí sigo siendo el mismo de siempre. — siseé al encontrarme completamente solo, para luego dar unos pasos torpes hacia la ventana.

Los chicos subían entusiastas a un par de camionetas y me alegraba por ello, no me malinterpreten, es solo que por primera vez en seis años lo menos que deseaba era ser el mal tercio de alguien, y solo para salir de esa costumbre no invitaría a Cassie a salir y eso era suficiente para mi. Subí a mi habitación mientras tarareaba mi canción favorita, no muy seguro de que hacer exactamente, al llegar entré al baño y me tomé el tiempo para mirarme en el espejo. Era un desastre, mis ojos, mi cabello, mis cejas mal peinadas; pareciera un enfermo internado.

— El mismo Haddock de antes… — me sujete con ambos brazos al lavabo y soplé un rebelde mechón de cabello que caía sobre mi frente. — supongo que así será.

Me metí a la ducha, tomé un buen baño como para despertar a un muerto y me vestí tal cual lo hacía antes de venir a este frustrante país.

— Creo que ahora solo me falta la motocicleta. — reí al verme en el espejo. Me sentía confiado y sorprendemente alegre. — tendré que conformarme con el entusiasmo de Frederick. — sacudí mi chaqueta de cuero para luego salir de mi habitación. Como dije no me gusta planear cosas, así que haré lo que tenga que hacer. «Bueno, eso sonó…intenso.»

Iba prácticamente saliendo de la mansión, hasta que escuche mi nombre resonar por el pasillo.

— Hiccup. — me saludó Tadashi quién vestía un jeans y una camiseta gris. A veces odiaba como la ropa le quedaba bien, eso es casi imposible. —  Necesito tu ayuda, y es urgente.

— ¿Necesitas que golpeé a alguien por ti?

— Si, ja muy chistoso. — entrecerró los ojos al verme y noté que miraba hacia atrás con nerviosismo.

— ¿Qué ocurre?

— Hoy es la prueba de música para la boda, pero me ha salido una emergencia en el hospital en el que trabajo. — me explicó con una mano sobre la nuca.

— ¿Y entonces…?

— Entonces, necesito que acompañes a Anna por mí.

No, eso no. Todo menos eso.
— Se lo hubiera pedido a otro de los chicos o a sus amigas, pero me he enterado que han salido esta mañana temprano. — me dijo casi de forma suplicante. — Es una suerte que te encontrara todavía.

Maldita suerte.

— ¿Puedes acompañarla por mi? — me preguntó con curiosidad, a lo que lo mire con los ojos entrecerrados.

— Estaba ocupado, tenía planes si te soy sincero. — nótese mi mejor actuación hasta el momento. Tadashi solo me miró de forma impaciente como si ya adivinara mi respuesta. — Bueno, ¿Qué más da?

— Y por esa razón eres el mejor. — mencionó señalandome con su dedo índice. — además los acompañará Cassie, que según su opinión sabe más de música que yo.

— Si, Beethoven aburrirá a la mitad de los invitados. — bromeé mientras miraba a mi alrededor. — En ese caso, debo llamar a Frederick para que nos lleve.

— Si, hablando de eso…— mencionó mientras buscaba algo en unos de sus bolsillos. — Ya que me harás un favor, te daré esto por un día. — me ofreció un par de llaves. — Es un convertible negro, más bien es de mi pardre pero me gustaría que lo conducierás tu.

No pude evitar sonreír, algo confundido.

— ¿Estas de broma, verdad? — pregunté mirándolo a los ojos. — ¿Sabes que si me das esto no es probable que te regrese el convertible entero, no?

Se encogió de hombros con una sonrisa divertida. — Espero y no seas tan idiota como para hacerlo. — me dijo entrecerrando sus ojos. — pero me fío de ti, es todo.

— Ya veo. — suspiré. — Haré lo mejor que pueda, aunque eso de música romántica no es como mi estilo.

— Eso dejaselo a Anna y a Cassie, ellas lo harán genial. — me sonrió mientras revisaba su celular. — Mierda, se me hace tarde. Eres grande Haddock. — me señaló aun con el celular en sus manos mientras se alejaba. «Vaya locura está.»

Al parecer era el nuevo chofer de la familia Hamada, ¿Qué cómo lo sabía?. Tenía a Anna sentada en el asiento del copiloto y a Cassie atrás que se asomaba cada tres segundos a preguntar y a comentar cualquier cosa que se le venía a la mente, y cuando digo cualquier cosa, es de forma literal.

— …y por esa razón los pingüinos ponen huevos. — finalizó su muy aclamada clase de naturaleza. — ¿A qué no sabías esa Hiccup?

— No, la verdad es que no. — la miré por el retrovisor mientras tenía ambas manos sobre el volante.
— ¿Cuánto falta?, esto es más tardado que a la última galería de arte a la que fui. — se dejó caer en los asientos de atrás. 

— Ya falta poco Cassie, además tú querías acompañarnos .— le dijo Anna girándose para poder verla. — Ya sabes, para elegir…

— La música, vale. Lo he captado. — la escuché hablar, lo que me hizo gracia. Cassie es una buena chica, algo atrevida y aventurera; es el sueño de cualquiera, pero no el mío por el momento.

El trayecto siguió igual que antes, Anna se limitó a hablar mientras llegamos al edificio en donde se encontraban los sujetos que proporcionarán el sonido el día de la boda.  Al llegar los tres entramos a paso lento, mientras nos recibían cordialmente.

— Esperen aquí. — nos avisó una mujer muy alegre detrás de un resplandeciente mostrador. — La sala estará lista en unos minutos.

— De acuerdo, no hay problema. — respondió Anna mientras nos miraba a Cassie y a mi. — Nosotros esperaremos.  — la mujer asintió y nos señaló unas sillas para que tomáramos asiento.

— ¿Y bien Hiccup? — preguntó Cassie al sentarse al lado mío. De reojo noté como Anna miraba a otra dirección que no fuera hacia nosotros.

— ¿El qué? — volteé a mirarla sacudiendo mi chaqueta suavemente.

— ¿Tienes novia?

— No. — me limité a sonreír. No  tendríamos la misma conversación frente a Anna.

— ¿Y no quieres una? — me guiñó uno de sus ojos castaños. Yo solo arqueé una de mis cejas y levanté la comisura de mis labios.

— La tendría si quisiera, y por ahora no quiero. — levanté mi mirada hacia al frente, y escuché a Cassie suspirar.

— Eres tan raro. — me golpeó levemente el hombro. — ¿No, Anna?

— Hiccup es muchas cosas. — nos miró con una sonrisa y pensé por un momento, el más mínimo que fuera, sentí que me miraba solo a mi. — Pero, hay que dejar a Hiccup y a su ego indescifrable para después.

Pasaron unos minutos, y en uno de ellos Cassie se levantó del asiento para buscar algo de beber, pero su interés y atención ahora se encontraban totalmente encantados con un chico que recién había entrado, ¿Si me sentía celoso?, aliviado más bien. Anna solo la miraba negando con la cabeza un par de veces.

— Genial, ya se ha enganchado de otro. — comentó con la mirada fija en ella, lo que me permitió por un instante verla detalladamente, ¿Desde cuándo sus pecas son más notables?

— ¿De otro? — me atreví a preguntar. Ya sabía la respuesta, pero quería, necesitaba oírla de ella.

— ¿Es enserio, Hiccup? — entrecerró los ojos como si no creyera lo que le acababa de preguntar.

— Hablo enserio. No sé de qué me estás hablando. — le respondí mirándola atentamente. Anna solo rodó los ojos y volvió a mirar al frente. — Si supiera no te preguntaría.

— Eres demasiado egocéntrico, ¿Sabías?

— Me lo han dicho. — me encogí de hombros, y me acerqué un poco a ella. — Pero, no has respondido lo que te he preguntado.

— y no planeo hacerlo, cerebrito. — dijo aún sin verme. En ese instante la señora detrás del mostrador levantó la cabeza para mirarnos a ambos.

— Pueden pasar. — nos avisó de manera amable y automáticamente ambos nos hicimos pasar por una puerta al supuesto salón que recién habían preparado.

Al entrar, se notaba como esa habitación era un salón de baile, con el piso de madera reluciente, altavoces, micrófonos por todas partes, decoraciones alrededor de ella, cómo globos, flores y una pequeña mesa de bocadillos en una de las esquinas.

— Tanto esmero para una prueba de sonido y música. — resoplé al mirar lo perfecta que era la habitación.

— Te sorprendería lo que hace el dinero en las personas. — me miró Anna por unos segundos para luego dar unos pasos torpes por el salón.

Era la primera vez que la veía así, sin trajes de golf o pijamas abrigadoras. Era solamente Anna, la amante de los jeans cómodos y los jersey de colores.

— ¿Qué? — preguntó al notar mi mirada.

— Nada, es solo que me acabo de acordar que no tengo ni la más remota idea de música romántica. — dije sinceramente. Se suponía que para eso Cassie había venido, no para coquetear con el chico de hace rato.

— Oh, vamos. — me sonrió. — El gran Haddock del que tanto alardean tus amigos, ¿No sabe de música?

— Romántica. — enfatice. — pero si me dejas opinar…— me detuve en seco al escuchar la canción que recién sonaba por cada uno de los altavoces del salón. 

Mierda, era Perfect de Ed Sheeran, la misma que le había dedicado en el baile de la graduación hace seis años.

— ¿Bailas? — me preguntó extendiendo una de sus manos al frente. La miré un tanto extrañado, pero volvió a insistir. — No te haré nada, si es en lo que estás pensando.

«si supieras lo estoy pensando»

Me reí al solo imaginarlo, y me mordí el labio inferior para luego mirala.

— No lo pienso, eso te lo puedo asegurar. — siseé mientras le aceptaba la mano suavemente. Al estar ambos frente al otro, era realmente notable la diferencia de estatura. — espero y sepas bailar, odio que me pisen los pies, Anna.

Arrugó notablemente la nariz, haciendo que sus pecas se agruparan alrededor de la misma.

— Pues deberás aguantarte. — se burló mientras ponía en un movimiento tímido una mano sobre mi hombro y la otra sosteniendo mi mano derecha.

Por instinto, sujete su cintura con suavidad, sin incomodidad, sin nerviosismo. Y bajé la mirada para notar a Anna quién miraba mis pies al moverse.

— Esto es raro. — comenté al estar bailando así, solos en medio de ese gran salón.

— ¿Qué es raro?

Esto, está situación, este ambiente…todo.

— Qué alguien de 26 años siga sin poder bailar. — fingí un movimiento torpe que hizo que Anna tambaleara un poco.

— Pues si, eso si es raro. — negó con la cabeza un par de veces.

— Se agradece la sinceridad. —bufé contra su cabello que llegaba levemente hasta mi mentón.

— Espero y cumplas tu sueño, Hiccup.— siseó sin verme. Prácticamente estábamos dando círculos como si fuera un vals al ritmo de la canción. — Te noté muy centrado anoche cuando entré a la cocina.

La hice girar en un movimiento ágil e hice un leve encogimiento de hombros. — Escribir es fácil cuando tienes inspiración, se vuelve difícil cuando es una obligación para el escritor — le aseguré. — y anoche…digamos que tuve suerte, casi nunca la tengo.

Sentí que sonrió mientras dábamos otro torpe paso de baile.

— Pues eso, que me alegro por ti. — dijo esta vez haciendo que yo girará, lo cual fue difícil porque era más alto que ella. — Solo espero que me enseñes unos de tus escritos algun día.

— Lo dudo mucho, pero me lo pensaré. — apreté con un poco de presión su cintura, haciendo que se sobresaltará al tacto, lo que me hizo tragar saliva pesadamente. — ¿Y…tu carrera de medicina? — me atreví a preguntar.

— Bien en… en lo que cabe, me falta para terminarla, pero no me quejo. — me respondió Anna alzando su cara por primera vez en todo el baile, dejando que la mirara ni con la mitad de atención con la que lo había hecho antes.

Y les juro que traté, en serio traté de no mirarla tan profundamente, pero mis ojos bajaron a sus labios, a su nariz, luego a sus pecas y nuevamente a sus ojos, y me encontré a mismo tratando de acercarla más a mi cuerpo para cerrar cualquier separación que hubiera entre los dos, pero me contuve, con esfuerzo. Pero lo hice.

—  Y…entonces. — me relamí mis labios aún sintiendo la mirada de Anna en mi rostro. — supongo que ser doctora es tu gran sueño.

— Si. — se encogió de hombros. — podría decirse que si, ser médica es mi mayor sueño y aspiración en mi vida desde que tenía…

— ocho años. — finalicé por ella, separándome un poco sin soltar su mano ni su cintura, pero sí para mirar con detenimiento cada reacción de ella.

— Desde los ocho años, exactamente. — repitió mientras miraba mis labios por unos instantes. Mirada que apartó al segundo. — pues…quiero decir, claro que desde los ocho, Hiccup.— apuñó ambos ojos frunciendo el ceño. — Es así.

— Pues claro.

— Por supuesto.

— Exactamente.

— Sin duda.

— Obviamente.

— Indudablemente.

Se hizo un leve silencio, que obligó a Anna a soltarme, y no evité sentir que la falta de contacto me empezaba a incomodar.

— ¿Qué? — me preguntó al verme totalmente callado. — ¿Ocurre algo?

— Si. — dije con sencillez, captando la atención de ella. — Es solo que me he quedado sin sinónimos, Anna. — me lleve mi mano al pecho con preocupación. — Hemos dicho todos los que suelo escribir en mis escritos, y me he quedado en blanco. — solté con obviedad, haciéndola reír. —¡Me he quedado en blanco!

— Eres un pesado.

En ese momento la puerta por la que habíamos entrado, se abrió para mostrarnos al mismo chico con el que Cassie coqueteaba hace un rato, y no venía sola, ella venía trás él.

— Ustedes son Anna y Tadashi ¿No? — nos señaló mientras revisaba una lista que traía consigo. — Los comprometidos.

Anna y yo intercambiamos miradas un tanto asustados y altamente sorprendidos.

— Él no…no es…— titubeó Anna para luego verme.

— Ella no es mi…, quiero decir…— suspiré llevándome la mano al cabello. — Yo no soy…¿Pensabas que yo…?

— Él es Hiccup, amigo del novio. — rodó Cassie los ojos al presenciar nuestra terrible escena de confusión. Hasta Hollywood nos habría despedido. — Tad no pudo venir con ella, pero confió el gusto musical de su boda en buenas personas, o sea en mi.

Todos sonreímos.

— Ya veo, puedo mostrarles el listado que he preparado para la recepción de la boda y luego escuchamos sugerencias para cualquier cambio. — continuó mientras releía alguna extraña información que tenía en un porta papel. — ¿Les parece si empezamos?

— Pues claro. — respondió Anna siguiendo al sujeto qué hablaba de música hasta por las orejas.

Me quedé observando y caminando cual zombie por el salón, mientras Cassie y Anna platicaban con Sam, que, según Cassie era el experto musical más profesional que había visto porque lo había conocido hace dos horas atrás, ¿Qué si me sentía celoso? ¿No han leído líneas arriba?

Como sea, pasaron casi media hora escuchando el listado de canciones románticas, sin contar el otro listado que Anna y Cassie habían preparado para que se uniese al listado principal. Como ven las bodas son cosas serias, nada que ver con esos reality shows de discovery home and health, que te lo plantea más fácil que sacarle punta a un lápiz, a no ser que no tengas sacapuntas, eso sería un grave problema.

— Creo que hemos terminado. — anunció el ahora llamado Sam, mientras escribía en su libreta de notas. — Le haré llegar la información al joven Tadashi está misma tarde.

— Está bien. Muchas gracias. — le agradeció Anna estrechando su mano con la de él. Cassie miraba embelesada al sujeto como si fuera una obra de arte.

— Un gusto conocerte Hiccup. — se dirigió está vez a mi, quien estrechando su mano me limité a sonreír amablemente.

Ambos salimos de la habitación y me quedé parado al notar que Cassie evidentemente no nos seguía.

— ¿Y Cassie? — pregunté al ver que seguía dentro del salón de baile. No es que me importe de una manera emocional, pero debía regresarla a su casa.

— no vendrá con nosotros. — se encogió de hombros caminando hacia la salida. — Sam la ha invitado a salir, era de esperarse.

— ¿Sam?, ¿En qué momento?

— Te sorprendería lo convincente que suele ser Cassie. — respondió con una leve nota de malicia en su voz. Vale, convicción tenía la mujer, eso se notaba.

Al salir completamente del edificio y al chocar con el clima fresco propio del verano, nos subimos al convertible negro con rapidez.

— ¿Qué te gustaría hacer? — pregunté mientras encendía el automóvil. — si tienes otras cosas pendientes, no me molestaría ser tu chófer por el resto del día, siempre y cuando me pagues las horas extra. — le aseguré divertido mientras veía por el retrovisor que ningún auto siguiera para poder incorporarme a la carretera.

— No, estoy bien. — siseó al verme por el costado. — supongo que regresaremos a casa entonces.

— No necesariamente, quizás podríamos…

— ¿Podríamos…? —me invitó a continuar con un tono de diversión. La miré por un instante mientras cambiaba a segunda velocidad.

— Podemos ir por algo de comida si gustas. — le sonreí con la mirada fija en el camino. — No te negaré que escuchar a Sam por hora y media me ha abierto el apetito.

Ella me golpeó el hombro y dirigió su mirada nuevamente a la ventanilla.

— ¿Qué?, No me vas a negar que su camisa de flores no te dió mal rollo. — Arqueé una de mis cejas a la espera de su respuesta, la cual solo se dio en forma de risa. — “Hola, soy Sam. ¿Quieres algo de música?”. — intenté imitar el tono de voz del pobre muchacho, pero me había salido fatal.

Vaya porquería esa.

— Qué asco de imitación — me burlé al darle un leve giro al volante. — he sonado como la intro de Mickey Mouse, una versión perturbante y mala.

— En tal caso Cassie sería Minnie. — comentó. —   Suena como un mal programa para niños sinceramente.

— ¿Lo estás aceptando? ¿Siquiera has pensado en cómo sería eso? — la mire de reojo y note que encogió levemente los hombros. — Podrías organizarle la boda, tal vez así tengan una celebración doble, ya sabes menos gastos.

— Interrumpirías la boda ¿no?

Casi le doy vuelta al maldito volante al escucharla hablar.

— ¿Per- perdona? — me enderecé para que no notara mi nerviosismo. Eso de impedir la boda no había pasado por mi mente ni una sola vez. Bueno, hasta ahora. 

— La de Cassie. — rodó los ojos señalando lo obvio, lo cual me alivió, se los aseguro.

— ¿Y tú lo harías?

— Puede que sí, puede que no. — me miró de reojo. — Dependerá de cómo la trate ese tal Sam.

— Somos unos padres demasiado estrictos y recelosos. — bromeé.

— Sin duda. — .Se limitó a contestar por casi todo el camino, lo que no me incómodo.

Era ese silencio abrasador que te hacía sentir estúpidamente bien, aunque eso significaba no pronunciar ninguna palabra, era bastante reconfortante.

Giré por quinta vez en una de las calles de la ciudad y visualicé a un vendedor de lo que creía que eran Hot dogs. Me detuve y compré dos, Anna me vio un tanto sorprendida por la elección del aperitivo, pero no pronunció ninguna palabra cuando volvía a subirme al coche.

Seguimos así por un minutos, y cuando creí que llegaríamos finalmente a la mansión, me detuve para mí sorpresa en una plana ladera por la que se veía el resto de la ciudad de una forma impresionante. Puse el techo del convertible y pasé a darle el Hot Dog a Anna, quien me miraba con una ceja alzada.

— Nunca cambias ¿Verdad? — le dió una mirada al panecillo y subió su mirada hacía el frente, justo a la ciudad que ahora mirábamos por la ladera.

— No soy muy de planear. — me encogí de hombros. — Ese no es mi estilo.

— ¿Y este si? — alzó con desdén su aperitivo en mi dirección. — ¿Hot Dogs?

— Extraño New York. — enfatice como si con eso se entendiera todo. — solo espero que sepan igual a los que se preparan por el Central Park.

Desemvolví el empaque del tan adorado aperitivo, que les juro por lo más preciado que tengo «Osea, nada.»,  que casi escucho tambores mientras lo hacía. Anna quien me miraba expectante, vió que le di una mordida y negó con la cabeza cuando me le quedé viendo al Hot Dog con mala cara.

— No, esto no…— tragué mientras veía el pedazo de pan. — no está ni cerca.

— Pues no, es obvio.— se burló dando ahora ella la mordida a su aperitivo. — creo que es una de las cosas que extraño de casa.

La miré por un segundo y volví mis ojos a la vista. Anna parecía sumergida en sus propios pensamientos, que no notó que la miraba por el rabillo del ojo.

— Algún día te enseñaré algo que haya escrito. — mencioné sin verla y sentí como su cuerpo giraba en mi dirección para mírame por completo. — Algo triste y lúgubre, como para que te comas un tarro de helado tu sola.

— Que sea algo bueno. — siseó mientras le daba otra mordida al Hot Dog. — no me subestimes, soy bastante exigente.

Bueno, eso me dió gracia.

— ¿Qué es tan gracioso?

— La forma en la que lo dices. — me burlé mientras la veía enfadada.. — además que te has embarrado de mostaza la cara y no puedo tomarte en serio de esa forma.

Pareció notarlo y se limpió el rostro con la ayuda de una servilleta.

— Como siempre de amable, eh Hiccup.

— Como siempre de irónica, ¿No Anna?

— Yo solo digo la verdad. — me dijo con la ceja levantada y con los brazos cruzados. Se parecía a su madre, así que no sabía si tenerle ternura o miedo.

— ¿Quién dice que yo no lo hago?. — me acerqué un poco a ella para que quedará claro quién había ganado esta conversación. «Muy maduro de mi parte.»

Sin embargo sentí que el calor se apoderaba de mí en ese momento, y no se emocionen, no es nada relacionado con…eso, es sencillamente el verano que me pone en este terrible estado.

— Maldición, ¿Por qué elegí ponerme esta chaqueta precisamente hoy? — mencioné al quitarmela con tranquilidad y pude sentir que Anna tenía su mirada firme sobre mis brazos. — Sigo siendo un flacucho, Lo sé. La universidad no me da tanto tiempo libre de lo que me gustaría.. — le dije mientras lanzaba mi chaqueta a los asientos de atrás.

— Si, creo que deberías comer más. — se burló. — se te ven los huesos sinceramente.

Ambos reímos y nos quedamos en silencio nuevamente. Noté que Anna repiqueteaba con los dedos la superficie del auto, era una clara señal de nerviosismo, así que no pude evitar preguntarle.

— ¿Sabes que puedes preguntarme lo que quieras, no? Te lo he dicho anoche.

— Lo sé.

— ¿Y entonces? — me quedé completamente embelesado mientras la observaba.

Anna jugueteaba con sus dedos y seguía sin mirarme. Dios, quería, más bien necesitaba que esos ojos me mirarán.

— Hay algo que nunca te he preguntado Hiccup, y sinceramente necesito saberlo…— comentó aún con la mirada al frente. — ¿Por qué…? Digo, ¿Por qué decidiste terminar conmigo aquella noche?

No me sobresalté, ni siquiera me sorprendió escucharlo, sabía que era una conversación que tarde o temprano llegaría, pero ¿Realmente valía la pena decirlo? ¿Valía la pena joderlo todo?

Me encogí de hombros. — No lo sé. Supongo que fue mi manera de dejar por sentadas las cosas. — la miré por un instante y bajé el rostro enterrando ambas cejas con lentitud. — El comportamiento estupido que tuve…no puedo atribuirle una causa concreta. Pero, supuse que era lo mejor, tú deberías venir aquí a cumplir tu sueño y yo no podía seguirte…simplemente no podía— suspiré pesadamente. — En ocasiones, aunque te parezca duro y probablemente cruel, es la única forma de decir te quiero, sin decirlo verbalmente…y duele. Joder, es que no tienes ni idea.

Se quedó callada, ni siquiera me miró.

— Sé que no responde exactamente a tu pregunta. — continué ante el silencio. — Pero es lo que hay, y no hay otra historia detrás de eso. — dije casi en un suspiro, mientras me acordaba de Agnar y sus duras palabras aquella noche. Siendo sinceros no debía echarle la culpa solo a él, porque al final de cuentas, fuí yo quién la había abandonado, fui yo quien la dejó, y era momento que lo admitiera.

— No pretendo que lo entiendas…— suspiré. — ni yo lo hago. No te culparía.

Miré a Anna nuevamente esperando alguna reacción de ella, no sé, un golpe, una mala mirada, gas pimienta, algo. Necesitaba oírla.

— Pero, no me hablaste después. — se escuchó hablar en un hilo de voz. — Pudiste contactarte conmigo, pero no lo hiciste.

— Sinceramente, Anna. — hice sonar su nombre con una risa agria. —  Dudo que le hubieras contestado al tipo que prácticamente echó todo a la basura por culpa…— me detuve en seco, analizando mis palabras para no decir cualquier estupidez. — No me habrías contestado, es todo.

— ¿Y eso lo dices tú?

Me encogí de hombros. — En mi defensa, era un estupido.

— Tú…— me señaló con desdén. —  Hiccup Haddock, eres todo menos eso. — habló con la mirada sería y el semblante frío. —  Yo por mi parte, sí que intente hablar contigo muchas veces. Pero agradezco a la poca dignidad que me faltaba por no haberlo hecho.

Me giré en la dirección contraria.

— Te he pedido disculpas. — le recordé apoyando mis manos en el volante, para recostar mi frente en ellas.

— Y te las he aceptado.

Nadie dijo nada, pareciera que el silencio nos consumía lentamente, hasta que Anna resopló con frustración.

— ¿Sabes cómo demonios se sintió que tu hermano menor preguntará por cierta persona en los próximos cinco meses? —  me miró fijamente, sentí su mirada en la nuca y no me atreví a mirarla. Solo asentí. — Sinceramente…— rió. — me importa un carajo lo que fuimos en el pasado, pero éramos amigos, y en que sea por eso, te hubieras reportado, no después de seis años cuando estoy a punto de…

— Yo no planeé esto, Anna. — me levanté de golpe.

— ¡Y lo sé! —  me miró. — Lo sé, Hiccup. Maldición, no soy estúpida.

— Nunca dije que lo fueras. — le dije seriamente dejándome recostar en el respaldo del asiento. — Y lo menos que quiero es que pienses que importabas una mierda.

— No sabes lo que pienso.

— Puede ser. — la miré detenidamente. — Yo…yo no intento nada Anna, no quiero que te sientas rara o incómoda, si quieres puedo…

— No. — resopló pasando sus manos por su cabello pelirrojo. — No estoy enfadada, ni rara y… mucho menos incómoda.

Volví a verla y tenía la vista en el Hot Dog que le había comprado.

— Solo necesitaba saberlo, desahogarme. — me miró. — y aunque duela, es lo necesario.

— Entiendo.

— No, no entiendes. — traté de rebatir su comentario, pero fue en vano. — no tienes ni la mayor idea Hiccup.

Repiqueteé los dedos sobre el volante no muy seguro de qué hacer. Esto se estaba tornando un tanto incómodo, pero era una conversación necesaria para ella, y no podía negarme a eso.

— ¿Puedes encender la radio?  Por favor.— me preguntó dedicándome una leve sonrisa. Sonrisa que hasta el momento seguía sin entender.

— Claro. — encendí el estéreo y dejé la primera emisora que sonó.

— Gracias. — Buscó tímidamente mi mirada, a lo que le sonreí con amabilidad mirando nuevamente hacia el frente, y yo hice lo mismo.

— No tienes por qué.

Dicen que la música alivia momentos tensos y agobiantes. Pues en ese momento estábamos Anna y yo, uno al lado del otro, después de desahogarnos de los pesos del pasado mientras sonaba de fondo “Conversations in the dark” de John Legend.

Nos miramos por un segundo, como si nos diéramos a entender todo sin utilizar las palabras.

En ocasiones, las acciones que parezcan duras y probablemente crueles, son la única forma de decir te quiero, sin decirlo verbalmente…

«I'll be there when you get lonely.»
Estaré allí cuando te sientas sola.
                                                                            

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