4° Confrontación

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Miguel es el mejor amigo de Arturo. Se conocen desde pequeños y hacen todo juntos. Miguel es mi amigo también, aunque no somos muy íntimos. Conversamos, sobre todo cuando Arturo está presente, pero ni siquiera tenemos el número de teléfono del otro, o es el tipo de persona a quien le contaría mis problemas, o siquiera algo de mi vida.

Su casillero está debajo del mío, él ahora está sacando sus útiles, yo espero que termine para abrir el mío. En un ocasión lo abrí cuando él todavía estaba agachado, al levantarse se golpeó con la esquina de la puerta de metal y se hizo una herida.

—Hola —lo saludo.

—Hola Emma —me saluda de vuelta y se apresura a sacar sus cosas, para que yo pueda abrir mi casillero. Creo que todavía tiene miedo de que lo vuelva a lastimar.

— ¿Por qué no viniste ayer?

—Mis padres se están divorciando, ya sabes como es. Ambos quieren ganarme con regalos y el fin de semana me fui de viaje con mi papá. Regresamos ayer en la noche.

—Genial, a dónde fueron.

—A Arica, a la playa. Como él tenía "negocios que atender"—dice haciendo comillas imaginarias con los dedos—, me la pasé en el hotel, con piscina, canchas, billar, chicas lindas y fáciles...

Yo simulo una sonrisa, Miguel cree que es muy gracioso cuando habla de sus supuestas conquistas. Nunca le creí, según él es todo un Don Juan y según Arturo, hay que creerle la mitad de lo que dice, porque la mitad de sus conquistas son mujeres que le paga su padre.

— ¡Hijo de puta! —le grita Arturo desde el extremo del pasillo y salta a agredirlo. Ellos se tratan así, con brusquedad e insultos. Resulta divertido mirarlos —. ¿Cómo te fue? ¿Succionaste el dulce elixir del divorcio?

—Sí, hasta la última gota. Ahora a ver cómo mi madre supera eso.

Ellos se van conversando y yo los sigo, escuchando lo que dicen.

La mayor parte de los chicos del colegio tienen padres divorciados o en proceso de divorcio, y la mayoría disfruta de poner a sus padres en competencia, consiguiendo regalos de ambos por congraciarse. Tal vez por eso todos suponen que mis padres están divorciados también.

Cuando pienso en tantos divorcios, menos sentido le hallo al matrimonio. Gastas una cantidad increíble de dinero por una sola fiesta, donde van parientes que ni quieres, pero debes invitar por no quedar mal; compras un vestido carísimo que solo usarás un día y te esmeras en una decoración que nadie va a ver y que terminará en la basura al día siguiente. Todo para vivir atada a una persona a la cual terminarás odiando al cabo de unos años y con quien tendrás un duelo a muerte por el cariño de tus hijos. Es más fácil tirar el dinero directamente a la basura.

Mis padres no se casaron, eso le hizo a mi padre las cosas más fáciles. Al menos no tuvieron que gastar dinero en papeleos, o se mantuvieron viviendo juntos aunque no se aguantaran solo porque lo decía un papel. Yo no sé si llegue a casarme algún día. Quien sabe y en un futuro cambie de opinión y termine gastando mucho dinero en una fiesta y luego mucho dinero en el divorcio. Eso es lo que el mundo espera que hagas, es como si la vida de todos estuviera estructurada de la misma manera y tuvieras que seguir un patrón: Acabas el colegio, vas a la universidad, empiezas a trabajar, conoces a alguien y te casas. O te embarazas en la universidad y te casas antes de terminar de estudiar.

La sociedad no te da muchas opciones. Yo todavía no sé cuáles son las mías. Supongo que están en un punto intermedio entre lo que quiero y lo que Henry me deje hacer. Seguro se preocupará de que estudie una profesión útil y lucrativa, y lo más seguro es que eso termine haciendo.

Me pregunto si es que Henry me dejaría irme de mochilera por Europa antes de entrar a la universidad, como lo hizo con Matías. No es que considere esa una opción viable, pero me gustaría saber que al menos tengo esa posibilidad.

Hoy tenemos educación física. Antes de empezar la profesora nos hace calentar trotando cinco vueltas a la pista. Yo creo que los profesores de educación física nos hacen trotar porque no saben qué hacer con las horas de clases.

Aunque trotar no está entre mis actividades favoritas no lo detesto. Mientras doy mi segunda vuelta y empiezo cansarme veo que la profesora está poniendo redes de voley ball. Ese deporte sí me gusta.

Mi madre era una excelente jugadora, estaba en el equipo de su universidad. Me enseñó a jugar desde pequeña y aunque no soy tan buena como ella, al menos me defiendo.

Nos separan en dos grupos, en una cancha están los chicos y en la otra las chicas. Nos ponemos en una fila horizontal, para estar cinco y cinco, cara a cara. Cada pareja tiene una pelota y debemos pasarla por encima de la red, procurando no hacerla caer.

Al frente mío está una chica de mi clase con la que no hablo nunca y a mi lado está Laura. Ella tampoco es mala en este deporte y hubiera preferido tenerla de pareja, porque la otra chica no es capaz de contestarme dos veces seguidas.

—Arturo me contó que Henry no es tu padre —me dice Laura y me sorprende ¿Por qué carajos le contó eso?

Ahora soy yo quien no contesta el pase. La chica del frente me mira con reprobación, como si ella no hubiera fallado casi todos mis tiros.

— ¿En serio? —pregunto aparentando desinterés. La verdad es que eso me molesta ¿con qué derecho va Arturo a contarle mis cosas a otra? ¿También le habrá contado lo de la película porno y la intromisión de Matías?

—Sí, quería saber si yo sabía algo, pero no supe qué decirle, nunca nos lo contaste.

—Nunca me preguntaron —respondo golpeando la pelota con la yema de los dedos, suave, para que la otra chica pueda contestar con facilidad.

—Bueno, nunca se nos ocurrió. ¿Qué pasó con tus padres?

—Mi madre murió de cáncer el año pasado. Y de mi padre no sé.

Puedo notar que Laura se puso incómoda y no sabe qué responderme. Pues ella se lo ha ganado, quería la verdad, pues ya sabe la verdad.

—Oh... —Es lo único que dice.

El silbato de la maestra suena y sabemos que ya es hora de poner las pelotas en su lugar, el timbre está por sonar y debemos limpiarnos para la clase de biología.

***

Al final no necesité hablar con Arturo. Laura le chismeó de inmediato. No sé desde cuando esos dos se andan contando todo en secreto y de forma tan rápida, porque Arturo ya estaba enterado al acabar la clase de biología. ¿Me causa celos? un poco ¿me molesta? MUCHO. El tema de mi madre y Henry lo quería hablar con él personalmente, no que se lo contara Laura y él simplemente me dijera un: Laura ya me explico, qué pena.

No pido que Arturo sea el súmmum del sentimentalismo, pero saber que la madre de tu novia murió hace menos de un año y que su padre la dejó, no es algo para comentar un simple: qué pena. No sé qué esperaba realmente, tal vez que Arturo me hubiera preguntado al respecto, así, hubiera podido conversar con él sobre eso... no sé, a veces, simplemente siento que necesito hablar sobre mamá y no tengo con quien hacerlo.

Hoy podría haberlo invitado a casa, y esta vez trancado la puerta de mi habitación con llave, pero no quiero verlo.

Llego a casa, pensando que debo lavar lo de esta mañana y el enfado con Arturo se me quita al ver que ahora la cosa está peor. A los trastos de la cena y el desayuno se le sumaron los del almuerzo de Matías.

No sé qué hace para ensuciar tanto. Puede calentar la comida en el microondas en el mismo plato. Renegando me pongo los guantes y con la esponja tallo kétchup que ya se ha solidificado en el plato.

He tardado casi una hora en dejar todo limpio. Solo quiero darme una ducha, ponerme mi pijama y estudiar el resto de la tarde. La próxima semana tengo examen de matemáticas, quiero empezar a estudiar, y tampoco me olvido de la tarea de arte, tengo poco tiempo. Voy a buscar en alguna galería de internet, mucha gente sube sus dibujos y cuadros, tal vez pueda copiar alguno.

No me gusta hacer trampa, ni plagiar, aunque por esta vez el moralismo lo dejaré para las cosas realmente importantes, no para la clase de arte.

La habitación de Matías está a mi lado. Cómo se nota que está ahí. Hace demasiado ruido. No sé si es que tiene la radio encendida o toca la guitarra. El ruido es insoportable y no puedo concentrarme.

Golpeo la pared, para que se dé cuenta que el sonido me molesta y que baje el volumen. Espero, pero sigue igual, o no me escuchó o no le importa. Vuelvo a golpear la pared, esta vez con más fuerza y en seguida él me responde golpeando de la misma manera. Okey, es todo. Me levanto y voy a su habitación. Con él no puedo hablar ni pedirle las cosas civilizadamente, es un puto niño malcriado a quien su padre no le dio un golpe a tiempo.

— ¡Baja el volumen, no puedo estudiar! —no me molesté en tocar, solo abrí la puerta y le grité.

Comienzo a atorarme, parece que la habitación se estuviera incendiando, ni siquiera puedo ver con claridad. Tapándome la nariz y la boca y camino hacia el fondo de la habitación y abro la ventana antes de que nos ahoguemos ahí.

Matías tiene un cigarro en la boca y como diez más apagados en el cenicero. La radio no está encendida, está tocando la guitarra. Y no me refiero a una guitarra española de madera, no, es una guitarra eléctrica enchufada a un amplificador. No sé de dónde se desenchufa, si supiera lo haría. Él no me hace ni caso y sigue tocando la misma tonada una y otra vez.

Nunca había entrado a esta habitación y me intimida un poco. Es tan diferente a la mía... yo nunca me preocupé en decorarla, aunque Henry me insistió en que lo hiciera, simplemente acomodé mi ropa en el armario y puse donde pude el resto de mis pertenencias. Las paredes color verde agua siguen vacías desde que me mudé, ni siquiera he cambiado el orden de los muebles, el escritorio sigue contra la gran ventana que dirige al jardín, la cama contra la pared de la derecha y la cómoda junto al armario en la pared del frente.

Es imposible distinguir el color de las paredes de esta habitación, parecen empapeladas con afiches de grupos musicales y cientos de dibujos y pinturas, la mayoría abstractas. Imagino que están dibujadas por él. Su cama es más grande que la mía y está justo al centro de la habitación, mientras que su escritorio apenas se distingue debajo de varias columnas de blocks de dibujo. No tiene cómoda y en su lugar está un gran equipo de sonido junto al amplificador de la guitarra.

Ahora que hay menos humo puedo ver que sobre la cama tiene un cuaderno con un dibujo, parece que alterna entre tocar y dibujar.

—Si vas a tocar algo, que sea música de verdad.

—Esto es música de verdad. —Frunce el ceño y vuelve a tocar la misma tonada. La reconozco, la he escuchado antes, pero no puedo decir ni como se llama ni de quien es. Mis conocimientos en música de rock, o cualquier género actual son nulos.

—No, no lo es.

— ¡¿Cómo puedes insultar a Smells like teen spirit?!

— ¿Así se llama?

—Sí. —Me mira como si fuera estúpida—. Debe ser la canción más famosa de Nirvana, cualquier idiota la conoce.

Debo ser según Matías, la idiota más grande del mundo porque no tengo idea de qué me habla. Encojo los hombros y le doy a entender que ni le entiendo, ni me importa.

— ¿Nirvana? ¿Kurt Cobain? —me pregunta como si esperara que reconociera algo—. ¡Demonios! ¡Eres una inculta!, ¡sal de acá!

—No soy una inculta, esto no es cultura.

—Es un clásico, por supuesto que es cultura.

—Mozart, Beethoven, Chopin, esos son clásicos y eso es cultura.

—La cultura cambia con el tiempo. Esto es cultura ahora. —Toca de nuevo.

Yo niego con la cabeza. Matías es estúpido. Él niega también con la cabeza, como si pensara que yo soy la estúpida.

—Lo que pasa es que solo sabes de cultura popular y nada de historia. Si leyeras libros de verdad, escucharas música de verdad e hicieras crecer tu cerebro tan solo así de poco. —Le hago un pequeño espacio con mi dedo índice y pulgar—, pensarías más en tu futuro, no andarías de vago y tal vez aprenderías a dibujar de verdad —levanto su papel y le muestro su dibujo que para mí no son más que garabatos, parecen varios rostros mal dibujados que se derriten frente a un dedo índice que los señala.

—La que necesita hacer crecer su estrecha mentalidad es otra. Así entenderías que esto es arte y tú una mocosa con aires de superioridad que se cree mucho porque puede nombrar un par de compositores clásicos.

—Pues busca arte en el diccionario. Esto es el tipo de basura que hace la gente sin talento de verdad, cualquier tontería y le pone una explicación rebuscada. Los verdaderos artistas son capaces de hacer lo que casi nadie más puede. El resto son mediocres como tú. El día que puedas dibujar un rosto medianamente decente o tocar música real y no ruido, voy a creer que eres un artista.

Me voy y le cierro la puerta, esperando que su cara haya estado lo suficientemente cerca para recibirla. No puedo creer que discuta tan acaloradamente con alguien a quien apenas conozco. Matías está sacando lo peor de mí.

Me compadezco de Henry, con razón pelea con él todas las mañanas, no debe ser sencillo intentar que semejante vago haga algo de provecho con su vida.

Perdón por la tardanza. Ayer me hicieron una entrevista para la TV, donde hablé un poco de mis libros, en mi facebok compartí el video, ojalá se pasen y lo vean. No se olviden de dejarme comentarios! recuerden que me ayuda para participar en los Watty

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