9º Malas decisiones

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Es irónico que haya tenido que esforzarme tanto para no ser invisible en el colegio y en la universidad desde el primer día todos sepan quién soy y me sigan con la mirada mientras entro al salón. El chisme de lo que pasó en la biblioteca ya es de conocimiento general; y cómo no serlo, esas chicas hicieron un espectáculo público. Hasta ahora no sé en qué rayos estaba pensando cuando dije que era novia de Matías, pude decir que era su hermana, su amiga, lo que sea, pero elegí la palabra incorrecta en el momento menos oportuno.

No vale la pena seguir pensando en eso. Seguro en unos días todos se olvidarán del asunto. Debo mantenerme en el plan de no ser vista.

Ya casi es hora de la clase y hay varios alumnos, la mayoría está leyendo fotocopias, así que alguien se encargó de poner el libro. Las chicas de la biblioteca están entrando. Ahí está Alejandra, la chica con quien salía Matías y la pelirroja de cabello corto que creo que se llama Nicole. Ambas están tan bien arregladas que parece sábado por la noche. Imagino que son el tipo de chicas para las cuales el tiempo se detiene en las mañanas, de otra manera no me explico cómo pueden plancharse el pelo, maquillarse a la perfección, escoger un atuendo que combina y accesorizarse. Yo me bañé en la noche para tener una media hora extra de sueño en la mañana, me puse un canguro encima para cubrir la camisa de mi uniforme y abajo llevo los mismos jeans del viernes; ni siquiera me miré a un espejo antes de salir, cogí una liga de pelo y me peiné con los dedos en el transporte público. Definitivamente no estoy hecha para madrugar, ¡qué rayos! No estoy hecha para arreglarme tanto, a menos que sea un asunto muy importante. Debo tener una increíble belleza natural, porque de otra forma no se me ocurre cómo es que le gusto a Arturo.

El chico que las acompañaba el viernes acaba de llegar y me da la impresión de que me miran de rato en rato, aunque estratégicamente se sentaron al otro lado del salón. Rápidamente volteo y fijo mi mirada en el banco. No sé si me siguen viendo, pero no me interesa saberlo.

Al final hoy sí hice lo que debí hacer el viernes. Me limité a estar ahí y firmar la lista. Hay tanta gente por los pasillos de la universidad a esta hora que nadie parece verme, o a nadie parece sorprenderle que esté con un uniforme de colegio. Eso es bueno, espero que nadie me reconozca, aunque salgo a tanta velocidad que no doy tiempo a que me miren bien, además los mechones de cabello que escapan de mi moño cubren mitad de mi rostro, con suerte pasaré como una chica cualquiera de cabello negro. No puedo llegar tarde. Tengo arte y hoy debo presentar mis trabajos retrasados, los que Matías hizo por mí.

Llegué con tiempo de sobra. ¿Por qué no pudo haber sido así el viernes?

El timbre está por sonar y en el aula de arte Laura ya está en nuestra mesa de siempre. Me agrada tanto llegar al colegio y tener un lugar dónde sentarme, con una amiga que me saluda y me espera impaciente. Coloco la mochila en uno de los asientos vacíos de la mesa circular y noto que Laura me mira con reproche.

—¿Te topaste con un tornado al venir hacia acá o qué? —me pregunta a tiempo que abre su mochila y saca un neceser. Laura también es de "esas chicas", en la mañana tiene el tiempo suficiente para arreglarse el cabello a la perfección y maquillarse de tal manera que parece que no está maquillada (porque en el colegio está prohibido), y siempre lleva en la mochila un espejo y un estuche de maquillaje. En realidad, casi todas las mujeres que conozco llevan siempre esas cosas en la mochila o cartera, al final debo ser yo la única rara.

—Te voy a arreglar antes de que venga Arturo. —Me deshace el moño mal hecho que llevo y solo pienso en que me quite las manos de encima. Entiendo su intención, pero puedo peinarme sola.

—Solo préstame el peine.

—Dale, date vuelta, te hago una cola.

Le hago caso de mala gana, solo porque discutir va a ser una pérdida de tiempo mayor.

Arturo llega y deseo que me trague la tierra, no quiero que me vea como una niña de cinco años que no puede arreglarse sola.

—¿Qué pasó? —nos pregunta sentándose justo al frente mío.

—Tu chica es un desastre como siempre —le contesta Laura—. ¿Te pusiste crema al lavarte el pelo? Está seco.

—Sí, que importa. —Dejo de sentir que me tira del cabello y aprovecho de darme la vuelta.

—¿Quieres Chapstick? —me ofrece.

—No, estoy bien.

—Es de fresa, Arturo seguro quiere que te pongas un poco. —Usa un tonito de insinuación que me incomoda. Ni siquiera tengo el valor de ver qué gesto está poniendo Arturo.

Isabel y Miguel entran casi al mismo tiempo que el profesor y el timbre suena. ¡Gracias a Dios! Así Laura deja de molestarme.

—Chicos saquen sus blocks de dibujo y continúen con lo que estaban haciendo la anterior clase —nos ordena el profesor—. Emma, ven —me llama mientras el resto saca su material de trabajo.

Ya sé qué va a pedirme, solo espero que no sé de cuenta que el trabajo no lo hice yo. Antes de que me lo reclame le extiendo mi block.

—¿Hiciste todo lo que te faltaba?

—Sí, todo.

Abre el block y examina cada dibujo. Frunce el ceño por momentos e inclina la página, espero que no haya problemas.

—¿Pintaste con pasteles y carboncillos?

Oh, demonios ¿Qué le respondo? ¿Matías pintó con eso? ¿El profesor me está probando? ¿Qué tal si doy la respuesta incorrecta y así comprueba que estoy haciendo trampa?

—Bueno, usé material que tenía en casa.

—Perfecto. —Cierra el block y me lo extiende. ¡Genial! No se dio cuenta o eso espero—. ¿Ves lo que puedes logar con un poco de esfuerzo? Seguro hasta te divertiste.

—Sí, algo, encontré inspiración supongo. Me cuesta dibujar aquí con tanta gente, en casa lo hago más tranquila.

—Con tal de que entregues el trabajo a tiempo da igual donde lo hagas. Solo pon el mismo empeño para el trabajo final. En cuanto acabemos este movimiento nos concentraremos en eso.

Asiento tímidamente y regreso casi corriendo a mi lugar. Arturo y Miguel me quitan el block para curiosear mi trabajo. Se ven sorprendidos, es de esperarse, saben que yo no dibujo ni un círculo correctamente.

—Está genial, ¿tienes un talento oculto para esto? —me pregunta mi novio. ¿Qué hago? ¿le digo la verdad?

—Algo así, supongo. —Le arrebato el block de nuevo, mejor no le digo nada. No sé cómo vaya a tomarse el que Matías me haga la tarea, además, eso llevaría a tener que explicarle que estoy yendo a la universidad en las mañanas. Si fuera solo a él capaz se lo contaría, pero estando los otros chicos en la mesa... no sé, tal vez alguno me delata sin querer.

Hoy es martes y Arturo no ha olvidado lo que le prometí. Del colegio nos vamos directo a su casa, o más bien a casa de su madre, donde se está quedando estos días. Sus padres están divorciados y él va de una casa a la otra con tal le da la gana. Si pelea con su padre, va donde su madre y ella busca ganárselo comprándole algo, o dándole permiso para lo que su padre se haya negado. Cuando entra en conflicto con ella, va donde su padre, quien lo complace también. Sea de una u otra forma, Arturo sabe manipularlos y conseguir siempre lo que quiere.

He venido ya un par de veces, y si la casa de Henry me parecía grande, ésta a su lado es una mansión. Tiene tres pisos, un monumental patio delantero y un garaje donde caben sus cuatro autos. El interior es sumamente elegante, la madre de Arturo contrató a los mejores diseñadores de interiores para decorar la casa igual a las de películas norteamericanas. El suelo del recibidor es de mármol y arriba en el techo hay una lámpara enorme de cristales de roca. Las escaleras son en semi espiral y todo el segundo piso está alfombrado.

—Hola Emma. —Justo al entrar nos topamos con la madre de Arturo. Una mujer rubia y muy atractiva que no aparenta la edad que tiene. Todos en la familia de Arturo son atractivos, incluyendo a su padre (al que vi una vez) y su hermano pequeño; parecen una familia norteamericana salida de una revista, de hecho, salieron en la portada de una hace un año.

—Cómo está señora.

—Bien, Emma, bien —me responde con cortesía. Siempre me ha dado la impresión de que no le caigo del todo bien, pero me trata amablemente—. Arturo, voy a salir. Regreso a la noche —le avisa revisando su cartera y sacando las llaves del auto—. Adiós, pásenla bien.

Mi novio no se preocupa en preguntarle siquiera a dónde va, lo más seguro es que a una reunión de amigas. Ella es la típica ama de casa de clase alta. No trabaja, tampoco limpia o cocina, sino que tiene dos sirvientas que se encargan de todo y ella hace lo que quiere con su vida, como si estuviera de vacaciones eternas.

—¿Quieres tomar algo? —Con Arturo nos dirigimos a la cocina, que es tan grande que tranquilamente cabría un comedor para doce personas, o el departamento en el que mamá y yo vivíamos.

Al entrar me doy cuenta de que no estamos solos. Sentada en la barra está Sandra, la prima de Arturo. Sí, otra chica para quien el tiempo en las mañanas se detiene. Es de cabello dorado y largo, es tan delgada que sus dos brazos equivalen a uno mío. Lo cual es lógico, nunca la veo comer. Solo bebe jugos de fruta y come alguna ensalada.

—Hola Sandra —Arturo la saluda con desgana, abriendo el refrigerador. No es raro verla, prácticamente vive aquí, hasta tiene una habitación propia. Es porque se lleva muy bien con la madre de Arturo; es como una segunda madre para ella y Sandra como la hija mujer que la madre de mi novio nunca tuvo.

La envidio, me hubiera gustado tener una tía que fuese como otra madre, pero mi mamá no tenía hermanas, ni primas cercanas, solo un hermano menor con el que no hablo desde hace seis años.

—Hola —nos saluda sin desprender la vista de su teléfono. Además de no comer nunca, esa es otra manía de Sandra que me exaspera: todo el tiempo anda pegada a su teléfono mandando mensajes, ni siquiera te mira cuando le hablas.

Arturo saca dos botellas de Coca-Cola, me lanza una y se sienta al lado de su prima.

—¡Ah, oye, contale!—le dice golpeándole el brazo —. ¡Lo de Matías!

Sandra por fin deja de lado su aparato y me busca con la mirada.

—Cierto, Arturo me contó que vives con Matías Boerth.

—Sí. —Eso llama mi atención y me siento frente a ella, mientras tomo mi bebida.

—¿Es verdad que regresó de Europa y ahora tiene rastras?

—Sí. ¿Lo conocías?

—Pffff. Sí, fue mi novio en el colegio, por dos años. Pero te juro que cuando estábamos juntos era una persona normal.

Wow, eso sí que no me lo esperaba. No es tan descabellado imagino, tienen la misma edad y estudiaron en el mismo colegio que Arturo y yo. Solo me es difícil visualizar a Matías con alguien como Sandra, aunque Alejandra tampoco es muy diferente.

—¿Y por qué terminaron?

—Porque en el último año de colegio se volvió un raro. Empezó a ralearse, no quería estar con nuestros amigos, se la pasaba dibujando todo el tiempo y casi nunca iba a clases. Parte del encanto de Matías era que siempre fue rebelde, pero comenzó a pasarse de la raya. Le contestaba mal a los profesores, fumaba yerba a diario y un día apareció con todo el cuerpo tatuado. Está loco. —Vuelca los ojos y otra vez agarra el maldito teléfono.

Quiero que me cuente más. Me cuesta pensar que Matías era distinto antes, que hubiera sido un chico jailón como Sandra.

—¿Y por qué cambió?

—Por Julieta. De pronto se hizo su amigo y no sé si esa loca le hizo brujería o qué, creo que era satánica. Con ella empezó a cambiar. En los recreos se iban solos a un rincón a garabatear cosas y ella fue quien lo incentivó a dejar de lado a sus amigos y le metió ideas extrañas en la cabeza. Matías incluso era de los mejores alumnos del curso y se tiró en casi todo.

—¿Esa chica le gustaba? —Debió ser realmente hermosa para que la haya preferido antes que a Sandra.

—¡Claro que no! —dice con asco—. Era una gorda horrible y dicen que encima era lesbiana. La expulsaron a medio año porque era una mala influencia para todos. Y aun así Matías seguía de amiguito con ella, la veía después del colegio o se faltaba a clases para irse con ella. Ni siquiera fue al viaje de promo, ni a la fiesta y le prohibieron ir a la graduación, no sé cómo no lo expulsaron. Después en lugar de entrar a la universidad se fue de hippie mochilero por Europa. Te juro que su padre está igual de loco por haberlo dejado ir. Imagino que ahora está peor.

—Está estudiando derecho, así que es algo. —No sé qué decirle. Matías no ha progresado demasiado en relación a lo que me cuenta. Sigue perdiendo el tiempo sin ir a clases y sin hacer nada productivo con su vida.

—Por suerte Emma casi no habla con él—interviene mi novio—. ¿No, vida?

—No, ni nos vemos —miento, ¿qué voy a decir? ¿Que sí hablo con él?, ¿más de lo que hablo con mi propio novio y que incluso tenemos un acuerdo para ayudarnos mutuamente en clases?

—Nos vamos a mi cuarto. —Arturo me toma de la mano y Sandra nos hace un gesto desde atrás de su teléfono.

—¿Por qué le dijiste eso?—le susurro mirando hacia atrás con la esperanza de que Sandra no me escuche.

—¿Qué tiene? A ella no le importa.

Sé que no le importa, aun así no quiero que sepa lo que Arturo y yo vamos a hacer. En cuanto entramos a la habitación, Arturo cierra la puerta. Yo me siento al borde de su cama, esperando. La primera vez también fue también aquí, pero esa vez no había nadie en casa, ni siquiera las empleadas. No me agrada pensar que Sandra está ahí abajo y que tal vez pueda escucharnos.

Arturo se abalanza sobre mí obligándome a recostarme y no pierde el tiempo al quitarse su camiseta.

—Espera —lo detengo. No me gusta empezar de improvisto—. Vamos con calma. ¿Tienes todo?

—¿Todo de qué? —No le gustó que lo haya interrumpido.

—Los condones a la mano para no estar buscando luego. —La primera vez que lo hicimos Arturo tardó como cinco minutos en buscarlos en su cajón, para ese entonces yo ya ni estaba excitada ni con ganas de continuar.

—¿Para qué? Me dijiste que recién te bajó la regla ¿no? No es necesario. —Intenta besarme, yo lo empujo.

—Mejor prevenir, por favor.

—Vamos vida, con condón no es lo mismo, no va a pasar nada.

—Puede pasar —insisto, no pienso correr ni el más mínimo riesgo.

—Por favor, mira, yo te compro una píldora después para que estés tranquila ¿sí? —Cariñosamente me besa el brazo y un escalofrío me recorre.

Demonios, no quiero un conflicto justo ahora, así que accedo, no muy convencida. Arturo se alegra y se pone sobre mí nuevamente.

Nuestra primera vez fue corta y muy dolorosa para mí, y la segunda mucho más larga y más dolorosa. Arturo fue a lo que iba, se desvistió en menos de treinta segundos y a mí solo me abrió la blusa y me bajó calzón para penetrarme de golpe sin esperar que yo estuviese lo suficientemente lubricada. No sé si es porque él es inexperto, yo soy la inexperta, o simplemente el sexo no es para mí. Capaz esto no es placentero para ninguna mujer, pero hay un complot mundial para hacértelo creer.

Después del dolor inicial se supone que debería haberlo disfrutado ¿no es así? En cambio, mientras más sentía las embestidas de Arturo más dolor y menos ganas tenía, solo pensaba en que acabara de una vez. Tal vez con el tiempo me acostumbre a esto y pueda disfrutarlo también.

Gracias por leer!!! por favor voten y comenten. también estoy subiendo una historia nueva de terror, es corta y serán solo 4 capis cortitos. La encuentran en mi perfil, se llama Macabra Superstición

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro