𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒔𝒊𝒙

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( ☆. 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝑇𝑊𝐸𝑁𝑇𝑌 𝑆𝐼𝑋 )
¿𝚌𝚘́𝚖𝚘 𝚊𝚢𝚞𝚍𝚊𝚛 𝚊 𝚞𝚗 𝚌𝚑𝚒𝚌𝚘 𝚍𝚎𝚜𝚎𝚜𝚙𝚎𝚛𝚊𝚍𝚘?

Alaska no había dormido más de dos horas cuando despertó, casi a las seis de la madrugada, quejándose por el ardor que se expandía por su antebrazo izquierdo. Se asustó, su corazón palpitaba con fuerza y vio entonces que la Marca en su brazo estaba bien marcada y parecía moverse ligeramente.

Sabía bien lo que la esperaba, y aunque estaba ligeramente asustada y su corazón seguía con taquicardia, se lavó rápidamente y se vistió con lo primero que encontró. Tuvo que ser sigilosa al salir de su habitación, para no llamar la atención, y cruzó con rapidez la sala común para dirigirse al despacho de Snape.

Estaba más que nerviosa, no podía ocultarlo, y los rápidos y consecutivos golpes a la puerta dieron cuenta de ello. Snape había abierto la puerta, con una expresión de disgusto, preparado para incordiar a quien se atrevía a molestarlo tan temprano. Sin embargo, cuando vio a Alaska y la expresión que llevaba en el rostro, su expresión cambió a preocupación.

—Me está llamando.

No fue necesario que dijera algo más para que el profesor comprendiera lo que sucedía. La dejó entrar y antes de cerrar la puerta tras de sí, se aseguró de que nadie estuviera cerca.

La chimenea que se encontraba dentro de la habitación de Snape había sido manipulada por el mismo, si era utilizada ni Umbridge ni el Ministerio podía rastrearlo. Le había tomado tiempo lograrlo, pero resultaba útil.

Con un movimiento de varita Snape cambió su ropa por algo más conveniente para la situación, y en menos de un minuto ambos entraron en la chimenea y llegaron a la casa. No podían aparecerse desde Hogwarts en la guarida donde se quedaba el Señor Tenebroso, no podían arriesgarse, así que se aparecerían desde casa de Snape.

Los dos viajes seguidos provocaron un gran malestar en Alaska, quien no había estado comiendo ni descansando bien, más tuvo que aguantarse y seguir con su camino. Ya se había demorado demasiado en atender el llamado del Señor Tenebroso, y no podía arriesgarse a hacerlo enfadar.

Caminó de forma automática por el jardín y los interiores de la pequeña mansión, aunque era algo que no le gustaba admitir, ya conocía bien el lugar. Snape la esperó en el vestíbulo, y no fue necesario para ella llamar a la puerta del salón, sabía que el Señor Tenebroso estaba esperándola.

Así fue. Como era usual, el mago se encontraba sentado en su gran y elegante silla a la punta de la mesa, con Nagini cerca de él. No le gusto notar que había un segundo mago acompañándolo, Danniel Kedward estaba de pie junto a él.

—Alaska —Le dijo Voldemort en forma de saludo, no se veía molesto ni fastidiado—, llegas al fin.

—Le pido disculpas por la tardanza, mi señor. —Dice Alaska bajando la mirada.

—Entiendo que salir de Hogwarts y llegar hasta aquí no es una tarea fácil, no hay de qué disculparse.

A la chica le provocó extrañeza tanta amabilidad.

—Debes saber porque te llame, ¿no, Alaska?

—Por mi misión, señor —Le respondió—. ¿Debo suponer que estamos preparados para continuar con la siguiente fase?

—Estás en lo correcto —Voldemort miró de reojo a Danniel—. Danniel y tú ya se conocen. Le he pedido que nos acompañe, pues él se asegurará de que cumplas con tu misión de la mejor manera.

A Alaska no le gustó esa idea, se removió algo incómoda y evitó observar al hombre.

—¿Y cuál sería la misión, mi señor?

—El día de hoy, debes realizar todo lo que esté a tu alcance para llevar a Harry Potter al Departamento de Misterios.

¿Al Departamento de Misterios? Alaska creía que era aún más extraño, no comprendía porque necesitaban a Harry en ese lugar.

—Recibirás una señal, será más que clara, entonces tendrás que intervenir —La chica asintió ante el breve silencio del hombre—. Eso no es todo, es más que necesario que tú lo acompañes. Utilizarás la confianza que te has ganado para tomar y entregarle a Lucius Malfoy lo que buscamos.

—¿Y qué sería eso? —Voldemort le mostró una mueca, que supuso que debía ser un intento de sonrisa.

—Lo sabrás cuando estés allí.

—¿Y por qué a Lucius Malfoy, mi señor? Creí que Danniel sería el encargado de asegurar la realización de mi misión.

—Y eso es todo lo que Danniel hará —Recalcó—. Se ofreció para liderar esta misión, pero aún no está listo para tanta responsabilidad. Debe demostrar una vez más su lealtad antes de volver a confiar en él. —Esta vez el Señor Tenebroso se dirigió hacia el hombre que estaba a su lado.

—Y como le he dicho, mi señor: No lo decepcionaré.

—Eso lo veremos.

—¿Hay algo más de lo que deba ocuparme durante esta misión, mi señor? —Habló nuevamente Alaska, ganándose la atención de los hombres.

—Me agrada tu entusiasmo Alaska, pero no, sólo necesitas ocuparte de esas dos cosas —Voldemort se volvió hacia ella con una mirada más seria—. Debes saber, Alaska, que no hay cabida para errores este día. Todo se debe realizar a la perfección. Las consecuencias, en su caso, no serán gratas. Danniel actuará como tu mano derecha durante está misión, todo lo que necesites, él lo hará.

Alaska sintió un frío cosquilleo bajar por su espalda baja y el disgusto inundo su cuerpo. Ella no necesitaba a Danniel, a él ni a nadie. Podía realizar la misión por su cuenta y sin ayuda. Tragó con fuerza y notó entonces la mirada del mago, era como si los ojos del Señor Tenebroso estuvieran dentro de ella, como si estuviera viendo todo. Pero sabía que eso no era posible, su mente estaba bien cerrada. Debía estarlo.

—Entiendo, mi señor. Y le demostraré que yo no cometo errores.

—Ya puedes irte —Le permitió Voldemort—. Danniel, acompáñala.

La rubia se despidió como costumbre, y cuando se dirigía hacia la puerta con su tío siguiéndola por detrás, escuchó una vez más su voz:

—Historia de la Magia es una asignatura, que, aunque no lo parezca, es importante. Suerte en tu examen.

La sangre se le heló por completo y se paralizó por unos segundos que parecieron eternos. Todo su cuerpo comenzó a entrar en pánico y cuando logró reaccionar, se apresuró en dejar el lugar.

Voldemort había estado dentro de su mente, era claro. Tal vez no había logrado ver mucho, pero entró. Eso no debería haber pasado. Si se hubiera descuidado sólo un segundo más con sus emociones, podría haber visto algo mucho peor. Algo que comprometería a sus amigos.

—Debes trabajar más en la Oclumancia, ¿o quieres que el Señor Tenebroso se entere de todos tus secretitos?

La voz de Danniel no logró nada más que frustrarla más. No podía aguantar estar cerca de él.

—No necesito de tus consejos, Danniel. Lo he hecho perfectamente sin ellos.

—Y más te vale seguir así —Le dijo el hombre con un tono de voz más tosco, sacando su varita y oprimiendo la punta contra su pecho—. Si haces algo mal esta noche, no solo afectará tu misión, me afectara a mí. Y no permitiré que eso ocurra. ¿Entiendes, pequeña?

—¿No crees, Danniel —Comenzó la rubia quitando la varita de su pecho—, qué es algo patético que tu futuro con el Señor Tenebroso depende de cuidar a una pequeña como yo? Digo, se suponía que eras un hombre respetado años atrás, ¿qué sucedió, eh?

—¡Tú me sucediste! —Le espetó el hombre con la rabia que había estado guardando por años—. ¡Arruinaste mi reputación, arruinaste mi vida!

—Danniel, por favor —Alaska sonrió con picardía—. ¿De verdad crees que tenías una reputación? No pudiste matar a una pequeña niña, entonces no creo que hayas sido tan importante. Tan despiadado como dices ser.

—¿Cómo te atreves a dudar de mi grandeza? —La mandíbula de Danniel comenzaba a temblar.

—Es sencillo cuando no hay razones para creer que alguna vez fuiste importante para el Señor Tenebroso —Alaska levantó su varita en cuando Danniel levantó la suya, no se detuvo ahí—. No necesito a alguien como tu para ser mi mano derecha, puedo realizar esta misión por mi cuenta.

—Eso lo veremos.

Cuando Alaska volvió a Hogwarts para realizar su último examen, era claro para todos sus amigos que se encontraba distraída. A pesar de que Historia de la Magia no era uno de sus fuertes, ni siquiera se preocupó de repasar los contenidos durante su tiempo libre, y es que en ese momento no tenía lo necesario para estudiar.

Aún estaba disgustada por su encuentro con Danniel, y la ponía nerviosa saber que ese día tendría que llevar a cabo su misión. Existían muchas posibilidades de que todo saliera a la luz, y se desvelará su unión a los mortifagos.

Los alumnos de quinto curso entraron en el Gran Comedor a las dos en punto y se sentaron frente a las hojas de examen. Alaska estaba agotada y no podía concentrarse.

—Den la vuelta a las hojas —Indicó la profesora Marchbanks desde su mesa, colocada frente a las de los alumnos, y giró el gigantesco reloj de arena—. Pueden empezar.

Alaska se quedó mirando fijamente la primera pregunta. Pasados unos segundos, cayó en la cuenta de que no había entendido ni una palabra y tuvo que leer al menos dos veces más para realmente prestar atención a lo que estaba leyendo.

No tenía dudas de que Historia de la Magia fue el examen que más le costó realizar, y en el que obtendría el puntaje más bajo.

Aún estaba terminando de contestar las preguntas que se había saltado cuando Harry Potter, a unas mesas de distancia de la suya, comenzó a gritar de forma horrorosa. Parecía que se había quedado dormido, y ante el dolor que sentía cayó de su silla y se dio contra el suelo.

El profesor Tofty de inmediato fue en su ayuda, preocupado lo ayudó a salir al vestíbulo, con un montón de curiosos estudiantes alrededor.

Alaska se había quedado paralizada en su asiento, aún miraba a la puerta y ni siquiera parecía pestañear. Esa era, era la señal de la que el Señor Tenebroso le habló.

—Señorita Ryddle, la vista en su examen —Le dijo el profesor cuando pasó a su lado, pero ante la nula reacción frunció el ceño—. ¿Está todo bien? ¿Se siente mal?

—Ya terminé.

—¿Ya terminó? —Le repitió el profesor.

—Terminé con el examen profesor.

La chica reunió los pergaminos de su examen, y se los entregó con torpeza al profesor para luego tomar su bolso y salir apresuradamente del Gran Comedor.

En realidad, no sabía que debía hacer. No estaba segura de a dónde se había dirigido Harry, y su inconsciente le decía que debía ir con Snape y pedirle su ayuda. Alaska estaba entrando en pánico. ¿Qué se suponía que debía hacer?

El sonido de la campana la sacó de su ensimismamiento, vio a los estudiantes salir del Gran Comedor, todos felices de que finalmente los exámenes habían terminado. Pero Alaska estaba lejos de sentirse feliz o aliviada. Se reprendió por perder tiempo y comenzó a caminar, debía encontrar a Harry lo antes posible y saber que estaba ocurriendo.

Dió vueltas por todo el primer piso, revisando cada lugar en el que podría estar el pelinegro. Cuando llegó al pasillo del primer piso vio que, entre todas las aulas que había allí, solo una se encontraba con la puerta cerrada. No perdió más tiempo y se dirigió hacia allí.

Mientras más cerca se encontraba pudo escuchar y reconocer algunas voces que podrían de interior.

—¿... qué estoy haciendo ahora? ¿Crees que quiero volver a hacerme el héroe? —Era la voz de Harry.

—¡No, no, no! —Le contestaba Hermione, aterrada—. ¡Eso no es lo que quiero decir!

—¡Bueno, pues suelta ya lo que quieras decir, porque estamos perdiendo el tiempo! —Gritó Harry. —Lo que trato de decirte es que…

El chico dejó de gritar en cuanto escuchó los golpes en la puerta, y sólo se alivio cuando escuchó la conocida voz:

—Harry, soy yo, Alaska.

La puerta se abrió y la dejaron entrar, el pelinegro parecía aliviado con su llegada.

—¿Qué está ocurriendo Harry? —Preguntó la rubia con el ceño fruncido—. ¿Está todo bien?

—Voldemort tiene a Sirius.

—¿Qué? —Soltó ella—. ¿A Sirius? ¿Cómo?

—Lo he visto cuando me he quedado dormido en el examen y sé exactamente dónde está. En el Departamento de Misterios, hay una sala con un montón de hileras de estanterías llenas de pequeñas esferas de cristal, y ellos están al final del pasillo número noventa y siete… —Le explicó Harry con detalle.

—No entiendo, ¿y qué hacen aquí? ¿no deberíamos avisarle a alguien?

—Hermione cree que estoy mintiendo, que me lo he imaginado todo.

—¡No es lo que dije! ¡Sólo digo que Voldemort te conoce, Harry! ¡Llevó a Ginny a la Cámara Secreta porque sabía que tú irías a buscarla allí, es lo que suele hacer, sabe que tú eres el tipo de persona que…! ¡Sabe que irías a socorrer a Sirius! ¿Y si sólo intenta que tú vayas al Departamento de Mis…?

—¡Hermione, no importa que sólo lo haya hecho para engañarme, se han llevado a la profesora McGonagall a San Mungo, en Hogwarts ya no queda nadie de la Orden a quien podamos contárselo, y si no vamos, podemos dar por muerto a Sirius!

—¿Y por qué Voldemort querría que Harry fuera a ese lugar? —Preguntó Alaska a Hermione—. ¿Qué puede haber en ese lugar?

—Pero Harry, piénsalo ¿y si tu sueño sólo ha sido… eso, un sueño?

Harry soltó un rugido de frustración y Hermione dio un paso hacia atrás, alarmada.

—¡No lo entiendes! —Gritó Harry—. ¡No tengo pesadillas, no son sólo sueños! ¿Para qué crees que eran las clases de Oclumancia, por qué crees que Dumbledore quería impedir que viera esas cosas? Porque son verdad, Hermione. Voldemort ha atrapado a Sirius, ¡yo lo he visto! Y no lo sabe nadie más, y eso significa que somos los únicos que podemos salvarlo, y si tú no quieres hacerlo, me parece muy bien, pero yo voy a ir, ¿entendido? Y si no recuerdo mal, no pusiste objeciones a mi obsesión por salvar a la gente cuando eras tú a la que tenía que salvar de los dementores, ni… —Se volvió hacia Ron— cuando tuve que salvar a tu hermana del basilisco…

—¡Yo nunca me he quejado! —Saltó Ron acaloradamente.

—Pero si tú mismo lo has dicho, Harry —Insistió Hermione con vehemencia—, Dumbledore quería que aprendieras a cerrar tu mente a esas cosas; si hubieras practicado Oclumancia como es debido nunca habrías visto est…

—¡SI PIENSAS QUE VOY A HACER COMO QUE NO HE VISTO NADA...!

—¡Sirius te dijo que lo más importante era que aprendieras a cerrar tu mente!

—¡PUES MIRA, SEGURO QUE OPINARÍA OTRA COSA SI SUPIERA LO QUE ACABO DE...!

De pronto se abrió la puerta del aula y los cuatro se volvieron rápidamente. Ginny entró con aire de curiosidad, seguida de Luna, que, como de costumbre, parecía estar allí por error.

—¡Hola! —Saludó Ginny, vacilante—. Hemos reconocido la voz de Harry. ¿Por qué gritabas?

—No es asunto tuyo. —Contestó él con aspereza.

Ginny arqueó las cejas.

—No tienes por qué emplear ese tono conmigo —Repuso fríamente—. Solo quería saber si podía ayudar en algo.

—Pues no, no puedes.

—Eres bastante maleducado, ¿sabes? —Comentó Luna con serenidad.

Harry soltó una palabrota y se dio la vuelta.

—Espera —Saltó de pronto Hermione—. Espera... Harry, ellas pueden ayudarte. Escuchen. Harry, tenemos que saber si es verdad que Sirius ha salido del cuartel general.

—Ya te lo he dicho, lo he visto...

—¡Por favor, Harry, te lo suplico! —Exclamó Hermione, desesperada—. Déjanos comprobar si Sirius se ha marchado de su casa antes de salir en estampida hacia Londres. Si no está en Grimmauld Place, te juro que no haré nada para impedir que vayas. Iré contigo, haré... lo que sea para ayudarte a salvarlo.

—¡Voldemort está torturando a Sirius AHORA MISMO! —Gritó Harry—. No podemos perder más tiempo.

—¡Debemos comprobarlo! —Insistió Hermione—. Todo esto podría ser una trampa de Voldemort, Harry, tenemos que comprobarlo.

—¿Cómo? —Preguntó Harry—. ¿Cómo vamos a comprobarlo?

—Tendremos que utilizar la chimenea de la profesora Umbridge e intentar hablar con él —Propuso Hermione, pese a que aquella idea la aterraba—. Volveremos a despistar a la profesora Umbridge, pero necesitaremos alguien que vigile, y ahí es donde pueden ayudarnos Ginny y Luna.

Pese a que todavía no había entendido del todo lo que estaba pasando, Ginny dijo inmediatamente:

—Sí, cuenten con nosotras. —Dijo Ginny.

—Está bien... —Le respondió Harry en tono agresivo a Hermione—. Está bien, si se te ocurre una forma de hacerlo deprisa, estoy de acuerdo, pero si no...

—Creo tener una mejor idea —Habló entonces Alaska—. Utilizar la chimenea de Umbridge es demasiado peligroso, debe tener trampas y alarmas por si alguien llega a entrar.

—¿Y qué sugieres?

—Umbridge puede creer lo que quiera, pero su chimenea no es la única conectada a la Red Flu en Hogwarts —La rubia miró a Harry con una sonrisa—, ve a buscar tu capa de invisibilidad y nos encontraremos fuera del despacho de Snape.

Harry no contestó: salió a todo correr del aula.

—¿Y qué hacemos nosotros? —Preguntó Ron.

—Yo me encargaré de alejar lo suficiente a Snape, invéntare alguna mentira para que salga del Castillo —Les informó la chica—. Ustedes pueden distribuirse por distintos lugares del castillo, asegurarse de que Snape salga del castillo y se aleje, una vez hecho eso esperarán a Harry y a mi en las mazmorras.

—Yo te acompañaré —Le dijo Hermione—, quiero estar con Harry mientras usa la chimenea.

—Como desees.

Todos se pusieron en marcha. Mientras que Ron, Ginny y Luna se quedaban en los pisos superiores, Alaska y Hermione bajaron a las mazmorras en un incómodo silencio. Desde las vacaciones de navidad que ambas no podían estar juntas sin sentirse incómodas, a la rubia en realidad no le importaba pero no siempre tenía la paciencia suficiente para soportar las miradas que le daba la castaña.

—Sé que no es tu culpa, y no estoy resentida contigo.

Alaska frunció el ceño—. ¿De qué hablas?

—Archer —Especificó la castaña—. Sé que no es culpa tuya que aún esté enamorado de ti. Y cómo no lo estaría... —Agregó en un murmuro— eres perfecta.

Alaska bufó, nunca había escuchado un comentario tan idiota e irreal.

—No soy perfecta.

—Lo eres —Le aseguró ella—. Eres físicamente hermosa, más inteligente que la mayoría, resaltas académicamente, eres buena en los deportes, tienes tus intereses claros y eres segura de ti misma, ni siquiera te inmutas por lo que los demás piensan sobre ti.

—Mira Hermione, si eso es lo que quieres creer sobre mí, está bien. Pero está lejos de ser la realidad. —Le espero Alaska con más brusquedad de la hubiera deseado.

No, ella no era perfecta. Si tan solo Hermione supiera lo arruinada que estaba su vida, si supiera los traumas de su infancia. Ella estaba segura que si la castaña viera sus cicatrices, conociera a su familia, se enterará de las misiones en las que está metida o si leyera su mente por solo unos minutos esas ideas de perfección desaparecerían al instante.

A Alaska le encantaría ser el prototipo de chica perfecta, sin problemas ni nada de que preocuparse. Pero eso era imposible.

Pronto llegaron a las afueras del despacho de Snape, la rubia  le dijo a Hermione que le dejara todo a ella, y una vez hubo aceptado llamó a la puerta.

—¿Qué puedo hacer por usted, señorita Ryddle? —Preguntó el profesor cuando abrió la puerta y vio a ambas chicas fuera de su despacho—. Creí que estaría disfrutando de su tiempo libre.

—Me gustaría profesor, pero los idiotas de Crabbe y Goyle han vuelto a romper las reglas. —Le informó Alaska con total seriedad.

—¿Qué ha ocurrido está vez? —Le preguntó con una ceja enarcada.

—Debido al término de exámenes han bebido más cerveza de mantequilla de la recomendada, y ahora se encuentran volando en el campo de Quidditch —Alaska hizo una pausa antes de continuar—. Temo agregar que han forzado el armario donde se encuentran las escobas y han entrado a las cocinas para robar las bebidas.

Con una expresión de profundo disgusto, el profesor Snape pasó a su lado y con rapidez desapareció por las mazmorras.

—¿Cómo es que se ha creído eso?

—No es la primera vez que Crabbe y Goyle causan problemas por robar bebidas de las cocinas. —Dijo Alaska encogiendo los hombros.

A los minutos Harry, Ron, Ginny, Luna, Archer y Neville se reunieron con más chicas fuera del despacho de Snape.

—¿Qué haces aquí? —Le preguntó la rubia a Archer, contrariada por su aparición.

—Luna me contó lo que ocurría, creí que les vendría bien una mano extra.

—Dos manos extra. —Añadió Neville, que también se había colado a la misión.

—Ya estamos listos —Dijo ella con molestia—. No necesitamos a nadie más.

—Ya lo tengo todo —Dijo Harry, deseando apresurarse—. ¿Están preparados?

—Los demás, dispersense por las mazmorras. Si ven al profesor Snape o a Umbridge cerca, ya saben cual es la señal.

—¿Cuál es la señal? —Preguntaron Archer y Neville a la vez.

—Si ven a alguno acercarse se pondrán a cantar «A Weasley vamos a coronar».

—Venga —Dijo entonces Harry cuando los demás se alejaron, y se echó la capa invisible por encima tapando también a Hermione—. ¿Estás segura que no necesitas la capa, Alaska?

—No, es normal verme en el despacho. Siempre vengo a preparar pociones así que nadie sospechara.

—¡Entonces vamos!

Y echaron a andar cubiertos con la capa, siguiendo a Alaska por detrás. Entraron en el despacho, pero no se quedaron allí, fueron a la esquina donde se encontraba un pequeño estante con libros. Los chicos vieron a Alaska revisar los lomos, y cuando pareció encontrar el que buscaba, al accionarlo funcionó como el pomo de una puerta, pues el estante se movió dejándoles paso la habitación del profesor.

Para remarcar la importancia de la situación, ninguno de los Gryffindors hizo algún comentario respecto al lugar en el que se encontraban.

Se quitaron la capa y Hermione y Harry corrieron hacia la chimenea, agarraron el tarro de polvos flu, echaron un pellizco dentro y consiguieron que aparecieran unas llamas de color esmeralda. Ambos se arrodillaron rápidamente, metieron la cabeza en el fuego y Alaska los escuchó gritar:

—¡Número doce de Grimmauld Place!

Y entonces no supo nada más. Se quedó allí de pie, esperando, deseando que, por alguna razón, Sirius no estuviera disponible para hablar con Harry. Deseaba que el destino estuviera de su lado esa vez, porque que Harry veía a su padrino, no sabía cómo lo convencería de ir al Departamento de Misterios.

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