Baño

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Chillidos y maullidos de terror y muy escandalosos se oían en el baño de la princesa Elizabeth, personas que pasaban cerca de la habitación de la joven dama, huían atemorizados de los lamentos que escuchaban. Dentro del cuarto, más específicamente el baño, la chica de cabellos plateados y Hawk intentaban bañar a un Meliodas inquieto.

- ¡No! - Exclamó Meliodas, quien se encontraba desnudo pero completamente sucio. Sus garras y patas se sujetaron del borde de la tina, estirándose de tal forma que se encontraba colgando encima del agua. - ¡¡No!!

- ¡Parece que lo estamos exorcizando! - Gritó Hawk ante los chillidos de Meliodas, quien le gruñó como respuesta.

- ¡Meliodas!- El lugar era un gran desastre. Elizabeth estaba mojada y había batallado en quitarle la ropa y sus pequeños zapatos. Incluso con la ayuda de Hawk, fue bastante difícil. El pobre cerdo había terminado todo rasguñado. Mientras refunfuñaba, el animal se dedicaba a recoger la ropa esparcida por el cuarto.

Elizabeth intentaba inútilmente meter a Meliodas en la bañera. No importa cuán fuerte lo empujara él no cedía, incluso se subió encima de él para que ambos cayeran, cosa que no funcionó y ella terminó completamente empapada.

- Elizabeth, puedes mojar una toalla y limpiarme con eso. - Ofreció Meliodas una alternativa, pero la princesa se negó. Eso no le quitaría el mal olor que poseía. - Por favor...

- Con gusto lo haría, Meliodas... - Dijo Elizabeth pujando para luego intentar hacerle cosquillas al gato, quien no se inmutó. - Pero no solo apestas porque cazaste una rata, sino porque también un ave y una lagartija.

- No lo pude evitar. No sabes lo difícil que es negarse a tu instinto. - Comentó Meliodas algo indignado. - Pero debes admitir que soy muy bueno cazando, incluso mejor que un gato doméstico.

- ¡Vamos Meliodas! ¡Coopera! - Murmuró Elizabeth haciendo fuerzas, que no le afectaban al rubio. Habían estado en el baño por 15 minutos y no habían progresado mucho. La princesa se estaba quedando sin ideas. - ¡Hawk! ¡Ayúdame, por favor!

El cerdo suspiró con cansancio antes de dejar la ropa del capitán en una silla y caminar hasta con el par. Observó detalladamente para proseguir con su caminata hasta quedar frente a Meliodas, quien lo miró con detenimiento.

Elizabeth aprovechó para tomar un recipiente lleno de agua y arrojarla en Meliodas, quien se vio sorprendido por esa sucia táctica. - ¡Elizabeth! - Gritó antes de caer por la sorpresa dentro de la tina, intentó salir de ella pero era más grande que él y el agua no le permitía saltar.

- ¡Me muero! - Exclamó Meliodas en un intento de enternecer a Elizabeth, pero no funcionó. Ella comenzó a tallarlo con un pequeño estropajo, quitando el lodo de sus patas y parte de su cabello.

Era incómodo estar en el agua, pero sentir las suaves manos de Elizabeth contra su piel y cabellos era muy gratificante. Meliodas se quedó estático, intentando conservar la calma ante los nervios de estar atrapado en el agua. Levantó su mirada para ver a Hawk, sonriéndole con burla pero fue cuando observó a Elizabeth concentrada en bañarlo, que quedó hipnotizado por el rostro concentrado de la chica.

Fruncía ligeramente sus labios, sus ojos se enfocaban en él y por pequeños momentos Elizabeth murmuraba "Aquí... Aquí también...". Sin saber más que hacer, Meliodas se resignó y comenzó a maullar inconscientemente. La princesa simplemente sonrió ante la linda cara del gato. Tomó un poco de jabón y comenzó a tallarle su pequeña espalda con delicadeza. Ella había ganado la batalla... Por ahora.

(*w*) Advertencia - Desnudos pero sin connotación sexual

El sonido del agua chapoteando estremecía a Gelda, en silencio maldecía sus características gatunas. Realmente odiaba no poder bañar a Zeldris, como usualmente lo hacían cuando se bañaban juntos. Podía sentir el agua tibia en la parte inferior de su cuerpo desnudo, al igual que su amado pues ambos estaban sentados en la tina con agua.

Zeldris se mantenía tranquilo mientras tallaba la espalda de Gelda, quien se encontraba recargada en él de tal forma que hundía su rostro en la unión del cuello y hombro del demonio. Soltando pequeños sollozos culpables, intentaba alejarse de él pero éste se negaba abrazándola para mantenerla cerca.

- Lo siento... - Maulló Gelda de manera culpable, mientras movía su cola lentamente y doblaba sus orejas. Zeldris no le tomó importancia y siguió bañándola, aun cuando toda su espalda estaba llena de rasguños profundos y de estos brotaban sangre oscura. - ¿Duele mucho?

- Por supuesto que no, solo arde... Sabes que nosotros, los demonios, nos regeneramos y tus rasguños no es nada a comparación a lo que he recibido de mis entrenamientos... Y de la pelea que tuve con Escanor. - Comentó Zeldris intentando quitarle la culpa a su amada. La vampiro sintió al demonio estirarse. - Es hora de enjuagarse, así que Gelda, lo haré lento...

Pero como si no lo hubiera escuchado, Gelda se alejó de él y se levantó para salir de la tina pero fue detenida por un brazo de Zeldris en su cintura, cayendo los dos sentados en la bañera. Mientras ella intentaba luchar inútilmente contra su agarre, el demonio tomó un recipiente con agua y lo dejó caer sobre ella, quitando el jabón y las burbujas que rodeaban su cuerpo y cabellos.

- ¡No! ¡Zeldris! - Intentó apartarlo, pero fue inútil. Gelda murmuró un montón de palabras sin sentido, mientras Zeldris reía ante las tiernas acciones de la vampiro, era muy raro verla tan inquieta o expresiva, que aprovecharía ver cada una de sus facetas ante la nueva situación.

Cuando ya eliminó todo el jabón de Gelda, Zeldris se levantó con ella en brazos fuera de la tina. El agua escurría por los cuerpos desnudos de la pareja mientras se acercaban al mueble que contenía toallas, de donde el demonio sacó una y envolvió a la vampiro con ella. El demonio tomó una más y se cubrió antes de salir del baño con una Gelda temblando de frío.

(*w*)

Meliodas amaba ver sonreír a Elizabeth, pero adoraba ser mimado con gran ánimo por ella. Era una de sus debilidades. Por eso, el pequeño gato se encontraba sentado en la cama mientras era secado con una toalla por parte de Elizabeth. Hawk había salido a que alguien de los caballeros, con ataques de tipo fuego, secara su ropa con rapidez.

- Ves, Meliodas. ¡Ahora estás limpio y lindo! - Elizabeth terminó de secarlo por lo que emocionada se levantó a su tocador y de ahí tomó un cepillo de suaves cerdas. Meliodas la observó con aburrimiento, su cabello era muy rebelde para ese tipo de cepillo pero al ver el brillo en los ojos de la princesa, no objetó.

- Ya que estás limpio y seco, voy a cepillar tus cabellos. - Dijo Elizabeth mientras tomaba a Meliodas, quien estaba cubierto con una pequeña toalla, y lo sentaba en sus piernas. - Si te lastimo o te duele, me avisa. ¿Está bien?

Meliodas simplemente asintió mientras cerraba sus ojos para comenzar a disfrutar la agradable sensación del cepillo en sus cabellos rubios. No sabía si era el cepillo o la manera en que Elizabeth lo movía, pues no iba a negar que pudiera quedarse dormido y, en especial, la joven comenzó a tararear una dulce melodía.

Elizabeth no pudo evitar soltar un grito ahogado ante la tierna imagen que le regalaba el rubio. Mientras lo cepillaba notó varias cosas. En primera, Meliodas disfrutaba cuando el cepillo pasaba cerca del cuello. En segunda, fruncía ligeramente el ceño cuando el cepillo tocaba sus orejas pero reía levemente cuando era su cola. Y en tercera, que había comenzado a ronronear como un gato.

Sin darse cuenta, Meliodas había caído dormido en las piernas de Elizabeth, quien se sorprendió antes de sonreír y tomarlo entre sus brazos como un pequeño bebé. Lo acostó en la cama mientras se levantaba para terminar de secarse el cabello, pues debido al escandaloso baño que tuvo el pequeño gato, ella terminó bañándose de igual manera.

Con un vestido largo, que usaba antes de viajar con los siete pecados capitales, terminó de arreglarse e inconscientemente soltó un gran bostezo. Haber bañado a Meliodas la había agotado tanto que ahora que quería tomar una pequeña siesta. - Unos 15 minutos no estaría mal...

Se acercó a la cama donde Meliodas se encontraba extendido, aún con la pequeña toalla, y se subió en ella, intentando no despertarlo. Elizabeth logró llegar al otro lado de la cama, pues el pequeño gato se llevó la otra mitad. Ni siquiera pasó 5 minutos cuando la chica de cabellos plateados quedó completamente dormida.

Por unos 10 minutos, los dos individuos se quedaron dormidos hasta que Meliodas se despertó pero medio adormilado. Con pereza observó a Elizabeth, quien dormía boca arriba por lo que podía ver su lenta pero continua respiración. Como pudo, porque tenía mucho sueño, caminó hasta subirse en Elizabeth.

- Elizabeth... - Murmuró Meliodas con suavidad, mientras lamía la mejilla de la mencionada y al ver que no hubo reacción, avanzó hasta quedarse encima del estómago de la joven.

Meliodas dio unas vueltas sobre sus patas antes de acurrucarse en Elizabeth, apoyando su pequeña cabeza en el pecho de la joven. Éste sonrió antes de caer dormido. - Eres tan hermosa...

(*w*)

Zeldris miraba con curiosidad a Gelda, quien se encontraba frente el espejo de su habitación peinando sus cabellos. Su blanca cola se movía con suavidad, pero con ritmo. Sentado en la cama, se terminó de poner su calzado para levantarse y acercarse a la vampiro.

- Gelda... No estás enojada conmigo por bañarte, ¿verdad? - Dijo Zeldris con una pequeña sonrisa en sus labios, esperando la respuesta de su amada, vio que ella lo observaba seria por medio del espejo. Gelda terminó de trenzar sus cabellos y se levantó para quedar frente al demonio, quien la miraba expectante.

- No... Solo estoy pensando en lo difícil que será tomar un baño en la próxima vez... - Murmuró Gelda con tranquilidad, mientras sus mejillas se tornaban un color carmín. Se sorprendió al sentir las manos de Zeldris en sus brazos. Observó cómo él la miraba con una sonrisa relajada.

- No me molesto el baño... De hecho, lo disfruté. - Comentó Zeldris, abrazando a Gelda. Debido a su altura, éste siempre quedaba al nivel de sus pechos por lo que ocultaba su mirada en ellos. La vampiro jamás se lo negó, pues jamás sintió perversión en sus acciones.

Gelda sonrió ante la aceptación de su amado y le correspondió el abrazo con entusiasmo, antes de que la puerta se abriera de golpe, tomando desprevenidos a la pareja. Zeldris sintió como era alejado de Gelda con agilidad, cayendo sentado de la impresión. Desde la puerta, Cusack llegaba algo inquieto. - Rebeldes han intentado atacar nuevamente la entrada... ¡¿Señorita Gelda?!

Zeldris se giró hacia la mirada de Cusack, observando a la vampiro. Gelda había brincado tal alto y lejos de Zeldris, que quedó sobre el marco de la ventana. Asustada, se aferró al borde. El príncipe demonio la observaba con temor a que se lastimara. La felina intentó adentrarse a la habitación, pero se resbaló y cayó hacia fuera del cuarto.

- ¡Gelda! - Gritó Zeldris, mientras se levantaba y corría hacia la ventana para saltar e ir por Gelda. Invocó sus alas con gran rapidez, pero al salir observó a su amada estar en la rama de un gran árbol del jardín, sentada con los ojos cerrados. - ¿Gelda...?

Estaba sorprendido, pues se veía intacta y elegantemente sentada en esa rama. Zeldris se acercó y le extendió su mano, Gelda poco a poco abrió los ojos y miró con sorpresa a su amado, pues no sabía cómo ella había llegado hasta ahí. - ¿Qué paso?

- Nada importante. Ven, te bajaré de aquí. - Gelda sintió como Zeldris la cargaba y la bajaba con delicadeza hasta el suelo firme del jardín. La vampiro observó a su alrededor y sonrió con entusiasmo mientras veía a algunos animales caminar por el jardín. Confundido por su actitud, Zeldris preguntó. - ¿Ocurre algo?

- Zeldris... ¡Es mediodía y no me siento mal! - Exclamó Gelda con entusiasmo. Aun un poco confundido, Zeldris observó a su alrededor, intentando comprender el significado de sus palabras pero el sol simplemente lo encandilaba.

- ¡El sol! - Pensó Zeldris con asombro al ver en perfectas condiciones a Gelda, quien daba pequeñas vueltas, a pesar de que su cuerpo estaba contra la luz que emitía el sol. El demonio jamás había visto tan radiante a Gelda, quien se acercó a él para abrazarlo con cariño.

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N/A: Hola a todos, gracias por leer. He aquí el capítulo, intenté hacerlo más largo pero la escuela no me deja. Como sea, espero que disfruten del capítulo. Lamento los errores ortográficos y gramaticales.

¡Muchas gracias por leer y que tengan un buen día!

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