el golpe; y es complicado

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Está cerrando su casillero con un ruido horrendo y su concentración en cualquier cosa que no sea a su alrededor, tal vez por eso su alfa no lo vio venir porque en cualquier otro momento hubiera sentido el olor a alfa puro, tan fuerte y molesto.

Un puño choca contra su estómago y una patada le sigue, justo detrás de sus rodillas, el golpe la tira al suelo donde queda arrodillada. Está preparada para pelear y romperle la cara al maldito idiota que se atrevió a faltarle el respeto, es la maldita capitana del equipo de fútbol, no una simple alfa. Pero toda su convicción de atacar a su oponente se estanca en su garganta y se clava en su pecho y estómago como una daga.

―¿Pensaste que te dejaría descansar en paz, pedazo de mierda?―el alfa castaño dice, Jennie no recuerda su nombre, pero sabe perfectamente quién es. Esos grandes ojos son inigualables―. ¿Pensaste que podrías jugar con mi hermana y vivir para contarlo?

El alfa tailandés está acompañado de otro de los hermanos de Lisa. No sabe cuantos años se lleven entre ellos, pero sabe perfectamente que, al menos, el mayor de ellos es menor que Lisa por un año. Y aun así tiene las malditas pelotas para golpear a una alfa mayor. Jennie respeta eso y también sabe que se lo merece.

―Lo siento —solo se limita a decir, está tan arrepentida. Su pecho duele y su alfa extraña tanto a su omega.

―¿Que lo sientes, dices? ―el otro alfa más joven y azabache escupe y le pisa la mano al hablar. Jennie gruñe y quita su mano rápidamente por el dolor―. Debiste pensarlo mejor, imbécil.

Y eso es todo, antes de cerrar sus ojos y esperar los golpes. Eventualmente llegan y son patadas muy duras para ser alfas tan jóvenes, pero es entendible, son dos hijos de espermas unidos de alfas en un óvulo, ellos son alfas puros y están enojados. Muy enojados con Jennie, pero no los culpa porque sabe que de alguna forma se lo merece. Así que se achica en el lugar.

Ayer cuando Lisa se escapó con la lluvia y el viento dentro del auto de Seulgi, su pecho se achicó en dolor y su alfa la estuvo regañando y odiando desde el primer momento que sintió apenas el leve olor a tristeza que largaba la omega. Minutos antes, su alfa la felicitaba por la mejor decisión que había tomado y luego toda esa felicidad se convirtió en enojo y gruñidos.

Lo habían discutido con su alfa la noche anterior a eso, luego de ver a Lisa siendo simplemente... Lisa, la omega más hermosa, carismática, sarcástica, inteligente y todos los malditos sinónimos de perfección. Su alfa la terminó de convencer. Más bien, Lisa en skate la terminó de convencer, Lisa enganchando su tierno y delicado brazo omega debajo del suyo y agarrándola de su fornida cintura para no dejarla caer mientras le enseñaba a cómo patinar la hizo caer y clavarse allí. Lisa se clavó en su pecho como una daga, pero de la forma más sana y linda posible.

―¡¿Pero qué está pasando aquí?! ―Jennie reconoce esa voz, entre medio de todos los gritos de abucheos y gruñidos, sabe quién es―. ¡Chicos, ayúdenme a sacar a Jennie!

Rosé y alguno de sus compañeros de equipo le gruñen a los alfas y entre golpes y más rugidos y gruñidos la sacan. Su cabeza cuelga hacia atrás mientras la arrastran hacia enfermería. La forma en la que los hermanos de Lisa la miran hace que su dolor se expanda más. Debió haber roto la apuesta con Nayeon en otro maldito lugar.

Suspira con cansancio mientras sujeta sus costillas.

***

―¡Oh, mi cachorra! ―su padre llega hasta ella y se deja caer a su lado mientras le sostiene el rostro con ambas manos para inspeccionarla―. ¿Qué sucedió, Jennie? ―el tono de preocupación del hombre hace que su pecho duela más.

Él se mete en dirección a firmar unos papeles y sale echando humos del lugar, está muy segura de que el director le contó que la atacaron y su padre preguntará: ¿por qué? y, ¿quiénes fueron? No se siente lista para contestar esas preguntas. Así que cuando el mayor la ayuda a levantarla y ella pasa su brazo por encima de los hombros de su padre, hace el máximo esfuerzo para que su progenitor no tenga que cargar con todo su peso.

—Te llevaré a casa, cachorra, verás que para mañana ya estarás mucho mejor —aunque su olor a omega preocupado sea muy presente, la sonrisa paternal que le regala hace que se convenza un poco de eso.

El camino a casa hace que su pecho se hunda más y su loba se sienta más inquieta, quiere pedirle a su padre que cambie de rumbo y la lleve a la casa de la omega más bonita de toda esta maldita ciudad. Quiere disculparse y si es necesario dejarse golpear por todos esos alfas por ser una maldita idiota, pero la realidad es que su llanto nubla su vista y sus sollozos forman el nudo más doloroso en su garganta. Lo arruinó todo.

―Ow, bebé, ya estás en casa, no debes preocuparte. Todo estará bien ―su madre dice y baja rápidamente del auto para abrirle la puerta del copiloto―. Ayúdame a sacarte, cariño.

Desde aquella vez que era niña y rompió su pierna jugando en el árbol de la casa de sus abuelos es que no se le hacía tan jodidamente difícil subir las escaleras de su casa, y aunque tiene a su padre a un costado, no hace que sea imposible que cada respiración que da sea una golpiza directa a sus costillas. Finalmente, él la acuesta en su cama y la ayuda a sacarse los pantalones y las zapatillas.

―Voy a hacerte sopa y a traerte algo para el dolor. También te haré paños en los moretones, no te duermas aún —el omega sale de su habitación guiado por la preocupación paterna y con el sonido de los pasos apresurados en los escalones hunde más su cabeza en su miseria.

No es necesario que sea la persona más inteligente para saber que es una completa idiota y que arruinó todo con Lisa. Nunca debió aceptar esa ridícula y estúpida apuesta, pero de no haberla aceptado tampoco nunca se hubiera acercado a la chica. Nunca se hubiera enamorado de su aroma, sus ojos tan únicos, la forma en la que muerde un poco el lápiz al pensar.

Esa forma tan ridícula y poco correcta de escupir y hablar al comer, en como saca la lengua con toda la comida masticada y hace que todos se quejen. Su sonrisa que cubre tímidamente detrás de sus manos tan delgadas, delicadas y bonitas, y su risa, joder, su risa hace que su alfa y su alma se sienten en paz a admirarla. Ama tanto la forma en la que esas bonitas arruguitas se forman cuando ríe.

―Hey, cachorrita, no llores ―su padre se sienta con cuidado a su costado y deja un vaso con agua en su mesa de noche―. Tu reputación de alfa no se arruinó, lo prometo —dice con un todo divertido y sonríe cálidamente mientras peina sus mechones húmedos por el llanto fuera de su rostro.

―No es eso... ―niega y más lágrimas calientes salen―. Yo... lo arruiné y ella ahora no me querrá.

―¿Qué? ¿De quién hablas, cachorra? ―una luz de entendimiento ilumina el rostro de su padre―. ¿Hablas de aquella linda omega, hija? ―su tono es cuidadoso y Jennie ya no quiere mentir, no importa si su papá la juzga. Solo quiere que la entiendan por ser una idiota.

―Yo... ―aparta la mirada y se hace bolita de costado, no puede verlo a la cara para contarle semejante idiotez―. Hice una apuesta con las chicas de que la enamoraría y luego la invitaría al baile para dejarla plantada. Yo... yo ganaría quedarme con otra omega, y-y... y...

―Todo salió mal y te enamoraste de tu apuesta —su padre la corta y Jen asiente hundida en su miseria. Él no dice nada más por un rato y solo se limita a suspirar. Jennie entiende si su padre ahora la odia.

―Lo siento ―susurra y solloza, su alfa aúlla―. Sé que no me enseñaste a ser así, no me diste esos valores. Lo siento mucho, papi.

El cálido cuerpo de su progenitor se hunde en la cama junto a ella y la abraza por la espalda, la arrulla mientras acaricia sus brazos y canta una canción de cuna con su garganta. Sus ojos comienzan a pesar y lo último que siente es un beso del hombre en su coronilla, tal como cuando era niña y se lastimaba.

***

―¡No quiero esto! ―Jisoo grita y tiene los ojos nublados al hablar―. ¡Me mentiste y no solo a mí! ¡Rompiste mi confianza!

―No, Soo, déjame explicarte —dice y la toma por los hombros, no puede permitirse perder a esta alfa. Jisoo es tan hermosa y dulce.

Están en los vestidores, no hay nadie porque no es día de prácticas y porque es el primer receso de clases, todos deben estar en el comedor, pero ellas están aquí. Suspira y recorre con su mirada el bonito rostro de la alfa, no puede perder a Jisoo, Jisoo es la alfa perfecta y la persona más dulce, comprensiva y amable que jamás en su vida conoció.

―Ya no quiero que sigamos juntas, Rosé —detiene sus movimientos y aprieta levemente su agarre en los bonitos y levemente marcados brazos de la alfa azabache―. No quiero estar contigo, no así. No de esta forma, ocultándonos y peor aún, con una maldita mentirosa.

―No, no, bebé ―intenta llevarla a su pecho pero ella forcejea y se suelta de su agarre, se cruza de brazos y agacha su cabeza impidiéndole ver esos bonitos ojos―. Juro que todo esto fue un maldito mal entendido, te lo puedo explicar, te lo juro. Por la Luna, Jisoo, te amo tanto. No me dejes.

Sus ojos se nublan y al pestañear siente las primeras lágrimas. Es una maldita cobarde, lo sabe, pero salir con sus padres fue un paso muy grande y fue tan hermoso que la hayan apoyado y la siguieran amando tal como es. Pero es tan distinto con la maldita escuela, todos son unos malditos idiotas y tiene tanto miedo que los del equipo se sientan con el derecho de hacerle algo a su alfa o a ella. Tiene tanto miedo de ser rechazada por todos.

―¿Qué me puedes explicar? ―Jisoo la mira con enojo, y gruñe al hablar―. ¡Hiciste que mi mejor amiga salga lastimada por una maldita apuesta y ni siquiera tienes las pelotas para tomar mi maldita mano frente a todo ese par de inútiles!

Solo se limita a tragar y a no ponerse dura ante la forma tan caliente en la que se ve Jisoo cuando se enoja. No, mierda. Su alfa la regaña por pensar en cogerse a esta hermosa alfa. No es el maldito momento, están literalmente terminando.

―¡Lo siento, joder! ¡No sabía de qué otra forma conectar contigo! ―escupe y abre sus ojos ante su confesión. Joder, cuando creyó que no podría arruinarlo más.

―¡¿De qué mierda estás hablando, Rosé?! ―se gira justo cuando comienza a irse. Bien, tendrá que hacer su maldita confesión.

―Es... es que... es complicado ―suspira y toma aire. Mierda―. Tú enserio me gustabas y mi alfa se sentía tan atraída por ti, cuando supimos que eras una alfa nos sentimos algo decepcionadas, pero no nos importó mucho —su mirada se clava en el rostro confuso de la alfa frente a ella.

―No estoy entendiendo —la azabache niega levemente con su cabeza y pestañea como un ciervo perdido.

―Cuando Nayeon propuso hacer una apuesta mi cerebro se iluminó e hicimos que todo se pusiera en marcha con mi alfa. Al principio no nos importaba nada más que estar cerca de ti, pero luego la culpa comenzó a cavar lentamente ―suspira y se sienta en la banca que está frente a los casilleros―. Joder, me gustabas tanto que no pensaba en las malditas consecuencias y como conozco a Jennie, sabía que ella iba a recapacitar. Lo que no tuve en cuenta es que el día que todo se puso en marcha, iba a ser el mismo día que nos juntarían a hacer un maldito proyecto.

―¡¿Podrías ser más precisa, Rosé?! ―Jisoo le grita y está apretando sus manos a los costados.

―Yo sabía que Jennie no tendría las pelotas para acercarse sola a Lisa y me pediría ayuda, entonces, con la excusa de que Jennie quería conocer más a Lisa tal vez yo podría hablarte a ti y preguntarte —suspira y recorre el rostro de la mayor.

Jisoo la está mirando fijamente, pero su mirada parece perdida a la vez, demasiado sumida en sus pensamientos. Joder, Rosé lo entiende si en este maldito momento la chica quiere golpearla, pero no quiere perderla. La ama tanto, tanto.

―Pudiste venir a saludar como lo haría cualquier otro ser humano, maldita idiota —es lo último que dice antes de irse y dejarla con toda su mierda y sus lágrimas.

Mierda, Jennie la matará, si es que no muere antes por su maldito corazón roto y su alfa aullando y llamando a su pareja.

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