Capítulo 24: Adiós

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Narra Angélica

Esto de preparar la cena después de llegar del trabajo no es divertido, me gustaría poder arrojarme a la cama y olvidarme del mundo porque vengo muerta, pero esa cena no se cocinará sola y Alfonso ya intentó cocinar ayer y fue, sin duda, un pésimo experimento.

Cuando escucho la puerta abrirse ya estoy terminando, así que él se encarga de acomodar la mesa mientras yo sirvo.

—¿Qué tal el trabajo? Te ves agotada —dice mientras nos sentamos.

—Lo estoy. Últimamente la empresa está creciendo, me alegra, pero también es desgastante —confieso—. ¿Cómo te fue a ti?

—Muy bien, muy bien —está sonriendo, pero está algo tenso, puedo notarlo en su sonrisa.

—¿Hay algo que quieras contarme? —trato de no parecer demasiado curiosa.

—No, nada, ¿por? —El tono que utiliza no me convence del todo.

—Por nada -digo e inconscientemente paso un mechón de mi cabello por detrás de la oreja.

—¿Lisa te envió otra carta? —pregunta para sacar otro tema.

—Sí, como siempre, después de cenar le escribiré —sonrío para mí mientras pienso en ella—. Tendré que comprar más sobres, la caja que compré ya se terminó y no se ve muy bien enviarlas sin sobres, ni siquiera sé si es legal eso, tampoco es que me preocupe demasiado si es legal o no. Aclaro que no me gustaría ir a la cárcel, pero es muy improbable ir a la cárcel por una cosa así... Si lo pensamos tampoco lo es tanto, quizás existan posibilidades, pero...

—Angélica... —levanto la vista y entiendo que no me está escuchando. Algo pasa.

Desde que nos mudamos a esta casa, que es el mismo tiempo que llevamos de casados, hace ya cinco meses, he aprendido más de gestos y silencios que nunca. Lo principal es que cuando Alfonso divaga sobre algo y se esconde en su plato, no literalmente, algo ocurre. Algo malo siempre.

—¿Me dirás lo que sucede? —quiero ser paciente, no quiero obligarlo a hablar.

—La empresa... Bueno, el señor García está maravillado con mi desempeño —suelta poco a poco, se supone que debería estar feliz, pero no lo está.

—Me alegro, eres un hombre muy responsable. Ya era tiempo que lo reconocieran —trato de animarlo, pero mis palabras no causan ese efecto. Es como si rebotaran, como si jamás llegaran hacia él.

—Me... Me propusieron un ascenso, un ascenso realmente importante...

¿En serio?
Estoy emocionada. Me levanto del asiento y voy a abrazarlo. Estoy orgullosa de él.

—¡Felicidades! Te lo mereces. Estoy tan contenta por ti...

Busco su rostro para encontrar una sonrisa triunfal, pero su cara no refleja emoción alguna. Está como en otro lado, me preocupa.

—Pensé que la noticia te alegraría...

—Angélica, la sede está en Madrid —dice tan bajo que apenas logro entenderlo, pero lo hago y eso es suficiente.

—¿Madrid? ¿Madrid, España? —La sonrisa también se desvanece de mi rostro.

—No hay otro Madrid, querida, al menos que yo conozca—. Quiere ser gracioso, pero no lo consigue.

¿Se va? ¿Se va del país de nuevo? ¡No puedo creer que salga con algo así! ¿Qué hay de malo con vivir en un país, por qué siempre tiene que tener sorpresas bajo la manga?

—Pero... Prometiste que no te irías. Tú lo prometiste —reclamo, no enojada, más bien decepcionada.

—Ni siquiera me dejas explicarte. —Su tono de voz es tranquilo y medido, y eso me enoja. Me enoja que quiera calmarme. Bien, eso es un poco ilógico, pero yo no sigo razón.

—Si dirás algo que me ponga peor será mejor esperar a que mi cerebro se encienda —digo mientras me siento, trato de pensar claramente—. ¿Aceptaste?

Una parte de mí me dice que espere a saber si Alfonso no aceptó, pero la inteligente me golpea con la realidad. Cualquier persona que lo conozca sabe que jamás rechazaría una oferta así, ni siquiera por mí. Tampoco espero que lo haga, no quiero controlar su vida y apresarlo, él tiene derecho a recibir lo que se ganó, pero no ahora.

—No pienso irme —escuchar eso me obliga a mirarlo a los ojos, una chispa de esperanza se enciende, pero se apaga inmediatamente como si un huracán cayera sobre mí—, sin ti...

—¿Qué?

—Sólo será un viaje pequeño, un mes, sólo un mes. Debo darle capacitación a los nuevos gerentes que iniciarán una nueva sucursal. Un mes será suficiente para lograrlo, pero no quiero dejarte ¿Ves como no me olvido de mis promesas? Quiero que me acompañes, que conozcas a mis colegas y seas parte de esto.

—¿Ir a España? —La idea me parece una locura.

—Claro, ya es tiempo que vivas y conozcas el mundo. Yo estaré contigo y...

—¿Y mamá? ¿Qué pasará con ella? —interrumpo pensando en voz alta.

—Estuve pensando en una enfermera, ella podría atenderla por las cuatro semanas que estemos fuera...

—No, definitivamente no.

—Angélica, escuchame, ella estará bien. Podrán hablar diario, buscaremos al personal más capacitado del lugar para que la atiendan como se merece. Sé que la adoras y admiro eso, lo entiendo, pero te necesito... —suspira mientras acerca una silla y se sienta a mi lado. Toma mi mano y trato de comprenderlo, pero mi cabeza no cede tan fácil—. Este es el viaje de mi vida, es soñado con esto por muchos años... Necesito que estés conmigo, para apoyarme, para que estés orgullosa. Eres el timón de este barco ahora, sólo te pido me entiendas... Tú sabes que yo lo haría...

—Yo...

—No tomes una decisión ahora... Puedo esperar. No olvides que te quiero, ¿sí? —besa mi frente y luego se encamina a la habitación.

Odio tener que decidir. Odio tener que elegir entre dos personas que amo. No quiero abandonar a nadie, pero sólo soy una persona, no puedo dividirme en dos aunque lo desee con todo mi corazón. Me siento egoísta, pero me molesta que las cosas pinten así cuando me sentía feliz.
Suspiro cansada y me encamino a la sala a buscar mi bolsa. Quiero irme de aquí, pero no lo haré, no puedo huir como siempre.

Marco en mi teléfono el número de Esmeralda, quiero un consejo, ella podría ayudarme. Escucho que el televisor se enciende y me concentro en la llamada, pero nadie contesta. No insisto demasiado así que me recuesto en el sofá con la intención de pensar, por desgracia mi cuerpo no tiene los mismos planes así que a los pocos minutos mi mente se apaga y se entrega a la noche.

Para cuando el sol vuelve a asomarse, y me obliga a abrir mis ojos, sólo puedo pensar dos cosas, la primera que Alfonso ya debió irse a trabajar por la hora, y la segunda es que llegaré tarde. Muy tarde.

No sé como demonios hago para bañarme y arreglarme en menos de quince minutos, pero lo logro y salgo volando de casa. Observando mi reflejo en el cristal del autobús me doy cuenta que eso de arreglarse fue sólo un decir, pero bueno, al menos traigo el mismo par de zapatos.

Saludo al guardia de la entrada y entro entre tropezones al edificio. Tomo el elevador para evitar un accidente en las escaleras, pero a los pocos minutos me doy cuenta que es una pésima idea.
Roberto también sube conmigo y eso no me preocupa demasiado hasta que recuerdo que olvidé la carta.

—¡La carta! —grito inconscientemente mientras recuerdo que ayer apenas llegué al sofá—. Demonios, la carta...

—¿Sucede algo, licenciada? —pregunta un poco angustiado por mi reacción.

—No, nada —maldigo en voz baja mientras veo que sólo falta un piso para que esta cosa se abra—. Roberto, tendrá la carta para Lisa en menos de una hora. No creas que se me olvidó, sólo que no tuve tiempo de recordarlo... Pero te juro que no se me olvidó. En una hora estará en tu escritorio. Lo prometo.

—No hay presión —asegura mientras las puertas se abren—. No se angustie demasiado...

Asiento y me encamino a la oficina después de desearle un buen día. Miro a Esmeralda desde su escritorio y apenas la saludo se encamina a mi lado.

—Lamento no haber tomado tu llamada anoche —Se disculpa mientras cierra la puerta—. Los cobradores me acosan, apagué el teléfono después de tanto hostigamiento.

—No te preocupes —respondo mientras enciendo el computador.

—¿Todo bien? Te ves algo decaída —pregunta con ligera curiosidad.

—Sí, claro —miento y me enfoco en la pantalla para concentrarme en otra cosa, pero apenas logro hacerlo porque siento su mirada sobre mí—. ¿Sucede algo?

—No puedes engañarme con eso, suelta lo que te pasa ahora.

—Nada, es sólo que estaba pensando en lo que dijiste hace tiempo, eso de dar un salto en mi vida...

—Esto suena interesante, ¿al fin lo harás?

—No lo sé... Propongamos una situación hipotética, imaginemos que tu marido te invita a realizar un viaje a España...

—¿Te nos vas a España? —Su emoción me contagia un poco—. Tía, tendrás que traerme algún recuerdo.

—Aún no estoy segura de hacerlo —reconozco.

—Por Dios, Angélica, no quiero que salgas con tus tontas excusas de siempre. Ya no. ¿Cuánto tiempo sería?

—Un mes.

—¿Te pondrás dramática por un mes? Deberías pensar que es una luna de miel, esa que nunca tomaron porque esperarían hasta vacaciones, vacaciones que nunca tomaron. Vamos, Angélica, te aseguro que no tienes excusas lógicas para negarte.

—Ma...

—No, no digas "mamá". Apuesto lo que quieras que ella estará feliz. Debes pensar una vez en tu vida en ti. Ella estará en buenas manos, yo la iré a visitar seguido si eso te deja más tranquila.

—Pero...

—Sé sincera contigo, ¿qué quieres hacer?

Mi cabeza está en el borde del abismo, debatiéndose si debo seguir obedeciendo como siempre, o ser yo, sin preguntar tanto, sin encontrar lógica a todo. Sólo quiero ser yo. Quiero vivir, aunque sea un poco. Quiero tener una aventura, algo que contar.
No quiero ser egoísta, pero tengo que empezar a pensar más allá de mis pequeñas fronteras. Pienso en lo corto que será un mes y lo bien que le haría a mi autoestima y seguridad. Quizás a mamá le haría mejor tener una hija feliz en vez de orillarla a la depresión donde a veces suelo estar.

—La verdad, sí -acepto después de pensarlo un poco—. Sí me gustaría.

—¡Entonces no hay vuelta atrás! —celebra ella—. Apuesto lo que quieras que ella estará emocionada por ti.

Sonrío tratando de convencerme del todo.
No abandonaré a mamá, repito un par de veces.
Sólo será un mes, ¿qué podría salir mal?

🔸🔹🔸🔹

Narra Lisa
Me repito la película "La Bella y la Bestia" por segunda vez en el día. Quiero distraerme y quiero distraer a papá. A él, por extraño que parezca, le gusta la película. No la ama, pero sí le entretiene.

—Algún día bailaré ese vals —confieso porque adoro esa escena.

Papá no contesta, sólo ríe y yo no le encuentro la gracia.

—¿Qué es tan gracioso? —pregunto mientras detengo la imagen.

—Nada, nada. Es sólo que no sabes bailar —dice mientras le da play de nuevo.

—Oye, sí se bailar... De acuerdo no sé hacerlo, pero aprenderé —contesto mientras le arrebato el control y paro la cinta de nuevo—. ¿Qué tan difícil puede ser? Sólo tienes que girar y girar como si fueras una batidora.

—Sí, claro —dice intentando no contradecirme.

—Deberías enseñarme —suelto de pronto, pero a papá eso lo toma por sorpresa tanto que lo escucho ahogarse con las palomitas—.Si no lo haces tú, ¿quién lo hará?

—No lo sé, la maestra para la graduación quizás. ¿No se supone que bailan ahí?

—Sí, bailamos, la maestra ya escogió la canción. Es de Chayanne. Ella está enamorada de él.

—Llevaré una cámara ese día, juro que no se me olvidará —bromea.

—¡Papá!

—Tranquila, es la misma que bailaste en el kinder, deberías ya saberte los pasos.

—No estoy nerviosa por eso, el problema no es la música —reconozco mientras dejo que continúe la película. No quiero seguir hablando de esto—.De hecho no hay ningún problema  —miento.

Papá no se creé eso, pero tampoco insiste porque sabe que no lo soltaré aunque me torturen. Además no armaré un problemón por una tontería. La verdad es que la pareja que me tocó sólo se la pasa burlándose de mí. Dice que soy una torpe y esas cosas. Lo gracioso es que ya le pisé el pie diez veces a propósito y aún no capta la indirecta.

—Oye, te gané el control —dice mientras me lo arrebata y regresa la película unos minutos—.Creo que sería buena idea que empezaras hacer ejercicio.

No entiendo lo que quiere decir hasta que se pone de pie y extiende su mano. Supongo que quiere que la tome o algo así, pero no me muevo porque estoy comiendo.

—Vamos, Lisa, se supone que debes darme la mano.

—¿Por qué? —debo reconocer que tengo curiosidad.

—Si alguien enseña a mi hija a bailar quiero ser yo.

—¡No! Lo decía de broma, no quiero hacerlo, quiero comer —digo mientras tomo todas las palomitas que puedo en mi mano y me las meto a la boca—.Estoy llena, vomitaré.

Papá ríe y me obliga a ponerme de pie. Rayos.
Esto es vergonzoso.

—Giraremos como licuadoras —bromea mientras le da play a la película.

—Esto es ridículo —suelto frustrada mientras le doy la mano. Mientras más crezco pienso más... o menos.

—Lo sé, lo sé. Eso lo hace más divertido. Yo tampoco sé así que no te sientas mal, no me burlaré, ni siquiera lo recordaré mañana.

Sí le creo, y aunque nos vemos ridículos y ya lo he pisado más de diez veces me sirve para sonreír después de tan malas noticias.

No quiero pensar en mis sueños e ilusiones ahora, sólo quiero vivir, vivir de verdad. Es extraño como la vida es diferente para todos y la felicidad no puede planearse, si lo haces jamás sale como se desea. Angélica se va del país poniendo fin a las posibilidades que mi mente aún aguardaba, pero a pesar de la tristeza que eso me provoca, sé que vamos a estar bien. Es un presentimiento. Este barco no se hundirá aún, todo lo contrario, apenas empieza a zarpar. Y sólo estoy segura de una cosa, quiero sonreír en este largo y tormentoso viaje.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro