Capítulo 45: Perfecto (Parte 2)

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Importante:
Hace unas horas subí la primera parte, agradecería mucho revisaras que ya la leíste para evitar spoilers  ❤.

🔹🔸🔹🔸

Lisa

Odié que Cecilia no volviera con nosotros, pero fue mucho peor enterarme que viajaría a vivir con su abuela. ¡Con su abuela! ¿Quién en su sano juicio se le ocurrió eso? Según con ella estaría mejor. Yo no lo creía así. No la conocía mucho, pero desde que era una niña su madre le decía que su abuela era malvada, que todo lo había aprendido de ella.

La habían sacado de las garras de su mamá para mandarla a algo peor. Lamentablemente papá tenía razón, ya no podríamos hacer nada, sólo cuidar que la trataran bien y el cambio fuera para mejorar.

Cecilia salió para Guadalajara, junto con una trabajadora social, un miércoles por la tarde. Me dejaron despedirme de ella en el aeropuerto.

Recuerdo que lloré mucho. Éramos amigas desde antes de saber  el verdadero significado de esa palabra. Era la única a la que le confiaba mi vida y con la que tenía un lazo especial. Me dolió saber que ya no sería lo mismo, pero me dolió más saber que en todos estos años no hice nada por ella. No valoré los buenos momentos que vivimos. Si hubiera sabido que un día la distancia se interpondría entre nosotros hubiera atesorado todo con más intensidad, pero pensé que siempre sería así, que todas las mañanas la vería en el colegio, que nos encontraríamos apenas con una llamada y que estaríamos a unos metros de distancia.

Las cosas no serían igual, pero pondríamos todo de nuestra parte para que nuestra amistad siguiera fuerte. Sería difícil, pero podríamos con eso. Unos kilómetros no echarían todo a la basura.

—¿Vas a escribirme? —le pregunté mientras esperábamos que llamaran a su vuelo.

—No me gustan las cartas —reconoció—. Mejor llámame o escribe mensajes, son más rápidos. Espero tenga internet.

Sí, yo también esperaba eso.

—Te llamaré todos los días hasta que esté segura que estarás a salvo —le prometí cuando escuché la voz que nos invitaba a despedirnos.

—Estaré bien —se encogió de hombros. Ella ya no lloraba. Estaba cansada de rodar de un lado para otro. Fastidiada de no ser nadie para nadie. Para mí si lo era, pero era consciente que necesitaba más. Necesitaba una familia.

Yo tenía una. Valoré mucho a papá ese día. Mucho, más que nunca. Cuando era niña, debo reconocer, que ansié una familia como los otros. Incluso algunas veces sentí que no tenía una, pero sí que lo hacía. Y cuando crecí me di cuenta que no podía tener una mejor. Nunca me faltó nada porque papá siempre procuró que nada lo hiciera. Se partió en su trabajo para darme una vida sin carencias. Se partió en el hogar para jugar todos los papeles. Había abandonado mucho de sus sueños por mí. Me había puesto en el primer peldaño de su vida. Me dio una familia, con todo lo que eso incluía. Tuve que estar en medio de un aeropuerto despidiendo a una de las personas más importante de mi vida para darme cuenta que no siempre lo que nos hacen creer que merecemos es lo mejor que podemos obtener.

—Te quiero mucho —la abracé antes de que desapareciera.

—Yo igual.

Suspiré con pesadez al perder su imagen. Ya no estaría conmigo. Aguanté las ganas de llorar y me acomodé en el asiento que antes ella ocupaba. Me sentí sola entre tanta gente de un lado a otro. Un trozo de mí se fue sin saber que esperar.

Angélica le lanzó una mirada a papá para que se acercara. No quería que me consolara, pero iba hacerlo. Era inevitable después de ver el empujón que le dio para que no se acobardara.

—Odio las despedidas —susurré conteniendo las lágrimas cuando al fin se sentó a mi lado.

Papá me miró y estaba segura que buscó algo que decir. Era un buen momento para darme un gran discurso, pero no lo necesitó, simplemente se sinceró.

—Yo también las odio. ¿Para qué tratar de engañarte? Son horribles.

Sí que lo eran.

Volví mi mirada a las personas que caminaban a toda prisa por el lugar. Unos lloraban, otros parecían felices, algunos parecían no sentir nada.

—Lisa, a veces nos cuesta mucho entender porqué pasan las cosas. En ocasiones nunca lo llegamos a comprender... La vida tiene caminos extraños para llevarnos a donde debemos estar.

Dudé entender eso.

—Después te sorprendes de muchas cosas. Siempre hay cosas buenas esperando si te atreves a levantarte —me explicó—. No es necesario que lo asimiles. El tiempo es el mejor maestro. A mí me costó mucho ponerme de pie desde ...

Calló de golpe y me pareció que se arrepintió de caminar por aquel terreno. Para él era fácil perderse en ese recuerdo.

—La muerte de mamá —completé—. ¿Angélica es ese mejor momento que llega después?

Temí la respuesta. La adoraba, pero me aterraba que papá la viera como una manera de llenar un vacío. Nadie mercería ser un remplazo.

—No, no, claro que no —aclaró—. Nunca pienses que... Tu madre y Angélica son diferentes, es difícil de explicar, pero no quiero que creas que una suplirá el lugar de otra. Angélica no viene a jugar el papel de mamá. Tú ya tienes una.

—No sabría como compararla —confesé con sinceridad.

Sonaba cruel, pero mamá era mi ángel de la guardia, y Angélica no podía jugar ese papel. Ella en cambio podía cuidarme aquí, cosa que mamá no haría aunque deseara. Ninguna podría hacerlo lo de la otra. Era fácil entenderlo.

—Tu madre te quiso desde antes de conocerte. Eras su sueño —me explicó papá como si hubiera necesidad de eso.

Su sueño.

—Lo sé. Sé que las cosas hubieran sido diferentes... Pero trato de no pensar mucho en eso porque no puedo cambiarlo. ¿Recuerdas el día que Matilda enfermó y tuviste que prepararme para el colegio? Fue un desastre tu operación de arreglarme el cabello y...

—Terminaste llevándolo suelto. Es de esas cosas que no olvido, sorprendente en mi caso —reconoció—, pero esa mañana me di cuenta del caos sería cuidándote.

—Yo en cambio descubrí que no podía tener más suerte. Gracias por todo, papá. Hiciste un maravilloso trabajo.

Él no dijo nada porque no supo que decir. Sonreí con tristeza y ternura mientras vi a Angélica caminar lejos. Respetaba nuestro tiempo y espacio. Lo que más adoraba de ella era que no trataba de ser la madrastra buena, no pretendía nada, eso era Angélica una mujer que no seguía guiones.

—¿Cecilia estará bien? —pregunté para romper el silencio.

—Claro. Van a revisar que lo esté, nosotros también lo haremos —dijo, pero yo no estaba tan segura.

—Ella no confía en mí. No me lo dice, pero lo sé —mencioné no muy animada. Me lo había merecía.

—Entonces tendrás que ganarte su confianza de nuevo, pero no guardando secretos. No. Las cosas se arreglan hablando, Lisa —me aconsejó, pero estaba vez no me estaba mirando a mí, supuse que papá y Angélica tendrían algún secreto que yo no sabía.

—Querida novia de papá —cuestioné de mejor humor con una sonrisa—, fue un saludo muy arriesgado al principio, ¿verdad?

—Definitivamente —reconoció—. Fuiste una niña muy lista.

Reí sin planearlo. ¿Lista? Una muy entrometida diría yo, pero lista sonaba mucho mejor. Desafiar un poco a lo planeado era divertido, y siempre terminaba recibiendo más de lo que esperaba. Mi carcajada llamó la atención de Angélica y extendí mi mano para que se acercara.

Dudó un poco al principio, seguro debatiendo si eso no la rompería el encanto del momento, pero quería que entendiera que ya no tenía que mantenerse al margen. Ella era parte de un todo, así era mi familia, piezas separadas que la vida se había decidido a reunir.

—¿Todo va a estar bien? —les pregunté a los dos tratando de encontrar certeza en lo que se venía.

—No creo que eso pase —admitió ella sentándose a mi lado—, es difícil que todo salga así, pero puede que en algunas cosas no nos vaya tan mal.

—Gracias, ya me siento más animada.

—Lo que quiero decir es que... Mejor olvídalo, eso de consolar no es lo mío.

Papá sonrío divertido burlándose de su torpeza con las palabras combinada de su sinceridad abrazadora, y yo encontré simplemente perfecto ese cuadro. Una mujer con una personalidad tierna, pero firme. Un hombre que hacía todo por los que amaba. Y una chica capaz de unir todas las piezas. Ideal combinación.

🔹🔸🔹🔸

El cumpleaños de Rodrigo se celebró en casa dos días antes de navidad. Pero no era sólo eso, era la celebración de un paso importante. Al fin, después de tantos años, había hecho las pases con su familia. Bueno, al menos estaba intentándolo, y era tanto su compromiso por hacerlo que pidió unas vacaciones para visitarlos. ¡Unas vacaciones! No pude creerlo al principio, pero me hizo feliz saber que estaba empezando a ser feliz más allá de un trabajo perfecto.

Entendí también que a veces esperamos hasta el último momento para arreglar las cosas. La decaída de su madre era sin duda el motor más importante para corregir errores.

—Van a extrañarme —dijo mientras se sentaba a la mesa.

—¿Cuánto tiempo estarás fuera?  —preguntó papá.

—Unos dos meses. Espero no se alargue, tampoco me será fácil salir de mi rutina —explicó él  tratando de ser positivo—. Ni se les ocurra casarse sin mí, por favor.

Reí por su comentario por lo alto. Angélica rodó los ojos cansada de ese chiste y negó con la cabeza con una sonrisa.

—Tienes una obsesión con los matrimonios —comentó ella entretenida en su reacción.

Rodrigo buscó como contradecir eso, pero papá se adelantó.

—Dejemos de hablar de bodas imaginarias. Aún no me caso y ya estás provocando el divorcio.

Angélica le dio un codazo y volvió a retar a Rodrigo en alguna tontería. Se llevaban bien, pero les gustaban hacerse rabiar. Papá terminaba de referí siempre y a mí me encantaban esos espectáculos.

—Es inevitable que eso pase, si logras cautivar a un hombre como Roberto, que no se compromete ni con su sombra, es evidente que terminarán con lazo —continuó sin preocuparse por la señal que le hizo papá para que se callara.

—No recuerdo que había de tener receta médica para decidir eso, doctor —se burló ella.

—Y yo que trataba de animarlos —se quejó él con una sonrisa—. De nada, Angélica.

Casarse. Aunque llevaban varios meses en su relación, y ella pasaba tiempo en casa con frecuencia, aún le aterraba un poco firmar un contrato nupcial de nuevo. Papá acostumbraba a decir que Angélica necesitaba tiempo para curar sus heridas y que era consciente que la paciencia sería su mejor amigo.
Sin embargo yo sé que dentro de ella esperaba que papá se lo propusiera. Se le notaba en la sonrisa disimulada que aparecía en su rostro que hablaban del tema o en la mirada que le dedicaba con ilusión cuando bromeaban de eso. El problema era que papá era muy despistado para darse cuenta de eso. No quería meterme, pero una vez estuve a punto de decirle que se lo preguntara... Nada perdía intentándolo.

Siguieron hablando de todo un poco. Papá y Rodrigo se concentraron en una noticia y Angélica dejó de prestar atención para centrarse en su celular que notificaba un mensaje. No supe que decía, pero ella se mostró tensa al leerlo. Sin embargo no comentó nada y volvió a envolverse en el tema de la conversación como si no hubiera pasado nada, pero sí que pasó.

—Cecilia tiene un perro parecido a Oreo —conté entusiasmada mientras acariciaba sus orejas—. Se llama Coqueto.

Las cosas en ese sentido me apenaba un poco.  No, su abuela no era un demonio, todo lo contrario, o al menos eso decía. Era una buena persona, una que se mortificó mucho al ver su estado. No quería pensar en eso, ya no podía hacer nada para no perder tanto tiempo, sólo esperar que siguiera avanzando en su cambio y que fuera feliz de verdad. No bajamos la guardia, pero me tranquilizó un poco que las cosas caminaran.

—¿Celebrarán navidad aquí? —interrogó Rodrigo observando el calendario que estaba en la mesita del centro de la sala.

—Yo tengo que trabajar —se lamentó Angélica—. Tengo pendientes hasta por las orejas, van a colgarme sino los entrego a tiempo. Aprovecharé que el edificio prácticamente se queda vacío para concentrarme un rato. Los visitaré por la mañana. ¿No abrirán los regalos sin mí, cierto?

—Nunca —mentí. Eso de no abrirlos era un sacrificio.

—Voy a fingir que te creo —dijo ella mirándome de manera graciosa.

Matilda puntualizó todo lo que habían cambiado nuestras vidas en el último año y que ella siempre sospechó que terminaríamos así. Que gracioso, porque la de la idea fui yo, pero estaba bien. Al final resultó que todo sabían que estarían juntos.

Angélica se despidió por la noche y prometió volver temprano en navidad. Le creí. Todo parecía perfecto en ese momento y yo no podía estar más feliz.

Comenzaba, después de muchos años, a verse la luz al final del túnel.

❤❤
Queda sólo un capítulo y el final. Estoy emocionada. Gracias por leer. Los quiero mucho ❤.

PD: Gracias a Olivia Pérez y a Azaroa Sanchez por la ayuda en una duda para este capítulo ❤.




















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