Capítulo 46: Nochebuena

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Nochebuena.
No era muy fanática de la celebración porque no acostumbraba festejarlo. Cuando vivió mamá me dedicaba a ser espectadora, de ella, de sus amigas, de la televisión. Quizás debía tratar de involucrarme más, lo pensé un par de veces esa noche, pero mi falta de organización me habían dejado en casa.

No me desanimé, ese ambiente tranquilo que pocas veces había en ese lugar me motivó a avanzar más rápido.

Estaba segura que casi todo el edificio se marchó a celebrar en un lugar más cómodo y amplio, y no los culpaba el departamento apenas daba espacio para lo necesario.

Me fijé el propósito de acabar todo para estar libre para el día siguiente. Vi una película entre revisiones y terminé cenando temprano algo que observé en un comercial. Seguí haciendo operaciones por un par de horas hasta que comencé a aburrirme. Tantos números me harían explotar la cabeza.

Para despejar un poco mi mente decidí adelantarle a los regalos que prepararía para navidad. Amaba los trabajos manuales aunque no fuera buena del todo en ellos.

A Lisa le había preparado un frasco de chocolates que sabía que amaba. Se suponía que era una réplica a Oreo, pero más bien parecía un reno, le diría que era uno sino lo identificaba al momento. También un libro, creí que le gustaría porque no había perdido su amor por la lectura.

A Matilda le compré un bonito abrigo y lo envolví con un papel color vino que me enamoró.
Rodrigo recibiría una taza de café con forma de pastillero que me había parecido muy original. A Oreo en cambio le daría un plato con la frase Mis galletas van aquí, junto con una huella que traté de dibujar.

Y a Roberto le había fabricado una cartera con notas de una idea que tomé de internet. Me había encantado el resultado porque podía anotar sus pendientes antes de olvidarlos. Además existía un espacio al costado para colgar una fotografía de Lisa.

Las cosas no salieron tal cual las imaginaba, pero ya era un milagro que no me hubiera llevado un dedo en el proceso con semejantes tijeras que había comprado. Fue una pésima elección elegir unas tan filosas sabiendo lo mala que era para cortar. Ni idea de cómo pasé el preescolar.

Seguí trabajando en ellos durante un raro hasta que escuché el sonido de un mensaje en mi celular. Me tensé un poco pensando que podía ser una de esas bromas que me jugaron en el último mes. Al principio no les presté atención, pero después me parecieron un poco inquietantes. Ninguna parecía ser más que un error o chiste, pero no bajaba la guardia por si las dudas.

Para mi tranquilidad era Roberto. Sonreí inconscientemente al leer su nombre.

Roberto:
¡Casi feliz navidad!
¿Cómo van las cosas por allá? Deberías descansar un momento. Puedo pasar por ti. Apenas vamos a cenar.

Revisé el reloj. Faltaba menos de media hora para las doce, y aún no terminaba los regalos y pendientes. Soy una tortuga.

Angélica:
No te preocupes por . Estoy trabajando como loca, sino fuera por tu mensaje ni me entero que es Nochebuena.
No te angusties.
Te quiero :)

Roberto:
Papá me pidió que cuidara su celular. El pollo está incendiándose y Matilda le gritó que sino le ayudaba lo cocinaría a él.
Él también te quiere mucho ❤.

Angélica:
¿Y Matilda lo dejó entrar a la cocina? También te quiero, traviesa.

Roberto:
Esa fue Lisa. Se supone que se quedaría cuidándolo, pero tal parece que tenemos diferente concepto de eso... Por cierto, mañana te tengo una sorpresa.

Angélica:
¿Una sorpresa? ¿Sobre qué?

Roberto:
Mañana te digo.

Angélica:
¿Un adelanto?

Roberto:
Mañana te digo.

Angélica:
¿Una pequeña pista?

Roberto:
Mañana lo sabrás.

¿Qué sería? No quise ilusionarme mucho... Bueno, sinceramente sí me ilusioné mucho. Cualquier cosa que tuviera planeada me emocionaba.

Angélica:
Lo hiciste a propósito, sabes que soy impaciente. Nada más me ilusionas y no dices nada...Me conformaría con un pequeño adelanto ;)

Crucé los dedos para que eso lo convenciera.

Roberto:
Mañana.

Angélica:
Te odio :).

Roberto:
Yo también te quiero.

Reí por su respuesta.

Planeé qué contestar, pero el sonido de la puerta me interrumpió.

¿Quién sería?
Seguro alguien que adelantó su reloj y ya estaba deseando feliz navidad. Salté de la cama, me acomodé la ropa y me encaminé a la puerta. No acostumbraba a que muchas personas me desearan feliz navidad, pero me gustaba la idea de cambiar un poco eso.

Aceleré el paso al notar la insistencia. Calme su espíritu navideño un segundo, por favor. Me dejaré sin puerta con tanto golpe.

Abrí la puerta con una enorme sonrisa, pero esta desapareció casi al instante.

Alfonso.

—¿Te acuerdas de mí?

Cerré la puerta inmediatamente. No dejaría me arruinara la noche. Por desgracia él no estaba dispuesto a darse por vencido tan fácilmente.

—¿A dónde tan rápido? —dijo mientras empujaba la madera para que no cerrara.

—Lárgate —solté fastidiada mientras lo encaraba.

—¿Ni siquiera vas a darme derecho de réplica? —fingió indignación por mi negativa. Sin vergüenza—. Por eso nunca llegamos a un acuerdo, eres una pesada.

—¿Estás borracho? —Conocía a Alfonso demasiado bien para darme cuenta que esa manera de levantar la voz no era normal. Él no perdía el protocolo sin esconderse—. Menos vamos a hablar. Vete o voy a llamar a la policía.

Él se burló de mi advertencia. Me sentí menos segura que antes. Aún le temía aunque dijera lo contrario. Todavía tenía poder sobre mí.

Empujé con todas mis fuerzas la puerta logrando que se cerrara casi por completo, pero él tenía las mismas ganas por entrar, ahora más como un reto, uno que no estaba dispuesto a perder.

—¡Vete ya!

Busqué mi teléfono en el bolsillo del pantalón y me dispuse a llamar a la policía. Ya no me importaba lo que pensaran los demás, sólo quería tenerlo lejos. Quería estar segura en mi casa.

Dudé un poco ante los números, el teléfono de emergencia me pareció eterno. Sentí un empujón con más fuerza que probó mi resistencia. No aguantaría mucho aunque me esforzara.

¡Listo! Seleccioné el botón de marcar, pero tuve la suerte que se confundiera con una llamada entrante. Maldición.

—¡Feliz navidad! —escuché la voz de Lisa por la bocina con tanta fuerza que se oyó por lo alto.

—¡Abre esa puerta, maldita! —gritó golpeando la puerta con tanta fuerza que casi terminé en el suelo.

—Los cobradores —reí nerviosa—. Hablamos luego.

Colgué de inmediato presa del pánico. Busqué el número de la policía de nuevo con desesperación.

Recuerdo que no logré llamar a nadie, Alfonso utilizó su fuerza y mi momento de debilidad para abrirse camino.

—Adiós, Alfonso. Si no te vas llamaré a las autoridades y no estoy jugando —le desafié aparentando valor, pero aquel teatro se fue por un tubo apenas me tomó con fuerza de la muñeca.

Aquello me devolvió la sensación de pequeñez que llevaba cargando por meses en secreto.

—¿Cómo vas a hacerlo? ¿Con esto? —se burló cuando me arrebató el celular y lo arrojó como si nada.

Maldito.
Mirarlo a los ojos me estremeció. Estaba más enojado que nunca, no le caía en gracia mi atrevimiento. Si dejaba que ganara acabaría conmigo.

No sé de donde demonios saqué fuerza pero le propiné un golpe que lo hizo dejarme libre mientras se retorcía del dolor. Sentí que las tenía de ganar. Corrí a la recámara tratando de perderme en el pequeño departamento, con suerte lograría encerrarme ahí y llamar a las autoridades. Lo que se me olvidó fue que yo no tenía suerte.

Su mano se me figuró a una garra cuando la clavó en mi piel para mantenerme quieta.

—¡Deja de correr, no logras nada huyendo! —me escupió cuando me tuvo enfrente.

—Eres una basura —solté al tratar de zafarme de su agarre.

—Y tú una atrevida. Ese fue tu maldito error siempre —dijo mientras me arrastraba dentro de la habitación—. No pudiste quedarte callada nunca. Siempre queriendo hacer valer tu opinión sabiendo que eras una idiota.

—Sueltamente ya —le exigí porque me estaba lastimando.

Creo que comencé a llorar sin darme cuenta. Alfonso me dominaba, no sólo física sino también emocionalmente.

—Sabes que es lo que más adoro de ti, Angélica, que aún sabiendo que tienes todas las de perder te pones a exigir.

—¿Por qué no me dejas en paz? —lloré cuando me tomó para que lo mirara a los ojos.

Esos ojos que me levantaron del suelo eran los que ahora me arrojaban al infierno.

—¿Y dejarte el camino libre? No seas ridícula. ¿Qué pensaste, que te librarías de mí y podrías hacer tu vida como si nada? —se burló con crueldad. El olor a alcohol me revolvió el estómago—. Me juraste amor eterno, ¿recuerdas? Hasta que la muerte nos separe.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo al escuchar aquello último. ¿Esto era el precio de haber sido tan estúpida?

—Hagamos un trato —le propuse aparentando temple—, tú te vas y yo no te denuncio. No quiero problemas contigo. Nada pasó aquí.

—Pero sí pasó, cariño. Decidí darte tiempo para que dejaras tu berrinchito —Me estrujó con fuerza—, hacerte entrar en razón, convencerte que sólo habíamos tenido un bache... —con cada palabra su cólera aumentaba lo notaba en la fuerza que aplicaba en mí—. Pero mi preciosa esposa no perdió el tiempo antes de revolcarse con cualquier mediocre.

Me arrojó con fuerza a la cama y me sostuvo de ambas manos para mantenerme fija.

—Pensé que tenías nivel, Angélica. Lo tuviste todo y pudiste tener más, pero preferiste acostarte con un miserable como tu compañero de trabajo.

—¡Déjame ya! —chillé mientras trataba de hacerlo a un lado, pero pareció que toda mi fuerza no tenía valor alguno.

—Estuve pensando que te viste a la necesidad de bajar tus estándares porque no tienes como divertirte —susurró a mi oído. Me horroricé al sentirlo tan cerca de mí.

Lloré con más fuerza cuando sentí su boca sobre mi piel. No quería que esto pasara. No quería estar con él.

Grité sabiendo que era la única manera que amedrentarlo, pero para mi desgracia nadie parecía estar lo suficientemente cerca para escucharme. Lo hice tanta fuerza que poco me importó sentir que la garganta se me rasgaba, ahogándome con mi llanto mientras me retorcía asqueada por su boca en mi cuello.

Me sentí pequeñita, vulnerable, humillada.

Y sabía que todo podía ser peor, pero en ese instante me costaba entender qué podía serlo. Alfonso se burló de mí, de mi desesperación, de mi ira, de mi vergüenza.

Nunca en mi vida sentí tanta impotencia. No valía lo mucho que le supliqué que me soltara, ni cuanta resistencia opuse. Ni los golpes, ni mi dolor lo aplacó.

Me asqueó tenerlo sobre mí.
Me asqueó sentir sus manos recorrer mi cuerpo sin mi permiso. Me asqueó no ser dueña de mis decisiones.

Si tuviera que escoger la peor imagen de mi vida sería su cara disfrutando de mi agonía.

Quise morirme.

Entonces el sonido de unas patrullas me despertó de la pesadilla. No todo estaba perdido. Me aproveché del desconcierto de Alfonso para hacerlo a un lado y correr a la puerta. Mi corazón, que golpeaba mi pecho sin control, me recordó que no podía darme por vencida aún. Pero no sirvió de mucho, apenas avancé unos metros antes de que me alcanzara y me lanzara a la cama de nuevo como si pesara lo mismo que una pluma. Estaba asustado, sin embargo no se detuvo.

Supe que él me haría cumplir mi promesa. Ya no tenía nada que perder, sus estupideces lo habían llevado al límite. Mi descuido por colocar las tijeras en el buró terminó por lanzarme a mí también al abismo. Alfonso enloquecido y preso del pánico atravesó mi piel con toda su fuerza.

No recuerdo con exactitud lo que pasó después. No es que el dolor fuera insoportable, más bien era la adrenalina la que me nublaba la razón.

La voz de Roberto se escuchó lejano y Alfonso me soltó enseguida, hice un esfuerzo por ponerme de pie y caminar unos pasos lejos de él. Jamás olvidaré su rostro cuando entró a la habitación. Temió por . Me abrazó tan fuerte como pudo y perdió color cuando manché su camisa de rojo. Buscó mi mirada que se negaba a darle la cara y en un segundo entendió lo mal que me sentía.

Vi a los policías entrar, y a Roberto separarse de mí para golpear Alfonso. Ni siquiera logré observar que pasó entre ellos. Me recargué en la pared dándoles la espalda y lloré mientras un oficial me preguntó un montón de cosas.

Estuvo a punto de...

Sé que no había pasado, pero eso no quitó la repulsión que sufría.

Los gritos de ambos me parecieron ecos lejanos, apenas logré concentrarme cuando Alfonso salió de la habitación. El oficial que se quedó me pidió que tomara asiento y trató de detener la hemorragia esperando que la ambulancia llegaba. Fue ahí que me di cuenta de cuanta sangre había perdido.

Roberto me hizo un montón de preguntas, sin embargo estaba demasiado impactada para contestar. Sentí sus brazos envolverme preocupado, y aquello me dejó intranquila, era demasiado pronto para sentirme aprisionada de nuevo. Le pedí espacio cuando me separé de él. Necesitaba procesar todo lo que estaba pasando.

Creo que pensó que la herida me dolía demasiado o que me desangraría. ¿Eso podía pasar?

Empecé a angustiarme por eso también.

—Una crisis nerviosa —dedujo uno de los paramédicos cuando me atendió—. Respire, por favor.

Lo intenté pese a la presión que sentía en el pecho.

El brillo de la ambulancia me cegó por un momento. ¿Hasta dónde tuve que llegar para darme cuenta que estaba en peligro?

—Todo va estar bien —me animó Roberto manteniéndose fuerte para que no me preocupara, pero supe al verlo que podía romperse en cualquier momento—. Confía en mí, ¿de acuerdo?

Y creí en él a pesar de no creer ni siquiera en mí. Asentí con un suspiro lento mientras me entrelazaba su mano.

—Te quiero —susurré agradeciendo por no abandonarme, entre tantas personas me sentí realmente sola. Nadie sabía con exactitud lo que pasaba por mi cabeza.

Y aquello lo contagió tanto que sus ojos se humedecieran como los míos.

—Yo también... Tienes que ser fuerte —pidió con una sonrisa, hice un esfuerzo para corresponderle—. Eres la mujer más valiente que conozco, vas a salir de esto.

Pero en ese momento me vi muy lejos de la fortaleza y el valor. Me dolió saber que yo no decidía qué pasaba. Cerré mis ojos para descansar un poco, mas no solté su mano para sentirlo conmigo. Lo necesitaba.

—Tú no puedes marcharte. Tú no. Tú no... —Su voz se quebró—. No soportaría perderte. No estoy listo para otra despedida.

Yo tampoco lo estaba.





















Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro