Capítulo 47: Final

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No era amante de las despedidas, tendía a relacionarlas con algo malo. La muerte de mamá, la noche que papá nos dejó, la tarde que salí a España... Me costaba mucho decir adiós, pero era momento de dejar atrás lo que me hacía daño. Ya no podía soportar más dolor. No era capaz de guardarme tantas emociones para mí sola. Necesitaba ayuda.

Y no hablo de física, los doctores fueron amables, hicieron su trabajo perfectamente. Después de un rato ya estaba estable según sus informe, una noticia que me relajó un poco. Necesitaba ayuda emocional para sanar por completo.

Fue bueno darme cuenta que no estaba sola en el proceso, pero lo más importante fue darme cuenta que no importa cuanto te quieran ayudar los demás, uno tiene que dar el primer paso. Yo daría el mío. Tenía que dejar atrás mi pasado para empezar una nueva historia, una que tuviera un buen final, sobre todo un feliz transcurso.

Y en los momentos donde debes tomar las decisiones más difíciles y pasar por los baches más profundos te das cuenta de las personas que realmente te aman.

Roberto fue mi gran apoyo. Fue la mano amiga, las palabras de aliento y el silencio que decía todo. Amaba a ese hombre con todo mi corazón. Sentir tanto por alguien llegaba a asustar, era como volver a colocar al borde del abismo... No quería saltar, pero tampoco quería pasar toda mi existencia cuidándome de salir lastimada, cuando volviera a abrir los ojos mi vida se me habría escapado de las manos pensando en posibilidades.

—Odio los hospitales —susurré cuando la enfermera dejó la habitación. No mentía, los asociaba con dolor. Algo parecido a lo que sentía.

—Espero Rodrigo no te escuche decir eso nunca —bromeó de buen humor, mucho más relajado al escuchar mi diagnóstico. Observó mi rostro con cuidado y se atrevió a colocar un mechón de cabello detrás de mi oreja.

Sonreí, o eso intenté. Él tomó aquel gesto como un indicio de mejoría. Cargó la silla que descansaba al fondo de la atención y la colocó al lado de la cama para estar cerca de mí. Durante un largo rato me miró como si hubiera algo interesante en mí y yo me pregunté si las enfermeras me habían dibujado algo con un marcador.

—¿Ya te sientes mejor? — preguntó por décima vez esa madrugada.

Mejor sí, bien aún no, pero lo estaría, con semejantes puntadas y medicamentos para el dolor acabaría como nueva. Eso sí, odiaría esa marca para siempre.

—No te preocupes tanto por mí —le pedí, me agobiaba verlo tan intranquilo—. Ya escuchaste al médico, nada malo me pasará.

—No tienes idea cuánto significó escuchar eso. Oficialmente volví a vivir  —suspiró más relajado.

Reí por su sinceridad, aunque no se lo dije también valoré mucho esas palabras. No sólo escucharlas, sino saber que era verdad. Lo tomé del brazo y lo obligué a aproximarse a mí, necesitaba sentirlo cerca. En aquel pequeño cuarto la distancia entre los dos me parecía abismal.

—Gracias por no abandonarme —le dije de corazón. Un gracias por todos los que quería decir.

—¿Me agradeces por eso? —rió mientras buscaba mis labios para besarlos. Correspondí al gesto, un poco de dulzura después de un trago tan amargo me venía bien.

—Por un momento imaginé que... —Negó con la cabeza antes de terminar su suposición aunque no fue difícil saber a que se refería—. Creo que ver tantas películas me están volviendo muy dramático.

—¿Me veía muy mal? —pregunté porque estaba muy nerviosa en ese momento para darme cuenta de mi estado.

—No te veías feliz, eso es suficiente ... Sé que es un pésimo momento, pero... Hay alguien que quiere verte.

¿Alguien vino a verme a ?
Pensé en algunas opciones... ¿Le habrían contado a muchas personas? Temí un poco la respuesta al principio, pero cualquier opción no era ni la mitad de aterradora que quien realmente me esperaba.

Lisa...

No, no, no. Me negué muchas veces a que ella se enterara de mi situación, que me viera así de vulnerable, que fuera una víctima frente a sus ojos.... Sin embargo ella ya lo sabía, era momento de dar mi versión de la historia.
Roberto me preguntó sí quería recibirla, cosa que sólo disminuyó mi seguridad, pero terminé accediendo porque ya no quería quedarme callada, simplemente ya no tenía la capacidad de no ver a alguien a la cara por culpa de esto.

El estómago se me revolvió cuando su imagen se dibujó en el marco de la puerta, con sus ojos llorosos y la sonrisa cansada. Me sentí tan culpable, porque para que la alegría de Lisa desapareciera debía estar pasándola terrible...

Roberto nos dejó a solas por petición mía. Los nervios me estaba matando lentamente. ¿Cómo empezaba? ¿Qué decía?
Lisa compartía mi semblante, no sabía qué decir. Tímida y torpe alcanzó la silla y se sentó en silencio.

Pensé entonces que verme así la había decepcionado, que la única persona que me veía fuerte ahora me veía tal como era. Es triste considerarte débil, frustrante imaginar que nunca recuperarás lo que eras, y en eso último tenía razón. Nunca vuelves a ser la misma, y eso no es malo, pero cuesta entenderlo.

—¿Ya no te duele? —se atrevió a cuestionar en voz baja, temió que tan solo sus palabras me lastimaran.

—No, ya no, tengo nervios de acero —sonreí para mantener un buen semblante.

Ella intentó reír y yo aproveché para armarme de un poco de valor.

—Oye, Lisa... Pues... ¿Te gustan los cuentos?

¿En serio? La mejor manera de analizar mi vida...

—Mucho —asintió con una ligera risa—, cada noche papá me contaba uno diferente, pero siempre le cambiaba el final porque los olvidaba.

—No me sorprende viniendo de él —reconocí.

—¿Habrá una princesa en el cuento?

—No... Sinceramente la protagonista está muy lejos de ser una princesa —confesé—. Es una chica común y corriente. Digamos que se enamora... Y ya sabes que cuando eso pasa piensas que... Bueno, algunos ni siquiera pensamos... Ese es el primer error —aclaré mi garganta y proseguí sin verla a la cara—. Es fácil confundirte, equivocarse... Esa chica no se dio cuenta que estaba mal, que no es bueno guardarnos lo que nos hace daño. ¿Recuerdas que una vez te lo dije? Todos necesitamos ayuda... Yo la necesité, pero no quise recibirla. Permitió muchas cosas, cosas que no debieron pasar. Y...

—Esta historia tiene un final triste, ¿verdad? —preguntó cautelosa como si aquello doliera. Estaba llorando y yo también—. Es que odio las historias con finales tristes.

—No tiene un final, Lisa, eso es lo más emocionante de todo.

—¡Entonces escribamos uno! Uno que sea perfecto, ¿sí?, donde todos sean felices... Sé que todos los libros tienen momento malos, pero también hay días buenos. Escribamos unos lleno de días así. ¿Puedes? —me pidió emocionada.

—Pero prometeme algo, nunca dejes que nadie te haga daño, Lisa. Vales mucho. No importa cuanto amor se encuentre en medio, no esperes a la siguiente alarma. Nunca estarás sola...

Pensé entonces cuántas personas pasan por esto... Muchas sin hallar jamás salida.

—Lo juro.

Entonces habrá muchos cambios buenos de ahora en adelante. Muchos días dignos de contar.

Y que difícil fueron los que le siguieron. Tuve que ser más valiente que nunca. Tuve que serlo para denunciar a Alfonso, para creer en la justicia, para defender mis derechos. Tuve que serlo para aguantar las críticas absurdas de la sociedad, esas que justifican el maltrato porque yo tengo una nueva pareja, esas que piensan que mis quejas tienen menos valor, esas que vienen de personas que dicen que desean que seas feliz y rehagas tu vida pero a su manera. Tuve que ser valiente para confiar en mí, en los demás, en la vida. Entonces descubrí que no eran tan débil como pensaba, y que las tormentas no duran para siempre, que hay luz en toda oscuridad y lluvia para cualquier sequía.

🔸🔹🔸🔹

Corro directamente a la puerta apenas escucho el timbre sonar, hago un intento descomunal para no tropezar con los tacones y reviso mi semblante en el pequeño espejo que descansaba en el buró continuo. Me arreglé más que de costumbre por lo que estoy feliz del resultado.

Abro la puerta deprisa y me encuentra a Roberto con una sonrisa. Agrego en mi lista de cosas que amo esta última, aunque sino me equivoco debo haberlo hecho cientos de veces ya.

—¿Lista? —me pregunta cuando lo dejo entrar.

—Si me adelantaras un poco de la sorpresa seguro lo estaría —le digo tratando de sacarle algo, pero él prefiere guardar secreto porque sabe que soy insistente—, pero no lo harás, ya lo sé. Siempre ganas.

Bien, en eso miento.

—¿Yo? —cuestiona divertido mientras envuelve sus brazos a mi cintura.

Su cercanía me deja admirar con más profundidad muchas cosas de él. Nuestra relación es una etapa de aprendizaje, una donde me divierto mucho.

—Sí, tú —lo ataco con una sonrisa antes de besarlo.

Me pierdo en sus cálidos labios sin darme cuenta, nunca me canso de ellos. Primero rozándome con dulzura, luego quitándome hasta el aliento. Mis ojos cerrados no impiden que sienta cada respiración, movimiento y latido de nuestros cuerpos, nuestra cercanía es tanta como es posible, y aún así siento que hay un abismo entre nosotros.

Siento las manos de Roberto jugar con el zipper de mi vestido y tengo que hacer un esfuerzo para separarme de él, uno muy grande,  porque sé que si no me detengo ahora terminaremos en el sofá como siempre lo hacemos y no es que no quiero que pase, pero hoy no deseo perderme lo que sea que preparó.

—¿Esta es tu forma de castigarme? —ríe tratando de acomodarse el saco.

—¿Me adelantas algo de la sorpresa? —insisto traviesa.

Él niega y le doy un ligero golpe en el hombro.

—Entonces sí —miento mientras tomo mi bolsa que descansa en el sofá.

Trato disimular mi impaciencia cuando Roberto y yo salimos de mi departamento. Lleva toda la semana emocionándome con esto y Lisa también anticipó que sería algo agradable.

Me despido de la portera que cuida el edificio con un ligero saludo de mano a lo lejos, debo parecer una chiquilla por la sonrisa que llevo.

—¡Suerte! —me grita también emocionada, y es que esta tarde le conté el asunto para que me ayudara a sacar hipótesis.

—¿Todo el edificio lo sabe? —Roberto enciende el coche mientras me mira.

Sé que no le molestaría, pero sólo lo sabe ella y Esmeralda.

—Sí, lo transmití en la radio. Todo el país desea conocer qué nos espera.

El vehículo se pone en marcha y celebro como si estuviera en una montaña rusa.

—Eres única.

—¿Eso es una queja?

—No, es en realidad un tengo mucha suerte.

Y encuentro en la simplicidad de sus palabras el significado de lo complejo que siento. Así es él, dice mucho con poco.

El reloj no marca ni las nueve cuando nos detenemos en un restaurante que en mi vida había visto. Es grande e imponente, y no es el tipo de lugares que frecuentamos...

—¿No te gusta? —Su pregunta me saca de mis pensamientos, se nota preocupado.

—Claro que me gusta, mucho —lo tranquilizo—, es sólo que... ¿No es algo caro? Si es una manera de disculparte por los aretes que me perdiste no era necesario, los compré en algún mercado, no recuerdo cuál para ser exactos, pero te aseguro que no es para tanto...

Él suelta una risa y toma mi mano sin dejar de reír.

—Me descubriste, hice todo esto por eso, pero ya que me perdonaste regresemos a casa.

Que gracioso.

—Deberías ser comediante —contesto sarcásticamente mientras desabrocho el cinturón de seguridad.

La luz del lugar hace brillar todo como una estrella. Hay muchas personas entrando y saliendo como si aquello fuera normal, yo en cambio estoy algo nerviosa. Mejor dicho, muy nerviosa. No sé porqué, en realidad sé que es espacial esto, quiero saber la razón.

Quedo asombrada de la decoración del lugar, todo tiene un tono oro y marfil que roza en los límites de la elegancia, hasta las servilletas tienen un hermoso logo dorado.

—¿Aquí venden comida? —pregunto para creermela. Roberto asiente con una sonrisa. Estoy intranquila y lo expongo a la luz, odio ser transparente a veces, aunque él logra que me relaje un poco después de un rato.

El mesero nos ofrece la carta y yo pido algo que suena bien, esperando sepa igual. Roberto sigue mi ejemplo y le dice algo al hombre que no logro entender.

—¿Qué significó eso? —curioseo mientras veo al hombre marcharse.

—No quieres saberlo, te lo aseguro.

Lo miro extrañada, qué se traerá entre manos...

—Me estás asustando... Nunca dices nada... Tú quieres que muera de la duda...

—Te lo diré —se rinde porque sabe que no dejaré de insistir—, pero con una condición... Tienes que cerrar los ojos.

—Se lo dijiste con los ojos abiertos —objeto tratando de ir un paso adelante.

—¿Algún día puedo ganarte en algo?

—Está bien, está bien...
Voy a cerrarlos, pero eso es un chantaje...

Accedo a su petición, cierro los ojos un momento. Ni siquiera me acostumbro a la oscuridad cuando me pide que los vuelva a abrir... Esto no es un juego.

—No escuché nada —comienzo a debatir, pero la expresión de Roberto me hace dejar eso en segundo plano.

Sus ojos están en otra parte, los sigo hasta llegar a donde debería estar mi plato... Pero no está un plato.... Está una muñeca. Lo miro incrédula, ¿esto es una broma? Es tan pequeña como el tamaño de mi mano, pero en las suyas tienen una pequeña cajita.

—¿Es un explosivo? —cuestiono mirando de la caja a él un par de veces, y su silencio me anuncia que debo ser yo quien lo descubra.

Tomo un suspiro y se la arranco de sus pequeñas manos de tela.

—Lo siento mucho, es para mí —me disculpo con ella aunque sé que no me escucha. Me siento algo tonta al hacer eso.

Observo el estuche con cuidado, tiene una apariencia preciosa y no pesa mucho. Me es inevitable preguntarme qué será. Estoy asustada, asustada porque no quiero esperar nada, pero realmente espero todo.

Roberto es un alma libre, sin compromisos...

Al cabo de unos minutos me decido a acabar con mis dudas, debo agarrarme del asiento para no irme de espaldas cuando la abro.

Un anillo....
UN ANILLO.

Miro a Roberto para que diga algo... Yo no sé que decir... Creo que olvidé como respirar.

—Estaba pensando en una declaración que fuera memorable... Pero la olvidaría, sé que lo haría —comienza a explicar, le presto a atención, aún estoy digiriendo todo—. Angélica, eres más de lo que soñé, mucho más te lo aseguro. No pensé que... Dios, soy pésimo para estas cosas... Quiero una vida contigo, una con todo lo que venga. Ahora estoy seguro que podemos salir de cualquier situación juntos. No sé si te merezco, pero juro que voy a respetarte y amarte... Así que... Esta es la parte difícil... Angélica Acosta, ¿quieres ser mi esposa?

SU ESPOSA.
SU ESPOSA.

Dios, no sé qué decir. Había olvidado esta posibilidad porque la idea no volvió a tocarse... Y ahora está pidiéndome que me case con él.

SU ESPOSA.

Salto del asiento y en un par de pasos llego hasta él. Estoy tan emocionada que quiero gritar a todo pulmón mi felicidad. Abrazo a Roberto tan fuerte como puedo, creo que le romperé algún hueso, pero no me importa en ese momento.

—¿Eso es un sí? —Escucho la risa de Roberto en mi oído, está contento por mi reacción.

—¡Te atreves a dudarlo! —le digo aún en sus brazos.

Quiero besarlo hasta cansarme pero debo guardar un poco la compostura porque el mesero está casi en nuestra mesa.

—¡VOY A CASARME! —le anuncio mientras le muestro orgullosa el anillo. Me siento como una niña.

—Felicidades —responde aunque no se ve muy feliz—, me alegro que algunos puedan ser felices. Mi novia acaba de dejarme.

Oh... Que incómodo.

Roberto y yo nos miramos sin saber qué decir y aunque es evidente que el silencio es suficiente decido intervenir.

—Ya encontrarás a alguien mejor —lo animo, parece que se echará a llorar, busco con la vista a una mujer en el restaurante. Veo a una muy guapa atendiendo una mesa cercana—. Ella luce encantadora.

—Está casada —responde peor que antes.

Roberto aguanta una carcajada de forma disimulada por mi torpeza y yo prefiero quedarme callada para no arruinarlo más.

—¿Le pagaste para qué dijera eso? —cuestiono cuando se retira y nos quedamos solos de nuevo.

—No, lo juro, pero adoré tu manera de consolarlo —ríe.

Le doy un golpe en el hombro y tomo asiento de nuevo para que algunas miradas dejen de concentrarse en nosotros. Demasiada atención por hoy.

—Tenemos que decirle a Lisa —le recuerdo con una sonrisa porque quiero que sea la primera persona en saberlo.

Mi pequeña Lisa, le debo tanto. Pensar que todo inició con una carta.

—Sí, aunque supongo que ya sospecha. Me acompañó a la joyería —explica—, ella quería que te comprara uno con un taco al centro. Así que preferí elegir por mí mismo algo que creí te gustaría. ¿Acerté?

Por primera vez lo veo a detalle. Es precioso, aunque yo no sé mucho de joyas.

—Es muy bonito —le digo mientras lo estudio—, aunque siendo sincera lo amaría igual así fuera un plastinudo de pan. Aunque este me encanta, mucho —enfatizo para que no crea que no valoro su esfuerzo y su elección.

—Te amo —me recuerda y lo siento de verdad. Ya no tengo dudas de eso.

—¿Con todo y mis comentarios fuera de lugar?

—Sobre todo con ellos.

Una boda. Una nueva vida con el hombre de mi vida. No sé qué nos espera, pero confío plenamente en nosotros. Sé que la vida tiene momentos malos y que los romances perfectos no existen, pero también hay cosas buenas, noches dulces y recuerdos que producen sonrisas. Quiero fabricar muchos sueños a su lado. Ya se cumplieron algunos, pero él me da la seguridad para ambicionar por más.

No puedo esperar a vestirme de... Oh, tengo una idea maravillosa respecto a eso.

🔹🔸🔹🔸

Narra Lisa

—¿Estás segura? —pregunta por décima vez Esmeralda que observa a Angélica en el espejo.

—Sí, sí, al cien por ciento —asegura ella.

A mí me gusta mucho como se ve así que no le doy tiempo de dudar. Me acerco a ella cuando se sienta en el tocador para peinarse.

—Eres muy arriesgada —le dice la otra mientras espera a que el tutorial se reproduzca en el celular.

Sí, nosotros vamos a ser las estilistas. Al principio no estaba muy convencida, pero al final logré convencerla para ser parte de la preparación. Además los vídeos se ven fáciles.

—Lo sé —ríe ella—, debes reconocer que es una gran idea.

Yo estoy con ella. El rojo le favorece, y lo hace más el significado de este. Angélica se atrevió a casarse con el bello vestido rojo con el que visitó casa por primera vez. Y en mi opinión se le ve espectacular así que no hay de que preocuparse.

—¿Están seguras que saben cómo hacer esto? —pregunta Angélica al ver lo complicado que nos está resultando todo. Estos vídeos son una estafa.

—Ya estás casi lista —contestamos las dos haciendo nuestro mejor esfuerzo.

Angélica debe estar lamentándose haber involucrado amistad con su presentación.

—Creo que ya quedó —digo cuando el vídeo termina. Observamos el resultado.

Bien, no parece a la imagen de internet....

—Oye, Lisa, ¿estás segura que ese vídeo era para principiantes?

—Eso decía... Quizás nos mintieron... No le daré like —amenazo, aunque dudo que la mujer del vídeo tenga la culpa y tampoco que las cosas se arreglen.

Angélica suelta una carcajada al verse en el espejo. Está fatal. Esmeralda le propone traer a una estilista urgente, pero ella asegura que puede arreglarlo. Toma un rizador de un cajón y comienza a trabajar en su cabello. Está muy relajada, no deja de reír y sonreír por todo. Lo que hace el amor.

Creo que a él le gustará —dice mientras sigue concentrado en arreglar nuestro desastre.

—Tú podrías ir al natural y le gustarías, pero se supone que debe verte diferente a como acostumbra. Además no puedes tomarte una foto así —le recuerda—, esa se cuelga en la sala.

Los ojos de Angélica se cierran de la vergüenza, no puedo diferenciar entre la tela y su rostro porque ambos comparten color.

—¿Puedes dejar esos comentarios para después? Está Lisa aquí —la regaña en voz baja.

—Cierto, disculpa, tú no oíste nada —contesta divertida mientras me cierra un ojo.

Por mi salud mental obedezco.

—Te dije que no dejaras que te tentara —recuerda Esmeralda mientras trabaja en otras cosas—, pero perjurabas que no acabarían juntos. Entre Roberto y yo jamás habrá nada... Sí, como si yo me creyera eso. Y ahora mírate.

Es gracioso como avanzó todo. Primero papá no recordaba su nombre, luego descubrió su color favorito, los días que le gustaba, los gestos que hacía. Después se convirtió en tema de conversación, entonces noté que le gustaba oír de ella y que guardaba en su cabeza algunos detalles. Y de un paso siguió otro, y otro, y otro... Y ahora están casándose. Misión cumplida.

La puerta se abre y entra Matilde para apurarnos. Vamos tarde, como siempre.

Ya estamos saliendo —contesta Esmeralda que revisa a Angélica.

A mí me gusta como se ve, muy ella, natural, dulce y espontánea. Sí, esa es Angélica.

—Antes que des un paso más, ven acá muchacha —la corta Matilda. Angélica obedece sin titubear, nadie le lleva la contra a Matilda—. Primero que todo, vas hacer muy feliz a ese hombre y vas a dejar de dudar de él.

—Sí, claro, en realidad...

—No me interrumpas. Vas a caminar con la cabeza alta hasta llegar a su lado y le vas a demostrar a todos que te importa un bledo la opinión de los que hablan mucho y poco ayudan. Y tercero, y lo más importante, vas a ser muy feliz. Atención en este último punto. Ya te lo mereces. Más le vale a Roberto hacerte dichosa o va a conocer al diablo, ¿de acuerdo?

Angélica la mira con ternura, creo que quiere llorar, y la abraza sin pedirle permiso. Eso es un sí. Una bienvenida oficial a la familia.

🔹🔸🔹🔸
Quiero a papá tanto como amo el chocolate, así que no hay algo que me haga más feliz que verlo con una sonrisa.

Angélica lo hace sonreír, ¿cómo no quererla? Eso es suficiente para que le abra las puertas de casa, pero ella no sólo se quedó con eso. Ella aspiró a más. No sólo a ser la mujer de papá, sino a formar parte de esta. Ella se ganó el cariño de todos aunque no era necesario.

Ella fue mi amiga antes que la novia de papá. Ella fue confidente antes que la novia de papá. Ella fue esperanza antes que la novia de papá. Ella fue de lo más parecido a una madre antes de novia de papá.

Así que no sólo se lleva su corazón, sino también el mío.

Y cuando la entrego yo en el altar me doy cuenta que esto no es un final feliz, es un inicio. El que nos merecemos, el que estuvo escrito desde un inicio.

🔸🔹🔸🔹
Querida novia de papá:

Esta es la última carta que llevará este saludo, desde ahora serás la esposa de papá. Que bien suena eso.

Tuvimos un inicio peculiar, pero creo que todo fue necesario. Desde los tropiezos hasta las glorias.

Llegó el momento de olvidar las penas. ¡Al fin! Ya no nos sentiremos sola. Encontramos lo que nos faltaba.

Gracias por todo.
Te quiero mucho.
Atte. Lisa.

🔹🔸🔹🔸

Pronto el epílogo.


















































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