Prólogo

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En la capital de Corea del Sur, Seúl, existen dos familias muy poderosas: La familia Kim, con 3 hijos: Kim Seokjin de 20 años, Kim Namjoon de 19 años, y Kim Taehyung de 17 años. La familia Jeon, con un solo hijo, Jeon Hoseok de 17 años.

Estas dos primeras familias, bastante ricas y con muchísimas influencias, no sólo en el país o el continente asiático, sino en todo el mundo. A pesar de eso, se encontraba la familia más rica y poderosa que lideraba a Corea del Sur: La familia real Park.

La familia de "sangre azul" como la llamaba el país entero, se conformaba por madre y padre Park, y dos hermosos hijos: Park Jihyun, de 20 años y heredero a liderar el país de Corea, hijo ejemplar, destacándose en cada actividad que se le propusiera, con una personalidad muy simpática que lograba ganarse el corazón de cualquier adulto, colocándolo como un ejemplo a aquellas futuras generaciones.

Después estaba el hijo menor, Park Jimin. Este último con 17 años, el cual, el príncipe seductor a los ojos del país. Pero dentro de la dinastía, un príncipe rebelde, al que no le importaba el "qué dirán", siempre preocupándose solamente por él mismo, demasiado vanidoso y perfeccionista con todo a su alrededor y consigo mismo.

Pero a pesar de tener esa personalidad tan detestable que solamente demostraba con su familia y sus mejores amigos, Hoseok y Taehyung; aquel chico era conocido por tener una belleza y sensualidad natos. Poseía un cuerpo delgado, pero bien definido, piel sedosa y blanca que a la luz del Sol podías ver ésta brillar; además de tener un rostro de envidia, pómulos y mentón bien marcados, además de poseer aquellos característicos labios hinchados y rosados que no podías evitar mirarlos; ojos rasgados que desaparecían cuando este sonreía de manera sincera, lo cual, casi nunca pasaba. Cabello rubio casi blanquecino, aunque se sabía que era teñido, no evitaba que se veía increíble con él, y unos ojos color avellana donde fácilmente podías perderte en ellos, aunque casi siempre, el chico no perdía la oportunidad de usar lentes de contacto color verde para hacer aún más profunda su mirada.

Por otro lado, se encontraba Jeon Jungkook, un ciudadano bastante común a la vista de cualquiera, pero con un físico que no podías dejar pasar desapercibido cuando lo tenías en frente.

El cabello largo que poseía, y se anudaba en una coleta, dejando caer por su frente unos cabellos rebeldes, le permitía más visibilidad a esa mirada seria que te hacía flagelar. Un cuerpo bastante tonificado y muy bien trabajado; con perforaciones en las orejas, demasiadas para la opinión de un adulto mayor, en especial si se trataba de un hombre como él, su ceja izquierda perforada de igual manera, así como su labio inferior; además, tenía su brazo derecho lleno de tatuajes, lo cual, lo hacían lucir aún más intimidante, aún para tener la escasa edad de 18 años.

Sin embargo, él era de la idea de que no se podía juzgar a un libro por su portada; ya que, a pesar de lucir serio todo el tiempo, portar una cantidad indeseable de tatuajes y vestir la mayor parte del tiempo con vestimentas de color negro, Jungkook era un hombre con un corazón demasiado noble. Trabajaba en la cafetería de su familia como mesero junto a su mejor amigo de toda la vida, Min Yoongi.

Cada uno de dos mundos completamente diferentes, viviendo su vida con cierta monotonía y tranquilidad.

Pero, con cierta soledad.

Soledad, la cual, el destino se atreverá a cambiar.

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