I

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

¡Oh, soledad, alegre compañía de los tristes!

- Miguel de Cervantes Saavedra.


El detestable sonido de la alarma inundó el cuarto de aquel príncipe. Sin ganas de quitar la mascarilla que cubría sus ojos y soltando un quejido, ocultó su cabeza en las sedosas cobijas para lograr conciliar el sueño otra vez.

Aquel intento fue en vano, debido a que, escuchó las puertas ser abiertas, unos pasos firmes pero silenciosos, se acercaron a la alarma para posteriormente apagarla. Pudo escuchar las cortinas ser corridas de la enorme ventana, así como ésta ser abierta para dejar entrar el aire fresco de aquella mañana y alumbrar aún más, la extensa habitación.

—   Vamos cariño, es hora de despertar. — la voz dulce de aquella mujer, junto con leves movimientos alentando al rubio a por fin abrir sus ojos, sólo lograron que soltara un bufido.

—   Cinco minutos. — dijo somnoliento el muchacho revolviéndose en las cobijas. Sin que la viera, la mujer negó con la cabeza.

—   Siempre pides cinco minutos y esos mismos minutos son los mismos que termino escuchando de ti gritándome que no vuelva a hacerlo, porque llegas tarde. — el menor soltó otro bufido.

—   Bien. — se rindió. Quitó las cobijas y la mascarilla rosa de sus ojos, acostumbrando a estos a la luz del día.

—   El desayuno está preparándose, date prisa, tus padres y tu hermano desayunarán contigo.

Los ojos del rubio por fin se abrieron de manera que divisó a la mujer canosa -su nana- que se dirigía a la salida de la habitación.

—   ¿Es acaso algún día especial? — preguntó Jimin sentándose, con una notoria mueca en su rostro. La mujer negó con una sonrisa.

—   Es tu primer día en el colegio, ¿acaso tus padres no pueden desayunar contigo por eso? — comentó divertida la mujer.

—   Vamos nana, ni siquiera en mi cumpleaños desayunaron conmigo. — el rubio rodó los ojos y salió de una vez por todas para dirigirse al baño seguido de la mujer. — Debe ser importante para que incluso mi hermano esté presente. — abrió las llaves de aquella tina y comenzó a rociar aquellas esencias que necesitaba para poder disfrutar su baño.

—   No tengo idea de por qué tus padres lo harán, pero al menos puedes disfrutar de su compañía, aunque sea unos minutos. — Jimin le daba la espalda a la mujer, y aunque no podía verla, sabía que lo miraba con pena, lo cual, lo irritaba.

—   De acuerdo. — dijo con el motivo de terminar la conversación.

Sintió un pequeño jalón en su muñeca forzándolo a mirar a aquella mujer que se convirtió prácticamente en su madre desde el momento que nació. Aquella mujer que lo conocía como la palma de su mano. Le tomó la cara con ambas manos y le depositó un beso en la frente, dedicándole una cálida sonrisa.

—   Sólo es un desayuno. Cuando regreses del colegio estará tu comida favorita esperándote, ¿qué dices? ­ — y Jimin sólo sonrió a penas ante tal infantil soborno y rodó los ojos.

—   Tu soborno es de mal gusto, pero está bien. Estaré listo en unos minutos. — La mujer sonrió aún más y asintió, dándole privacidad para poder estar listo.

La tina y la temperatura del agua estaban perfectas, así que el príncipe despojó su pijama con cuidado y se adentró a la tina para poder relajarse antes de iniciar un nuevo día.

Después de enjabonarse lo suficiente y lavar su cabello adecuadamente, salió del baño con una bata en su cuerpo y una fina toalla de microfibra alrededor de su cabello.

Su cama ya estaba hecha y su uniforme bien acomodado en ésta. Lo tomó y comenzó a vestirse no sin antes untar crema en todo su cuerpo.

Minutos después estaba listo. Se miró en el amplio espejo que se encontraba en el baño y se observó con satisfacción. A pesar de que el uniforme del colegio al que asistía era bastante insulso en la opinión de Jimin, no podía negar que se veía muy bien en el cuerpo de éste. Pantalón color beige, camisa blanca, corbata y saco color vino, era el conjunto que el vanidoso príncipe utilizaba cinco días a la semana durante su estadía en el colegio.

Su cabello peinado de una forma despeinada, pero al mismo tiempo perfectamente arreglado. Una última mirada y tomó su mochila, dispuesto a bajar las escaleras con ruta al comedor.

Bajó las extensas escaleras en forma de caracol y le dio su mochila al chófer, para que la dejara en la camioneta.

Siguió su camino encontrándose con algún empleado, mismos que lo saludaron con una reverencia, y éste les dio solamente un asentimiento, permitiéndoles continuar con sus tareas.

Antes de entrar al salón, tomó el pomo de ambas puertas que dividían el largo pasillo con el comedor; soltó un suspiro bastante largo, debido a que ya escuchaba voces dentro de éste.

Entró y pudo divisar a su familia ya sentados entablando una conversación bastante amigable, antes de que los tres pares de ojos se posaran sobre él. En la enorme y larga mesa, se encontraba su padre sentado en la cabeza de la mesa, del lado izquierdo su madre y del lado derecho, su hermano mayor.

—   Me alegra que decidieras unirte con nosotros en el desayuno, Jimin. — le sonrió débilmente su padre, señalando una silla vacía a lado de su hermano.

La habitación era iluminada por un gran candelabro colgado del techo, la enorme mesa apta para más o menos 20 personas, unos cuadros de artistas de poco interés del menor, y unos muebles de madera rellenaban los espacios del comedor.

Jimin sonrió falsamente para dirigirse a donde le habían señalado. A punto de comentar que era sorpresa comer con toda su familia, las puertas se abrieron de par en par, dejando a la vista a los empleados que traían en carros de color plata, el desayuno.

Después de que los platillos principales fueran servidos, comenzaron a comer a indicación del monarca de la familia.

El silencio sólo fue un poco escaso debido al golpe de los cubiertos chocando con los platos y de vez en cuando un pequeño sorbido de los integrantes de la familia.

Jimin se sentía bastante incómodo desayunando con su familia. A pesar de que muchas personas consideraban normal siquiera compartir la misma habitación con su familia, para el rubio era bastante extraño. Su familia era la encargada de liderar al país y casi nunca lograban estar juntos, a menos que fuera un evento importante como una caridad o la apertura de una empresa, Jimin casi nunca veía a su familia. Podía contar con los dedos de la mano cuántas veces había comido con su familia o siquiera con su hermano.

—   ­¿Emocionado por este nuevo año en la escuela, Jimin-ah? — la voz de su madre rompió el silencio del desayuno, después de observar que el rubio había terminado su comida.

Y es que su desayuno sólo consistía en coctel de frutas con un poco de yogurt y granola, un vaso de jugo y una pequeña taza de café para poder despertar. Desde que tenía 12 años, Jimin había comenzado una dieta bastante estricta, donde el consumo de carbohidratos era el mínimo, además de pasar varias horas a la semana haciendo ejercicio para mantener su esbelta figura.

Ante la pregunta, Jimin sólo se encogió de hombros, no se encontraba precisamente emocionado.

—   Sólo es un paso más para que puedas, algún día, liderar como se debe. — comentó su padre.

Jimin mordió el interior de su mejilla derecha, no quería discutir con sus padres por algo que, claramente estaba escrito en su destino.

Era cuestión de tiempo para que hablaran de la verdadera razón de ese desayuno familiar.

—   No falta mucho para que cumplas 18, Jimin, tienes que empezar a cortejar a alguna damisela. — continuó su padre ante la falta de comentario por parte de su hijo menor.

El aludido mordió aún más fuerte su mejilla tratando de contener una sonrisa burlona ante el comentario de su padre.

"Oh, papi, si tan sólo supieras." — pensó.

Y es que ante la perspectiva de Jimin, parecía que su familia no notaba o, mejor dicho, ignoraba el que Jimin tuviera otras preferencias hacia personas de su mismo sexo. No tenía otra alternativa más que asentir a los comentarios de su padre.

—   La temporada de bailes empieza en unas semanas, dos, para ser exactos. ¿Estás emocionado? — su madre insistía ante la poca palabra de su hijo, que los miraba a cada uno cuando tenían la palabra.

—   Me emociona más lo que voy a utilizar. — Jimin levantó su muñeca izquierda mirando la hora en su reloj. — Disculpen, estoy en tiempo justo para asistir al colegio. — se excusó y se levantó de la silla, haciendo una reverencia ante sus tres familiares. — Ha sido un desayuno bastante agradable, espero que podamos hacerlo más seguido. — mintió.

Su hermano lo miró por unos segundos a los ojos, sabía perfectamente que mentía; sin embargo, no comentó nada y siguió con su desayuno.

Jimin salió del comedor no sin antes lavarse los dientes, tomar unos lentes de sol, guardarlos en el bolsillo de su pantalón para luego meterlos a su mochila, y tomar unas pastillas para el dolor de cabeza que tenía desde que escuchó la alarma.

Subió a la camioneta negra que lo llevaría al colegio, y antes de que el chofer pudiera dirigirse a su destino, la madre del menor salió con cierta prisa.

—   ¡Jimin-ah, espera! — la mujer se detuvo a lado de la camioneta mientras el rubio bajaba la ventanilla.

—   ¿Olvidé algo, madre? — mostró cierta confusión.

—   Trata de comprender a tu padre. — dijo la mujer ahora con un semblante decaído. — No sabe cómo desearte un buen inicio de año. — dijo mirando a su hijo directamente a los ojos, los cuales, portaban un par de lentes de contacto color verde. Era una costumbre que el menor los portara cuando salía.

—   Un "Buen inicio de año" era suficiente. — rodó los ojos para acomodarse en su asiento, desviando su mirada de su madre al frente.

—   Lamento que haya insistido en el desayuno, le cuesta acercarse a ti, casi no tiene tiempo. Si no está preparando a tu hermano, se encuentra en...

—   No es necesario que lo excuses, está todo bien.­ — esbozó a penas una sonrisa y volvió a mirarla.

—   Trata de pensar en lo que te dijo. Con tu hermano liderando al país, tendrás que buscar alguna mujer para que puedas construir tu propia monarquía. Nada me haría más feliz que verte liderando un país. — dijo.

Jimin sólo pudo soltar un suspiro ante lo mencionado.

—   Lo haré madre, sólo que ahora... — mordió su lengua. —... Estoy muy tarde para el colegio, sabes lo mucho que detesto llegar tarde a un lugar. — dijo y le sonrió tenue.

—   Está bien. — dijo la mujer, mientras le examinaba la cara. — Trata de dormir mejor, sé que trataste de ocultarlas, pero tienes unas ojeras que no te sientan bien.

Y la poca sonrisa que Jimin le había dirigido a su madre fue borrada lentamente.

Volvió su vista al frente, y se dirigió al chofer que estaba esperando en su asiento, a la orden de poder arrancar el auto.

—   Vamos. — dijo con ese tono autoritario que hacía a todos en aquel enorme castillo tener un escalofrío.

El hombre asintió y comenzó a conducir. Sin despedirse de su madre y su comentario pasivo-agresivo, alzó la ventanilla y desapareció de la vista de esta.

Vaya forma de desearle un buen año.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro