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Habían pasado seis meses, el diario reportaba el suicidio de Myke en la cárcel.
Un suspiro de alivio había abandonado los labios de Bea, desde aquel suceso se sentía incómoda y no era capaz de conciliar el sueño por noches enteras, la pesadilla no había terminado del todo para ella. Había pasado después por el mismo café de cerca de la tiendita y luego le llevaría flores a Andrius al hospital.

—Te ves hermosa —le había dicho Andrius al verla con ese vestido de lentejuelas blancas, ceñido y algo corto.

Casualmente alguien trabajaba en ese lugar y le había prometido una inolvidable velada. Fernardo tan respetado entre sus colegas, salía orondo tras haber realizado uno de sus mejores trabajos.

Un beso tomó por sorpresa a Beatriz, pero tampoco puso resistencia.
Él había llegado en el momento exacto para dar suturas en cada una de sus cicatrices.

Habían llegado a casa, reían como adolescentes, hace tiempo no se sentía tan dichosa y amada. Se había sentado a la mesa y abierto la botella, degustando el vino en sus labios. Fer preparaba algo rápido y delicioso para ambos. El olor proveniente de las ollas inundaba todo el lugar. Fer se acercó entonces a su cuello, depositando en él un electrizante beso acompañado de un sutil corte en la aorta.
En ese preciso instante Bea comprendió que no había sido una batalla ganada después de todo. La bocazas de Greta sin razonar sus palabras había realizado una acertada conjetura. Ya nada de eso valía, con una lágrima cristalina había abandonado el mundo nuestro.
Fer se sentó a la mesa y cenó tranquilamente bajo una siniestra melodía.
No tenía motivos para hacer aquello, quizás tan solo había enloquecido o a lo mejor, siempre fue parte del plan de Myke.

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