━ 𝐈: El bar Black Rose

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N. de la A.: cuando veáis la almohadilla (#), reproducid el vídeo que he enlazado al presente capítulo y seguid leyendo. De este modo lograréis una mayor inmersión y gozaréis de una mejor experiencia.

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── CAPÍTULO I ────

EL BAR BLACK ROSE

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( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )

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        EL VIAJE EN AUTOBÚS SE LE HABÍA HECHO CORTO. De Oakland a Charming había aproximadamente una hora de trayecto —minuto arriba, minuto abajo—, lo cual se quedaba en nada si se comparaba con las dieciocho horas que se había pasado encerrada en un avión, con el culo cuadrado debido a los asientos. Así pues, en cuanto el vehículo se detuvo junto a la parada correspondiente, Catriona se levantó de su sitio, cogió su bolso de mano y se bajó, para finalmente sacar el resto de su —escaso— equipaje del maletero.

El ardiente sol de California le dio la bienvenida, mordiéndole la piel que tenía expuesta. Se quedó inmóvil junto a la marquesina, con los pies anclados en el suelo asfaltado, mientras sus ojos, ocultos tras unas oscuras gafas de sol, escrutaban con inusitada atención los alrededores. Le resultó curioso ser la única pasajera cuyo destino era Charming. Aunque, teniendo en cuenta la fama que poseía aquel pueblecito ubicado al oeste de Estados Unidos, no sabía de qué se sorprendía.

Aquel jamás había sido un lugar turístico, ni mucho menos. Los Hijos de la Anarquía, un club de moteros que actuaba al otro lado de la ley, eran los dueños no oficiales de Charming. Cobraban peajes y mensualidades a las empresas que les convenía tener bajo control y, además, traficaban con armas y se las vendían a otras bandas de California, entre otros chanchullos y negocios sucios que solían tenerlos en el punto de mira de las autoridades. Ella lo sabía bien porque su padre había formado parte del club antes de fallecer, por lo que estaba al tanto de cómo funcionaban las cosas allí.

El autobús la había dejado prácticamente en la entrada de la localidad, de modo que le esperaban varios minutos de caminata. Aunque eso era lo de menos. A primera vista, Charming parecía haberse mantenido tal y como lo había conservado en su memoria. Era un pueblo grande, lo suficiente como para contar con varios locales y negocios prósperos. Todo se veía tremendamente familiar, como si los años no hubiesen pasado por aquel sitio. Como si el tiempo se hubiese congelado en su ausencia.

La muchacha respiró hondo y exhaló despacio. Los recuerdos estaban volviendo a ella, generándole una nostalgia desoladora. Por su mente no dejaban de desfilar imágenes de su infancia y parte de su adolescencia, remembranzas de una vida que, por mucho que se hubiera empeñado en hacerlo, jamás había podido dejar atrás.

Y ahí estaba de nuevo. Una década después.

Se había marchado de aquel lugar dejado de la mano de Dios con el corazón roto y la promesa de que, apenas pudiera, regresaría, pero no había sido hasta diez años más tarde que se había aventurado a hacerlo. Y por pura necesidad, además. Una parte de ella se avergonzaba de volver tras haber estado tanto tiempo sin dar señales de vida, sin ponerse en contacto con todas esas personas a las que una vez consideró importantes. Pero era algo que no había podido controlar.

De haber sido por ella...

Se reacomodó la correa del bolso sobre el hombro y aferró su maleta, decidida a ponerse en marcha. De nada le iba a servir quedarse ahí plantada, más que para comerse innecesariamente la cabeza y alimentar aún más sus inseguridades, que no eran pocas. Así que simplemente guardó bajo llave todas sus emociones y forzó a sus entumecidas piernas a que se pusieran en movimiento.

Había pasado mucho tiempo, pero su mente todavía recordaba aquellas calles. Era como si su niña interior aún fuese capaz de orientarse en ellas, como si siguiera conociendo Charming como la palma de su mano. Solo esperaba que su siguiente destino continuara existiendo, que esa persona a la que ansiaba encontrar con tanta desesperación no hubiese cambiado de residencia.

De lo contrario estaría perdida.

Su sentido de la orientación no había sido tan eficaz como había creído en un principio. No le había quedado más remedio que pedir indicaciones, puesto que, al llegar a un cruce, se había quedado completamente en blanco, sin saber qué dirección tomar.

Fue gracias a un matrimonio de ancianos que casualmente pasaba por allí, que descubrió que el sitio al que se dirigía continuaba en pie y se encontraba a tan solo una manzana de distancia. Aquello, como cabía esperar, había renovado su ilusión y esperanza, pero también había aumentado de manera considerable su intranquilidad. Y es que ya no cabía la menor duda de que aquel reencuentro que tanto llevaba esperando iba a producirse en apenas unos minutos.

No obstante, y a pesar de ello, había avanzado por las bucólicas calles con paso firme y decidido, como si pretendiera reflejar la determinación de la que carecía con cada una de sus pisadas. Si había algo que había aprendido de su estancia en Irlanda del Norte era a fingir que tenía todo bajo control.

La bola de nervios que se había aposentado en la boca de su estómago se tornó más pesada y asfixiante cuando, a apenas unos metros de distancia, vislumbró un cartel colgante que llamó irremediablemente su atención. Se trataba de un letrero de estilo vintage donde podía apreciarse en letras mayúsculas el nombre del local al que hacía referencia: el bar Black Rose.

Su destino.

Catriona se detuvo en seco, con la respiración agitada y el corazón latiéndole con fuerza bajo las costillas. Sus iris azabache no se apartaban de aquel cartel que tantas veces había visto en su infancia. Su tipografía, que siempre le había recordado a la de los carteles de «se busca» de las películas wéstern, amagó con hacerla sonreír, dado que el letrero continuaba siendo el mismo que cuando era pequeña.

¿El interior del establecimiento también seguiría igual?

Solo había una forma de averiguarlo.

Ejerció más presión en el tirador de la maleta y, tras aspirar una temblorosa bocanada de aire, ingresó en el local. Una nueva riada de añoranza se abrió paso dentro de ella cuando puso un pie en el interior del bar, que, para darle una mayor emotividad al momento, apenas había cambiado en cuanto a disposición y decoración.

Era un establecimiento pequeño y acogedor, con un largo mostrador de madera oscura frente al que había una hilera de taburetes altos. Tras la barra, numerosos estantes repletos de botellas de diversas marcas de alcohol —entre ellas, whisky irlandés— reflejaban la luz que entraba por los amplios ventanales. Y justo en el centro de esa misma pared, rodeado por las baldas de licor, un enorme cuadro con una rosa negra le daba su toque personal al bar. También había varias mesas y sillas repartidas por el resto del local, algunas de las cuales estaban ocupadas por clientes. Estos no eran muchos —cuatro tan solo—, pero Riona sabía que aquello era normal a esas horas del día.

Una nueva oleada de nostalgia la invadió.

Casi podía ver a una versión mucho más joven de sí misma bebiendo zumo con una pajita o jugando con los vasos detrás del mostrador. La de veces que su madre la había regañado por eso, sobre todo cuando era la causante de que alguna jarra se hiciera añicos contra el suelo.

Su mirada fue a parar a la figura que había apostada junto a la barra, provocando que el corazón se le encogiera hasta prácticamente no sentirlo. Sus ojos se cristalizaron mientras observaba con detenimiento aquella silueta, la cual pertenecía a un hombre que, si sus cálculos no fallaban, debía tener ya cincuenta y cuatro años.

Había pasado demasiado tiempo.

Aún con las gafas puestas, Catriona caminó hacia el mostrador. Sus pulsaciones se dispararon cuando el propietario del establecimiento le dedicó una rápida mirada, justo antes de continuar limpiando la superficie de madera con un trapo húmedo. La castaña se sentó en uno de los taburetes e hizo a un lado su maleta, todo ello sin perder de vista al hombre, que se apuró en terminar lo que estaba haciendo para poder atenderla.

Estaba mayor, mucho más de lo que recordaba. Su cabello, antes castaño oscuro, permanecía veteado con algunas hebras grises que también se extendían por sus cejas y por la incipiente barba. Por no mencionar que varias líneas de expresión se marcaban en su anguloso rostro, especialmente en la frente y en las comisuras de los ojos. Sin embargo, continuaba siendo tan alto e imponente como siempre, con una complexión fuerte y unos hombros anchos que intimidaban a cualquiera.

El dueño del Black Rose se acercó a ella, ocasionando que un familiar aroma inundara sus fosas nasales y la retrotrajera a aquella época dorada que consideraba la más feliz de toda su vida.

Siempre le había encantado aquella colonia.

#

—Buenas tardes —la saludó el hombre. Su voz era grave, pero a la vez cálida y reconfortante; melodiosa—. ¿Qué le pongo? —quiso saber, intercalando miradas entre la muchacha y el televisor que había colgado en una de las paredes. Estaban retransmitiendo un partido de béisbol que parecía ser de su interés.

Definitivamente no la había reconocido, aunque no le culpaba. Había cambiado mucho desde la última vez que se habían visto, desde el día en que tuvieron que despedirse en contra de su voluntad. Estaba más alta y delgada, más... adulta. Al fin y al cabo, uno no se veía igual con catorce años que con veinticuatro. Y más ella, que había pasado por un cambio radical.

No le dio una respuesta inmediata, sino que se tomó unos instantes para poder mirarle a los ojos, que eran de un azul oscuro que ella conocía a la perfección, puesto que eran iguales a los de su progenitor. El propietario del bar pareció detectar algo extraño en su comportamiento, en la manera en que lo escudriñaba a través de los cristales negros de sus gafas de sol. O puede que encontrase algo familiar en ella, un leve vestigio de la chiquilla que una vez fue.

Fuera como fuese, Riona se quitó las gafas y sonrió con melancolía en tanto su visión se nublaba debido a las lágrimas que ya habían comenzado a acumularse en sus orbes oscuros.

—Un zumo de melocotón.

Y ahí estaban las palabras mágicas, la prueba de fuego para comprobar que no la había borrado de su memoria, que aún seguía acordándose de ella y de lo importantes que una vez fueron el uno para el otro. No en vano le había pedido el jugo que solía tomar cuando era pequeña, su favorito desde niña.

El hombre palideció en el acto, como si se le hubiera aparecido un fantasma. El trapo con el que había estado limpiando el mostrador y que todavía sostenía en sus manos se deslizó de sus dedos, cayendo al suelo con un suave silbido. Por un momento Catriona llegó a pensar que se desplomaría, pero las piernas del dueño del local se mantuvieron firmes.

—No... No puede ser... —bisbiseó él mientras la examinaba de arriba abajo. Sus rasgos faciales se habían contraído en una mueca perpleja, y no era para menos—. ¿Riona? ¿De verdad eres tú? —inquirió con cautela.

La primera lágrima salió a flote, deslizándose por el pómulo derecho de la mencionada, que volvió a sonreír.

—Hola, tío. —Su voz salió como un débil murmullo.

«Tío». Llevaba años sin pronunciar esa palabra. Y volver a hacerlo después de tanto tiempo se sentía extraño, a la vez que hermoso.

Sin romper el contacto visual que los mantenía unidos, el aludido salió de detrás de la barra y se aproximó a ella con vacilación. Catriona, por su parte, solo pudo apretar los labios en una fina línea para poder contener el sollozo que pugnaba por brotar de su garganta.

Y entonces... Entonces su tío se detuvo frente a ella y todo pareció congelarse a su alrededor cuando alzó una mano con la intención de acariciar su mejilla. El propietario del Black Rose se mostró algo dubitativo al principio, pero acabó llevando su palma al semblante de la chica, que había empezado a temblar como un alfiler.

Riona cerró los ojos ante la agradable sensación de sus dedos acariciando su bronceada piel, y se estremeció cuando los brazos de su tío la envolvieron como un escudo protector. La castaña se tensó al sentir el cuerpo del hombre contra el suyo, pero se obligó a dejar su mente en blanco y a ignorar la característica ansiedad que ya reptaba por su pecho.

Catriona gimoteó cuando el hermano mayor de su padre la estrechó entre sus brazos con algo de fuerza, como si quisiera asegurarse de que aquello era real. Ella hizo lo mismo, instándose a sí misma a entrelazar las manos detrás de su espalda y a hundir el rostro en la tela de su camisa de cuadros.

El olor a perfume masculino se hizo más intenso debido a la proximidad, causándole a Riona un ligero picor en la nariz. Volvió a sollozar y permitió que aquel hombre al que siempre había considerado uno de sus pilares fundamentales la acunara contra su torso como cuando era pequeña y necesitaba consuelo.

Michael olía a casa, a hogar.

Y aquello fue suficiente para que Catriona se sintiera segura por primera vez en mucho tiempo.

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· INFORMACIÓN ·

— ೖ୭ Fecha de publicación: 09/07/2022

— ೖ୭ Número de palabras: 2189

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· NOTA DE LA AUTORA ·

¡Hola, hijos e hijas de la anarquía!

¡AYYYYY! ¡Primer capítulo publicado, gente! Tenía tantas ganas de volver a actualizar esta historia que madre mía... Casi me da algo x'D No obstante, me estoy conteniendo porque quiero acumular varios capítulos de reserva, ya que tengo otros dos FanFics en proceso =') De ahí que, por el momento, las actualizaciones sean mensuales. Espero que eso no os suponga ningún problema y que seáis pacientes conmigo. Yo soy la primera a la que le encantaría actualizar cada dos/tres semanas T_T

Pero bueno, mejor vayamos al contenido del capítulo, que es lo que realmente nos interesa (͡° ͜ʖ ͡°) ¡La beba Catriona ha llegado a Charming! Pobrecita mía, le han venido todos los recuerdos de golpe. La nostalgia es muy puñetera, y eso que apenas lleva unas horas en California. Aunque, por el momento, lo está llevando bien. Crucemos los deditos para que las buenas gentes de Charming no se lo pongan demasiado difícil u.u

¿Y qué me decís de ese reencuentro con el tito Michael? ¿Qué creéis que pasará en el siguiente capítulo? ¿Cómo estarán las cosas entre ellos dos? Porque diez años son muchos años... Aunque el Black Rose sigue prácticamente igual, según Riona xP

Y eso es todo por el momento. Si queréis seguir leyendo sobre los personajes de Ramé, no olvidéis darle a la estrellita y dejar algún comentario acerca de lo que os ha parecido el capítulo =)

Besos ^3^

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