━ 𝐈𝐈: Aquí siempre tendrás un hogar

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── CAPÍTULO II ────

AQUÍ SIEMPRE TENDRÁS
UN HOGAR

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( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )

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        LO PRIMERO QUE VIO CATRIONA nada más abrir los ojos fue la fotografía que yacía sobre la mesita de noche del cuarto que Michael le había cedido para que pudiera descansar un poco. Había sido un viaje agotador y las emociones acumuladas a lo largo del día habían contribuido a que acabara exhausta, hasta el punto de que su tío le había propuesto echarse un rato para poder recuperar energías. La muchacha había aceptado de buen grado, ansiosa por relajarse aunque solo fuera durante unos minutos. De ahí que el hombre la hubiese conducido al apartamento que se situaba justo encima del Black Rose: su casa. Era cierto que lo recordaba más grande, pero no podía negar que le había conmovido volver a pisar aquel lugar después de tanto tiempo.

Tanto el bar como la vivienda habían pertenecido en su día a sus abuelos paternos, de los que sabía —y recordaba— muy poco, por no decir prácticamente nada. Y había sido Michael quien se había hecho cargo del local tras el fallecimiento de su abuelo hacía ya varios años. De hecho, la habitación en la que se encontraba en aquel preciso instante era la misma que había ocupado su progenitor en su más tierna juventud.

En las paredes aún había colgados algunos pósteres de grupos de música, además de imágenes de motos y coches. Pero lo que más le había llamado la atención del dormitorio era la guitarra española que había apostada en un rincón, aquella que había pertenecido a Craig en vida y que Michael todavía conservaba.

Riona se frotó los ojos y bostezó con ociosidad, para posteriormente volver a fijar la mirada en el portarretratos que había sobre la mesa auxiliar. Estiró su brazo izquierdo y lo agarró con cuidado para poder examinar mejor la foto. En ella aparecían su padre y su tío cuando eran pequeños, lo que la hizo esbozar una sonrisa desvaída. ¿Qué edad tendrían? No podía saberlo con exactitud, pero lucían muy jóvenes. Tanto que su progenitor estaba irreconocible, al menos para ella.

Ya había transcurrido una década desde su muerte. Y Catriona empezaba a notar que la imagen mental que tenía de su rostro era cada vez más borrosa, como si poco a poco le estuviera olvidando. Las escasas fotografías que se habían llevado de él a Belfast habían acabado desapareciendo con el paso del tiempo, puesto que Kerra se había encargado de guardarlas a buen recaudo para evitar que los recuerdos las consumieran.

Suspiró y volvió a dejar el portarretratos en su sitio, aún somnolienta. No fue hasta ese momento que se percató de que el cuarto se encontraba sumido en una desconcertante penumbra. Todo estaba a oscuras, a excepción de los recovecos en los que incidían los rayos de luz nívea que entraban por la ventana.

Había anochecido.

La chica se incorporó sobre los codos, provocando que los muelles de la cama chirriasen bajo su peso. ¿Tanto había dormido? Su intención era descansar un rato, tan solo unos minutos para poder recargar un poco las pilas. Pero, por lo visto, el cansancio que arrastraba desde hacía días la había hecho caer en un profundo sueño del que Michael no había querido despertarla.

Riona se irguió hasta quedar sentada y se estiró, haciendo sonar los huesos de su espalda. Ni siquiera había tenido pesadillas, lo que le suponía un gran alivio.

Había dejado su maleta —todavía sin vaciar— junto al armario. Aunque aún no había mantenido una conversación en condiciones con su tío. No habían hablado del motivo que la había traído de vuelta a Charming, ni tampoco de sus intenciones de quedarse indefinidamente en California. Habían protagonizado un reencuentro bastante emotivo, sí, pero quizás a Michael no le agradase la idea de tenerla de compañera de piso, por mucho que la sangre les uniera. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que se habían visto o hablado, y la castaña sabía de primera mano que las personas cambiaban.

Volvió a suspirar, justo antes de ponerse en pie.

¿Su tío ya estaría en casa o continuaría en el bar?

Llevaba puesta la misma ropa con la que había llegado al Black Rose, de modo que avanzó hacia la butaca sobre la que había dejado su bolso y sacó de él su inseparable pinza. Se recogió el pelo en un improvisado moño y, tras respirar hondo, avanzó hacia la puerta, dispuesta a encontrarse una vez más con Michael.

Su tío le haría preguntas, muchas preguntas. Y ella debía sonar lo suficientemente convincente en cada una de sus respuestas.

Apenas salió al pasillo un rico olor a comida se coló sin previo aviso en sus fosas nasales, ocasionando que sus tripas rugieran con ferocidad. De manera instintiva Catriona se llevó una mano al vientre. Llevaba horas sin ingerir nada —más allá de agua—, dado que entre las prisas y los nervios se le había cerrado completamente el estómago, siendo víctima de unas náuseas terribles. Pero, por suerte, eso había cambiado en cuanto había puesto un pie en Charming, como si aquel lugar ejerciera una especie de efecto calmante en ella.

Avanzó por el corredor hasta llegar a la cocina y se asomó a través del umbral. Sus orbes azabache no tardaron en localizar a su tío, que permanecía de pie frente a la vitrocerámica mientras removía con una cuchara de madera el contenido de una olla. Le resultó imposible no sonreír cuando Michael emitió un sonido de satisfacción tras probar lo que fuera que estuviese preparando.

—¿Qué es? —preguntó Riona con el lado izquierdo de su cuerpo apoyado en la jamba de la puerta. Las comisuras de sus labios continuaban elevadas en una pequeña sonrisa—. Huele muy bien.

El hermano mayor de su padre giró sobre su cintura para poder encararla.

—Mi especialidad: espaguetis a la boloñesa —contestó él en tanto hacía una floritura con la mano para señalar la cacerola—. Espero que te siga gustando la pasta, porque me temo que no hay nada más en la nevera. A no ser que quieras comerte un limón mohoso y una lata de atún. —La muchacha carcajeó al escucharlo, justo antes de acortar la distancia que los separaba—. No estoy acostumbrado a las visitas.

Ante ese último comentario, Catriona se abrazó a sí misma y retornó a una expresión neutral. Sus facciones incluso se empañaron por una leve pátina de tristeza. Y es que no podía evitar sentirse culpable por haber perdido el contacto con todos aquellos que una vez fueron importantes en su vida, sobre todo en su infancia y adolescencia.

—Me encanta, tío. Es perfecto —indicó ella, obligándose a sonreír.

El aludido la correspondió de inmediato.

—Pues esto ya está, entonces —dijo a la par que apagaba la vitro.

Entre los dos pusieron la mesa: Michael se encargó de colocar los platos y las servilletas y Riona hizo lo propio con los vasos y los cubiertos. Cogieron las bebidas, partieron el pan y, cuando todo estuvo listo, cada uno se acomodó en una silla. Fue su tío quien le sirvió, encargándose de que su plato estuviera bien lleno. Y aunque la castaña no quería empacharse por si su estómago volvía a hacer de las suyas, no dijo nada al respecto. De hecho, aquel gesto se le antojó de lo más tierno.

Los dos empezaron a comer.

Catriona cogió su tenedor con la mano izquierda y enrolló los espaguetis alrededor de las púas, para finalmente llevárselo a la boca. Michael la miró expectante mientras ella masticaba y saboreaba, esperando su veredicto.

—Mmm... Están más ricos de lo que recordaba —manifestó Riona luego de tragar. Al dueño del Black Rose siempre se le había dado bien la cocina, pero los platos de pasta los bordaba—. Me encantaban estos espaguetis cuando era pequeña. Estaba deseando que mamá me dejara quedarme a comer para que me los hicieras. —Rio, logrando contagiar al hombre. Aunque la sonrisa en el semblante de Michael no demoró en desaparecer.

—¿Cómo está Kerra? —consultó.

Catriona se mordió el interior del carrillo ante aquella interpelación.

Su madre y su tío jamás habían congeniado. No es que tuvieran una relación mala, pero tampoco era buena. Se toleraban mutuamente y estaban juntos cuando era necesario —o al menos así había sido cuando todavía vivían en Charming—, de modo que era consciente de que aquella pregunta la había formulado por compromiso, no porque realmente a Michael le interesaran las idas y venidas de su excuñada.

—Se mantiene en su línea, ya sabes —respondió la chica al tiempo que se encogía de hombros—. Volvió a casarse —declaró con la vista clavada en su plato. Movía el tenedor de aquí para allá, jugueteando con la comida como una niña pequeña. Una clara señal de lo poco que le gustaba hablar de ese tema en específico—. Conoció a un hombre al poco de llegar a Belfast y al año o así formalizaron su relación.

Su tío inspiró por la nariz.

—Lo sé. —Su contestación hizo que Riona volviera a alzar la mirada hacia él, confundida—. Escuchamos rumores, pero no lo supimos con certeza hasta que Fiona se lo confirmó a Chibs en una de sus escasas llamadas telefónicas —explicó.

La joven realizó un movimiento afirmativo con la cabeza, tratando de disimular la enorme crispación que le había generado aquel —no tan inesperado— dato. ¿Qué más le habría contado Fiona a Chibs sobre su estancia en Irlanda?

—Un miembro del IRA Auténtico, ¿no? —La voz de Michael volvió a filtrarse en sus oídos, haciendo que saliera de sus turbulentas cavilaciones—. Según Fiona, es muy amigo de Jimmy O'Phelan.

Catriona se reclinó en su silla y entrelazó las manos sobre su regazo. Sus dedos no tardaron en ponerse a juguetear entre sí, otra muestra más del nerviosismo que le generaba hablar de su vida —y «familia»— en Belfast.

—Sí. Él y Jimmy O son íntimos. —La muchacha esbozó una sonrisa forzada—. Es curioso, ¿no? Supuestamente mi madre me alejó de aquí para que no estuviera rodeada de tanta violencia, pero no lo dudó a la hora de meter a un terrorista patriótico en casa —masculló entre dientes, claramente molesta.

Había pasado casi diez años rodeada de miembros extremistas del Ejército Republicano Irlandés Auténtico y su opinión sobre ellos era firme e irrevocable. Conocía el propósito de la organización, las razones por las que luchaban, y realmente comprendía que quisieran unificar Irlanda, pero su forma de actuar era injustificable. Aquello ya no era una lucha por la libertad, sino terrorismo puro y duro; una guerra cruzada que había provocado cientos de muertes. Sin embargo, su opinión sobre el IRA y la mayoría de sus miembros era algo que, obviamente, nunca se había atrevido a pronunciar en voz alta estando en Belfast. Y es que, le gustara o no, toda su vida la había pasado vagando entre dos mundos en los que moralismos y los escrúpulos no tenían cabida.

Michael también dejó el tenedor en el plato.

—¿Es por eso que estás aquí, Riona? ¿Por eso has vuelto? —inquirió él.

Tenía muchas preguntas, no lo iba a negar. Infinidad de cuestiones que no dejaban de revolotear por su mente. Y en verdad estaba deseando poder formularlas para así obtener las respuestas que tanto ansiaba, pero no quería agobiarla ni incomodarla. Lo último que deseaba era que su sobrina sintiese que no era bienvenida o que se tomase sus interpelaciones como un reproche por haber estado tantos años desaparecida del mapa.

Catriona respiró hondo y exhaló despacio. Sus dedos ahora permanecían inmóviles, con sus uñas clavándose dolorosamente en el dorso de sus manos unidas.

Debía elegir muy bien sus próximas palabras.

—Sé que... Sé que ha pasado mucho tiempo desde la última vez que hablamos y que es bastante probable que las cosas ya no sean como antes, pero... Pero no fue algo que pudiese controlar. —Realizó una breve pausa, lo justo para tragar saliva. La familiar sensación del nudo en su garganta había regresado—. Ya sabes cómo es mi madre. La muerte de papá fue un duro golpe para ella y... Bueno, quiso cortar de raíz cualquier lazo que nos uniera a Charming.

De nuevo la castaña rompió el contacto visual con su tío, cuya expresión mudó a una condescendiente. Nunca le había gustado inspirar lástima, pero sentía que debía aclarar aquello. Si de verdad quería empezar de cero en California, tenía que sincerarse con él en ese aspecto.

—Por eso se acabaron las llamadas y las cartas de manera tan repentina —prosiguió Riona tras unos segundos más de incertidumbre. Ella también tenía preguntas y pequeñas espinas clavadas en el corazón, pero sabía que no era el momento de soltar todo aquello que le estaba quemando en la punta de la lengua—. Por aquel entonces solo era una cría, así que no pude hacer nada para evitarlo. Luego las cosas empezaron a complicarse y... —Hizo un mohín con la boca—. Los intentos de adaptarse a un sitio nuevo, los estudios, las responsabilidades que conlleva la vida adulta... Todo eso te acaba absorbiendo. Y cuando quieres darte cuenta han pasado tantos años que hasta te avergüenza el simple hecho de plantearte volver a establecer contacto.

No se atrevió a mirar a Michael a los ojos por temor a lo que pudiera encontrarse en ellos. Lo que había dicho era cierto, además de sincero, pero entendería que para su tío no fuera suficiente.

—Pero quería volver. Quería regresar al que siempre he considerado mi verdadero hogar —bisbiseó a la par que volvía a mirar a Michael. Sus iris negros se habían cristalizado debido a la represión de emociones, aunque se obligó a mantener las lágrimas a raya—. Y me asusta que sea demasiado tarde para una segunda oportunidad. —Se hundió en su sitio con amargura. De no poder quedarse, no sabría qué hacer ni a dónde ir. No tenía un plan B y regresar a Irlanda del Norte no era una opción.

La forma en que su tío la observaba, con ese brillo y esa emoción rielando en sus ojos azules, hizo que el corazón se le encogiera dentro del pecho. Ver a Michael era como estar mirando a su padre, solo que con unos años más a la espalda. Siempre se habían parecido mucho físicamente, y ahora el fantasma de Craig se reflejaba en las pupilas de su hermano mayor con tanta intensidad que a Catriona le resultaba imposible no quedarse embelesada cada vez que lo tenía enfrente.

—Quiero quedarme, Michael. No tengo intención de volver a Belfast, al menos de momento —reveló la joven—. Pero tampoco quiero ponerte en un compromiso.

El susodicho negó con la cabeza. Extendió el brazo derecho por encima de la mesa para poder tomar las manos de Riona y se las estrechó con suavidad, acariciando sus nudillos con el dedo pulgar.

—Hey... Ni se te ocurra pensar que eres una molestia o que no eres bienvenida. Porque no es así, ¿de acuerdo? —le aseguró Michael. Había tanta determinación en su mirada que la castaña no pudo evitar sentirse aliviada, como si acabara de quitarse un gran peso de encima—. Lo importante es que has vuelto. Da igual el tiempo que haya pasado.

Catriona se secó rápidamente la traicionera lágrima que había resbalado por su pómulo. Se sorbió la nariz y sonrió con las emociones a flor de piel.

—Tú no tienes la culpa de las decisiones que haya tomado tu madre —continuó diciendo el hombre—. Y es normal que te haya costado regresar. Al fin y al cabo, te fuiste de Charming siendo apenas una niña. —La chica volvió a bajar la mirada, apesadumbrada. Tenía ese día grabado a fuego en su memoria—. Pero nada de eso importa ahora. Estás aquí, y no te imaginas lo feliz que me hace tenerte otra vez conmigo. —Ahora fue el turno de Michael de sonreír—. Nunca te he querido como a una sobrina, sino como a una hija. Aquí siempre tendrás un hogar, Riona.

La mencionada tuvo que apretar los labios en una fina línea en tanto trataba de contener las lágrimas. Le devolvió el apretón de manos a su tío y asintió a duras penas. Sus orbes azabache eran una puerta abierta que dejaba ver todo lo que no era capaz de expresar con palabras, y Michael siempre había sido un experto a la hora de atravesar su coraza y leerla como a un libro abierto.

—Venga, a comer —volvió a hablar el propietario del Black Rose, sonriente. Él también se había emocionado y estaba buscando la manera de disimularlo—. Que a este paso se nos va a quedar frío. —Apartó su mano de las de Catriona y cogió de nuevo el tenedor.

La muchacha no demoró en imitarle, dispuesta a devorar todo lo que había en su plato. La bola de nervios que se había apiñado en la boca de su estómago había disminuido de forma considerable, al igual que la intranquilidad que llevaba acompañándola desde que había cogido su vuelo en el Aeropuerto Internacional de Belfast.

Inhaló profundamente.

Por fin estaba en casa.

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· INFORMACIÓN ·

— ೖ୭ Fecha de publicación: 09/09/2022

— ೖ୭ Número de palabras: 2847

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· NOTA DE LA AUTORA ·

¡Hola, hijos e hijas de la anarquía!

Ay, extrañaba tanto actualizar esta historia </3 Sé que dije que publicaría un capítulo nuevo cada mes, pero los que me seguís sabréis que la actualización de agosto fue el tráiler (si no lo habéis visto aún, ¿a qué estáis esperando? =P). Me costó muchísimo trabajo e invertí todo mi tiempo libre en él, por eso decidí dejar el segundo cap. para septiembre :') Ahora cuento con tres capítulos de reserva (es decir, ya escritos), así que no creo que tenga mucho problema a la hora de ser más constante con las actualizaciones :3

¡El caso es que hemos vuelto a las andadas, gente!

Como habréis podido comprobar, este segundo cap. se ha centrado también en Catriona. Hemos podido conocer un poco más de su vida y su relación con Michael. Aunque en dosis muy pequeñas, porque ya os aviso de que los secretos y las intrigas van a ser fundamentales en esta historia (͡° ͜ʖ ͡°)

Pero bueno, el tío Mike es un cachito de pan y no ha puesto ninguna objeción a que Riona se quede un tiempo con él uwu Aunque tiene sus preguntas, eso sí. De modo que en los próximos capítulos iremos descubriendo más cosillas sobre Catriona y su vida en Belfast, jeje.

Y eso es todo por el momento. Espero que os haya gustado el cap. y que hayáis disfrutado la lectura. Si es así, por favor, no olvidéis votar y comentar, que eso me anima muchísimo a seguir escribiendo =)

Besos ^3^

P.D.: en el próximo capítulo conoceremos a Raine y leeremos las primeras intervenciones de Jax, ¿estáis preparados? Porque yo me muero de ganas (¬‿¬)

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