III

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III. Tu ropa. Tu forma de vestir era algo que siempre te envidié.

Sin embargo yo no tenía un cuerpo espectacular como el tuyo para verme y lucir así.

A veces tenía ilusiones de parecerme un poco, pero claro, siempre las destruías burlándote de mí.

Eso me ofendía, pero no te dabas cuenta o no te importaba, cualquiera de las dos era muy cruel.

Con esas minifaldas te insinuabas y con esos escotes provocabas. Chantajeabas a todos.

Nunca me di cuenta del porqué mis relaciones duraban tan poco.

Hasta que Brándon me canceló una cita porque se sentía mal, pero yo sí sentí que la sangre me hirvió cuando vi la chaqueta que le regalé en su cumpleaños a los pies de tu cama. Y tú... maldita, te paseabas alegre como sino te dieses cuenta o por el contrario, me restregaras en la cara que eras mejor y que siempre tenías lo que querías.

Ahí aprendí a que la ropa no solo sirve para impresionar, sino también para delatar y descubrir.

Descubrir que no tenías corazón y que el que yo te saqué para dárselo al gato, era una simple pieza para que tu sistema podrido funcionara.

Mr. Piggi sí que se dio un gran festín esa noche.

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