Capítulo 1

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Este TwoShot está dedicado a Fuyuyuki-hime por su cumpleaños 💜💜💜. Espero te guste. 😉

Los significados de las posibles palabras desconocidas y otros datos estarán al final de cada capítulo. 😘

La mañana de un soleado y tranquilo domingo en un hermoso parque en el centro de Seúl, donde Park Jimin, el ex miembro del famosísimo grupo de k-pop “JIKOOK”, salía a ejercitarse cada día; las noticias matutinas se escuchaban desde una pequeña radio de batería que colocó en una banca, detrás del sitio donde decidió detenerse a tomar un pequeño descanso.

Después de su retiro prematuro hacía ya algunos años le era más sencillo salir sin ser reconocido. Había ganado privacidad; pero había perdido el amor de su vida.

El famosísimo Park Jimin, miembro del mejor dúo de cantantes que ha tenido Corea del Sur, estará después de mucho tiempo frente a las cámaras como invitado especial del programa Korea Now. Todo su fandom espera ansioso por verlo y hay rumores de que incluso podría conceder una canción al público, algo en lo que no ha cedido desde su retiro después de que su compañero, Jeon Jungkook, sufriera...”

Apagó la radio para sumergirse nuevamente en su práctica. ¿Por qué las personas no dejaban de hablar de ello aún? Cada vez que aceptaba alguna entrevista, el tema siempre salía a colación. Entendía que era perfectamente normal que le preguntaran al respecto, pero no dejaba de ser doloroso. Se disponía a enajenarse en el entrenamiento una vez más, cuando escuchó una escandalosa voz que reconocía a la perfección.

—¡Vaya, vaya! Mira a quien tenemos aquí. Jiminie, pensé que no volvería a verte correr en lo que te quedaba de vida.

Jung Hoseok, integrante de JV, otra de las unidades de su misma compañía, se acercó a él con un cubre bocas y una sudadera con capucha algo holgada que cubría su cabellera rubí. Solo sus orbes oscuros eran visibles a través de la reservada vestimenta que a la vez servía de disfraz. Jimin acomodó sus castaños cabellos hacia atrás, fijó sus ojos negros en los de su amigo, y le dedicó una pequeña sonrisa melancólica.

—Ya no tengo muchos motivos para ir de visita a la compañía. La vida sigue, no puedo estancarme —se escuchó tan dubitativo que ni él mismo fue capaz de creer sus propias palabras.

—Pues te veo lo suficientemente estancado en el pasado ya.

—No me pidas que lo olvide, por favor —admitió—. Tú no, de entre todas las personas.

—Y no lo haré, ni muerto. Sé más que nadie lo que significó y aún significa Jungkook para ti.

—Gracias —respondió con su volumen apagándose.

—Sabes que no es necesario que estés solo. ¿Por qué no aceptas la propuesta del BangPD y te unes a Taehyung y a mí?

—¿Alguien me llamó? —Otra voz amiga se unió a la conversación.

—Tae, llegaste —lo recibió Hoseok, que de inmediato frunció el ceño—. ¿Te es muy difícil ponerte algo que no grite por todos sus poros: hola, soy un idol?

Kim Taehyung, segundo integrante del dúo JV, hizo acto de presencia luciendo un hermoso cabello azul celeste; un look totalmente desconocido a los ojos de Jimin, pero que lo hacía lucir increíble. Sus pantalones de cuero negro, combinados con una chaqueta del mismo color y material, que cubría una camisa color esmeralda combinada con sus tenis, lo favorecían, sin duda.

—Ayer compré este conjunto en mi tienda favorita, no podía dejarlo encerrado, tenía que sacarlo a conocer el mundo —respondió con simpleza.

El castaño, de pie entre ambos, no pudo evitar dejar escapar una risilla.

—¡Jimin, no te rías! —reclamó Hoseok, aliviado de verlo tomar mejor semblante.

—Bueno, antes de cambiar el tema. ¿Por qué estaban hablando de mí?

—No era precisamente de ti, Tae. Le decía a Chim de unirse a nuestro grupo.

—¡Eso es genial! —exclamó—. ¿En serio lo harás? Seremos la sensación. Estaremos reunidos los miembros de la generación dorada de la compañía, solo faltaría Jungkook y… —Taehyung guardó silencio, percatándose de que ese no era el mejor comentario que pudo hacer. La alegre y sincera sonrisa que había estado adornando los labios de Jimin hasta ese instante, desapareció.

—Ji... Jimin, acabo de recordar que quería preguntarte algo —habló Hoseok, algo nervioso, intentando recobrar el ambiente relajado anterior—. ¿Tienes planes para el próximo viernes? Sé que falta casi una semana, pero es tu cumpleaños, pensé que podríamos hacer algo todos juntos.

—Lo lamento, Hobi-hyung, ya tengo planes para ese día —contestó con tono lúgubre y su mirada en el suelo.

Taehyung suspiró profundo. Puede que Hoseok tratara de ayudar, pero acababa de echar sal en la herida. Tal vez no era la ocasión ideal para sacar el tema; sin embargo, esa era una situación que no podía seguir ignorando, estaba consumiendo a Jimin por dentro y no lo iba a permitir.

Se armó de valor y le preguntó:

—¿Qué planes? ¿Ir a ver a Jungkook?

—Así es, quiero estar ese día con él —respondió con su voz a punto de quebrarse.

—Jimin, lo que sucedió no es tu culpa, no puedes simplemente pasar el resto de tus cumpleaños así, acabarás destruyéndote —le dijo con tono preocupado—. Esto no es lo que JK desearía para ti en un día tan especial.

Jimin no tenía ganas de continuar esa conversación, estaba harto de que todos le dijeran qué hubiera querido Jungkook, o qué era lo mejor para él. No era cuestión de sentirse o no culpable, lo único que deseaba era estar a su lado.

Miró la hora en su reloj de pulsera.

—Ya casi son las diez, debo irme. —Fueron sus últimas palabras antes de hacer una pequeña reverencia y retirarse, trotando.

Sus compañeros, por más que deseaban interceder, supieron que lo mejor era dejarlo solo por ahora, apenas se habían reencontrado después de algún tiempo, no debían agobiarlo con su persistencia; a pesar de que desde un principio se habían puesto de acuerdo para emboscarlo ahí.

Jimin iba rumbo a su destino sumido en un sepulcral silencio, solo interrumpido por el sonido del motor de su automóvil, pero se detuvo un par de kilómetros antes, debía llegar al lugar de siempre.

—¡Jimin! Bienvenido de nuevo, te estaba esperando —lo recibió su amigo de la infancia, Kim Seokjin, con la amable expresión de siempre—. Hace un par de horas recibí unos hermosos narcisos blancos, se vendieron como pan caliente, pensé que quizás desearías llevar algunos así que te los aparté.

—Te lo agradezco mucho, Jin-hyung, tú siempre complaciendo mis peticiones egoístas —contestó, con un poco de culpa—. Es como si me aprovechara de tu negocio porque somos amigos.

—Es precisamente porque somos amigos que hago esto con todo el placer del mundo. Tener mi propia florería siempre fue mi sueño. ¡Qué más gratificante que poder ayudar a mi mejor amigo gracias a él! —respondió seguro—. Además, siempre me dices que cuando tenga flores blancas nuevas te deje un ramo, no es como si no me fueras a pagar. —Sonrió travieso.

Jimin relajó su rostro; tener que comprar las flores que siempre llevaba era todo un reto, sentía como si las memorias de sus vivencias felices vinieran hacia su mente en una estridente estampida que arrasaba con todo a su paso. En serio agradecía que fuera Seokjin quien hasta ahora lo hubiera visto desmoronarse entre recuerdos y lágrimas en los últimos años. Él era ese abrazo sincero, esa compañía reconfortante que necesitaba cuando la angustia lo consumía.

Se despidió y se puso en marcha. Al llegar, bajó de su auto luego de estacionarlo y una vez en la entrada, como siempre, suspiró profunda y pesadamente al leer el letrero “Hospital Metropolitano” de la entrada principal. Saludó en la recepción y se dirigió a la habitación doscientos cinco.

El recorrido por el pasillo fue igual de solitario y silencioso que la última vez. El eco de sus pasos y el ramo de hermosos y frescos narcisos constituyeron su única compañía hasta estar frente a la puerta; frente a la realidad que había estado intentando afrontar por largos años y aún no asimilaba, esa que lo hacía observar la misma escena desgarradora una y otra vez. Unos pocos toques siempre anunciaban su llegada, pero jamás obtuvieron por respuesta el tan añorado “puede pasar” proveniente del interior.

Dentro, su mirada se quedó plasmada nuevamente en esa piel pálida, ese cuerpo débil y lo suficientemente delgado como para que no quedara ni rastro de los bien formados y trabajados músculos de quien una vez fuera un joven apasionado por el ejercicio. Aquellos párpados cerrados, cubriendo unos globos oculares algo hundidos; los labios resecos y agrietados bajo la mascarilla de oxígeno. Un cuerpo casi apagado, conectado permanentemente a un montón de equipos que se encargaban de mantener monitorizados sus signos vitales, era todo lo que quedaba de Jeon Jungkook.

Jimin no era capaz de prepararse psicológicamente por más veces que fuera de visita. Nunca quiso alejarse, mantuvo la certeza de que su Jungkook despertaría tarde o temprano, pero su interior se quebraba en fragmentos cada vez más menudos con el paso del tiempo, que solo le permitió ver degenerarse lentamente al amor de su vida. Mordió su labio inferior para controlar el temblor de sus piernas, recompuso su semblante y se acercó para platicar, aunque fuera más que nada un soliloquio.

—Hola, Jungkookie, hace ya una semana que no nos vemos —comenzó, con el tono de voz más tranquilizador que pudo encontrar—. ¿Cómo has estado? Te veo con mejor color. —Su barbilla tembló por un instante—. ¿Sabes? Hoy me encontré con Tae y Hobi. Me propusieron entrar a su grupo. Es una buena oferta, ¿no crees? Tienes que apresurarte en despertar para incorporarnos juntos a los ensayos… No puedo. Sin ti, no puedo. —Sintió el calor y la humedad de sus propias lágrimas en sus mejillas.

Guardó silencio, sabía que su voz se quebraría si pronunciaba palabra. No tenía claro si Jungkook era o no capaz de escucharlo, pero no quería arriesgarse. Necesitaba una excusa para salir de allí, al menos unos segundos, hacía ya mucho tiempo que no se descompensaba de esa manera. Sin embargo, el motivo estaba claro, se acercaba el trece de octubre, ese día que en el pasado fue motivo de sana felicidad y ahora era el aniversario de la escena que marcó el inicio de su solitario y triste día a día actual. Apretó las flores entre sus brazos y paseó su mirada por la habitación. Acababa de encontrar la justificación que necesitaba.

—Qué torpe soy, había olvidado los narcisos, jeje. Iré a buscar un nuevo jarrón para colocarlos. Espérame, enseguida regreso. —Forzó una sonrisa y una voz alegre para su respuesta. Dio grandes y ágiles pasos de regreso al pasillo para ordenar sus ideas, calmar su corazón y, de una vez, buscar el florero.

Al tranquilizarse, volvió con la vasija en sus manos y sin pronunciar palabra se dirigió al baño a llenarla con agua para acomodar las flores, que al ser del mismo color que el nuevo contenedor, se acoplaban a la perfección. Las colocó encima de un estante cercano a la cama, e impregnaron la habitación de un embriagador y delicioso aroma.

—Listo, ahora olerá delicioso —sonrió por lo bajo y se sentó en el asiento al lado de la cama—. Aún no encuentro las flores blancas que me mencionaste esa vez, espero acertar y traer las correctas alguna vez. —Entrelazó sus dedos con los de la mano de Jungkook—. Regresa pronto, todos te necesitan… Yo te necesito. —Se acercó a su rostro. La máscara del oxígeno se empañaba con cada suave respiración. Dudó unos segundos y depositó un tierno beso en su frente.

La puerta se deslizó sin previo aviso, haciendo a Jimin saltar del susto y separarse de su pareja inmediatamente, al percatarse de quien había llegado. Esa era una persona que hace mucho no veía y a la que nunca Jungkook tuvo la oportunidad de decirle sobre su relación antes de que su tiempo se acabara.

—Jimin —dijo el padre de Jeon, mirando al nervioso joven de pie frente a él. Se acercó callado.

—Ehhhh… Ahhh. Ha pasado algún tiempo, Señor Jeon. Es un placer verlo.

—Hace ya varios meses que no nos encontrábamos aquí, pensé que… ya no estabas viniendo.

—¡¿Cómo cree?! No podría abandonar a Kookie… Eh, digo, a Jungkook —se corrigió y dirigió una enternecedora mirada a su novio.

—No es necesario que continúes fingiendo delante de mí. —La respuesta del recién llegado lo hizo cambiar la dirección de su vista y abrir sus ojos a más no poder.

—¿A qué se refiere?

—Sé perfectamente la clase de relación que tenías con mi hijo. —Las sospechas de Jimin se confirmaron con esa respuesta—. Tal vez Jungkook y yo no nos veíamos demasiado, pero lo conozco lo suficiente como para saber que eres especial para él. Cómo te miraba y se comportaba contigo me lo dejó claro. —Sonrió—. Era más que obvio.

—Señor, yo…

—No espero una justificación… y tampoco una disculpa. Más que nada, quisiera agradecerte. —Se inclinó ante el menor.

—Pero ¿qué hace? Por favor, levante la cabeza, me pone en un aprieto… Soy yo quien debería estar agradecido —expresó con devoción.

El señor Jeon sintió como un nudo comenzaba a formarse en su garganta. Debía mantenerse fuerte, tenía que decirle.

—Jimin, eres un hombre joven, talentoso, bien parecido y con un gran futuro por delante. —Las palabras salían con dificultad—. Creo que… deberías seguir con tu vida.

—¿Qué me está… insinuando?

El mayor suspiró y dijo seriamente:

—Que no debes gastar los mejores años de tu vida atado a una relación sin futuro.

—¿Sin futuro? ¿Quién lo decidió? ¡Si usted es su padre, debería ser el primero en conservar la esperanza! —contestó, ya un poco alterado—. ¡Yo no perderé la fe!

—¿Y crees que yo quiero perderla? —Se quebró su voz, no pudo contenerse—. Cuando perdí a su madre sentí que mi mundo acabaría, trabajé día y noche para que él pudiera tener una vida normal y sin restricciones, para que pudiera seguir sus sueños.

—Señor…

—¿Cómo crees que me sentí cuando me dijeron que tengo que considerar la eutanasia*?

—¡¿Qué ha dicho?! —exclamó incrédulo. Tuvo una idea de lo que podría estar pasando y continuó—: El coma no es para siempre. Si es por dinero, no se preocupe, yo…

—No se trata de eso —interrumpió—. Han sido muchas cirugías y complicaciones. El médico dijo que hay grandes posibilidades de que no despierte. Que el encamamiento prolongado probablemente traiga problemas que agraven su situación en el futuro. No te voy a atar a esta cruz.

Si Jungkook despertaba sería todo maravilla, pero… qué tal si no lo hacía. Hacer a Jimin responsabilizarse de obligaciones que tal vez ahora no se sintieran como tal, pero en un futuro se convertirían en cadenas irrompibles, estaba fuera de discusión. No tenía derecho a arrebatarle la posibilidad de encontrar la felicidad más adelante, una vida brillante esperaba por ese talentoso muchacho, sería injusto arrebatársela.

—Pero… Para mí no es problema, perfecta…

—Retírate, por favor. Quiero… estar a solas con mi hijo —le dijo, dándole la espalda.

Jimin se quedó en silencio, pasando su mirada de Jungkook a su padre y viceversa, apretó sus puños con fuerza y se retiró frustrado. Conocía la terquedad de ese hombre, de antemano. Debía preparar condiciones para una conversación, pero no podía ser este día, debía dejarlo pensar y aclarar su mente.

Cuando el señor Jeon escuchó la puerta cerrarse, cayó sobre sus rodillas, recargado del borde de la cama.

—Perdóname, Jimin… Si vas a odiar a alguien, que sea a mí. Sé feliz, lo mereces. Jungkook querría lo mejor para ti.

*Eutanasia: acción de provocar la muerte a un enfermo incurable, o con una situación muy puntual, para evitarle mayores sufrimientos físicos y psíquicos.

Espero les vaya gustando hasta aquí. Continuemos con el capítulo dos y final.

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