Capítulo 2

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En su camino a casa, los recuerdos asfixiaban al joven Park. Estaba inseguro. ¿Y si no lo convencía? ¿Y si tenía que despedirse de Jungkook para siempre? No rendirse siempre fue su punto fuerte, era momento de hacer honor a esa capacidad. No cedería, pero las posibilidades estaban en su contra.

Los recuerdos de lo ocurrido esa fatídica noche años atrás, fluyeron sin control a su mente.

─━━━⊱✿⊰━━━─

—¡Oye, Jimin! ¡¿Qué haces en esa esquina solo?! ¡Ven a disfrutar de tu fiesta! —le dijo Taehyung cuando lo vio revisando su celular, alejado de los demás. Lo tomó del brazo y le ofreció una cerveza.

—¿Todo bien, Chim? —preguntó Hobi preocupado. No era usual que su amigo estuviera tan callado en días festivos, mucho menos en su propio cumpleaños.

—Estoy bien, hyung, es solo que... Prometió que vendría y todavía nada.

—Cálmate, apenas pasan de las ocho de la noche, seguro llegará en cualquier momento —le contestó con una gran sonrisa.

Tae, que no había dicho nada más, escuchó el teléfono del castaño comenzar a sonar. Se acercó un poco y al ver el nombre del contacto, sonrió maliciosamente.

—Ahí tienes la llamada de tu querida Kooklieta. Ve a contestar, Jimio. —Le dio una fuerte palmada en la espalda, con la que estuvo a punto de sacarle todo el aire de los pulmones.

Jimin quería recriminarle por sus acciones, pero estaba tan feliz que solo se dio la vuelta y fue a su cuarto a contestar su celular.

—Hola, Kookie, ¿ya vienes?

—Sí, no te preocupes que voy en camino. Debo llegar en una hora más o menos. Planeaba estar allí más temprano, pero encontré algo que no estaba en planes, por lo que tomé un pequeño desvío.

—¿Desvío? ¿Qué encontraste? —preguntó insistente.

—¿Alguna vez has escuchado la palabra sorpresa?

—¡Vamos, no seas tacaño y dime!

—¿Tacaño? Jajajaja, no es nada del otro mundo. Siempre hablaste de ir a ver las flores juntos y mencionaste que te gustaban los cerezos blancos. Vi unas flores interesantes y planeé llevártelas. Es todo lo que voy a decirte por ahora.

—Siempre eres así, Kookie. Cuando pienso que eres un descuidado, acabas recordando todas las trivialidades que conversamos.

—Sé que te encantan esas cosas de pareja. Me complace complacerte, lo sabes.

—Kook... —Su voz era alegre y suave, era cierto que ese tipo de detalles le gustaban mucho—. Muchas gracias.

—Pero, tranquilo. Ese no será mi único regalo para ti.

—¿Ah, no?

—Me encargaré de que esta sea una gran noche para ti. Para ambos. —Se relamió.

—Me gustan esas palabras. Si es así, no seremos capaces de levantarnos en la mañana —dijo juguetón, sin saber que sus palabras provocaron un ligero rubor en las mejillas de su pareja, y se fue convirtiendo en un intenso carmín que llegó a sus orejas.

—Vo-voy a entrar en la autopista, hablamos en un rato.

—S-sí -tartamudeó, ahora nervioso por sus propias palabras—. Hasta más tarde.

—Hasta dentro de un rato. —Colgó. Miró a su lado el ramo de flores blancas con el centro y bordes de sus pétalos de un hermoso tono rubí, con forma de corazón, y el cáliz y los estambres de igual color. Sonrió y siguió su camino.

Jimin permaneció en su cuarto por unos minutos, sus latidos no se controlaban y el calor de sus mejillas no desaparecía.

«¿Cómo es capaz de decir esa clase de cosas sin inmutarse?». Tragó grueso, con una mirada llena de deseo y expectativa por lo que podría llegar a suceder.

Jamás imaginó que esa sería la última vez que escucharía su voz. Jamás imaginó que quedaría a la espera de unas añoradas caricias que no llegarían. Solo lo esperaba una noche de larga e inútil espera, pero no en casa, sino en la entrada del salón de operaciones de urgencia del Hospital Metropolitano, tras la noticia de un terrible accidente automovilístico a las nueve pasado meridiano.

─━━━⊱✿⊰━━━─

Los días previos a su cumpleaños fueron una tortura para Jimin, no pudo comunicarse con el padre de Jungkook. Tuvo que regresar a Busan a visitar a su madre, por lo que no pudo ir al hospital. Estaba desesperado, era como si librara una batalla perdida contra el tiempo, ni siquiera sabía si desear que llegara o no el trece de octubre. ¿Qué pasaría si lo que el señor Jeon le había dicho ya había ocurrido? ¿Sería capaz de soportar ver una cama vacía al abrir la puerta de la habitación doscientos cinco?

La noche del jueves parecía eterna. Una enfermera amiga suya le había conseguido un permiso especial para pasar la noche en el hospital, pero no se atrevía a ir. Sentía miedo, uno tan fuerte como no experimentaba desde esa noche, cuando la incertidumbre de cuáles serían las palabras del doctor al salir del quirófano destruía su alma. Fue traído de regreso a la realidad por el sonido de su teléfono. Tragó en seco y lo tomó de la mesa con manos temblorosas, pero la tensión de sus hombros se relajó al ver el nombre de Seokjin en la pantalla.

—Hola, hyung. Qué raro que llames a esta hora, ¿pasa algo?

—Deja lo que sea que estés haciendo y ven a la florería de inmediato.

—Pero... ¿Está todo bien?

—¡Nada de preguntas, apresúrate! Hablaremos personalmente cuando llegues. —Colgó.

Jimin se apresuró a cambiarse de ropa y partió de inmediato, la preocupación era inmensa. Pisó el acelerador a fondo y se dirigió a la tienda de su amigo. Una vez allí, se desmontó ágilmente y corrió hacia él, que lo esperaba en la entrada con un arreglo floral bastante peculiar.

—¡Hyung! —lo llamó. Cuando estuvieron frente a frente, antes de que pudiera decir algo más, un ramo lleno de botones sin florecer de unas flores que jamás había visto fue depositado en sus manos—. ¿Qué es esto?

—Son flores, ¿qué no ves?

—¿Qué tú no ves que eso no responde a mi pregunta?

—Son Byakuyas, las acabo de obtener. Son traídas de Hanajima, una isla situada al norte de Honshu. Son de una especie endémica y muy extraña que florece una vez al año en la primera quincena de octubre. Inician su floración precisamente el día trece, que es, además, el único momento en que los pétalos se matizan con rojo, pues a partir del catorce se aclara el color y se vuelve rosa, terminando el quince totalmente blancas. ¿Curioso, no?

Jimin abrió los ojos hasta el límite. No pronunció palabra, solamente se dedicó a continuar escuchando.

—Son muy exóticas. Es la primera vez que las puedo conseguir. En cuanto las vi, pensé en ti... Detrás de ellas hay una leyenda.

—¿Una leyenda?

—Hace mucho tiempo, cuando las guerras civiles y la sequía azotaban Japón, las flores dejaron de cultivarse, era necesario usar el terreno para la producción de alimentos. A nadie le importaba, sobrevivir era lo primordial. Solo un hombre llamado Byakuya intentó sembrarlas, pero no le permitieron usar las valiosas tierras para "algo como eso" por lo que fue exiliado, llegando a Hanajima, donde continuó su labor incansablemente. Pero la infertilidad del suelo provocada por la falta de lluvia, no dejaba crecer nada.

»Los sinceros sentimientos de esa persona conmovieron a Hananokami, la diosa de las flores, que descendió del cielo para ayudarlo en su menester, permitiendo a las inertes tierras de esa isla, volver a ser cultivables.

»Ese se convirtió en su lugar secreto de encuentro. Eventualmente, ambos quedaron perdidamente enamorados; pero la deidad fue convocada al cielo nuevamente... Sin embargo, antes de irse le dejó una flor blanca con el centro de sus pétalos adornado por un hermoso carmesí en forma de corazón, tan hermosa como nunca había visto, para luego marcharse.

—¿Y qué pasó entonces?

—La guerra terminó. El país estaba devastado, pero Hananokami devolvió el verdor y la fertilidad a Japón, ese fue su último trabajo.

—¿Cómo que último trabajo?

—Jajaja, estás preguntando mucho. —Jimin hizo un puchero por la declaración de su amigo—. Lo fue porque tras eso abandonó su divinidad para regresar a Hanajima, al lado de su amado Byakuya, donde vivieron felices hasta el final de sus días y admiraron juntos casa año la manta blanca de flores, iguales a las que ella le había regalado antes de su previa partida, que habían sido cultivadas por él.

—Al menos lograron estar juntos... —dijo por lo bajo, con una mezcla de nostalgia y sutil felicidad en su voz.

—¿Sabes cuáles fueron las palabras de Hananokami cuando dejó la flor en manos de Byakuya, antes de volver al cielo?

—Bueno, no me las has dicho.

—Actualmente, ese es el significado que tiene en el lenguaje de las flores... Sus palabras fueron: "Hanarete ittemo, watashi no kokoro wa zutto anata to tomo ni aru".

"Aunque estemos separados, mi corazón está siempre contigo".

Algo en el interior de Jimin se movió. Se quedó estático hasta que reaccionó al escuchar a Seokjin hablarle una vez más:

—¿Qué estás esperando? Deberías ir a enseñárselas a Jungkook. —Jimin sonrió, hizo un leve gesto de agradecimiento y corrió a su auto.

Entre miedos y dudas entró al hospital. Sus pies se sentían pesados, pero su determinación de avanzar era mayor que cualquier cosa en el mundo. Al estar frente a la puerta de la habitación de su novio, sus manos temblaban apoyadas en la madera. Cerró los ojos con fuerza y se aventuró dentro, recobrando la tranquilidad al ver a su Jungkook descansando con la expresión apacible de siempre. Colocó las flores dentro del jarrón en el estante y se sentó en silencio a su lado. Entrelazó sus dedos y se quedó mirándolo fijamente.

—Por favor, regresa —susurró, casi imperceptible. Miró hacia el ramo que aún no florecía y prosiguió—: Hananokami..., cómo desearía que Jungkook volviera a mi lado, al igual que tú regresaste con Byakuya.

Las lágrimas recorrieron silenciosamente sus mejillas durante horas. Mordía sus labios para acallar su llanto y sus sollozos llenaban el espacio dentro de esas cuatro paredes. Sufría en soledad, no sabía cuánto tiempo más podría soportar sin quebrarse por completo. Apagó su celular, no quería recibir felicitaciones o bendiciones, solo quería estar con Jungkook, por más desgarrador o doloroso que fuera... En algún momento de la noche se quedó dormido, hecho un cúmulo de emociones.

Era todavía temprano en la mañana del trece de octubre, los primeros rayos de sol apenas comenzaban a abrirse paso hacia el interior de la habitación, calentándola poco a poco. El blanco techo era enfocado débilmente por unos írides negros. No sabía dónde estaba ni qué sucedía, su cuerpo se sentía pesado y casi sin fuerzas, estaba completamente confundido, pero sintió un reconfortante calor en su mano derecha, unido a una sensación que le era totalmente placentera y recordaba con nitidez.

Con algo de dificultad volteó su rostro, encontrándose con el de Jimin, que estaba dormido y apoyado en la cama cerca de sus manos, con las lágrimas secas en sus mejillas, mientras su cuerpo descansaba sobre una silla. Lentamente se retiró la mascarilla. Todo parecía indicar que ese era un hospital. El viaje de su mano izquierda continuó hasta llegar a la frente de su pareja, apartando con una caricia esos hermosos cabellos castaños que tanto amaba, dejando ver los ojos hinchados por el llanto y la expresión tensa y preocupada. Por un instante desvió la vista, que se fijó en el jarrón cercano a la cabecera de la cama, con el ramo florecido en todo su esplendor... Eran las mismas flores que él llevaba en su auto aquella noche. Su color carmesí le corroboraba la fecha.

Su mirada regresó a su pareja, acarició sus mejillas y mostró una leve sonrisa. El joven dormido, ante la sensación del tacto, abrió los ojos lentamente y levantó su cabeza. Sus ojos se llenaron de lágrimas una vez más cuando se encontró con la escena frente a él. Ahí estaba Jungkook, despierto y con una expresión tranquilizadora, con sus pupilas fijas en él.

—¿Por qué... lloras? —le preguntó con voz débil.

—Creí que... te perdería —contestó en un mar de llanto, apenas encontrando las palabras.

—No seas tonto. Aunque estuvimos separados, mi corazón... estuvo siempre contigo. —Jimin alzó la mirada al escuchar esa frase y se encontró con una gran sonrisa, esa que extrañaba tanto—. ¡Feliz cumpleaños!

—Muchas gracias —dijo, se levantó de la silla y le depositó un casto beso en los labios—. Este es el mejor regalo de cumpleaños que me han dado jamás. Te amo, Jungkook. —Lo volvió a besar, esta vez más profundamente, marcando el inicio de lo que se juró a sí mismo, sería una felicidad interminable para ambos.

Aguardaba por ellos un futuro donde se cumplirían sus promesas y más recónditos deseos, en el que recuperarían el tiempo perdido y podrían amarse a plenitud. Donde no tendrían que volver a distanciarse y se complementarían el uno al otro, pues a pesar de la separación creada por los límites de la consciencia, ese inesperado despertar demostró que, sin lugar a dudas, sus corazones siempre estuvieron conectados. Era momento de comenzar de nuevo.

Bueno, eso es todo. ¿Qué tal estuvo?

💜Aquí les dejo algunos datos sobre los temas tratados y la leyenda:
—Byakuya, en japonés, significa noche blanca. Por eso decidí nombrar las flores de esa manera, pero no existen.
—En Japón, la Isla de las Flores realmente existe. Es un destino turístico muy famoso. Sin embargo, la leyenda de Hananokami y Byakuya también es de mi propia creación.
—En esta historia, Jungkook despierta del coma. Si hubiese tenido muerte cerebral, estaría en un estado vegetativo (como se le llama en Medicina), del que es imposible despertar. Aclaro esto por si a alguien le ha surgido la duda alguna vez.

Chao chan 😘

Espero les haya gustado y que nos leamos en próximos proyectos.

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