Amanece en la cumbre,
aflorando sensaciones
del alma, mil ocasiones,
al lado, sencilla lumbre.

Nubes ciñen mi cabeza,
blanca nube deslizada
talud alto, mar rizada,
armonía y belleza.

Pinos elevados,
pinochas caídas.
Bruma y oscuridad...
Arboles olvidados
de madera carcomidas,
Olvido y maldad.

Bóveda vegetal; viejas sendas,
ambiente húmedo
que evocan leyendas,
donde el sol celestial
implora pasar.
Sueños en un bosque,
figuras que corren,
asidas las manos
en un juego bucólico.

Cromatismos muy suaves
en paños de pinturas,
vuelan libres las aves
en verdes espesuras.

Pinceladas poéticas
de arboles endémicos,
las acentúan oleicas
altos montes auténticos.

Bajando por la ladera
una radiante matinal,
el abismo nos espera
con la altura demencial.

Con el garrote en mano
para ayudar a bajar,
deslizate hasta llano
y allí, poder descansar.

Claro, con algo de Teror
es de mi tierra el mejor.
Un sabroso bocadillo,
supremo pan con chorizo.
Es cosa de pendejillo,
quien este poema hizo.

Barranco hermoso,
serpenteante y silencioso
que lleva a la mar,
su fin conectar.

Dunas de fina arena
donde la marea suena,
descansa rubia sirena,
yo mirando la escena.

Y el mar, sempiterno,
en mi fuero interno.
Verano o invierno
es utero materno.