CAPÍTULO 15

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Tras la increíble victoria de Itachi sobre Zeus, la humanidad había empatado con los dioses y estaban un paso más cerca de su salvación, pero para los dioses fué un golpe duro que el padre de los dioses griegos haya sido derrotado por un humano en el último momento.

Ares estaba furioso, nunca antes había odiado tanto a una raza como lo era la raza humana, por su parte, Hermes se mantenía al margen de la situación, ya que él en realidad aunque no lo iba a admitir nunca, sintió alivio al saber que ya no iba a servirle a un amo tan egocéntrico y demente como lo era el viejo Zeus.

Luego de que llevaron a Itachi a la enfermería para que atiendan sus graves heridas y sus ojos desgastados por haber llevado el Mangekyo Sharingan al límite, Göll aún seguía celebrando la victoria de los humanos que en la habitación donde Brunhilde seleccionaba a los representantes de la humanidad.

Una de las representantes estaba en aquella habitación, observando lo inmensamente feliz que estaba Göll tras la increíble victoria de Itachi.

—¿No hay nadie que borre tú sonrisa no es así, Göll? —preguntó Ryuko, sentada en un mueble, en una postura que a decir verdad, una señorita de su edad no debería tener, como siempre, toda rebelde.

—¡No!, Nadie puede borrar lo feliz que estoy ahora —respondió la pequeña Valkiria.

—Bueno, ¿Qué te parece si duplicamos esa felicidad?, ¿Ya me vas a seleccionar? —preguntó la adolescente rebelde a la mayor de las Valkirias, Brunhilde.

—Ya conoces la respuesta, Ryuko, no hay necesidad de responder tú pregunta, y si sigues insistiendo buscaré a otra persona que remplace tú lugar en la lista —dijo Brunhilde de manera seria mientras miraba la pantalla, pensando a quién iba a seleccionar.

Ryuko sonrió con arrogancia...

—No hay nadie que pueda igualar la potencia que Zenketsu y yo podemos tener, remplazarme sería una pésima idea, pero si quieres que los humanos pierdan adelante, cargarás con ese peso toda tú vida —dijo ella, tan confiada en las palabras que había dicho.

En eso tenía razón la jóven adolescente rebelde, pero Brunhilde no comentó nada, estaba más concentrada en la selección que en otra cosa, ahora que había empatado la humanidad contra los dioses, no debía bajar la guardia, debía buscar otra victoria a como dé lugar.

En ese momento, Brunhilde vió al que sería tan l siguiente candidato, entrecerró sus ojos, ahora que los dioses perdieron iban a ir con todo en la tercera ronda, llenos de odio contra los humanos, así que pensó, que el más indicado para pelear en la siguiente ronda, sería el que más odiaba a los dioses. Lo seleccionó, y dió aviso de quién sería el siguiente humano en pelear.

Se puso de pie, se alejó unos cuantos metros de su hermana Göll y de Ryuko y colocó su mano en el suelo.

—¿Qué vas a hacer, hermana Brunhilde? —preguntó Göll viendo cómo su hermana había puesto una mano en el suelo.

De un momento a otro, un círculo de color rojo apareció en el suelo, y comenzó a ampliarse más y más hasta parecer de más de dos metros. De dicho círculo emergió una luz rojiza y de un momento a otro, aparecieron escaleras que conducían hacia abajo.

—Quédate aquí, Göll, no me sigas es una orden, ¿Te quedó claro? —preguntó Brunhilde, de manera muy seria, porque bien sabía ella que al lugar donde iría no podía ir alguien como su hermana menor.

—P-Pero hermana... —murmuró Göll.

—Quédate aqui, obedece —le dijo su hermana. Acto seguido, comenzó a bajar dichas escaleras y escalones más abajo el círculo se cerró desapareciendo por completo. Tanto Göll como Ryuko quedaron confundidas, porque no tenían ni idea de a donde se dirigía la mayor de las Valkirias.

Ahora se podía ver cómo Brunhilde estaba bajando dichas escaleras que parecían no tener fin. Al cambiar la escena se podía ver cómo ella estaba caminando por un sendero oscuro, que conducía a lo que parecía ser una especie de castillo o palacio envuelto en tinieblas, un lugar horrendo y muy lúgubre en donde nadie, ni siquiera el más valiente o demente le gustaría estar ahí.

Tras algunos minutos, la Valkiria ingresó en el lugar, algunos seres malignos al verla se alejaron, no era para nada común que una Valkiria esté en un lugar como ese.

Recorrió los pasillos, por algún motivo desconocido ella parecía saber a dónde se dirigía, y tras cruzar largos y oscuros corredores en donde habían puertas a los costados y del interior provenían gritos descarnados y desgarradores de dolor y tormento, finalmente llegó a una inmensa habitación con inmensas puertas de metal con adornos de calaveras y huesos, pero de un color tan negro como el vacío cósmico. Estaba con seguro, pero la abrió, ella rompió el seguro y la abrió como si de abrir una puerta común y corriente se tratase.

Al ingresar, la habitación como se mencionó era inmensa, lúgubre, oscura, casi no se podía ver nada, pero algo destacaba de todo el lugar, y eso era lo que parecía ser una especie de jaula o celda de metal colgando del techo con unas gruesas cadenas de color negro.

De un momento a otro, aquella celda brilló debido a que había recibido un choque eléctrico, tan potente como para freír a lo que sea que esté adentro, pero eh ahí el detalle, puesto que durante esa descarga eléctrica, un grito desgarrador se escuchó, tan doloroso, después sollozos al terminar esa descarga y unos sonidos de lamentos.

Brunhilde entrecerró sus ojos, y después dirigió su mirada a los carceleros que se estaban riendo y burlando de quién estaba ahí adentro.

—¡Sufre! ¡Arrepientete de tus pecados basura inmunda! —gritó uno de los carceleros, seguido de una carcajada y jaló una palanca la cual provocó otra descarga eléctrica. La persona que estaba ahí adentro volvió a gritar de tanto, de desespero, ese era su castigo por toda la eternidad, sin posibilidad de morir definitivamente, sino que siendo condenado a ese tormento.

—¡Eso es lo obtienes por levantar el puño contra los dioses! —dijo el otro carcelero burlándose.

De nuevo, volvieron a torturarlo mandándole una potente descarga eléctrica. El tipo gritó, y los insultó a diestra y siniestra a esos dos tipos. Los carceleros solo se rieron de él, habían cogido un lindo juguete para divertirse, y así había sido durante tantos y tantos siglos, torturándolo de diferentes maneras, castigos tan... inhumanos que no existe palabra alguna para describirlo, un verdadero tormento.

Brunhilde se acercó a ellos mientras seguían riéndose del pobre chico, y más temprano que tarde los carceleros se percataron de su presencia. Se asustaron, como se mencionó antes no era para nada común que una Valkiria esté ahí. Intentaron hacerle frente, pero fué en vano, los ojos de Brunhilde cambiaron de color a unos de tonalidad amarillenta, y eso bastó para dejarlos paralizados.

—¿Q-Qué crees que estás haciendo, estúpida Valkiria? —preguntó un tipo, solamente podía mover sus ojos, mas no su cuerpo en realidad.

—El señor Belsebuu te castigará por esto, maldita... —dijo el otro carcelero, al igual que su compañero intentaba moverse pero le era imposible.

Brunhilde sonrió malévolamente...

—Si es que logra sobrevivir al filo de esa espada... —murmuró Brunhilde.

Brunhilde le quitó la llave a uno de los carceleros y pronto abrió la celda. En su interior, yacía alguien de apariencia jóven, pero muy, muy, enserio muy mal herido, parecía que la piel la tuviera quemada con tantas descargas eléctricas que le habían hecho resistir desde que fué condenado. Tenía los ojos vendados, sus muñecas estaban sujetas con cadenas gruesa que iban de un extremo a otro de la celda, su cabello era castaño o con una tonalidad similar a esa, respiraba muy agitado, parecía que su pecho iba a estallar en cualquier momento gracias a todo ese tormento que había sufrido.

Brunhilde se acercó al pobre muchacho y le colocó su mano en la mejilla...

—¡Ah! —gritó el chico, desesperado.

—Tranquilo, tranquilo, no te haré daño, no te preocupes, quédate tranquilo estás a salvo ahora.

—¿E-Eres una mujer? —preguntó el jóven, respirando muy agitado.

—Así es, pero tranquilo, voy a liberarte de aquí —mencionó Brunhilde, quién estaba viendo la forma en como quitarle esas cadenas al pobre chico y liberarlo de aquella celda.

Dicho y hecho, la Valkiria lo liberó de dichas cadenas, y al hacerlo, el muchacho cayó de rodillas al suelo y casi por completo de no ser porque Brunhilde alcanzó a sostenerlo. El muchacho gritó adolorido, estar en esa postura y recibir todo ese castigo había hecho que su cuerpo lo resienta. Brunhilde intentó calmarlo pero era complicado, aún así lo intentó, lo necesitaba para la siguiente ronda. Le ayudó a levantarse, aún no le retiraba la venda de los ojos. Los carceleros, aún inmóviles, se percataron que Brunhilde lo había liberado.

—¿Qué crees que estás haciendo?, ¡¿Sabes en el problema que te acabas de meter maldita Valkiria?! —le gritó con todas sus fuerzas uno de los carceleros.

—¡Te vas a arrepentir de haber nacido! —gritó agresivamente el otro carcelero.

Brunhilde les sonrió de manera burlesca y ahí los dejó inmóviles mientras ella se retiraba de la habitación llevándose al muchacho consigo. Los carceleros intentaban moverse pero era inútil, nada ni nadie cercano podía ayudarlos.

Sin más, la Valkiria se llevó consigo al que sería el siguiente participante... Del Ragnarok.

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