Infierno

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Lentamente abrió los ojos. Observó cuidadosa sus manos. Miró fijamente sus pies y, finalmente miró sobre su cabeza, viendo una característica aureola justo arriba de ella.

Lo sabía, sabía que Magín Boo había hecho algo horrible, la había matado. Sus lágrimas recorrieron sus suaves mejillas.

No quería aceptarlo, lo había decepcionado, y ella más que nadie lo sabía. Le ha fallado.

Miró su cuerpo una vez más, su armadura saiyan blanca con un brillante color morado cubría su pecho; unos mayones largos y una playera con cuello de tortuga y mangas igualmente largas cubriendo su piel.

Nunca pensó que pasaría, al menos, no tan pronto.

Fijó su vista ahora al frente, extrañada ya que creía estaría en el paraíso; eso fue lo que le afirmó Enmadaio-sama en su momento. Pero sabía que ese no era el paraíso, lo creyó un lugar más hermoso y no tan descuidado como donde ella estaba.

Comenzó a caminar con inseguridad, esperando encontrarse con otra alma o al menos con él.

Sumergida en sus pensamientos donde sólo existía su recuerdo le hizo darse cuenta de que nada marchaba bien ya.

El suelo rosado comenzó a temblar, haciéndola caer sobre sus rodillas. El miedo inundó su cuerpo, algo malo se asercaba a ella, con intensiones de destruirla. Lo presentía.

Fijó su vista al cielo, donde aquellas piedras de colores flotaban y se dio cuenta de algo, un saiyan peleando con toda su energía contra un enorme y gordo oponente.

No tenía fuerzas para ayudarle, para hacerle frente a nadie. Se sentía más que débil, inútil.

El suelo se sacudió de nuevo, haciendo que Sue mire al frente temblorosa; una versión más reducida pero no menos grotesca de aquel gigante iba hacia ella, con una maliciosa sonrisa. Aquello la aterró, no quería sufrir, no quería perder su cuerpo espiritual.
Se levantó y con rapidez comenzó a correr, huyendo del sujeto que sólo repetía una sola palabra con un tono divertido y burlón:

—Janemba, Janemba— una y otra vez mientras se acercaba con velocidad a ella.

Sue soltaba lágrimas de desespero, no entendía que hacia ahí. Pero si quería verlo de nuevo, debería sobrevivir.

—Janemba, Janemba— lo oía, cada vez más cerca de ella. Estaba alterada, pero sobre todo, angustiada.

Con su muñeca secaba sus lágrimas a la mínima posibilidad que tenía, no quería detenerse, o eso le traería una desgracia segura.

Escondiéndose detrás de unas piedras coloridas que yacían en el suelo por algún extraño motivo; recobraba difícilmente el aliento y trataba de organizar un poco su mente, calmar su pánico ante la situación que se enfrentaba ella sola.

Acumuló energía en la palma de su mano, como una pequeña arma y escudo. Decidida, salió de su escondite y apuntó al frente, esperando que Janemba se encontrara justo al frente.

No fue así, asustandola de nuevo.

¿Cómo es posible esto? —pensó desesperadamente. Su respiración se volvió más acelerada sin dejarla pensar en alguna posibilidad de la desaparición, o mejor aún, una defensa que pudiera salvarla.

Elevó lentamente su mirada sobre ella, helando su sangre de inmediato. Janemba estaba ahí, mirándola con gracia.

Sue gritó aterrada, lanzando torpemente el ataque de sus manos al rostro del demonio, lo cual hizo que éste callera en las piedras, dejándole ventaja de huir de nuevo.

Creyó encontrar un escondite entre unas piedras que parecían erizos de mar, pero sin tener oportunidad de llegar, Janemba ya estaba frente a ella de nuevo. Riendo.

No le quedó más alternativa, pelearía.

Lanzó una ráfaga de poder a él, con la esperanza de lastimarlo, pero ni ello, apenas y lo araño. Janemba devolvió el ataque, sólo con un dedo la lanzó volando, Sue apenas y alcanzó a cubrirse, cruzando sus brazos, mientras se alejaba en el aire.

Esperaba su impacto, algo que jamás llegó.

—¿Que demonios haces aquí? No te esperaba tan pronto— dijo frío, sin siquiera mirarla. Sue sintió un escalofrío recorrer su cuerpo entero,no queria abrir sus ojos, lloraria de felicidad pero es algo que no podia evitar por siempre; sus manos sujetándola tan cerca a su pecho.

Sin embargo, él no recibió respuesta lo cual hizo molestarlo aún más.

—Te repito ¿qué demonios haces aquí?— reiteró con un tono más duro y firme. Estaba perdiendo la paciencia. Y de nuevo abrió sus profundos ojos negros, observando curiosos las facciones de su amado, tal y como lo recordaba, estaba de nuevo con él.

—Mi... Planeta peligraba ante un enemigo, nadie pudo hacer nada para evitarlo... Temo que todos hayan sido exterminados por él — entre cortada su voz, Sue trató de explicarle con claridad.

—Sujeta mi cuello, voy a atacar al canalla de ahí atrás — sin objeción alguna, Sue obedeció sin cuestionar nada, ya era demasiado obvio el motivo. Cerró los ojos y sitió de nuevo su cuerpo cerca, la respiración en su cuello, sus sensaciones únicas que hacían estremecer su piel, el amor de él.

Escuchó la explosión, sacándola de su mente. Poco después bajaron al pie de una cueva, serciorandoce de que el demonio no los perseguía. Cuando lo confirmaron, él la observaba inexpresivo: su seño fruncido, brazos cruzados y una firme postura, asechando e inspeccionado cuidadosamente cada detalle de su humana, tal como la recordaba.
Ella se sentía incómoda, sabía que no era capaz de soportarle la mirada nunca, por eso miraba el suelo apenada, moviendo sus dedos para tratar de calmar sus nervios.

—Veo que aún conservas la armadura que te regalé la última vez que te vi— dijo sin quitarle la vista de encima.

—Es algo que no podría desechar, sigues siendo especial... Aún después de tanto tiempo, soy incapaz de sacarte de mi mente — susurró apenada.

—Es algo de esperarse. Además te creí un poco más vieja y en cambio, estas radiante, como si el tiempo no hubiera pasado para ti en todos estos años de mi ausencia— se expresó un poco más tranquilo, con una sonrisa de lado. Su comentario provocó que el rostro de Sue se volviera aún más rojo de lo que estaba.

— Me he cuidado bien, he sido precavida en ese aspecto— respondió alzando levemente su rostro, alcanzando a ver su sonrisa, lo cual hizo bajarlo de nuevo, su corazón moría con ese simple gesto. Se encaminó para abrazar a Bardock quien no se esperaba tal reacción por parte de Sue —Te he extrañado tanto, no había día que no pensara en ti— de nuevo le susurró, su voz se había cortado y poco a poco lágrimas de felicidad pero, a la vez de tristeza bajaban por su rostro; de nuevo estaba con él.

Bardock no respondió ante sus palabras, en cambio, la abrazó con cariño, apretando ligeramente su cuerpo contra el de la chica. Al sentir aquella sincera reacción, Sue se soltó a llorar, sin separar su rostro de su pecho.

Y por un momento, todo fue perfecto.

Por desgracia, Janemba los había encontrado. Creó un portal dimensional donde lanzó un golpe el cuál estaba destinado a atacarlos.

Bardock movió su cuerpo de manera que él recibió todo el ataque en su espalda. Había también lastimado las manos de Sue. Ambos fueron lanzados violentamente hasta una de las coloridas rocas.

— Por ningún motivo me sueltes, escuchaste— le ordenó Bardock un poco adolorido a "su humana"— no importa que te duelan las manos, debes soportarlo, hasta que encuentre un lugar donde ocultarte— emprendió vuelo una vez mencionó lo último. Tomó a Sue por la cintura con firmeza para no dejarla caer.

De nuevo se alejaron con gran velocidad con dirección a las coloridas rocas flotantes, adentrándose lo más que pudo para no ser visto.

La bajó lentamente hasta asegurarse que había tocado el suelo.

—Es un adversario bastante fuerte— habló con cierta emoción en sus palabras mientras acomodaba y sacudía su armadura. Dirigió su vista a Sue, quien sobaba sus manos con cuidado; de vez en cuando mostrando disgusto y dolor en su rostro debido a las heridas que le provocó el golpe.

— Oye ¿estas...— pregunto pero sin poder terminar, ambos comenzaron a perder el equilibrio debido a que la roca en la que estaban empezó a caer a gran velocidad.

—¡Bardock!— chilló asustada mientras descendía entre las rocas.

Bardock se mantuvo disperso en el aire, buscando con la mirada a Sue con preocupación.

—¡Bardock ayudame!— volvió a escuchar, estaba asustada y él cada vez más preocupado.
Descendió por donde escuchó los gritos de ella; voleteando a todos lados buscando su existencia por todo el infierno lleno de las piedras.

-¡Sue! - comenzó a llamarla ya desesperado. Se adentró entre las rocas para buscarla, suponiendo que había quedado atrapada entre ellas.

No recibió respuesta alguna.

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