twenty-one - a blast before the bomb

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chapter xxi.
( iron man 3 )

¿cómo ha llegado a esto?
no debería haber venido nunca
me pregunto a mí misma:
¿qué estoy haciendo aquí?
here ─── alessia cara

mansión stark
18 de diciembre, 2012
( hace cinco días )

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Cuando Pepper y yo salimos del auto frente a nuestra mansión, mi mandíbula se aflojó lentamente por lo que vi. Un enorme conejo de peluche, descansando en el porche delantero, sin ningún propósito en absoluto.

Con la intención de preguntar, abrí la boca ligeramente, pero luego terminé cerrándola mientras mis cejas se fruncían en confusión.

—Ni siquiera sé cómo responder a esto —finalmente le dije a Pepper, con los ojos pensativamente entrecerrados.

Ella solo suspiró, cerrando su lado de la puerta.

—Yo me encargo.

Por favor —rogué, riendo quejumbrosamente.

La dejé avanzar hacia la casa. Una vez que la vi desaparecer, me incliné para poder ver a Happy todavía sentado en el asiento del conductor. Ni siquiera parecía sorprendido por el conejo gigante frente a la mansión. No estaba muy segura de por qué yo sí, para ser honesta. O sea, hablábamos de mi padre.

—Hey, Happy, ¿vas a seguir al tipo de Killian? —miré a mi alrededor con torpeza, todavía insegura de si debía revelar que lo conocía.

Él dio un asentimiento serio.

—Sí.

—Es que, bueno —me moví de un pie a otro—, tengo planes para esta noche. Voy a una fiesta, pero...

Happy alzó las cejas, sorprendido.

Mi voz se elevó a un tono más alto.

—¡Escucha, soy una persona muy amable y sociable! De hecho, salgo con gente.

Parpadeó sin expresión.

Solté un suspiro derrotado.

—Vale. Papá y Pepper quieren que vaya, ¿ya estás feliz, Happy?

Él rodó los ojos. Supongo que usábamos ese chiste demasiado.

—De todos modos —extendí la palabra antes de saltar sobre mis talones—, mi punto era que tenía planes para estar solo un rato, pero me gustaría alargarlos un poco más, si te parece bien.

—Podría ser peligroso —entrecerró los ojos, recordándome alguna versión cursi de James Bond.

Puse los ojos en blanco otra vez.

—He peleado en una invasión alienígena, Happy. Soy como una Vengadora.

—Técnicamente, no lo eres —dejó sobresalir la barbilla y apretó los labios.

Un ceño se apoderó de mis rasgos.

Aparentemente, era malo para la imagen pública de los Vengadores, como se llamaban a mis nuevos amigos y padre, haber tenido una chica de dieciséis años peleando junto a ellos. Tampoco hice tanto, pero sostuve el Teseracto. Sentía que era un gran problema, pero algunas personas aparentemente nunca se impresionaban. Fury dijo que el consejo sintió que no era muy responsable, o alguna otra basura como esa. Decidí que odiaba seriamente al consejo. Pero mi odio no viene al caso; el punto era que el público me veía como una herramienta adicional, una pieza de repuesto, como de costumbre.

—No pasará nada malo, Happy.

Él suspiró, como si acabara de decirle que necesitaba que me llevara a cuestas por el Monte Everest o algo así.

—Vale. Te recogeré a la una en punto. No me hagas esperar o te sacaré a rastras.

—¡Excelente! —sonreí extasiada—. ¡Hasta luego!

Cerré la puerta del auto e intenté correr al interior. Cuando mis piernas me dijeron que estaban decidiendo imitar a la gelatina, decidí caminar a paso ligero hacia la sala vacía. Rápidamente, me dirigí al taller. Mis pies bajaban los escalones de metal cuando escuché lo que parecía una discusión. Me detuve y dejé escapar un respingo. Con cuidado, me arrastré hasta donde terminaba la pared de la escalera y miré por encima de la esquina, viendo a papá apoyado contra una de las mesas de trabajo mientras Pepper se encontraba frente a él con los hombros rígidos.

Él decía:

—Y sí, he tomado un bocadito.

Uh oh, ¿una cita? Oh, tío, él estaba en problemas.

—No sabía si ibas a venir o te ibas a ir de copas con Aldrich Killian.

Y lo empeoró.

—¿Qué? —Pepper sonaba sorprendida y ofendida.

—¿Qué? —respondió papá en un tono cortante.

—¿Aldrich Killian? ¿Qué pasa? ¿Me estás controlando? —me encogí ante la irritación en el tono de Pepper.

—Happy se preocupa.

—No, estabas espiándome.

Solté un suspiro mientras me frotaba la cara con mis propulsores. No era así como quería que continuara esta conversación. Quería que Pepper hablara tranquila y racionalmente a papá. Y estaba segura de que hacía todo lo posible, pero él estaba ofuscado. Estaba perdido.

—Que va —papá intentó defenderse.

Pepper dejó escapar un suspiro, se dio la vuelta y comenzó a subir las escaleras.

—Me voy a la cama.

Me deslicé por los escalones, sabiendo que probablemente debería escabullirme antes de que ella notara que estaba escuchando.

—Espera. Por favor. ¿Pep? —papá exhaló con pánico antes de levantar rápidamente la voz y las manos—. ¡Eh, lo reconozco! Culpa mía. Lo siento.

Antes de que pudiera verme, Pepper disminuyó la velocidad para mirarlo.

—Estoy totalmente hecho polvo —dejó caer los brazos a los costados y los cruzó incómodamente sobre su pecho—. Desde hace tiempo. No te lo he dicho —cerré los ojos y me incliné de vuelta contra la pared—. Nada es igual desde Nueva York.

La visión de Loki pasó por mi mente.

El grupo de personas luchando había regresado, el mundo a su alrededor parecía destruido, explotando en un destello azul.

Vi de nuevo el rostro aterrorizado de mi padre, mirando por encima del hombro al aterrador cielo amarillo.

—La muerte lo persigue como una sombra —repitió la voz en mi cabeza.

Las últimas palabras de Loki para mí jugaron en una repetición agónica:

—Aún así, el destino llega. Aún así, el destino llega. Aún así, el destino llega.

Mi cara se contorsionó cuando apreté los dientes y sacudí la cabeza con dureza. No podía pensar en ellas. No podía pensar en lo que acontecía cuando me iba a dormir por la noche o cuando pensaba en Nueva York. Tenía que concentrarme en papá.

Pepper estaba de pie frente a él otra vez.

—¿En serio? No me había dado cuenta para nada.

—Vives experiencias y se acaban sin poder explicarlas —sacudió la cabeza ligeramente, mirándola con los ojos entrecerrados, tratando de que entendiera lo que solo unas pocas personas podían—. Dioses, alienígenas, otras dimensiones —por alguna extraña razón, mi estómago se sintió casi enfermo en esa última parte—. Solo soy un hombre enlatado.

Respiré profundamente, tratando de calmar mi corazón latiendo a mil por hora mientras me limpiaba el dolor en las muñecas doloridas.

Estoy bien. Estoy bien. Estoy bien.

Él se acercó a ella.

—El único motivo, por el que no me he desmoronado, es porque te has mudado aquí.

Sentí que me picaba la nariz, mi cara se sintió cálida mientras asentía lenta y dolorida. Oh, ¿por qué esto me molesta tanto? Quería a Pepper. Era más mi madre que la biológica. Siempre quise a Pepper y a papá juntos, que mi familia se completara. Y, sin embargo, no estaba contenta. Una parte profunda y oscura de mí todavía creía las palabras de Loki. Creía que tenía razón. Y mi padre, la única persona a la que siempre había llamado mi mundo entero, no necesitaba que lo mantuviera cuerdo. Necesitaba a alguien más.

La voz de papá volvió a mis pensamientos, sorprendiéndome una vez más con esa simple frase.

—Te quiero.

Aspiré aire profundamente y me senté en el escalón, sacando mis piernas.

Te quiero. Dios, ¿por qué no podía decírmelo? Lo dijo una vez estando borracho hace un par de años. No equivalía a nada. Además, ni siquiera estaba segura de que pudiera recordarlo. Casi lo dijo otra vez, en realidad, estando completamente sobrio. Excepto que estaba a punto de morir, así que tampoco sabía si contaba. Fue cuando estuvo a punto de cruzar el portal de Nueva York. Nunca llegó a terminar y no lo había dicho desde entonces.

Entonces, ¿qué significaba eso para mí?

—Y es genial, soy afortunado —su voz bajó—. Pero, cielo, no consigo dormir. Tú y Lees os vais a la cama, y yo bajo aquí y hago lo que sé. Chapucillas —soltó un suspiro débil y derrotado mientras se sentaba en la barandilla—. La amenaza es inminente...

Era cierto. De alguna manera, sabía que estas amenazas nunca se detendrían.

—Y tengo que proteger las dos cosas sin las que no puedo vivir —le indicó a Pepper antes de mover la mano hacia la escalera—. Osea, tú y Lisa. Y mis trajes son, eh... —le tembló el aliento.

—Máquinas.

—Son parte de él —susurré cuando él le dijo a ella casi lo mismo.

—Una distracción —le dijo ella con tristeza.

—Puede —admitió él en voz baja.

Lentamente, se acercó a él y lo abrazó contra su pecho. Ella inclinó suavemente la cabeza mientras se aferraba. Un pequeño aliento tembloroso salió de mis labios y me sentí aliviada. Él estaba bien. Ella lo cuidaba. Quizás eso tenía que ser suficiente para mí. ¿No era así el amor? ¿Anteponer las necesidades de otros a las tuyas? Tal vez estaba equivocada.

¿Qué sabía yo del amor?

—¡Lees! —espetó una voz.

Abrumada con mis pensamientos, grité antes de resbalar y proceder a caer por un par de escaleras. Escuché un golpe con cada deliz hasta que me detuve abruptamente. Me quejé cuando intenté y fallé al levantarme. Papá levantó una ceja divertida hacia mí.

Pepper me dio una expresión comprensiva.

—Oh, cariño, ¿estás bien?

Sabía que Pepper me caía bien. Siempre se preocupó por mi bienestar, a diferencia de algunas personas.

—¿Cómo sabíais que estaba aquí? —me froté el hombro punzante mientras los miraba de arriba abajo.

—Pues —papá inclinó un poco la barbilla—, tengo dos ojos que pueden ver y dos orejas que pueden escuchar. Eres tan discreta como una patata.

—Wow. Gracias —rodé los ojos—. Bueno, um, estaba pensando en esta noche y...

—Vas a ir a esa fiesta —Pepper me señaló con el dedo. Ella y papá caminaban hacia la escalera donde me encontraba.

Gruñí ruidosamente, permitiendo que la adolescente dentro de mí levantara su fea cabeza.

—Vístete y vete —papá ayudó a Pepper a pasar por encima de mí—. No te lo diré dos veces.

Hice una mueca a su espalda y saqué la lengua. Alguien estaba diciendo "yo tengo el poder" cuando se trataba de la paternidad. ¿Por qué los padres hacían eso? Eran súper inexistentes y distantes hasta que quieren que hagas algo. Me quejé de nuevo mientras me levantaba dolorosamente y caminaba penosamente hasta mi habitación.

Una hora después, miré mi reflejo con el ceño insatisfecho. A pesar de lo que hice sonar para la doctora Harding, el maquillaje no me hacía verme mejor. Todavía estaba muy enfermiza, con bolsas oscuras debajo de los ojos y las mejillas hundidas. Mis pómulos estaban mucho más definidos de lo habitual y mis ojos azules más tenues que en las fotos en mi mesita de noche. Un pequeño gemido salió de mi boca.

Una gran chaqueta vaquera colgaba en mí mientras bajaba con cuidado las escaleras. Mantuve un brazo envuelto alrededor de mis costillas dolorosas. Papá y Pepper estaban sentados cerca de la ventana, copas de champán en mano. Hablaban y reían como si todo estuviera bien. Desprecié su alegría como una nube lluviosa en un día soleado. Nada iba bien y deberían saberlo. Pepper me miró por encima del hombro y me dio una amplia sonrisa.

—¡Lisa, que bien te ves! Avísanos cuando vuelvas a casa, ¿de acuerdo?

Mi cara permaneció en su posición infeliz y un poco de incredulidad.

—Vaya, Gruñonaja, ¡no muestres tanta emoción! —papá me dio una amplia sonrisa burlona a la que simplemente sacudí la cabeza.

Cuando abrí la puerta principal y salí, dije sobre mi hombro:

—Ese apodo es un asco.

—Es verdad —escuché que Pepper le decía mientras cerraba la puerta.

Las fiestas no eran lo mío y debería haber sido claro para cualquiera, ya que estaba en la sala grande de una gran mansión con un gran grupo de personas. Como podías ver, todo era muy grande. Solo quería derretirme hasta quedar sumergida en la alfombra de 620,000 dólares debajo de mis Converses. Mis botas de propulsión parecían inútiles para usar ahora, especialmente porque ni siquiera podía usar mis manos.

Nunca me había sentido tan incómoda viendo adolescentes borrachos tropezar, riendo como hienas. No creo que Pepper y papá supieran qué tipo de fiesta sería. El humo flotaba sobre mi cabeza y olía un poco raro; lo que fumaba ese chico no podía ser un cigarrillo. Las chicas, con trajes demasiado pequeños, bailaban en la pista mientras sostenían sus pequeñas copas sobre sus cabezas. El suelo tenía que estar empapado en alcohol por la forma en que bailaban y movían sus copas rojas. Numerosos muchachos seguían gritándome, tratando de ser escuchados por la música. Incluso entendiendo lo que decían, señalé mi oreja y me encogí de hombros, luego me recosté contra la pared, preguntándome cuándo sería el momento adecuado para irme a casa cuando Happy me recogiera.

—Eh, ¿nos enrollamos? —una voz baja respiró en mi oído.

Me alejé del chico, frotando mi oreja ahora asqueada y húmeda.

Me dio una sonrisa borracha, así que le di una mirada incrédula en respuesta.

—Prefiero besarme con una piedra, no sentarme accidentalmente en un puercoespín.

Él se rió y se inclinó hacia mí con labios fruncidos. Apestaba a alcohol y su aliento olía al humo que aún flotaba. Si pensaba que estaba a punto de besarlo, es que estaba drogado. Se inclinó aún más, su brazo comenzó a enrollarse alrededor de mi cintura. Me agarré a su brazo y lo aparté. Lo solté en el tiempo justo para dejarlo caer de bruces en la alfombra. Ni siquiera se movió después; estaba muy borracho, drogado o lo que sea. Sinceramente, no tenía ni la más remota idea. Creo que eso sorprendía a la mayoría. Por alguna estúpida razón, creían que la hija de Tony Stark debía ser alcohólica, drogadicta o cualesquiera que fueran los términos. Rodé los ojos hacia el chico y rápidamente empujé a través de la multitud, tratando de encontrar una manera de escapar.

Irrumpí por las puertas de cristal de un gran balcón oscuro con un suspiro de alivio. Los ruidos de la fiesta se ahogaron detrás de mí cuando cerré las puertas y me acerqué a la barandilla. El viento frío me sacudió el pelo sobre los hombros y me puse la chaqueta vaquera alrededor del torso. El mundo, de alguna manera, parecía muy quieto mientras miraba hacia la ciudad iluminada. Mi cabello castaño cayó alrededor de mis ojos, parpadeando en la nada y respirando hondo y con dificultad. Me dolía todo y mis muñecas me estaban matando. Con un pequeño respingo, levanté suavemente las mangas para poder mirarlas. La piel era una vista espantosa, muchas manchas rojas de vasos sanguíneos rotos cubrían mi carne. Se sentían tiernas cuando los toqué ligeramente. Acercándolas a mi pecho, volví a mirar el paisaje antes de que mis ojos se estrecharan en confusión.

Un SUV negro se encontraba en la carretera, un hombre familiar se apoyaba en el otro extremo. Tenía la cabeza afeitada, piel bronceada y llevaba un traje oscuro. Era Sospechoso. Oh, señor, estaba muy confundida Mi punto es que el guardaespaldas de Killian estaba sentado fuera de la casa en la que estaba "de fiesta." No podría ser una coincidencia. Me dolieron las muñecas antes de darme la vuelta, a punto de ir a exigir qué hacía aquí.

—En mi cultura —habló una voz repentinamente desde las sombras—, una persona joven que evita las artimañas de la juventud, se llama sabia.

Sentí que mis palmas se ponían sudorosas y mi corazón aceleraba, estudiando las sombras para ver quién estaba allí. Entonces un hombre alto, musculoso y de piel oscura se levantó de una silla y salió a la luz que proyectaba la casa. Mi cara se contorsionó de incredulidad y mis labios se separaron, pero no se me ocurrieron palabras. Me dio una sonrisa amable y de dientes blancos mientras se acercaba. Todo mi dolor fue olvidado al mirarlo. Fui enviada de vuelta a doce años antes, cuando conocí al niño... no, el hombre ante mí.

Aun teniendo cuatro años, no había dejado mi hábito de mantener mis dedos en mi boca. Cada vez que Pepper me veía hacerlo, apartaba suavemente mi mano con la esperanza de romper el hábito. No estaba teniendo mucho éxito; creo que la fuente de esto era por "la falta de apoyo que recibo de los demás por aquí", como ella dijo. Los chicos, que consistían en papá, Rhodey y Happy, pensaban que mi hábito era lindo, así que lo dejaban pasar, para consternación de Pepper.

Esto era exactamente lo que estaba haciendo cuando caminaba junto a papá, con Happy siguiéndonos mientras atravesábamos a la gran multitud. Las convenciones de armas en Wakanda se estaban convirtiendo rápidamente en una de mis favoritas, a pesar de que era la primera vez que estaba en el país africano. En Wakanda, el mundo era brillante, el cielo grande y el sol cálido. De alguna forma, sabía que estaba hecha para eso.

Mientras mis pequeños pies avanzaban, y mi mano libre se aferraba a la de papá, hice todo lo posible para evitar a un hombre de aspecto aterrador con una marca extraña en el cuello. Llevaba pantalones cargo y lo que solía ser una camisa blanca abotonada que se aferraba a su espalda y hombros. Correas de cuero estaban envueltas alrededor de sus muñecas. Su cabello tenía rizos desordenados de color negro que caían sobre su frente y su cara una barba que le subía por la mandíbula. Una garra afilada se encontraba fuertemente alrededor de su cuello y la suciedad cubría su sudorosa piel. Algo sobre él me asustaba.

Ese miedo empeoró cuando el hombre aterrador se paró frente a nosotros, bloqueando nuestro camino. Solté un pequeño chillido, sacando mis dedos de mi boca para envolver mi brazo alrededor de la pierna de papá. Su mano encontró mi cabello y lo alisabó suavemente, tratando de calmarme.

—Tranquila, pequeñaja —murmuró en voz baja, levantando la vista para mirar al hombre con una expresión casi intrigada.

El hombre de la marca me sonrió, intentando con todas sus fuerzas ser amigable, sin embargo, solo se mostró más extraño. La cara de mi padre permaneció impasible, pero me di cuenta de que tampoco le gustaba o confiaba en él. La mano de papá me empujó ligeramente más detrás de su pierna. Obedecí ansiosamente mientras mi mano sostenía la de mi padre y mi otro brazo estaba envuelto alrededor de su pierna.

—Ulysses Klaue —dijo el hombre con un acento extraño, enseñando su mano sucia.

Papá hizo una leve mueca antes de estrecharla.

—Tony Stark.

—Usted debe ser el hombre a cargo, señor Tony Stark.

—¿Qué puedo decir? —papá lo reconoció arrogantemente, una pequeña sonrisa torció sus labios de veintidós años.

Happy se acercó y tragué con dificultad, mirando detrás de la pierna negra y jadeada de papá.

—Estoy considerando formar una especie de alianza, una nos beneficiará a los dos —dijo Ulysses Klaue.

—Alianza, ¿eh? —los ojos de papá bailaron distraídamente alrededor de la sala, probablemente mirando a la rubia del otro lado—. ¿Y con qué compañía exactamente se aliaría Industrias Stark?

—Bueno, eh, es más que una operación —dijo Ulysses Klaue, moviendo ligeramente la cabeza—. Le puedo decir que es mucho más beneficioso que otros tipos de negocios.

Sus ojos se encontraron con los de Klaue.

—Al vez, pero tampoco muy confiable.

—Nunca se puede distinguir a un amigo de un enemigo —el hombre aterrador se retiró con una sonrisa torcida—, hasta que veas quién lo hace y quién no obtiene los beneficios.

—Yo siempre digo 'mantén rico a tu amigo, y también a tu enemigo, y espera a saber quién está contigo' —papá se encogió con indiferencia antes de extender las manos—. Si me disculpa, me están llamando.

Le sonreí y papá me guiñó un ojo. Luego enderezó los hombros y caminó hacia el escenario donde lo anunciaban. Me quedé pegada al lado de Happy y vi que Klaue volvió a la multitud. Tan pronto como lo perdí de vista, un aliento aliviado salió de mi boca y miré aburrida a mi alrededor. Mi padre se puso de pie en el escenario y pronunció su habitual discurso sobre ser temido y respetado. Todos quedaron cautivados con sus palabras, como siempre pasaba cada vez que hablaba. Yo me sabía su discurso de memoria. La convención de armas era grande y espaciosa, llena de personas de aspecto profesional y otras no tanto.

Con cautela y tranquilidad, para que Happy no me viera o escuchara, retrocedí. Mis movimientos se parecían a los de un gato cuando me escabullí. Otro aliento salió de mis labios mientras, sin ser notado, me deslizaba entre la multitud. No planeaba dejar la convención; sólo quería mirar sin Happy. Cuando mis pies comenzaron a llevarme cada vez más lejos del escenario, mi padre y mi guardaespaldas, comencé a pensar por qué todos lo llamaban "Happy", ya que parecía tener un palo en el trasero. Papá dijo una frase similar, pero cuando la tía Peggy, que estaba con nosotros, le envió una mala mirada, rápidamente me informó que no tenía permitido decir una de esas palabras.

Los carteles de la convención se extendían por largos pasillos que pasaba, tarareando distraídamente una pieza de Chopin, una que Obie me había enseñado. Tenía que ser una niña extraña para tararear música clásica, pero daba igual. Mis brazos se balancearon a mis costados mientras giraba, sintiendo la cálida luz del sol a través de las grandes ventanas. Era demasiado torpe para ser bailarina, pero eso no me impedía imaginarlo. Intenté y fallé al ponerme de puntillas, probé un grand jeté y, por alguna razón, pensé que requería un salto mortal. Aterricé bruscamente sobre mi espalda, mirando el techo.

—Ejem —una joven voz se aclaró la garganta.

Mis ojos se abrieron y todo mi cuerpo se puso rígido. ¡Alguien estaba conmigo! Mis movimientos fueron cautelosos y temerosos mientras mis codos me levantaban lentamente. Un niño, unos años mayor que yo, de ojos cálidos estaba sentado en el asiento de la ventana, con una ceja levantada y un libro encuadernado en sus manos.

—Fue muy bonito —sonrió y, de alguna forma, su voz sonaba casi agradable mientras me tomaba el pelo.

Mi primera evaluación del niño: tenía acento y era lindo.

Mis mejillas se sonrojaron furiosamente.

—No creo que puedas hacerlo mucho mejor.

Él se rió un poco, cerrando el libro.

—Seguramente tengas razón.

Tragué saliva mientras me ponía de pie.

—Sí, bueno...

Me detuve mientras lo estudiaba. Ante la atención, su rostro cambió de ser agradable a convertirse en algo implacable. No debía gustarle la atención. Se aclaró la garganta rápidamente y volvió a enterrar la nariz en el libro, pero sus jóvenes ojos seguían bailando hacia mí.

—¿Qué estás leyendo? —pregunté, girando mi cabeza hacia un lado, acercándome.

—Nada —me dio una respuesta incómoda—. Adiós.

—Sí lees —corrí tras él cuando se levantó y se alejó—. ¿Es un libro divertido? Tal vez lo lea. ¡Yo puedo leer libros largos! Bueno, no demasiados... ¡papá y Pepper me leen los más largos, pero yo puedo leer los medianos! Papá dice que leo libros que no son para mi edad, y Pepper dice que soy muy inteligente para tener cuatro años —levanté cuatro dedos mientras él me miraba—. Cuatro es una edad muy pequeña. Especialmente cuando lees libros que...

Él se detuvo y suspiró.

—Si te lo digo, ¿me dejarás en paz?

—Seguramente no, aunque me lo digas —le dije honestamente, encogiéndome de hombros con una dulce sonrisa.

Él rodó los ojos.

—Es un libro de la historia wakandiana.

—Oh —mi nariz se arrugó en el pensamiento.

Nunca había leído un libro de la historia wakandiana.

—¿Puedo...?

Sus cálidos ojos se lanzaron sobre mi hombro y se estrecharon muy ligeramente. Me agarró del brazo y nos empujó a un armario. Grité y luché, pero sus manos me mantuvieron contenida. Nos empujó contra la pared mientras cerraba la puerta. Quedó una pequeña abertura y él la miró con intensidad. Pasó un grupo de hombres y yo chillé más fuerte en su mano, tratando de llamar su atención.

—Shh —siseó en voz baja—. ¡Mira, mira!

Mis ojos miraron a los hombres y vi pistolas en sus caderas. Mis ojos se abrieron y el chico me acercó, como si quisiera protegerme. Los hombres buscaban algo con expresión sombría en sus rostros. Hablaban en un idioma que no conocía antes de marcharse. El chico se relajó, dejando escapar un suspiro. Le devolví la mirada antes de abrir la boca y morder su dedo con fuerza. Gritó y me empujó, haciéndome tropezar por las puertas del armario.

—Ay, ay —hizo una mueca, sosteniendo su dedo—. ¡¿A ti qué te pasa?!

—Me has agarrado —dije a la defensiva.

—Sh, sh —mirando alrededor, hizo un gesto hacia abajo, como si quisiera que bajara la voz—. Estoy escondido.

Mis ojos se abrieron, me incliné hacia él y susurré con dureza:

—¿Eres un criminal?

Él frunció el ceño, sin divertirse.

Y luego sonreí curiosamente.

—Es broma.

Mi segunda evaluación del niño: no tenía sentido del humor.

Él se quejó mientras sacudía su dedo.

—¿De quién te escondes?

—Mi padre y sus lecciones —me dio una expresión lamentable de la que me reí.

Hubo un pequeño silencio.

—Um —miré los largos pasillos por los que, claramente, no podía encontrar el camino de vuelta—, ¿te importa si me quedo contigo?

Él pareció casi sorprendido.

—¿Qué?

—Hasta que mi papá termine —me encogí lentamente, sintiéndome avergonzada.

Lo consideró por un momento antes de encogerse en respuesta.

—No veo por qué no.

Sonreí y corrí hacia el asiento de la ventana, dejé caer mis brazos y luego luché por levantarme. Mis piernas patearon y gruñí dramáticamente en numerosas ocasiones. Él rodó sus ojos hacia mí, envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura para levantarme.

Mi tercera evaluación del niño: era un caballero.

—Oh —él me dejó y trepó a mi lado—. Gracias.

—De nada —me dijo distraídamente, volviendo a abrir el libro.

—¿Puedes leérmelo? —susurré.

—¿Prometes mantener los dientes apretados? —sonrió al papel mientras se lamía el pulgar y pasaba la página del libro.

Jadeé y una pequeña risa salió de mí.

Mi cuarta evaluación del niño: era un mocoso sarcástico.

—Wow —sacudí mi cabeza, doblando mis pequeñas rodillas debajo de mí.

—Lo siento, pero me mordiste —me arqueó una ceja—. ¿Es que eres algún tipo de perro?

Me reí y, juguetonamente, le gruñí. Sus cejas se arquearon. Me sonrojé torpemente. Una pequeña sonrisa adornaba sus facciones jóvenes y, cuando sus ojos giraron un poco, soltó una carcajada.

—Eres rarita —observó con esa misma sonrisa y voz agradables.

—No —sonreí, extendiéndole la mano—. Soy Lisa Stark. ¿Quién eres tú?

Su mano tomó la mía y sentí que mi corazón daba un vuelco. Era como si fuera el destino. Sabía que iba a amar a este chico.

Él sonrió una vez más y abrió la boca.

—¿T'Challa? —exhalé, todavía en estado de shock.

Quería abrazarlo. Oh, tío, quería de verdad.

Sus ojos se giraron antes de acercarse un poco más, aún hablando en voz baja.

—En realidad, mi nombre es Luke Charles. Es un placer volver a verla, señorita Stark.

Ah, claro, Luke Charles. Se llamaba así cada vez que estaba en América; le permitía ser más discreto. Era lo que su padre quería y, sinceramente, tenía sentido.

—Claro —cerré los ojos y sacudí la cabeza—. Lo siento.

T'Challa, T, Luke Charles, o cualquiera que fuera el nombre que usara ahora, estaba frente a mí, y yo nunca había estado más sorprendida en mi vida. No podía creer lo que veía. Habían pasado cinco años desde que le dije adiós el día que dejó América. Era incluso más lindo de lo que era de joven y sentí mis mejillas sonrojarse. Había crecido como trece o catorce centímetros aproximadamente, pero seguía superándome por unos quince o dieciséis. Sus ojos eran suaves y oscuros, recordándome al chico que una vez conocí.

—¿Lisa? —sus cejas oscuras estaban fruncidas y me di cuenta de que había estado hablando conmigo.

—Ja, es que, um, tú —farfullé—. Sí, ya sabes, um —mi cabeza se sacudió rápidamente y mis ojos azules se estrecharon—. Espera, ¿qué?

Él se rió profundamente.

—Te pregunté cómo estabas.

Lo miré con mis oídos pitando y mi cara ardiendo.

Él levantó una ceja.

—¿Lees?

Mi cabeza se quedó en blanco y mis ojos se abrieron al darme cuenta de que no había respondido su pregunta.

Luego dije un poquitín fuerte

¡Genial!

Él parecía como si quisiera saltar ante mi arrebato repentino, pero amablemente se contuvo.

—Eso es bueno.

—Mmhm —la punta de mi zapato frotó torpemente el suelo—. ¿Cómo estás tú, T? Quiero decir, Luke.

Él sonrió en mi corrección antes de asentir levemente.

—Bien. Gracias.

—Entonces —me encogí de hombros un poco—, ¿qué haces aquí? ¿En Estados Unidos? ¿En Malibú? En esta fiesta... —mis cejas se fruncieron al pensar.

Esperaba que Natasha no tuviera nada que ver. Sería extraño.

—Visita política —me informó vagamente.

—Ah, ya veo. ¿Está yendo bien?

—Sí. Y en cuanto a porqué estoy en esta fiesta, uno de los contactos de mi padre me invitó. Vine para ser cortés.

—Yo porque mi padre me obligó, pero estoy muy segura de que si él supiera que algún iba a pedirme enrollarme con él, no lo habría hecho —los ojos de T se abrieron y le di una sonrisa—. Pero la diplomacia nunca ha sido lo tuyo, T. Por lo que recuerdo, te escapabas de las reuniones para jugar conmigo cuando estaba en Wakanda.

Sin molestarse en arreglar el apodo, él se rió y admitió:

—No se lo digas a mi padre.

Canturreé con una amplia sonrisa mientras caminábamos lentamente por el largo balcón.

—¿Cómo están tus padres? ¿Y Shuri? Echo de menos a esa niña.

—Mis padres están bien —él suspiró y sacudió la cabeza—. Mi hermana tan obstinada como siempre, me temo.

Me reí.

—¡Eso es lo bueno de ella! Nunca deja que ningun chico la presione.

—Es cierto. En todo caso, ella es la que presiona —miró a la ciudad—. Me mantuvieron al tanto de tus aventuras, si se les puede llamar así.

—Oh —levanté un poco las cejas—. Sí, bueno, supongo que en ese lado del mundo, esas actualizaciones deben ser más difíciles de escuchar.

No respondió por un momento, apoyando un brazo en la barandilla.

Después de unos momentos, preguntó en voz baja:

—¿Estás bien?

Mis ojos azules se posaron en su rostro y me di cuenta de que estaba preguntando algo más que 'estar bien', realmente quería saber cómo estaba. T'Challa nunca fue alguien que tomara las cosas por ese nivel. Era demasiado sabio y comprensivo. Dios, lo echaba de menos.

—Estoy viva —por ahora, susurré en silencio en mi cabeza—, así que es algo bueno.

Sus ojos se estrecharon muy ligeramente, inclinando su barbilla hacia mí.

—No estás bien, ¿verdad?

Me mordí el labio, apoyé mis propios brazos en la barandilla y respiré hondo.

—Quizás pueda ayudar —se giró para mirarme y yo negué—. Quiero hacerlo.

—No me debes nada, T —juguetonamente, empujé su brazo con el mío antes de que mi cara cayera—. Además, no te ofendas, pero no creo que Wakanda tenga la tecnología para realizar un milagro.

Sus cejas se fruncieron y sus labios se presionaron, pero no dijo nada. Descansamos contra la barandilla en un silencio tranquilo. El dolor parecía alejarse de mí por presencia. Mis ojos se apartaron de los suyos, volviendo a mirar alrededor de la calle, solo para recordar el SUV que estaba estacionado hace solo diez minutos. Sospechoso debió darse cuenta de que lo vi, porque ya no estaba. Mis cejas se fruncieron y dejé escapar un suspiro tranquilo. Había perdido mi oportunidad.

—Escucha, T —lo miré con una sonrisa forzada—, ha sido una maravilla verte, y me encantaría quedarme y ponerme al día, pero tengo que irme.

Él asintió cortésmente, del tipo que le das a una persona que no has visto en cinco años.

—Por supuesto.

La tristeza me envolvió por lo formales que nos habíamos vuelto. Éramos mejores amigos. Una heredera tonta y un príncipe respetuoso. Éramos la parejita. ¿Por qué dejé que nuestra distancia se prolongara tanto?

Con esa misma sonrisa forzada, lo rodeé y comencé a moverme hacia las puertas de cristal. Mi mente zumbaba y, de repente, mis pies se detuvieron. La vacilación duró un momento y me volví hacia él antes de cambiar de opinión. Él me estaba mirando con las cejas arqueadas, intentando descifrarme. Siempre luchaba por hacerlo. Me puse de puntillas y le di un beso suave justo por encima de su mandíbula esculpida. Parecía sorprendido, pero pude sentirlo inclinarse ligeramente. Mi corazón latía rápidamente y me sonrojé profusamente, pero no me importaba.

Me aparté y le sonreí.

—Te veré pronto.

Él asintió, mirándome a los ojos.

—Adiós —susurré tímidamente antes de alejarme apresuradamente, sintiendo mi corazón latir contra mi caja torácica.

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