𝒆𝒊𝒈𝒉𝒕

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( ☆. 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝐸𝐼𝐺𝐻𝑇 )
𝚕𝚊 𝚖𝚊𝚛𝚌𝚊 𝚍𝚎 𝚕𝚘𝚜 𝚖𝚘𝚛𝚝𝚒𝚏𝚊𝚐𝚘𝚜.

El aire de la noche llevaba hasta ellos estridentes cantos mientras volvían por el camino iluminado de farolas, y los leprechauns no paraban de moverse velozmente por encima de sus cabezas, riéndose a carcajadas y agitando sus faroles.

Los adolescentes se separaron de Lucius y Narcissa, dirigiéndose hacia la tienda de Blaise, donde habían quedado en juntarse luego del partido para celebrar el resultado. Un ambiente festivo los rodeaba. El grupo de amigos se reunió en el jardín de la tienda donde habían prendido una fogata, colocaron algo de música y se enzarzaron en una agradable discusión sobre el partido.

En varias ocasiones algunos desconocidos se detenían frente a ellos para unirse a la conversación o sólo para festejar y disfrutar. No había dudas de que aquella era una de las mejores noches que nunca habían tenido, Alaska y Draco parecían haber olvidado sus problemas y charlaban animadamente sin problemas.

La noche estaba siendo iluminada gracias a miles de luces en cada tienda y, en algunas ocasiones, distintos colores iluminaban el cielo cuando magos y brujas lanzaban pirotecnia. En un momento, mientras los chicos hablaban de las veelas, Alaska vio a cierto chico castaño pasar cerca de la tienda.

—¡Cedric! —Gritó Alaska levantándose de un salto para ir junto a su amigo.

El ojigris detuvo su caminar y les hizo señas a sus amigos que lo acompañaban para que esperaran por él unos minutos. Su rostro se iluminó de color rojo cuando volteo y le dirigió una sonrisa a Alaska.

—¡Te dije que Irlanda ganaría! —Comentó la chica, dándole un corto pero energético abrazo—. ¡Fue asombroso! Creo que esta es la mejor experiencia de toda mi vida, ¡ver la increíble técnica de los cazadores! ¡Merlín!

—Aún estás llena de energía. —Observó el chico, mirándola complacido.

—¡Es que...! —La exaltación desbordaba por los poros de Alaska, quien se sentía mejor que nunca y no podía suprimir sus movimientos—. Aún no puedo creer que Mullet, Troy y Moran aceptaron sacarse una foto junto a mi ¡y la firmaron! Aprendí muchas cosas que me gustaría aplicar en mi vuelo, ya tengo ansias de que comience la temporada de Quidditch.

—Supongo que nuestra suerte se acabó ahora que la cazadora de Slytherin es amiga de tres cazadores profesionales. —Bromeó Cedric.

—De hecho, nunca han tenido oportunidad contra mí —Comentó Alaska con orgullo—. Soy demasiado buena en lo que hago.

—¡Vaya, eso dolió! —Dijo el chico, llevándose una mano al pecho y exagerando sus expresiones de dolor.

—Sabes que aprendí del mejor.

—Eso es verdad —Aceptó—. Te enseñé todo lo que sabía, y ya me superaste.

—Pero sigues siendo un excelente buscador.

—¡Ni me lo recuerdes! —Se quejó Cedric—. Esta mañana mi padre ha alardeado frente a Harry Potter que lo vencí en el partido del curso anterior, fue tan incómodo.

—A veces actúas demasiado honorable Ced, para una persona segura como yo es cansador escuchar ese tipo de comentarios —Le comentó la rubia con una falsa expresión de disgusto—. ¿Jugaste sucio en el partido? No. ¿Tuviste la culpa de que los Dementores estuvieran en el campo? No. Por lo tanto deberías sentirte satisfecho con aquella victoria.

—No creo que funcione de esa manera.

Alaska se encogió de hombros.

—Funciona para mí.

Cedric reía junto a ella y lentamente se detuvo, desviando su mirada a algún lugar detrás de Alaska. El castaño observó que, de manera repentina, dos de los amigos de la chica se habían alejado para discutir sobre algún acalorado tema, no estuvieron mucho tiempo lejos hasta que Draco Malfoy cortó la conversación y comenzó a acercarse hacia ellos con el ceño fruncido y la mandíbula apretada.

—Tu amigo Malfoy se está acercando —Le informó en un murmuró—, no parece muy feliz.

Los ojos de la chica se volvieron blancos por unos segundos y chasqueó la lengua al voltear.

—Tenemos que irnos. —Declaró cuando llegó a su lado, sin darle ninguna explicación.

—Me iré —Comenzó a decir Alaska, sin comprender lo que le sucedía a Draco—. Cuando termine de hablar con Cedric.

—Habló en serio Al. —Insistió Draco, dándole una mirada intensa.

—¿Qué es lo que sucede?

Draco suspiró ante su pregunta y en vez de responder se volteó hacia Blaise y Theo, dándoles unas señas para que se adelantarán. Ambos chicos asintieron y se alejaron de la tienda a paso rápido, intentando no llamar la atención.

Fue cuando Alaska y Cedric creyeron que, tal vez, Draco no estaba actuando por celos o algo similar. Algo debió suceder para que sus tres amigos estuvieran actuando de aquella manera.

—Deberías ir con ellos —Le recomendó Cedric con aspecto de preocupación—. Cuídate, ¿sí?

—Igual tú, nos veremos en Hogwarts.

Sin esperar un segundo más, Draco agarró a Alaska de la mano y jaló de ella, guiándola por entre las tiendas con rapidez. No miraba atrás y parecía estar decidido a encontrar a su otros dos amigos. Sin embargo el caos comenzó a sembrarse en el páramo.

Desde el otro lado del campamento llegaba aún el eco de cánticos y de ruidos extraños. Los sonidos se acercaban cada vez más y por primera vez, poniéndole la piel de gallina, reconoció gritos, y gente que corría.

—¿Qué está sucediendo? —Preguntó Alaska con un deje de miedo en su voz.

Aún les faltaban un par de metros para llegar al bosque cuando se encontraron con Blaise y Theo. A la luz de los escasos fuegos que aún ardían, pudo distinguir a gente que corría, huyendo de algo que se acercaba por detrás a ellos, algo que emitía extraños destellos de luz y hacía un ruido como de disparos de pistola.

Alaska detuvo su andar de manera torpe al escuchar abucheos escandalosos, carcajadas estridentes y gritos de borrachos, entonces volteó, encarando lo que fuera que estuviera acercándose, no logró ver mucho.

—Hasta aquí llego yo —Anunció Draco a sus amigos—, ustedes deben adentrarse en el bosque.

—¡No, tienes que venir con nosotros! —Le dijo Alaska—. No entiendo que está sucediendo pero...

Justo en ese momento apareció una fuerte luz de color verde que iluminó la escena.

A través del campo marchaba una multitud de magos, todos juntos apuntando hacia arriba con las varitas. Parecía que no tuvieran rostro gracias a sus capuchas y máscaras. Por encima de ellos, en lo alto, flotando en medio del aire, había cuatro figuras humanas que se debatían y contorsionaban adoptando formas grotescas. A Alaska le entraron ganas de vomitar.

Al grupo se iban juntando otros magos, que reían y apuntaban también con sus varitas a las figuras del aire. La marcha de la multitud arrollaba las tiendas y el griterío iba en aumento.

—Draco, no puedes quedarte aquí —
Instó la chica, asustada—. Es peligroso.

—Los encontraré luego, debo ir a buscar a mi madre.

No hubo nada que Alaska pudiera hacer para evitar que el rubio patinado se fuera por su cuenta, a final ella debió conformarse con estar acompañada de Blaise y Theo, esperando estar a salvo en el bosque.

Las farolas de colores que habían iluminado el camino al estadio horas atrás estaban apagadas. Oscuras siluetas daban tumbos entre los árboles, y se oía el llanto de niños; a su alrededor, en el frío aire de la noche, resonaban gritos de ansiedad y voces aterrorizadas. Avanzaban con dificultad, siendo empujados de un lado y de otro por personas cuyos rostros no podía distinguir.

El silencio a su alrededor se rompió cuando Blaise maldijo en voz alta, quejándose de dolor.

—Esto es una idiotez —Dijo Alaska sacando su varita—. ¡Lumos!

La varita se encendió, y su haz de luz se proyectó en el camino. Blaise y Theo hicieron lo mismo con las suyas. Siguieron caminando con cuidado, sin mucha prisa para no perder la orientación; Alaska estaba agarrando la mano de Blaise con fuerza, sin querer soltarla.

—Creo que podemos aguardar acá, estamos ya en el centro del bosque y podremos escuchar si alguien viene. —Sugirió Blaise.

Theo y Alaska se limitaron a asentir. Los tres se sentaron alrededor de varias piedras pequeñas, jugando con la tierra mientras esperaban que algo les diera una señal de que todo había terminado ya, para que pudieran volver a sus tiendas y descansar. Pero no parecía que eso fuera a ocurrir pronto.

Salió de la nada. Algo grande, verde y brillante salió de la oscuridad, levantándose hacia el cielo por encima de las copas de los árboles.

—¿Qué...? —Exclamó Alaska, poniéndose en pie de un salto y mirando hacia arriba.

Durante una fracción de segundo creyó que se trataba de otra formación de leprechauns. Luego comprendió que se trataba de una calavera de tamaño colosal, compuesta de lo que parecían estrellas de color esmeralda y con una lengua en forma de serpiente que le salía de la boca. Mientras miraban, la imagen se alzaba más y más, resplandeciendo en una bruma de humo verdoso, estampada en el cielo negro como si se tratara de una nueva constelación.

De pronto, el bosque se llenó de gritos. La chica no comprendía por qué, pero la única causa posible era la repentina aparición de la calavera, que ya se había elevado lo suficiente para iluminar el bosque entero como un horrendo anuncio de neón.

—Tenemos que irnos —Soltó Theo—. Eso ha sido muy cerca

Blaise había agarrado a Alaska por el antebrazo, y tiraba de ella.

—¿Qué significa aquella marca? —Preguntó entonces, sobresaltándose al ver la cara de ambos tan pálida y aterrorizada.

Los dos chicos compartieron una mirada antes de hablar.

—Es la Marca Tenebrosa —Le dijo Blaise, obligándola a caminar y alejarse de aquel lugar—. Es el signo de Quien-tú-sabes

—¿El de Voldemort? —Quiso asegurarse la chica.

—Exacto. Esa marca se podía ver en sus tiempos de auge cuando se cometía algún asesinato o algo parecido, los mortifagos la conjuraban para dejar en claro que habían sido ellos. —Le explicaba Theo en voz baja, mirando a cada lugar de su alrededor.

—Además —Habló Blaise con un ligero temblor—, hace trece años no se veía esa marca.

—¿Mortífagos? —Repitió Alaska aquella palabra que quedó retumbando en su cabeza al no conocer el significado—. ¿Qué son los mortífagos?

—Es como se llaman a sí mismos los partidarios del Señor Tenebroso. —Dijo Theo, quien de inmediato se ganó un golpe por parte de Blaise por el nombre que había utilizado.

Alaska se detuvo de golpe. Se soltó del agarre de Blaise y su vista estaba perdida y su rostro de fruncia, aquella nueva información la ayudó a unir cables que estaban sueltos hace años. Una parte de ella no quería creer lo que estaba pensando, pero era más que obvio.

—Snape es un mortífago —Dijo entonces, esperando que alguno lo negara. No lo hicieron—. ¿Por qué nunca me lo dijeron?

—Decidimos no hacerlo —Habló Blaise con seguridad, la cual perdió ante la dura mirada de su amiga—. No te molestes Lasky, creímos que era lo mejor para ti. Con todos los rumores que te rodean sobre Quién-tú-sabes, creímos que si te enterabas te alejarías del profesor Snape, y sabemos que le tienes aprecio.

—Y nunca nos preguntaste al respecto. —Añadió Theo.

—Pero no es sólo eso. —Ahora la voz del moreno se escuchaba más insegura que nunca antes, actuaba nervioso.

—¿Qué? —Insistió la rubia.

—Deducimos qué, si te enterabas lo del profesor Snape, querrías saber que otras personas eran mortifagos en aquellos tiempos.

—¡Por supuesto que quiero saber! —Se quejó Alaska—. Estoy harta de que mi vida se base en mentiras, necesito saber la verdad.

—Lo sé, Lasky. Entiendo que debe ser difícil para ti, pero lo es Lara otros también.

—¿Qué quieres decir con eso? ¿Alguien más que conozco...? —Su cerebro comenzó a trabajar, relacionando actitudes y creencias que podrían llevarla a la respuesta correcta.

Esta vez, sin embargo, sus ojos le suplicaban a Blaise que le dijera que no era cierto. Pero su cabeza estaba viajando entre todos los recuerdos, cada comentario y situación que le aseguraban que su deducción era cierta.

—Él era el más preocupado —Le hizo saber Blaise—, quería decírtelo él mismo. Temía que no volvieras a hablarle.

Le pareció vivir un deja vu. Escuchar aquellas palabras de Blaise sobre los sentimientos de Draco le recordaron como ella se sentía en sus vacaciones del curso anterior, cuando temía que Draco dejara de ser su amigo por ser, en realidad, la heredera de Voldemort. Y ella se lo había contado, fue al único de sus amigos a quien le dijo la verdad, y ahora, sabiendo que su padre era un mortífago, se preguntaba como eso había afectado en el chico.

Y después de todo, seguía sin saber con certeza la postura de Draco frente a los ideales de Voldemort. De hecho, no sabía la postura de ninguno de sus amigos.

—Tenemos que salir de aquí —Habló Theo una vez más—. Si alguien ve a Alaska tan cerca de donde se conjuró lo marca, la situación no se pondrá muy a su favor.

El cuerpo de Alaska estaba actuando por cuenta propia. Estaba corriendo por el bosque junto a sus amigos, pero no lo hacía de forma consciente. Su cabeza se encontraba ida, sumergida en los nuevos problemas y preocupaciones que le traería a su vida toda aquella situación. La Marca Tenebrosa, los mortifagos, Voldemort de vuelta... Sentía que se estaba ahogando.

Llegaron al borde del bosque sin la luz de sus varitas, iluminados únicamente por el verdoso resplandor de la marca que yacía sobre ellos. Deseaban pasar desapercibidos, pero se encontraron con una gran multitud de magos y brujas atemorizados que habían congregado en ese lugar.

—¿Qué ha sucedido?

—¿Quién la ha invocado?

—¡No será... él!

—Por supuesto que no es él.

Las pocas personas que se fijaron en la chica, y lograron identificarla, se alejaron en el momento. Con unos temerosos aspectos que Alaska nunca antes había recibido, era temor puro. Con cierta dificultad atravesaron la multitud, y minutos después habían regresado al cámping, que se encontraba vacío. Ya estaba todo en calma: no había ni rastro de los magos enmascarados, aunque algunas de las tiendas destruidas seguían humeando.

Blaise y Theo acompañaron a Alaska hasta la tienda de los Malfoy, la cual estaba intacta. Draco estaba allí junto a su madre, discutiendo acaloradamente en murmullos. Cuando la chica estuvo cerca de la entrada madre e hijo se separaron de inmediato, evitando de esa manera que ella escuchara alguna de sus palabras.

Narcissa se aseguró de que ella estuviera en completo orden, sin ningún rasguño. Y luego de que Draco se acercara a darle un abrazo la mujer habló con decisión: se irían de aquel páramo de inmediato, sólo los tres, y regresarían a la Mansión Malfoy.

La rubia no dijo nada. En ese momento se sentía más cómoda estando alejada de Lucius, hasta que pudiera ordenar sus pensamientos. Y dormir en la cómoda cama que tenía en la Mansión era un buen incentivo para desaparecer lo antes posible, aquella noche ya había experimentado demasiadas situaciones que robaron hasta la última energía que le quedaba.

Lo que menos que quería era drama y problemas, pero luego de aquella noche era lo único que recibiría de ahora en más.

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