𝒏𝒊𝒏𝒆

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( ☆. 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝑁𝐼𝑁𝐸 )
𝚎𝚕 𝚝𝚘𝚛𝚗𝚎𝚘 𝚍𝚎 𝚕𝚘𝚜 𝚝𝚛𝚎𝚜 𝚖𝚊𝚐𝚘𝚜.

La mañana siguiente a las finales el profesor Snape fue a visitar el hogar de los Malfoy, habiéndose enterado que la chica se encontraba allí luego de los sucesos ocurridos en medio de las celebraciones. Era difícil para Alaska saber si el hombre realmente estaba preocupado o solo fue a chequear su estado por su responsabilidad como tutor legal, pero la chica no se tomó mucho tiempo para fijarse en aquello.

La revelación de sus amigos en el bosque había logrado que perdiera la confianza en su profesor, se sentía insegura, además de traicionada. Desde inicios de su primer año sabía que el profesor le escondía cosas, sin embargo no creyó que eran secretos que la involucraban a ella de forma tan personal; desde que lo conoció había visto a Snape como un modelo a seguir, y lo admiraba por sus grandes habilidades, pero ya no estaba segura de conocerlo.

¿Qué razones tuvo Snape en el pasado para unirse al bando de Voldemort? ¿Qué era lo que realmente pensaba sobre los nacidos de muggles? Eran algunas de las preguntas que no abandonaban su mente. Alaska sabía muy bien que los niños y adolescentes nunca habían sido del agrado de Snape, y creía que esa era la razón de su comportamiento abusivo, pero ahora pensaba que Snape escondía más de lo que pensaba.

Fue una suerte que no la obligara a volver a la Hilandera junto a él, dejó la decisión en sus manos y ella determinó que lo mejor era no volver. Había vuelto al hogar de las Pudeator, donde Nora estaba más que feliz de tenerla en su casa y cada día alargaba más su estadía allí pues, para Alaska, aquel lugar era como una fantasía, una burbuja donde no tenía que enfrentar su realidad.

Sin embargo aquella burbuja no se mantuvo por mucho tiempo. Septiembre había llegado, y con ello la vuelta a clases.

La primera mañana del mes amaneció con una copiosa lluvia que salpicaba contra la ventana. Alaska y Ann habían dejado sus baúles listos la noche anterior, y luego de un delicioso desayuno partieron, resguardandose del clima con paraguas, a un paradero cercano para tomar el transporte que las llevaría hasta Londres.

El viaje resultó muy cómodo, y la lluvia caía aún con más fuerza cuando llegaron a la estacion King Cross. Atravesaron la barrera y cuando el anden 9¾ se materializó encontraron a sus amigos charlando a unos metros, tenían pensando acercarse a ellos mientras se acercaban por un lado expreso de Hogwarts, pero algo las detuvo.

—¡Alaska, estas aquí! ¡Estas aquí!

La rubia se sorprendió ante los repentinos gritos que eran dirigidos hacia ella, la voz le era familiar pero no lo reconoció hasta que llegó junto a ella y la envolvió en un fuerte y energético abrazo.

—¡Tim! —Soltó Alaska, respondiendo el abrazo con sorpresa, aunque no de manera muy cariñosa.

Ella estaba sorprendida de verlo allí, el castaño de once años tenía su cabello algo ondulado y sus ojos tenían un brillo especial, Tim estaba más que encantado. Alaska había olvidado que el chico, al igual que ella, era un mago e iniciaría su curso aquel año. Se sentía algo culpable de no haber estado para él y resolver sus dudas, y le preocupaba que el curso fuera difícil para él.

—El profesor Snape dijo que era poco probable que te encontrara en la estación, ¡pero yo estaba seguro que lo haría! —Le comentaba Tim con gran entusiasmo—. ¡Todo esto es tan emocionante! Mamá siempre me decía que yo era un chico especial y que estaba destinado a grandes cosas, no estuve muy seguro de eso cuando llegue al orfanato pero ya no tengo dudas. ¡Y lo mejor de todo es que podré conocer más de ti!

Con el tiempo Alaska se había acostumbrado a lo parlanchin que el menor se ponía cuando estaba emocionado, pero supuso que para Snape había sido un sufrimiento. La rubia esperaba que no lo hubiera tratado mal, Tim era demasiado inocente para esos malos tratos.

—¿El profesor Snape respondió todas tus dudas? —El castaño arrugó el puente de la nariz.

—Él dejó en claro que no quería escucharme hablar.

—No lo tomes personal —Le recomendó Alaska—. Al profesor no le agradan las personas en general.

El tren escarlata a su lado pitó fuerte para indicar que dejaría la estación en los próximos minutos, la rubia se apresuró a subir al tren junto al resto de sus amigos y con Tim siguiéndola por detrás, buscando un compartimiento vacío y lo suficientemente grande para todos.

Cuando el expreso de Hogwarts se puso en marcha y aumentó su velocidad, Alaska se acomodó junto a Ann y respondió todas y cada una de las dudas de Tim, intentando responder de manera clara para que no tuviera problemas, pues dudaba que el chico fuera sorteado en la casa de Slytherin. Sin embargo los continuos comentarios irónicos de Blaise y los complicados comentarios que Theo y Ann agregaban no eran de ayuda.

—Tus amigos son divertidos —Le había comentado el chico cuando ambos salieron del compartimiento—. Espero conocer chicos tan geniales como ellos.

—Por supuesto que lo harás.

Alaska lo había dejado ir con una sonrisa en su rostro, pero en cuanto Tim se volteó esta había desaparecido. Se sentía preocupada. La opinión que tenía el mundo mágico sobre ella no era agradable, la tachaban de indeseable y peligrosa y sabía que, se hiciera amigo de quien sea, Tim conocería aquella nueva versión de ella. Que a pesar de ser falsa, podía repercutir en la visión que tenía sobre ella, y le preocupaba que se alejara por culpa de eso.

Tim no era como Alaska, y temía descubrir que los comentarios de otros podrían afectar sus opiniones y visión del mundo.

.   .   .

Entraron empapados al Gran Comedor. La lluvia se había convertido en una tormenta, y a pesar de usar un hechizo para repeler la lluvia sobre ellos, quedaron mojados de pies a cabezas. El lugar estaba decorado en honor al banquete de comienzo de curso, tenía un aspecto tan espléndido como de costumbre, y el ambiente era cálido y acogedor.

—Esto es tan molesto. —Suspiró Alaska, quejándose con sus amigos.

—E incómodo. —Agregó Theo.

—¿Las miradas siempre han sido tan crueles? —Le siguió Blaise—. Siento que en cualquier momento nos rodearan y atacaran.

Todos pensaban de la misma manera, incluso Draco. El ambiente se tensó en el momento que dieron un paso en el Gran Comedor, muchas charlas se detuvieron y las miradas se posaron en el grupo que acababa de entrar, precisamente en Alaska. Debido a las últimas sucesos provocados por los mortifagos y las señales que daban a pensar en Voldemort, los rumores de su regreso eran más potentes que nunca y, por consiguiente, la rubia era quien debía sufrir las consecuencias.

La vibra que estaba recibiendo era de odio y repulsión pura, los más valientes hacían contacto directo y le gritaban unos cuantos insultos o comentarios desagradables, algunos se limitaban a observarla con rencor y otros se apartaban de su mirada. No titubeó ningún momento, mantuvo su mirada firme y alzada, sin dejarse inmutar.

—Puede que quieran atacar —Concordó Draco con el comentario del moreno—, pero somos mejores que todos ellos. No son nada contra nosotros.

Sin más siguió con su camino hacia la mesa de Slytherin, agarrando a Alaska por la cintura y llevándola junto a él. Fue una sorpresa para la chica, pero dejó de pensar en el tacto de Draco cuando no se sintió cómoda en la mesa. Incluso allí, lugar donde nunca se había sentido excluida, estaba recibiendo algunas miradas, no eran como las demás, éstas eran de preocupación; ni siquiera tenía que pensar en el porque.

Alaska rechazaba el conocido estereotipo de que todos los estudiantes de Slytherin eran malvados, sin embargo no podía negar el hecho de que gran parte de los magos tenebrosos o con una inclinación por las Artes Oscuras habían salido de allí. Eso significa que la mayoría de los seguidores de Voldemort eran padres o familia de sus compañeros de casa, y con su posible regreso toda la vida que habían establecido se veía en peligro, amenazada.

—No veo caras nuevas en la mesa de profesores. —Dijo Ann, logrando que su amiga volviera al presente.

—El nuevo profesor de Defensa debe estar atrasado. —Comentó Theo, también observando que la mesa había más asientos vacíos de lo normal.

Pronto las puertas del Gran Comedor se abrieron y se hizo silencio absoluto. La profesora McGonagall marchaba a la cabeza de una larga fila de alumnos de primero, a los que condujo hasta la parte superior del Gran Comedor, donde se encontraba la mesa de los profesores. Temblando con una mezcla de frío y nervios, llegaron a la altura de la mesa de los profesores y se detuvieron, puestos en fila, de cara al resto de los estudiantes. Tim sobresalía entre todos gracias a su brillante sonrisa, estaba mojado por completo y su mentón no dejaba de temblar, pero eso no parecía quitarle la emoción. La chica noto que la estaba buscando con la mirada, pero entre el mar de estudiantes era una tarea imposible.

El Sombrero Seleccionador presentó su canción anual y los aplausos resonaron cuando terminó de cantar, la profesora McGonagall ya desplegaba un rollo grande de pergamino.

—Cuando pronuncie su nombre, se pondrán el sombrero y se sentaran en el taburete —Dijo, dirigiéndose a los de primero—. Cuando el sombrero anuncie la casa a la que pertenecen, iran a sentarse en la mesa correspondiente.

Ackerley, Baddock, Branstone, Cauldwell y Creevey fueron seleccionados antes de ser el turno de Tim, quien no dejaba de moverse de un lado a otro, dándole comentarios entusiastas a una chica que estaba a su lado.

—¡Evans, Tim!

El castaño adelantó sin quitar la sonrisa de su rostro, la cual ahora demostraba nerviosismo, temblando de la cabeza a los pies agarró el Sombrero Seleccionador, se lo puso y se sentó en el taburete.

—¡Hufflepuff! —Anunció el sombrero unos segundos después.

Tim se quitó el sombrero, yendo a toda prisa a sentarse a la mesa de Hufflepuff, donde todos lo estaban aplaudiendo y felicitando. Alaska vislumbró a Cedric que recibía a Tim con vítores y un breve abrazo, ayudándolo luego a secar su uniforme.

La Selección continuó. Chicos y chicas con diferente grado de nerviosismo en el rostro se iban acercando, uno a uno, al taburete de cuatro patas, y la fila se acortaba considerablemente hasta que por último Kevin Whitby, fue seleccionado a Hufflepuff y la Ceremonia de Selección dio fin.

Por arte de magia las fuentes vacías de repente aparecieron llenas ante sus ojos y comenzaron a disfrutar de las delicias frente a ellos. La lluvia seguía golpeando con fuerza contra los altos y oscuros ventanales, otro trueno hizo vibrar los cristales, y el techo que reproducía la tormenta del cielo brilló iluminando la vajilla de oro.

Una vez terminados los postres y cuando los últimos restos desaparecieron de los platos, dejándolos completamente limpios, Albus Dumbledore volvió a levantarse. El rumor de charla que llenaba el Gran Comedor se apagó al instante, y sólo se oyó el silbido del viento y la lluvia golpeando contra los ventanales.

—¡Bien! —Dijo sonriéndoles a todos—. Debo una vez más rogar su atención mientras les comunico algunas noticias: Es mi doloroso deber informarles de que la Copa de Quidditch anual no se celebrará este curso, por motivos...

—¿Qué? —Soltó Alaska sin aliento.

Tanto los judagores de Quidditch como los fanáticos estaban tan atónitos como ella, Warrington se había levantado y estaba gritando hacia Dumbledore, Draco estaba muy consternado para hablar.

—¡Debe ser una broma! —Siguió Alaska—. ¡Tenía muchas cosas planeadas!

Dumbledore continuó:

—Esto se debe a un acontecimiento que dará comienzo en octubre y continuará a lo largo de todo el curso, acaparando una gran parte del tiempo y la energía de los profesores... pero estoy seguro de que lo disfrutaran enormemente. Tengo el gran placer de anunciar que este año en Hogwarts...

En aquel momento se escuchó un trueno ensordecedor, y las puertas del Gran Comedor se abrieron de golpe. En la puerta apareció un hombre que se apoyaba en un largo bastón y se cubría con una capa negra de viaje. Todas las cabezas en el Gran Comedor se volvieron para observar al extraño, repentinamente iluminado por el resplandor de un rayo que apareció en el techo.

Llegó a un extremo de la mesa de los profesores cuando otro rayo cruzó el techo y aquella luz había destacado el rostro del hombre, cada centímetro de la piel parecía una cicatriz, a boca era como un tajo en diagonal, y le faltaba un buen trozo de la nariz. Pero lo verdaderamente destacable eran los ojos. Uno de ellos era pequeño, oscuro y brillante, el otro era grande, redondo como una moneda y de un azul vívido, eléctrico. El ojo azul se movía sin cesar, sin parpadear, girando para arriba y para abajo, a un lado y a otro, completamente independiente del ojo normal y luego se quedaba en blanco, como si mirara al interior de la cabeza.

—Les presento a nuestro nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras —Dijo animadamente Dumbledore, ante el silencio de la sala—: el profesor Moody.

Lo normal era que los nuevos profesores fueran recibidos con saludos y aplausos, pero nadie aplaudió aquella vez, ni entre los profesores ni entre los alumnos, a excepción de Hagrid y Dumbledore. El sonido de las palmadas de ambos resonó tan tristemente en medio del silencio que enseguida dejaron de hacerlo. Todos los demás parecían demasiado impresionados por la extraña apariencia de Moody para hacer algo más que mirarlo.

Dumbledore volvió a aclararse la garganta.

—Como iba diciendo —Siguió diciéndole a la multitud de estudiantes que tenía delante, todos los cuales seguían con la mirada fija en Ojoloco Moody—, tenemos el honor de ser la sede de un emocionante evento que tendrá lugar durante los próximos meses, un evento que no se celebraba desde hacía más de un siglo. Es un gran placer para mí informarles de que este curso tendrá lugar en Hogwarts el Torneo de los Tres Magos.

Muchos alumnos comenzaron a susurrar entre sí con emoción, algunos como Draco parecían ya saber de que se trataba pero Alaska no estaba al tanto.

—Algunos de ustedes seguramente no saben qué es el Torneo de los Tres Magos, así que daré una breve explicación —Continuó el director—. EI Torneo de los Tres Magos es una competición amistosa entre las tres escuelas de magia más importantes de Europa: Hogwarts, Beauxbatons y Durmstrang. Para representar a cada una de estas escuelas se elige un campeón, y los tres campeones participaban en tres pruebas mágicas. Las escuelas se turnaban para ser la sede del Torneo, que tenía lugar cada cinco años, y se consideraba un medio excelente de establecer lazos entre jóvenes magos y brujas de diferentes nacionalidades... hasta que el número de muertes creció tanto que decidieron interrumpir la celebración del Torneo.

—¿El número de muertes? —Susurró Ann, de manera consternada.

La mayoría de los alumnos que había en el Gran Comedor no parecían compartir aquel pensamiento de la chica, muchos de ellos cuchicheaban emocionados e incluso Alaska estaba más interesada en seguir oyendo detalles sobre el Torneo.

—En todo este tiempo ha habido varios intentos de volver a celebrar el Torneo —Prosiguió Dumbledore—, ninguno de los cuales tuvo mucho éxito. Sin embargo, nuestros departamentos de Cooperación Mágica Internacional y de Deportes y Juegos Mágicos han decidido que éste es un buen momento para volver a intentarlo. Hemos trabajado a fondo este verano para asegurarnos de que esta vez ningún campeón se encuentre en peligro mortal.

»En octubre llegarán los directores de Beauxbatons y de Durmstrang con su lista de candidatos, y la selección de los tres campeones tendrá lugar en Halloween. Un juez imparcial decidirá qué estudiantes reúnen más méritos para competir por la Copa de los tres magos, la gloria de su colegio y el premio de mil galeones.

—¡Yo entro! —Gritó uno de los gemelos Weasley levantándose de su asiento con la cara iluminada de entusiasmo, no pudo reconocer de quien se trataba gracias a la distancia.

No era el único que se estaba imaginando a sí mismo como campeón o campeona de Hogwarts. En cada una de las mesas estudiantes miraban a Dumbledore con expresión de arrebato, o que cuchicheaban con los vecinos completamente emocionados. En Slytherin alguien parecía particularmente interesada.

—¡Tengo que entrar! —Había dicho Alaska con la ambición brillando en sus ojos.

—¡Debes estar loca! —Soltó Ann—. ¿No escuchaste de las múltiples muertes?

—Entraría, pero aprecio mi vida. —Comento Blaise.

—Sé que soy lo suficientemente talentosa para ganar —Dijo la rubia sin rodeos y con seguridad—. La gloria eterna, podria conformarme con eso.

Pero Dumbledore volvió a hablar, y en el Gran Comedor se hizo otra vez el silencio.

—Aunque me imagino que todos estaran deseando llevarse la Copa del Torneo de los Tres Magos —Dijo—, los directores de los tres colegios participantes, de común acuerdo con el Ministerio de Magia, hemos decidido establecer una restricción de edad para los contendientes de este año. Sólo los estudiantes que tengan la edad requerida (es decir, diecisiete años o más) podrán proponerse a consideración. Ésta —Dumbledore levantó ligeramente la voz debido a que algunos hacían ruidos de protesta en respuesta a sus últimas palabras— es una medida que estimamos necesaria dado que las tareas del Torneo serán difíciles y peligrosas, por muchas precauciones que tomemos, y resulta muy improbable que los alumnos de cursos inferiores a sexto y séptimo sean capaces de enfrentarse a ellas. Me aseguraré personalmente de que ningún estudiante menor de esa edad engañe a nuestro juez imparcial para convertirse en campeón de Hogwarts. Así pues, les ruego que no pierdan el tiempo presentandose si no han cumplido los diecisiete años.

—Supongo que estarás decepcionada. —Le dijo Ann a Alaska.

—Pues no lo parece. —Comentó Blaise, viendo que a diferencia de los demás ella parecía tranquila.

—Las delegaciones de Beauxbatons y Durmstrang llegarán en octubre y permanecerán con nosotros la mayor parte del curso. Sé que todos tratarán a nuestros huéspedes extranjeros con extremada cortesía mientras están con nosotros, y que daran su apoyo al campeón de Hogwarts cuando sea elegido o elegida. Y ya se va haciendo tarde y sé lo importante que es para todos ustedes es estar despiertos y descansados para empezar las clases mañana por la mañana. ¡Hora de dormir! ¡Andando!

Dumbledore volvió a sentarse y siguió hablando con Ojoloco Moody. Los estudiantes hicieron mucho ruido al ponerse en pie y dirigirse hacia la doble puerta del vestíbulo.

—Hubiera sido una buena aventura para agregar a tu lista, ¿no, Alaska? —Le decía el moreno mientras se encaminaban a la salida—. Es injusto que no dejen participar a los alumnos menores, hay algunos más capaces.

—No lo sé... —Respondió Alaska con una sonrisa ladina en su rostro—. Siempre existen maneras de burlar las reglas, ¿no?

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