✅8 Perros rabiosos, reencuentros inesperados y arrepentimiento sentido.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

09:45 a.m.

El ascensor lleva ya demasiado tiempo con las puertas cerradas y sin moverse.

Desde que mi nuevo mejor amigo, Derek, se fue para atender al vejestorio ese que nos había interrumpido, estoy sola.

Vuelvo a estar en la misma posición de antes, con el culo pegado a la pared y las piernas estiradas hacia arriba apoyadas en uno de los espejos.

Me he planteado varias veces la opción de pasearme en el ascensor para arriba y abajo pero me da pereza moverme hacia los botones.

Siento una paz tremenda y mi sonrisa no desaparece de mi cara, Dios, amo la sensación.

Maldito Dereck, él si que sabe como reconfortar a una persona, ni siquiera recordaba toda nuestra conversación, solo tenía grabados en la mente sus palabras y sus sonrisas reconforta almas.

El corazón me da un vuelco cuando el ascensor empieza a subir, devolviéndome bruscamente a la realidad.

Suspiro y rezo por que sean Alicia o Rachel pero se que las probabilidades son casi inexistentes.

Este se detiene y se abren las puertas en el piso décimo séptimo, me cubro la cara por inercia cuando una cosa peluda, blanca y enorme se detiene abruptamente.

Aún así acaba cayendo sobre mí.

Escucho gruñidos y el perro se levanta, apartándose, mientras sigue gruñéndome y se pone a la defensiva.

Dios, es adorable.

Oh sí, el chucho luchando por arrancarte la cabeza y tú pensando en lo adorable que es.

El dueño lo agarra de la correa y tira de él cuando amenaza con saltar sobre mí otra vez.

—Lo siento —empieza a disculparse con voz temblorosa.

—Oh, no pasa nada —murmuro sin despegar la vista del bichejo adorable que se me quiera lanzar encima.

—No te va a hacer nada, solo se ha asustado y encima no te conoce... —permanezco embobada mirando a la chica que hay frente a mi.

—¿Amy?

¿En serio?, no me lo creo.

Amy, la chica con la que todos se metían cuando era pequeña y también conocida como mi mejor amiga..., de la infancia.

—Lex —responde en un tono más calmado, siento nostalgia cuando me llama por el apodo que siempre usaba.

—Wow —es lo único que soy capaz de responder mientras la miro, sigue siendo la misma pero algo ha cambiado.

Por supuesto que ha cambiado, estúpida.

Ignoro a mi subconsciente y sigo mirándola, intentando procesar lo guapa que se ve.

—Sí, wow —tras sus palabras permanecemos en un incómodo silencio, ella tratado de contener a su perro y yo aún estudiándola con la boca abierta.

Está ligeramente temblorosa y eso me preocupa, si no la conociera diría que solo son nervios pero va más allá.

Seguía conociéndola a pesar de que hacía mucho tiempo que no la veía, es más, hasta había llegado a olvidar su existencia. Es una chica preciosa, su pelo es negro azabache, largo y tiene unos ojazos azules que encantan. Recuerdo que nos pasábamos la vida subiendo y bajando en el ascensor de mi ático a su departamento.

Siempre me pareció bonita pero antes pensaba que no le daba potencial a su belleza.

Dejamos de hablarnos después de una pelea igual de estúpida que fuerte, ella se refugió en libros y yo me refugié en mis amigas actuales.

Vuelvo a tirar de la capucha de mi sudadera y escondo la cabeza en mis rodillas cuando me siento en la esquina más alejada.

Me siento mal y culpable, muy culpable.

Me da vergüenza enfrentarla, más que nada porque yo fui la culpable tanto de la pelea como de la depresión contra la que tuvo que luchar con apenas trece años por perder a su única amiga, el refugiarse en los libros y que le hicieran bulling por ello y mi enfado contra ella solo le generó dificultades en el colegio con el resto de alumnos, razones por las que cambió de escuela también.

Sí, así de estúpida es la so(u)ciedad (que conste que me incluyo, es más, me considero el peor ejemplo de persona que pueda haber).

Ahora se le veía mejor, más sonriente, más feliz, parecía una ciudadana normal y no una zombie andante.

Creo que eso era lo que había cambiado, su aura, la energía que desprendía.

—¿Estás bien? —niego mientras saco la cabeza de mi escondite.

—¿Estás bien tú? —pregunto ignorando sus palabras.

—Sí —miente.

—Mientes —no responde y yo no insisto.

Un largo silencio vuelve a extenderse a nuestro alrededor pero yo no soy capaz de contenerme más cuando ella hace el amago de entrar al ascensor de una vez.

—Lo siento —la primera lágrima cae —, sinceramente Amy, realmente lo siento, no sabes cuanto.

Veo la sorpresa en su expresión y aparto la vista de ella mientras trato de contener las lágrimas.

Mierda.

Después de varios segundo ella sigue sin responder y yo decido romper el silencio.

—¿Tienes toallitas? —mi maquillaje se acababa de ir a la mierda.

—Esto, sí, espera —la veo volver a su casa, se deja al chucho conmigo, el cual me mira tumbado con medio cuerpo en el pasillo y medio en el ascensor.

Dante se llama, aún recuerdo su nombre. 

Ha crecido tanto, apenas era un cachorro la última y única vez que lo vi.

Minutos más tarde Amy sale y se acerca a mi con un paquete de toallitas en la mano, se sienta frente a mi y me ayuda a limpiar el desastre que soy.

Permanecemos en silencio mientras ella se encarga de recoger todas las toallitas sucias y volver a desaparecer para volver sin ellas.

Yo sigo abrazada a mis rodillas mientras lloro.

—¿Qué ha pasado? —pregunta con el mismo tono preocupado de hace años, esos años en los que aún éramos niñas ignorantes, lo seguimos siendo, al menos yo. La única diferencia es que los problemas ahora son peores, ya que también crecen con nosotros.

Y ante su pregunta yo respondo con el mismo tono con el que le respondí esa tarde que se siente tan lejana, esa tarde que volví del colegio más tarde de lo normal, esa tarde en la que empezó la pesadilla que lleva persiguiéndome toda la vida desde entonces. 

—Me he peleado con mis padres, papá me ha cruzado la cara y mamá se ha puesto a llorar —me sorprendo ante la facilidad con la que me desahogo, supongo que hay cosas que nunca cambian.

Ella asiente y se sienta a mi lado, abrazando también sus piernas.

—Ya veo, ¿por qué? —dudo en responder y ella asiente, y con ese simple gesto se que no va a insistir, que no me va a presionar a hablar —, voy a volver a casa sobre las doce de la tarde, no se si estarás aquí aún pero espero que entonces me lo puedas contar.

Asiento agradecida y ella me da una leve sonrisa antes de abrazarme, la miro con ojos entrecerrados, parece al borde del colapso.

—Si no es así, ya sabes donde vivo —murmura.

—¿Me contarás entonces qué te pasa a ti? —pregunto preocupada.

—Sí, tenemos que hablar, ambas, pero no ahora, ya arreglaremos todo más tarde —asiento, quería arreglar todo pero en este momento no tenía fuerzas ni para pensar.

Aún estaba tratando de procesar lo que acababa de pasar.

El ascensor se detiene más rápido de lo que me hubiera gustado y ella se levanta, Dante la sigue después de acercarse a olfatearme.

—Bueno, nos vemos más tarde —murmuro poniéndome en pie.

—Sí, hasta luego —murmura abrazándome.

La veo alejarse y me vuelvo a preguntar que la tiene tan mal.

Creo que temo a la respuesta.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro