✅9 Peor momento de la mañana, padres resentidos y actores por excelencia.

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10:02 a.m.

Dios mío.

Si Dios quiere que me de algo vamos por buen camino.

¿Por qué tenía que ser hoy? ¿Por qué?

Admito qué me ha gustado ver a mi mejor amiga otra vez, bueno, a mi ex mejor amiga pero tío, esto es demasiado, ¿justo hoy? ¿tenía que ser justo hoy?

Hoy estoy viendo a demasiados ex's.

Claro está que está ha sido más agradable que la visita del puto barato de Jason.

Seguramente ahora se estará inventando un rumor sobre lo zorra que soy o algo por el estilo, luego me criticará por una hora más y luego correrá a las bragas de cualquiera con la que seguramente me ponía los cuernos para que lo consolase con un polvo.

Eso sonaba tan él.

Creo que su pasatiempo favorito era criticar a la gente.

Dios, me voy a quedar bizca de tanto rodar los ojos porque sí, resulta que hoy quiero que la vida me importe ocho hectáreas de mierda pero mi mente no parece querer entenderlo.

Más bien el mundo no parecía querer comprenderlo, cada vez que alguien llamaba al ascensor una cana nueva amenazaba con salirme.

Me relajo sobre el suelo del ascensor cuando pasan varios minutos y sigo sola y suspiro cerrando los ojos, agotada.

Aún me estaba costando procesar lo de Amy, habíamos actuado como si la última vez que mantuvimos una conversación fuese ayer, lo cual me hacía sentir aún más culpable. No merecía que me hubiese limpiado las lágrimas, ni que se hubiese preocupado por mi.

Suspiro con pesadez e intento relajarme.

Realmente estaba exhausta por el cúmulo de emociones y seguramente aún no es ni medio día.

Pero de poco sirve que intente calmar mi mente.

En menos de un segundo el ascensor vuelve a estar en marcha y yo bufo molesta, volviendo a colocarme bien (dentro de lo que cabe claro), me siento erguida y abro las piernas formando una uve.

Mi comodidad ante todo.

Miro los pisos por los que va pasando el ascensor y maldigo cuando llegamos al diecinueve pero eso no se compara con el paro cardíaco que sufro cuando recuerdo que Miss Perfection ya había salido, eso solo significaba..., el ascensor llega al piso veinte y se detiene, shit.

¿No podían tomar la maldita escalera por una vez en sus puñeteras vidas?

Aunque claro, bajar veinte pisos...

Mamá y papá se detienen abruptamente cuando me ven sentada sobre el suelo, yo no me atrevo ni a mirarlos.

Bueno, más que no atreverme pienso que no se merecen ni que los mire.

Ajam.

Ruedo los ojos cuando escucho a mamá respirar hondo, por Dios, que no se ponga a llorar de nuevo que me lanzo por un barranco.

Está la posibilidad de subir a la azotea...

Papá en cambio finge que no pasa nada y se mete en la caja, mamá lo sigue y permanecemos en un incómodo silencio, para colmo, tienen que ir al vestíbulo, veinte pisos más abajo.

Los miro de reojo y veo la mirada horrorizada de mamá ante mi aspecto y la indiferencia de papá ante la situación.

¿No se dan cuenta que así solo me hacen más daño?

Con el pasar de los minutos noto que la tensión va en aumento y se lo que va a pasar.

Se me aceleran el pulso y la respiración sin que pueda impedirlo y me pego más al la pared del ascensor, luchando por que el aire llegue a mis pulmones e intentando que mis padres no noten lo mucho que me afectan.

Papá se gira hacia mi y echa humo por las orejas.

En 3, 2, 1...

—¡¿No te da vergüenza que los vecinos te vean con esas pintas?! —grita mi madre cuando ya no puede contenerse más.

La había visto mirar a mi padre darse la vuelta y sé que solo había hablado ella primero porque sabe como se pone y yo no soy la única que le teme.

—¿Solo te interesa la opinión de los vecinos? —no puedo evitar que sus palabras me duelan —, pues sabes que, no, no me interesa lo que tengan que decir, mejor que me vean y se cuestionen la clase de padres que tengo —murmuro sin mirarla.

—Dios mío, ¡tu no eres mi hija! —auch, duele sí, pero también enciende mi ira.

—¡Por supuesto que no lo soy! —ella retrocede ante mi grito, nunca le había levantado la voz antes, bueno, esta mañana pero eso no cuenta —. ¡Si fuera vuestra puñetera hija no me harías nada de toda esta mierda!

Auch, mi mejilla palpita ante la hostia que recibo, esta vez de mamá. Papá se limita a fingir que no está pasando nada mientras mira la hora en el reloj de muñeca extra mega hiper super caro que lleva.

En cuanto mamá había intervenido él había retrocedido, dejando que ella se hiciese cargo de la "situación".

Mamá se ve horrorizada por lo que acaba de hacer y yo la miro encogiéndome de hombros antes de volver a sentarme.

No había notado que me ponía en pie al estar centrada en gritarle las verdades a la cara.

El ascensor se abre dando paso a una mujer bastante joven, ella nos estudia a los tres y detiene sus ojos sobre mí, seguramente mi mejilla roja llama demasiado la atención.

Mamá me había clavado toda la artillería pesada que traía siempre en las manos, o en otras palabras, sus anillos.

La vemos retroceder dándole paso al ascensor para que se vuelva a cerrar y yo bufo.

Genial.

Simplemente genial.

Mamá no cabe en si de la vergüenza y el arrepentimiento pero me limito a ignorarla.

—Alexa —intenta sonar intimidante pero le falla la voz, le sale temblorosa y el arrepentimiento es más que evidente.

—Cariño, déjala, ya recapacitará y volverá a nosotros —le aclara papá.

Ruedo los ojos, por supuesto.

Repítelo hasta que te lo creas, monstruo.

No volveré hasta que los cables se les desenreden y puedan juntar dos neuronas correctamente, y dudo que eso llegue a pasar.

—Lo siento papá pero eso no va a pasar —sonrío con hipocresía y veo la ira encenderse en él, pero a diferencia de mamá, esta vez parece saber controlarse. Pero solo sé que se detiene por dónde estamos cuando no paso por alto como mira por el rabillo del ojo las puertas, tenso, por si volvía a aparecer otro vecino.

Me dan ganas de insultarlos y mandarlos a donde se merecen estar pero la línea de mi vida llamada respeto me lo impide.

¿Segura que es respeto y no terror?

—Cariño, por favor, solo lo hacemos por tu bien —murmura mamá.

—Por supuesto, y yo tengo tres años —murmuro con sarcasmo.

El ascensor se detiene y papá tiene que tirar de la mano de mamá para que avance en cuanto las puertas se abren.

Los veo salir del edificio mientras las puertas del ascensor se van cerrando.

Papá se ajusta el traje y su expresión se transforma en una de neutralidad pura, mamá retoca su maquillaje asegurándose de que el rímel no se le haya corrido y se atusa el pelo.

Ambos parecen la pareja perfecta. 

Por dios, en vez de dirigir una empresa de productos faciales deberían hacerse actores.

Ya veo el título de la película.

Walter y Magda Carson, la perfección hecha humana.

Ruedo los ojos y me vuelvo a acomodar sobre el suelo del ascensor mientras ruego porque nunca más vuelvan mientras los imagino recibiendo un Oscar.

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