Capítulo 13

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Capítulo 13: es verdad que la costumbre es más fuerte que el amor.

JungKook se sentó en el sillón, y pasó la palma de su mano por toda su barbilla, sintiéndose una mala persona. Rara vez tenía impulsos como aquel, que lo hacían despertarse de su siesta y simplemente comenzar a hacer lo que su cabeza le pedía. El pecho le pesaba, las manos comenzaban a sentirse húmedas, a la vez que su corazón latía con fuerza.

     No era correcto.

     Eso se repetía cada vez que intentaba ponerse de pie, sin embargo ya llevaba ahí quince minutos con lo mismo, y simplemente no podía hacer algo al respecto. No podía darse la vuelta, e irse, tampoco podía quedarse ahí todo el día, y mucho menos actuar como lo deseaba. Su impulso no fue el suficiente como para hacerlo. Ikar lo miraba con recelo desde su cojín a unos metros de él, con su cabeza recostada y aquellos ojos meramente felinos, juzgándolo por completo. JungKook comenzaba a cuestionarse si Ikar seguía sabiendo quién era su padre, y con quién vivió los últimos momentos de su vida desde que fue rescatado.

     — No me mires así, Ikar —suelta el chico—. Recuerda que me tienes que apoyar a mí.

     Pero Ikar apenas y lo miró, porque después prefirió entretenerse lamiendo su cuerpo. El dueño se sintió un tanto traicionado, sin embargo comprendía el gato: era difícil simplemente ignorar a TaeHyung y suponer que no tenía cierto impacto en sus vidas. Hasta el mismo JungKook admitía que, de ser ese gato grisáceo de ojos curiosos, se alzaría en contra de su dueño original y tendría como nuevo a TaeHyung.

     No era para tanto aquel movimiento. Eso que JungKook tenía en la cabeza, en otros lugares, sería nada. Aunque no podía evitar sentirse culpable, especialmente cuando TaeHyung le dio específicamente que "todo lo que estaba en esa repisa era su vida, lo único que le quedaba". Dios. Odiaba cuando las personas usaban esos tonos poéticos deprimentes en su contra; como si ese tipo de frases se colaran hasta su más recóndito escondite, donde su consciencia estaba y entonces le hicieran sentir culpable. En el mundo existen personas con ese don: te hablan en cierto tono, usando palabras que te conmueven y entonces te sientes culpable por casa movimiento inocente que pretendes realizar.

     Por un instante, se sintió idiota, recargándose de nuevo en el sofá, y dejando caer la barbilla en su palma, con los ojos confundidos. ¿Por qué estaba considerando eso? De alguna forma, la cosa se volvía cada vez más extraña. Pocas veces en su vida se excusaba de cosas malas como aquella vez. Es que realmente no había excusa para lo que quería hacer. Estaba mal.

     — Qué hago, qué haré —se cuestiona en voz baja, paseando los ojos oscuros sobre toda esa repisa.

     A JungKook muchos le admiran por su capacidad de pensar frío y decidir al instante lo que debería hacer. Era casi irónico y deprimente que su mente, en ese justo instante, no tuviera una idea clara y se tambaleará entre la indecisión de actuar por las buenas o dejarlo por las malas.

     La curiosidad crecía, y crecía, entre sus ojos más se fijan en todas las fotos, los CD's, videos, los pequeños objetos y los álbumes de bandas que no conocía. Esa aura extraña que TaeHyung jamás le había dejado ver en él, y un sentimiento de pérdida que también percibía. Entonces se sintió un poco celoso, y de inmediato se dio un golpe por sentirse de una forma tan estúpida. Ciertamente, era incorrecto, pero incluso cuando sabía eso su corazón no hacía caso a lo que su cabeza quería y el sentimiento le presionaba el pecho, a la vez que sus manos se sentían más tensas.

     — La curiosidad mató al gato —le dijo a Ikar, quien ya simplemente observaba resignado a su dueño. Se puso de pie, llevando la mano a lo primero que vio y suspiró—, pero al menos murió sabiendo.

     Sentado de nuevo en el cómodo sofá, no pudo evitar cuestionarse una vez más sobre su cordura emocional. ¿Era justo eso? ¿Saber todo por las malas cuando no tienes el permiso del dueño? ¿Qué sentiría él mismo si alguien le hiciese lo mismo?

     Los seres humanos, algunos, tenemos una extraña capacidad que es corrosiva. Sabemos que algo está mal, pero nuestro ser, las ganas, los sentimientos nos rebalsan. Somos volátiles y demasiado difíciles de tratar. A JungKook comenzaban a invadirlo dudas y por esto, actuaba en contra de su razón, de sus principios y de su mente. No importaba cuántas veces tuviera en la cabeza la idea de su maldad, de su inocente acción que era algo como traicionar la confianza, teniendo la oportunidad en las manos... Sería un tanto idiota dejarlo ir. Fue en ese momento que abrió aquel álbum pequeño y se topó con algo que le incitó a seguir.

     Una sonrisa. No cualquier sonrisa. Era una sonrisa genuina, blanca, brillante, que reflejaba hasta en el más diminuto punto, un alma feliz. De pronto quería llorar, de pronto se sintió como un ser humano inútil y le falló su propia respiración. En la foto, TaeHyung se mantenía con ese tipo de sonrisa que jamás vio, al lado de un castaño que también sonreía. De alguna forma, lo que le hizo querer llorar, era el sentimiento conquistador de su estómago: JungKook se sentía tan triste porque no había visto algo similar, pero alegre al saber que TaeHyung fue así de feliz. Sabía quién era el otro personaje apuesto de la foto pues BaekHyun le contó de manera superficial aquel episodio.

     — Demonios —suelta JungKook, repasando sus dedos sobre la foto que yacía plastificada en el libro—, no sabes cuánto le haces falta, ¿qué es lo que te hizo dejarlo?

     Antes de poder pensar en las respuestas, una mano le arrebató el libro con enojo. El álbum fue despojado de quien lo leía, y entonces TaeHyung, con las orejas hechas humo, abrazó a sí mismo el objeto.

     — ¿Y tú quién demonios piensas que eres para hablarle así?

     Los humanos nos ahogamos en tantos sentimientos que es difícil manejarlos uno a la vez. La rabia y la tristeza pueden consumirte al mismo tiempo, provocando una sensación de estrés que te recorre todo. Empiezas a escupir palabras y hablas sin pensar, sin hacer uso de la razón.

     JungKook se puso de pie, sin saber qué decir y confundido por ese tono tan amargo y las palabras empleadas por TaeHyung.

     — Lo lamento, yo sólo quería...

     — ¿Por qué mierda tienes que ser tan entrometido? —exclama TaeHyung abrazando más a sí mismo el álbum—. ¿Siempre tienes que estar al tanto de todo? Solo te pedí que no tocaras esto, ¡fue lo único que te pedí!

    No hay excusas, ni mentiras, ni ningún tipo de salida para esa situación. JungKook ni siquiera lo intentaría, tenía en claro qur faltó a una regla de privacidad importante y necesaria. Se quedó callado, mirando el suelo con las mejillas rojizas a casa de la vergüenza acumulada, y parte de unos celos extraños que no dejaría salir jamás. Entonces alzó la vista, encontrándose con esos ojos expectantes que esperaban una respuesta.

     — ¿Qué fue lo que viste? —cuestiona TaeHyung.

     — Solo la primer foto. De verdad lo siento, aunque no es la gran cosa.

     — Dime, si no es la gran cosa, ¿entonces por qué eres tan insistente con saber lo que hay ahí?

     JungKook mira de reojo aquella estantería, de hecho, bastante pequeña a como siempre la percibió. Después observo a TaeHyung que cada vez soltaba más el libro, dejándolo colgar entre su pecho y sus brazos.

     — ¿Qué?

     TaeHyung suspiró, más tranquilo y sin entender cómo es que dejaba ser afectado por cosas tan pequeñas como esa. De hecho, se sintió de repente como un loco, una persona sin sentido del humor, sin sentido del entendimiento que actuaba bajo un hechizo estúpido.

     — Cada día de tu vida, te sientas por minutos a ver esa maldita estantería.

     — Cada día de mi vida, me pregunto qué hay ahí que te tiene viviendo dentro de una jaula —responde JungKook, con el mismo tono calmado y seguro—. Es cierto, es que me haces cuestionarme cosas de las que ni yo estoy al tanto.

     TaeHyung se siente enojado. Quiere comprender esa falta a su palabra, o preguntar cuántas veces ha indagado en lo que no le importa, pero la voz no le da para eso y menos su mente. Era una persona de palabras diversas, muy pocas de vez en cuando, a veces eran demasiadas que no podrías entenderlo. Sin embargo, en ese momento no era ni uno ni el otro, simplemente estaba sin habla, corroído a su vez por sus propias emociones sin mucho qué poder rescatar de ellas. Tae se encontraba desolado en su propia perdición, con un chico que quizá pasaba por lo mismo, no obstante, dejar ir sus sentires y explicar lo que sucedía, tampoco era una opción. Su cuerpo, mente y alma se sentiría sin nada encima al dar esas excusas baratas sobre sus acciones, sobre su estante y sobre su vida.

     — ¿Por qué tanto interés en esto? —levanta TaeHyung el libro y lo agita—. ¡No te incumbe!

     — ¡No es interés en eso! ¡El interés es en ti!

    Ninguno había escuchado ese tipo de tono alto por parte del otro. Se sintió extraño. Ambos al mismo momento, se miraron confundidos y con las respiraciones agitadas. Algo desde su interior se movía con sincronía, al mismo tiempo una danza dentro de sus estómagos comenzaba a hacerlos tambalear. Liberaban esa tensión acumulada a través del tiempo, sus enojos, los dolores de corazón, todo salía de una vez por todas.

     Lo que nunca hicieron con otras personas, lo estaban haciendo ahí. Estaban siendo libres.

     — ¡Pues ni siquiera sabes cómo mierda me siento! ¡¿Qué te importa un estúpido álbum?! —grita TaeHyung, frustrado.

     — ¡¿Y tú piensas que no sé qué sientes?! —responde JungKook de la misma forma—. ¡Solo mira todo ese espacio! ¡No tengo que ser adivino para saber qué sientes! ¡Sigues encerrado en él!

     TaeHyung siempre fue el tipo de persona que guardaba sus rencores, desde que era niño y sus padres lo hacían seguir cada paso de las reglas, lo recordaba así. Su niñez fue buena, pero no tan buena, al igual que todo en su vida. Desde niño tenía en cuenta algo: esa chispa que muchos poseían, la chispa dadora de entusiasmo, él no la tenía. La vida era poco emocionante, y cuando se dio cuenta de eso, automáticamente todo fue gris. Comenzó a actuar como quien no tenía ganas de vivir, y se creó esa fama incómoda, la cual lo moldeó hasta hacerlo una masa simplona y sin vida.

     Pocas veces sintió esa chispa de entusiasmo por la vida: Jaehyun fue una. Pero JungKook le estaba dando algo más que una chispa, le estaba dando un contraste de calor y quemaduras increíbles, su corazón no sabía qué sentir. Y eso era tan extraño, como doloroso, como cuestión de enojo o felicidad.

    — ¡¿Crees que ésta cosa es tan importante?! —TaeHyung toma el álbum entre sus manos, y entonces lo abre—. ¡Pues no, mierda! ¡Él no es la maldita razón de este estado de ánimo!

     Cegado por su inestabilidad y las nuevas emociones que lo convergen, TaeHyung saca de su protección aquella foto, sosteniéndola en alto. JungKook lo observa curioso, pero sin estar calmado del todo.

     — ¡Él solo es el estúpido recuerdo de lo que nunca pudo ser! ¡Y lo odio, yo lo odio! ¡Desearía no haberlo conocido!

     — TaeHyung, aguarda un moment-

     Pero TaeHyung ya había rasgado aquella foto. JungKook se detuvo a unos pasos de él, con los ojos pegados a la imagen, y sintiendo cómo su adrenalina bajaba del cuerpo a pasos agigantados. El mayor, quien se cegó por todo lo que sucedía, por su corazón adolorido y las nuevas curitas que comenzaban a cubrirlo, bajó los ojos hasta la foto que, llegó a considerar lo más preciado.

     — Oh... No... —susurró para sí mismo, agachándose a recoger el pedazo de foto donde estaba el rostro de su ex novio.

     JungKook se tambaleó en su lugar, dejando la escena y a TaeHyung sólo. Cuando el castaño alzó los ojos y no encontró ahí al pelinegro, se lamentó haberse dejado llevar por eso que jamás sintió. TaeHyung llevó sus manos hasta su cabello, casi sentado en el piso, y sintió la impotencia llegar a él. ¿Por qué había dicho todo eso? ¿Por qué decía que odiaba a Jaehyun? ¿Realmente no era la razón de su estado de ánimo?

     TaeHyung tomó los trozos, uniéndolos entre sí y ahogando las ganas de llorar. Sin embargo, poco tiempo después, JungKook se agachó enfrente suyo, quitándole la foto de entre sus manos y colocándola en el piso, dejando ver la característica parte blanca de atrás. Tomó la mano de TaeHyung, llevándola hasta los extremos de la rasgadura y la dejó ahí.

     — Presiona ahí, que no se mueva.

    TaeHyung escuchó el sonido de la cinta adhesiva estirarse. Sorprendido miró a JungKook, quien batallaba calculando el largo indicado. Pero cuando dio con él, cortó y pegó la foto exactamente por donde se arruinó. Entonces suspiró y volteó la imagen para después mirar a TaeHyung. El castaño aún estaba algo confundido y atónito.

     — Yo sé que soy entrometido —admite JungKook de forma serena—. Pero no tienes qué romper tus cosas por eso.

     — No sé por qué lo hice.

     — Solo hazme un favor, TaeHyung. Grita si tienes que hacerlo, pero deten eso de sufrir en silencio. Tarde o temprano te matará.

     JungKook se puso de pie, sin decir nada más y se alejó. TaeHyung, puso los ojos de inmediato en esa foto vieja que solía ver cada noche antes de la llegada de su compañero de habitación. No pudo evitar sentirse culpable al verla rasgada, queriendo llorar hincado en el suelo, pero al examinarla y ver la cinta acomodada perfectamente atrás, simplemente esas ganas de llorar se convirtieron en una sonrisa melancólica.

     La costumbre era más fuerte que el amor, supo eso de inmediato cuando una simple foto tomó el puesto de dos recuerdos. Entonces esa idea estúpida de amor, esa mentira de ver todas las noches a ese que alguna vez fue su todo, se transformó en una costumbre. La cual estaba siendo rápidamente suspendida.

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