Capítulo 17

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Capítulo 17: una serie de mentiras que se convirtieron en película.

TaeHyung cerró los ojos por un segundo, mientras estaba recostado en su sillón viendo el techo. El momento pareció una pequeña reacción de tiempo, sin embargo, al regresar su vista, lo primero que se encontró fue con los orbes expectantes de un castaño que mantenía la sonrisa característica que lo definía. TaeHyung se levantó del sillón, caminando hasta la repisa donde las fotos que seguían causando problemas, se mantenían de pie. Pasó los ojos por JaeHyun, pero después por Jennie, y suspiró con algo de peso en su corazón.

     Una vez más llevó las manos hasta el rostro de JaeHyun, tomando el cuadro entre sus manos con algo de enojo, cierto tipo de rabia se le atravesó por la garganta y de pronto sintió ganas de llorar. Su estómago comenzaba a resentir lo que su cabeza expulsaba, y en menos de un instante, en un arranque de enojo, TaeHyung se dirigió a la cocina y abrió el bote de basura, con el cuadro entre las manos, alzado al cielo. A punto de tirarlo, se detuvo. ¿Qué estaba haciendo?

     — Sabía que no ibas a hacerlo.

     La voz desprevenida hizo que el castaño se volteara, dejando caer el marco en el suelo, mirando expectante al chico que lo observaba recargado en la pared. Jeong YunOh, a quien todos preferían decirle JaeHyun, lo observaba con desdén desde el lugar, con los brazos cruzados y el tipo de ojos que jugaban con su cabeza. La sorpresa dejó a TaeHyung sin habla, a la vez que sus ojos se tornaban en la propia representación de la confusión. Sus cejas se tornaron hacia abajo y sus labios se hicieron una línea recta.

     JaeHyun ni siquiera podría estar ahí, de pie. No había forma alguna de que eso estuviera sucediendo. ¿Y además con esa actitud tan estúpida que comenzó a adquirir? Ese no era Jeong YunOh, no había medida en lo posible para que lo fuera.

     Sin embargo, TaeHyung dejó de concentrarse justo cuando su cabeza cayó en la realidad. Llevó la mano hasta su pecho, sintiendo su corazón latir tan calmado que podría caer muerto. Entonces simplemente se sintió extraño no tener el corazón hecho un mar de emociones, revoloteos en su estómago o la sensación de flotar. Sintiéndose de forma similar que hacía algún tiempo, recargó la espalda en la barra de la cocina, y también su cabeza en la estantería donde descansaban todos los trastes. Miró a JaeHyun con los brazos cruzados y sonrió.

     — Esto no es posible.

     — Solías mirarme cuando cerrabas tus ojos —responde altanero—. ¿Ahora es diferente? Estoy justo enfrente tuyo.

     — Sigue siendo imposible. De cualquier manera, tú ni siquiera podrías saber que me mudé de nuestra vieja casa.

    TaeHyung no podía describir la cantidad de preguntas que alguna vez deseó hacerle. Por otro lado, en ese momento, su cabeza estaba en blanco. No tenía ni una sola pregunta, ni una duda trascendental, nada más que el intenso deseo que se fuera de su casa y lo dejara en paz de una vez. Debido a alguna razón, el JaeHyun enfrente suyo era más bien una copia mal hecha de lo que alguna vez fue su novio. Ese castaño era más bien una masa arrogante, altanera y desalmada, que ni tenía otro propósito más que plasmar su presencia e impregnar la mente de TaeHyung para que jamás pudiera avanzar.

     De pronto, tuvo la inercia de querer acercarse a él para saber qué tan real era esa situación. Tae caminó a pasos lentos hasta Jae, que parecía esperarlo con tranquilidad, recargado en la pared. Muchos recuerdos invadieron la mente de TaeHyung: cuando se conocieron, su primera cita, las discusiones tontas, los intereses al ver una película, las decenas de fotografías, la felicidad, su partida, las peleas, la tristeza, la ira. Y sin saberlo, ya estaba a unos centímetros de él, con la mano a poca distancia de su mejilla.

     YunOh lo miraba inmutado, tranquilo y con una expresión egocéntrica y narcisista.

     Sin embargo antes de poner la mano sobre la piel, que recordaba tersa, TaeHyung cerró la mano en un puño, con las lágrimas resbalando desde sus ojos cristalinos.

     — Eres una maldita mentira —le gritó a JaeHyun—. No hay forma que estés aquí.

     — Creo que lo que deberías de pensar, más bien, es en el por qué estoy aquí.

     — Y eso qué interesa.

     — Oh, mira —lo ignora, caminando hasta la ventana del edificio, mirando la calle principal de la colonia concurrida—. Un choque.

     TaeHyung no se movió de su lugar, sintiéndose un revoltijo de enojo por ser ignorado y degradado de tal forma. En movimientos bruscos y pesados, se acercó al chico quien, de espaldas, miraba la ventana con la mano reposada en el cristal. TaeHyung se sintió pequeño en un segundo, apresurando los pasos hasta la ventana, y mirando el accidente que yacía a unos metros en el suelo. La melancolía lo abrumó, mirar a la ventana siempre fue una mala costumbre por parte de su ex novio. Observar por detrás del cristal siempre traía problemas de impotencia, enojo, a veces risa o felicidad, pero terminabas perdiéndote en esa salida a otro mundo, completamente ajeno a ti.

     Después de un segundo perplejo en la escena del ventanal, el menor escuchó el cerrojo del cristal abrirse. Con los ojos saliendo de sus órbitas, TaeHyung se vio a sí mismo de pie al borde de la ventana, y en menos de un segundo, saltó sin sentido de la orientación y la cordura hacia el vacío negro de una calle próxima a su cuerpo. No había un solo pensamiento en su cabeza, no nada más que su egoísmo siendo consumido en su corazón, que su narcisismo por sentirse más que suficiente y haber sido completamente abandonado.

     Sin embargo, las yemas de unos dedos rozaron su rostro, cuando el viento revoloteaba su cabello en el viaje interminable al suelo. Entonces, TaeHyung se aterrorizó con la expresión de miedo que Jeon JungKook tenía mientras intentaba alcanzarlo a la vez que los dos caían a su fin.

     — ¡Dame la mano! ¡TaeHyung, dame la mano!

     — ¡¿Qué haces tú aquí?!

     — ¡Dame la maldita mano, ya!

     Pero esa caída comenzaba a hacerse eterna, y cuando repasaba la expresión de JungKook, el miedo crecía en su interior, las ganas de morir y sufrir se hacían menos. Fue así como finalmente tomó la mano de JungKook, con su cabello impidiéndole mirar esa expresión que paulatinamente se volvía más calmada. JungKook lo apegó a su cuerpo con la ayuda de sus propias manos, sintiéndolo cerca.

     — No me digas que esperabas a alguien más.

     — Lo hacía...

     — Pero soy yo el que te tiene entre brazos, y seré yo quien caiga contigo.

     TaeHyung observó el suelo a pocos metros. Sin entender qué sucedía, dejando que el miedo lo consumiera por completo, y aferrándose al cuerpo de JungKook, logrando calmarse y sabiendo que moriría de forma inevitable, cerró los ojos por un segundo.

     Despertó de golpe.

     La mano de JungKook reposaba en su frente, el chico lo miraba con ojos inquietos.

     — Tae, ¿estás bien?

    Los sueños, capaces de transportarte a tus más preciados sentimientos o a tus peores pesadillas. Kim TaeHyung no supo describir con exactitud aquel sueño agridulce que lo dejó un segundo en el limbo. Las explicaciones variaban y rozaban lo absurdo, y reconocía a JaeHyun en algo tan caótico como su suicidio, un accidente automovilístico, o la ventana. No obstante, era la primera vez que JungKook se colaba en un sueño así.

     Con el corazón latiendo, y el alma regresando a su lugar, TaeHyung se abrazó al cuello del menor con fuerza. Colocó las manos en su espalda, queriendo no soltarlo y saciándose de la cercanía que poseía en ese instante, deslizándose hasta el fondo de su instinto, y llorando. Llorando como un loco porque tenía tanto miedo, sentía el dolor crecer en todo su pecho al pensar que JungKook moría en aquel mal momento. Un sueño de sabor dulce y apariencia amarga. Kook no lo alejó. En cambio, hizo lo mismo, sintiéndose tan querido y tan amado, que pudo satisfacerse por completo.

     Un celular sonó. TaeHyung no le tomó el más mínimo interés. Se dedicaba a reposar la cabeza en el hombro de JungKook, mientras chillaba recordando con nitidez la pesadilla inútil que no lo llevaba a ningún lado y que, muy alejado del objetivo, lo confundía más, provocando que su cabeza doliera.

     — ¿Qué sucede? ¿Un mal sueño?

     — Sólo quédate un momento así.

     — Suena tu celular.

     — Que suene. Hay cosas más importantes que una maldita llamada.

     — Mmmh —ríe JungKook, frotando la espalda de TaeHyung—. Podría ser muy, muy, muy importante.

     El castaño no se movió de su lugar, pensaba tranquilamente en el sonido del celular y el molesto tono que eligió para él. Recordó que era el tono más tedioso que estaba en el listado, y que justo por eso lo escogió con tanta facilidad: entre más molesto el sonido, más rápido contestas. Aunque TaeHyung no estaba decidido a moverse hasta sentirse completamente calmado, sin pensamientos tan indecisos como los que surgían en el instante. Estaba cómodo ahí, recargado con JungKook, sintiendo el tipo de calidez que pudo experimentar en su sueño al estar casi a punto de morir.

     Desde el fondo de su pecho, por todo su cuerpo se movía el calmado ritmo de la respiración del chico, las palmadas lentas que le proporcionaba en la espalda como un banal método de serenidad, el aire que expulsaba haciéndole cosquillas en su nuca. Por primera vez en mucho tiempo, pensó de forma compleja en la muerte, pero más en especifico, en la muerte de JungKook; el chico más extraño que conocía. Tan fácil de leer, de entender, retrocediendo y avanzando con inteligencia, comprensivo, pero sobretodo empático.

     Por un momento tuvo miedo. Ese miedo se desvaneció al escuchar la voz se JungKook cantar, sin que él abriera la boca. El pecho del pelinegro vibraba a causa de la voz y la melodía que ni lograba salir por completo. TaeHyung se sintió feliz, todo por un instante tan diminuto como ese. El tipo de tranquilidad que transmitía, la forma en la que lo hacía, su propia presencia era más que suficiente.

     Pero el instante terminó, y volvió a esa fría y fresca realidad envenenada de su corazón dolido y las costumbres que odiaba, de las cuales quería deshacerse de una vez. El teléfono de JungKook sonó ahora, en un delicado, prácticamente silencioso, tono.

     — Es BaekHyun.

     — ¿Cómo sabes que es él?

     — Tiene un tono predefinido.

     — Contesta si quieres, sólo no te muevas por favor.

     El celular no sonó más al alzar la llamada. TaeHyung escuchaba con desinterés la voz de BaekHyun que a duras penas (y debido al volumen del teléfono) podía oírse con claridad desde donde estaba. No fue hasta que escuchó un jadeo de JungKook, que sus oídos se pusieron al tanto.

     — ¿Con TaeHyung? Pero... ¡Entiendo! ¡Ya te lo paso! —escucha exclamar al chico.

     Tae se separa del reconfortante abrazo, observando confundifo a Kook, quien lo toma de la mano y le pone el celular en la palma. Sin pensar mucho, TaeHyung lleva el dispositivo hasta su oreja y habla:

     — ¿Hola?

     — ¡NECESITO QUE VENGAS AL HOSPITAL AHORA! —grita Baek por la línea.

     — ¿¿Qué?? ¡¿Es mi madre?!

     — ¡JAEHYUN ESTÁ EN EL HOSPITAL!

     — ¿Qué él qué?

     — ¡TAEHYUNG! ¡JAEHYUN ESTÁ EN EL MALDITO HOSPITAL! ¡NECESITO QUE VENGAS YA, AHORA!

     Y colgó. Sin más explicaciones o un momento para procesar la situación. TaeHyung se puso de pie, sin poder moverse con agilidad, tambaleándose y volviéndose loco por todo el apartamento. JungKook le seguía el paso, preguntándole qué sucedía, pero el castaño a duras penas podía concentrarse mientras buscaba todo el dinero que tenía ahorrado, las llaves, sus zapatos, lo que sea que encontrara en su camino. Pero en un instante de poca cordura, comenzó a lanzar todo por los aires, enojado y exaltado por la situación, al al borde de tocar fondo. JungKook lo tomó de los hombros, mirándolo preocupado.

     — ¡Tae! ¡Cálmate! ¿Qué sucede? —no hubo más que una intensa mirada de los orbes cristalinos del chico—. Dime qué sucede, lo solucionaremos.

     — Tengo que ir al hospital.

     — ¿Qué?

     — ¡JaeHyun está en el hospital!

     Ninguo sabía qué clase de pesadilla era esa.

    

    

    
    

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