Capítulo 1O

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Capítulo 1O: Amigos en común

Rara vez TaeHyung se sentía tan cómodo en un ambiente donde muchas personas, que apenas conocía, estaban presentes. Pero en ese momento no tenía problema alguno escuchando la risa aguda de ese chico con cabellos rubios, que se la pasaba bromeando una y otra vez. Park Jimin, amigo de JungKook, se mantenía hablando de una variedad inmensa de cosas que le parecían interesantes a todos en la mesa, incluido BaekHyun que comenzaba a carcajearse sin poder retener un pedazo de comida con sus palillos.

     JungKook, quién se mantenía al tanto de todo recargado en el asiento, observaba sigilosamente el buen humor que TaeHyung construía, sintiéndose tranquilo al verlo sonreír con vergüenza. De hecho, pensar que Jimin sería una buena influencia para el castaño fue lo mejor que pudo idear su cabeza.

     — ¿De verdad te sucedió eso?

     — Cariño, claro que sí —responde Jimin a Tae, quien ha cuestionado con asombro—. He quedado encerrado en el refrigerador  cuatro veces.

     Esa conversación lucía tan amena y pacífica que le resultaba difícil creer a JungKook el tono que tomó rápidamente. BaekHyun se acomodó en su lugar, cruzando los brazos con una sonrisa de satisfacción por haber terminado su cena. Justo antes de poder continuar con un comentario feliz, la voz de la señora Jeon, aquella señora imponente de ojos estrictos, sonó con alegría cerca de los oídos de todos. Cuando la observaron, pudieron dar con la pelinegra que llevaba de los brazos a una chiquilla de cabello castaño y largo. JungKook se cohibió en su lugar, sin prestar demasiada atención a cuando Jennie llegaba del brazo de su madre a la mesa.

     — Ah, chicos, miren quién está aquí —menciona la madre de JungKook, alzando a la chica—. Ella es Jennie, una conocida muy buena entre nuestra familia, sus padres son grandes inversionistas de restaurantes como los nuestros.

     La incomodidad era signo deescriptivo de la mesa: todos conocían a Jennie Kim, no exactamente de buena manera. Tampoco la odiaban, o algo así, simplemente basándose en las cosas que les contaron, no era alguien desconocido o a quien les debieran presentar; además, del otro lado del lugar también Jennie se mostraba incomoda, regalando una sonrisa poco segura y sosteniendo sus manos con fuerza, mientras sus ojos vagaban sin saber dónde detenerse.

     — JungKook, tus modales.

     El chico apenas podía moverse de su lugar, ya que dentro suyo muchas cosas sucedían. De hecho tampoco quería verse descortés o como si le importara la presencia de la chica, es sólo que realmente no tenía idea de qué decir o cómo comportarse.

     — Hola, Jennie.

     — Sí, hola —devuelve la chica. Ella mira a todos en la mesa, deteniéndose específicamente en TaeHyung y dedicándole una soneisits graciosa antes de dirigirse a la señora Jeon—. Disculpe pero de verdad tengo que regresar con la comida, si no lo hago me matarán.

     — Claro, claro, ven y te acompaño. Puedes decirle al chófer que te lleve, no es ningún problema.

     La mesa se quedó en silencio. El aire inseguro crecía, el ruido del local se dispersaba o filtraba en sus oídos porque ninguno podía digerir la incomodidad que se creó en cuestión de segundos. Todos sabían (al menos parcialmente) lo dura que fue esa situación para JungKook, cuando de pronto perdió su estabilidad y se hundió en cuestinamientos sobre su persona y su actitud, cuando Jennie lo dejó por comprometerse con alguien que era mejor que él en muchos aspectos. Él tardó un tiempo en superar eso, mirar hacia delante y valorarse como persona, sin embargo momentos como ese eran una espina en el corazón que lo incomodaban por completo, eran recuerdos amargos que difícilmente olvidaría, momentos de confusión y enojo.

     — De verdad no soporto ver a esa chica.

     Todos miraron a BaekHyun, que soltó entre dientes esas palabras, picando su comida y revolviéndola. Tae tenía bien abiertos los ojos, sorprendido por el comentario, hasta llevar los ojos a JungKook. Él ni siquiera le tomó importancia a eso porque se mantuvo con los ojos en la ventana de su izquierda.

     — Vaya, creí que nadie lo iba a decir. Yo también lo hago —admite Jimin—. Me trae malos recuerdos.

     — Ni hablar. JungKook estuvo meses mal por eso.

      — Sí, sí, y todavía tuvo el descaro de invitarlo a la fiesta de compromiso —repite Jimin con rabia—. Como me hubiese gustado ir para tirar el pastel.

     JungKook suspiró, haciendo que los otros dos guardaran silencio, arrepentidos por hablar de más. Se miraron entre sí. Especialmente TaeHyung que no podía evitar ver esa expresión tan poco característica de JungKook: unos ojos tristes, perdidos, expresaban un tipo de pesar conocido ante sus ojos, pero que nunca vio en el pelinegro. JungKook era una persona esperanzadora, que iluminaba donde estuviera y con buenos ánimos. Verlo convertirse en una sombra le resultó un poco doloroso.

     — Iré a tomar aire, chicos.

     Los pasos del pelinegro sonaron disparejos sobre el suelo, caminando hasta las puertas del restaurante de sus padres y saliendo, sentándose en la banca cercana a la calle. Inerte en algún punto del suelo y pensando en ella, en ella, que tantas veces se ha sentido obligado a olvidar, y que sabe que lo ha hecho. Él sabe que ya no le importa regresar con ella, no le importa si está comprometida, no le importa qué haga con su vida o no, tampoco si le sigue gustando comprar ropa por montones, qué marca de zapatos es su favorita, o sus horas con pensamientos interesantes que lo asombraban. Sin embargo, los errores que cometió le duelen en el corazón, porque incluso cuando el amor y cariño que le tuvo se fueron, sentimientos como el rencor y el dolor son capaces de vivir en cautiverio, en alguna parte fuera de su corazón pero dentro de su sistema.

     Pensar en Jennie desde hace mucho no le dolía como en ese momento. Verla al lado de su madre le afectó un poco, sosteniéndola como tantas veces pensó que lo haría después de comprometerse. Ella no quiso lo mismo, Jennie terminó al lado de otra persona, lo dejó varado con el corazón entre las manos.

     — Oye.

     Alzó sus ojos hasta el castaño TaeHyung, que lo miraba con algo de compasión en sus ojos. JungKook entrecerró los orbes, sin creer lo que veía, dejando caer sus manos al lado de sus muslos.

      — Entiendo cómo te sientes —habla de nuevo TaeHyung, agachándose hacia el pasto y mirándolo—. No es fácil dejar ir a alguien cuando lo quisiste tanto.

     — Hace tiempo que la dejé ir. Es sólo que no la he perdonado por irse, le tengo rencor.

      — Me sorprende verte con esa expresión —vuelve a hablar el castaño, recargando el mentón en sus rodillas—. Casi puedo decir que te pareces a mí.

      El menor llevó los ojos hasta el castaño. Tae contemplaba el suelo como si fuese interesante, por eso no podía distinguir qué expresión tenía en ese momento. JungKook en poco tiempo pudo darse cuenta que su compañero de apartamento estaba ahí, con él, en medio de la oscuridad de la calle, hablando de sus corazones y almas en mal estado. Eso lo hizo sentirse un poco mejor, al grado de recargarse en la banca y soltar el aire retenido en su pecho, y lleno de frustración por ser tan vulnerable en momentos donde ya no valía la pena serlo.

      Su interés por TaeHyung era como una bola de nieve que se resbalaba por una montaña blanca y fría, después de cada rodada comenzaba a hacerse más grande. Así, después de cada mirada, palabra, suspiro y sonrisa, JungKook se sentía más adherido a alguien nuevo. Menos melancólico y más positivo.

     — ¿Por qué saliste?

     — Estaba preocupado por ti, no quiero que te sientas mal —admite TaeHyung, mirándolo desde el suelo—. Me agrada verte siendo positivo en el apartamento.

      — Tiene tiempo que no te escucho decir algo tan amable.

     La broma hace que TaeHyung se ría bajito en su lugar. El pelinegro no puede moverse un sólo milímetro después de eso, sintiendo que en su interior la revolución inicia, más cosas que lo invaden y sin extrañamente una ola de satisfacción desde los pies hasta la cabeza. Le sonríe de vuelta, por instinto.

      — ¿Es cierto que se comprometió?

      — Sí —responde JungKook—. Te diría con quién, pero lo único que vale la pena saber es que tenía mucho más dinero que toda mi familia.

     — Mmm —murmura TaeHyung, sin ver a JungKook—. Qué pena por ella.

       El mayor se pone de pie, sacudiendo sus rodillas no sin antes acomodar un poco su cabello. Mantiene esa típica expresión un tanto triste, pero con toques distintos de didgusto, diversión, muchas emociones en su rostro tan diverso. JungKook observa a TaeHyung, que se mueve en su lugar un poco antes de sentarse justo a su lado.

      — Ni por todo el dinero del mundo.

     — ¿Ni por todo el dinero del mundo qué, TaeHyung?

      — Digo que yo no te hubiese cambiado ni por todo el dinero del mundo —repite TaeHyung algo gracioso—. No fue muy inteligente de su parte.

      Qué incomprensible estos sentimientos tan complejos. JungKook no podía entender cómo en su cuerpo había suficiente espacio para mantener el rencor, el amor y el interés creciendo en su estómago, expandiéndose desde sus pies hasta su cabeza.

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