Capítulo 2O

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Capítulo 2O: las coincidencias de la vida, las casualidades horribles.

JungKook se colocó enfrente de la registradora, suspirando con fuerza mientras veía entrar a las personas por la puerta del restaurante, mirando su traje bien compuesto a su medida, con la clase de peinado que odiaba, aunque dedicando una sonrisa amable a cada persona que lo saludaba. Olía a comida, se escuchaba el parlotear de las personas y era el encargado de resolver cualquier situación mientras sus padres estaban de visita en el hospital, con JaeHyun, después de enterarse del accidente.

     A unos días del problema, el chico simplemente parecía disfrutar de la atención que todos le brindaban, mientras que a JungKook le daba bastante igual pero detestaba estar trabajando en el restaurante cuando tanto tiempo tardó en salir del "negocio familiar".

     Las cosas estaban bastante calmadas hasta el instante: TaeHyung iba y venía de la escuela al hospital, Jennie igual, JaeHyun parecía no haber dicho nada sobre situaciones del pasado que podrían ser una gota en un vaso que ya estaba demasiado lleno de agua. Para su fortuna, Jennie y TaeHyung parecían no estar al tanto de la existencia del otro. Y él, simplemente estaba pensando en cómo todo se iría al caño una vez que estuviese decidido en contar la verdad de todo lo que estaba pasando.

     — JungKook.

     El chico reacciona, mirando a la joven que se mantiene de pie enfrente suyo. Jennie lo observa con el tipo de ojos que rara vez se podían distinguir en ella. No le toma demasiada importancia, sentándose correctamente.

     — Sí, dime.

     — Tus papás me dijeron que lleve la comida al hospital —dice ella—. Ahí están los padres de JaeHyun, y los míos.

     — Mmh, sí. Espera, iré a traer las órdenes a la cocina.

     Se sentía extraño actuar de una forma tan casual con alguien que prefirió ni ver durante mucho tiempo. Sobretodo por aquella cercanía habitual con la que se trataron, creyéndose alguna vez almas gemelas, las cuales vagarían por todo el mundo, conociendo los alrededores hasta poder ser viejos. JungKook sintió un poco de lástima por sí mismo al creerse un inepto al no caer en cuenta de la realidad. Hay cosas en esta vida no destinadas a ser, y se quedan en un anhelo del corazón, lentamente siendo oxidados.

     También era impresionante cómo se volvía a ilusionar con una nueva persona, deseando sentirse completo una vez más.

     — Espera —dijo ella, deteniéndolo con la mano sobre su muñeca—. ¿Podemos hablar un segundo?

     Los ojos de JungKook bajaron a la mano de la chica, y extrañado ante el tacto, llevó la suya hacia el agarre, quitándolo de inmediato al sentirse incómodo. Sobó con la yema de sus dedos el lugar, y miró a Jennie asintiendo.

     — Seguro.

     — ¿Quién es...ese chico?

     — ¿Qué chico?

     — El que visita a JaeHyun todos los días.

     Tenía miedo, el miedo de perder algo que creía comenzar a amar. JungKook se sentía asustado por volver a sentirse unido a una persona, al grado de querer verle y desearle lo mejor para toda una vida. No fue de extrañarse cuando sus ojos se abrieron grandes ante las palabras de la chica, y sintió un tipo de vacío creciendo en el fondo de su cuerpo.

     — Ustedes... ¿Han hablado?

     Jennie alzó las cejas, y abrió la boca, cambiando su expresión a una confundida.

     — No —dice—. Pero lo he visto, y recuerdo que vino una vez aquí.

     La castaña notó el instante en el que el cuerpo de Kook se relajó, dejando salir aire en un suspiro tranquilizante. Entrecerró los ojos un poco, divisado en él la característica mirada de alivio que, en ese momento, sólo la hizo sentir objeto de burla por la incredulidad que poseía al cuestionar semejantes cosas.

     — Es un amigo de JaeHyun, y mío.

     — Jamás he escuchado de él.

     — Bueno, deberías preguntarle a Jae entonces.

      — Yo conozco a todos sus conocidos —repite ella—. No puede ser simplemente un...

      — Jennie —él habla de nuevo, interrumpiéndola—. ¿Por qué no le preguntas? Después de todo, es tu prometido.

     Había un problema. Ella lo supo de inmediato con tan solo escuchar ese tono de desinterés que demostraba el dolor y molestia que causaba la conversación, sin embargo Jennie no podía hallar el punto quiebre de la conversación para poder soltar la situación en la que se encontraba, y que también, de forma paulatina afectaba sus sentimientos. JungKook estaba enojado, esperaba ver dibujada en su cara el mismo tipo de mirada que tuvo cuando se separaron, cuando le dijo que estaba en una nueva relación, cuando le dijo que todo lo qur tuvieron se había ido y jamás regresaría; el mismo rostro como cuando le dijo que se casaría, y en la fiesta de compromiso.

     Pronto se dio cuenta que no era igual, JungKook no estaba molesto con ella, sino con el momento y las palabras, le dolía sacar cierta parte de su pasado que quedó inconcluso, aunque muchas veces conversaron de lo que sucedió entre ambos y llegaban a la conclusión de no ser suficiente, jamás era suficiente.

     No obstante, a Jennie la estaba comiendo una emoción nueva que se colaba entre sus huesos, la cual se atrevía a decir, jamás sintió.

     — Él... ¿Eres cercano a él? —cuestiona la chica.

     Ella podía tambalearse en su corazón y mente, con la idea de estar perdiendo a la única persona que se mantuvo a su lado ante cada situación desastrosa en su vida. Eso era lo que estaba tocando fibra sensible, cuando comienzas a sentirse lejano a quien creías tener en la palma de tu mano, y te dedica ese tipo de miradas que odias tener. Entonces te sientes celoso, con ganas de decirle que se detenga y pretendes tenerlo a tu lado, sin entender que por fin ella se ha librado de ti, de tu idea y de tu imagen.

     — ¿Por qué preguntas eso? —cuestiona de vuelta JungKook—. No es de tu incumbencia.

     — ¿Mm? ¿Él te gusta?

     — Y si es así, ¿qué?

     JungKook una vez más hace el intento de terminar el show, dándose la vuelta con las ganas suficientes para marcharse y darle la comida de una vez por todas. Estaba un tanto frustrado, sentía un dolor en su estómago que reconocía al presionarse y estresarse por cuestiones que lo involucraban a él y a TaeHyung, pero no titubeó al irse. Se vio detenido mejor, por la voz de la chica, que sonaba como un lloriqueo suplicante.

     — Pero él...

     Jennie se detuvo al darse cuenta de lo que estuvo por decir, y miró a JungKook que la observaba impaciente desde la puerta a la cocina.

      — ¿Él qué, Jennie?

      — Me voy a casar —dice ella de pronto, paseando los ojos por el otro chico—. ¿Vas a ir a mi boda?

      El pelinegro quiso sentirse abatido por esa propuesta, pensando en la crueldad de la orea chica y sus pensares estúpidos al proponerle algo así. Al ver sus ojos, en espera de una mirada altanera, JungKook se sorprendió al hallar dos cristalinos orbes que esperaban inertes a la respuesta, una respuesta que el chico era incapaz de adivinar o descifrar. Así como la primera vez que ambos conversaron de su situación sentimental, y el rumbo que tomarían después de romper, cuando Jennie eligió a JaeHyun por encima suyo, JungKook no podía saber qué era lo que ella quería escuchar.

     ¿Quería una disculpa? ¿Quería recibir su perdón? ¿Un último abrazo? Y de todas maneras, ¿qué demonios esperaba? Si las cosas terminaron de cierta manera, y en ese momento se supone intentaban avanzar, y olvidar.

     — ¿Y tú? —regresa JungKook—. Si me caso, ¿irás a mi boda?

     Esas palabras fueron la confirmación indicada para Jennie, supo que JungKook ya tenía en la cabeza que ellos jamás volverían a ser algo. Y se sintió como una estúpida incluso al salir del restaurante con la comida en las manos, porque se dio cuenta que pensaba en él tanto como cuando eran novios, y que a pesar de todo el daño que te hizo, ella seguía creyendo en su amor, cuando este ya no existía.

      [...]

TaeHyung sonrió al mirar al pelinegro recargado sobre la mesa de la registradora, durmiendo plácidamente, y paseó los ojos por el restaurante donde ya comenzaban a levantar y limpiar las mesas. Se acercó un poco al chico, recargándose en el lugar y examinándolo lentamente, tocó con su puño tres veces, haciendo que el pelinegro se removiera.

     — Disculpe, ya no hay servicio por hoy, acabamos de cerrar —dice adormilado el chico, sin levantar los ojos.

     — ¿En serio? —cuestiona de vuelta TaeHyung—. ¿Qué diría tu papá si rechazas a un cliente?

     — ¡TaeHyung! —exclama JungKook, mirándolo sorprendido—. ¿Qué haces aquí?

     JungKook no podía ocultar ese sentimiento complejo que lo invadía al mirarlo con su sonrisita, que apenas se podía ver porque TaeHyung se negaba a mostrar una sonrisa inmensa cada vez que se veían. Aquella noche, el chico lucía menos cansado que de costumbre, con su cabello castaño cayendo peinado y su mochila colgada atrás de su espalda, no daba señales de una mal día y más bien, el humor en su rostro era tan neutral como impecable.

     Lo que Tae vio en JungKook, fue totalmente distinto: miraba a una persona cansada física y emocionalmente, sus ojos a pesar de verse contentos, estaban dudosos y con algo de miedo; su cabello, al igual que su ropa, estaba impecable y bien hecha, pero no daba para fingir lo suficiente, pues sus ojeras delataba el cansancio y estrés de los últimos días.

     TaeHyung tomaba mucho en cuenta la situación, sabía que ninguno de los dos lo estaba pasando bien, por muchas razones y adversidades. Lo peor de todo es que sabía el instante exacto en el que la tormenta, la verdadera tormenta repleta de diluvio, llegaría, y sería cuando todo en ese instante sería un soleado recuerdo. Solemos pensar que nada empeora, pero no, la capacidad de la vida al hacerte sufrir no se puede cuantificar de forma exacta. Tal parece que las apariencias sí engañan, pues cuando todo apunta a ir bien, es cuando todo sale mal. Eso es lo que tenían en común, creían que sus vidas eran tan parecidas, y estaban simplemente cegados en lo mal que les depararía al futuro, tanto así que no podían concentrarse en el presente. Es por eso que TaeHyung se encontraba ahí, sonriéndole con cariño.

     — Quería verte.

     — Mm... Sí, es bueno verte después de unos días —dice JungKook.

     En ese segundo que los dos se miran entre sí, las cosas parecen estar bien. JungKook, sin quitar los ojos de la piel aterciopelada del castaño, estira su mano hasta acariciar aquella mejilla en la que descansaba un bonito lunar. El tacto sorprende al mayor, quien da un paso hacia atrás con los ojos bien abiertos, y abre la boca con duda.

     — ¿Q-qué haces?

     — Ah... Perdón. Es sólo que, hace un tiempo que no te... He visto. Quería... Un poco de... Ah, que vergonzoso.

     TaeHyung se sintió un poco feliz al ver aquel tipo de acción tan repentina, y a pesar de seguir sintiéndose extraño, una vez más se recargó en la mesa y le sonrió a JungKook.

     — Hazlo de nuevo.

     — ¿Mm?

      — Hazlo de nuevo —repite TaeHyung, con su mano sobre la de JungKook y llevándola hasta su propio rostro—. Toca mi mejilla otra vez.

     JungKook miró al chico reclinarse sobre su mano, estupefacto porque no supo reaccionar a eso. Estaba un poco errático en el momento, pero comenzó a relajarse cuando miraba la pasiva expresión que TaeHyung tenía, cuando recargó por completo su mejilla y sintió el suave tacto del chico. El castaño cerró los ojos, recordando las veces en las que ese tipo de paz lo llenó.

     Sabía que JungKook lo estaba malcriando, haciéndolo sentir querido casa vez que el mínimo roce sucedía, y así poco a poco lo acostumbraba al tacto gentil y amable que lo caracterizaba.

     — Estás demasiado sentimental, TaeHyung —le dice JungKook, sin aires de hacerlo sentir mal. Lleva su otra mano hasta la otra mejilla del chico, frotando sus pulgares en la piel bonita de TaeHyung—. ¿Qué te sucede?

     — Cada vez que me abrazas, me siento bien. Lo mismo sucede cuando pasa esto, podrían pasar horas sin hartarme de esto.

     — ¿Horas?

     Qué curioso... De esa boca que se negaba a decir una sola cosa, salían palabras tan sinceras que lograban sanar un corazón herido.

     — Toda una vida, toda una vida y no me hartaría de ti, JungKook.

    

    
    

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