Capítulo O3

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Capítulo O3: Reflejos.

No habían hablado de nuevo. Ni una palabra. Nada de nada. TaeHyung, de hecho, apenas había visto a JungKook desde ese día. Al parecer el pelinegro tenía la mala costumbre de llegar muy tarde e irse muy temprano.

    No le importaba del todo.

    Ikar seguía por ahí, y siempre tenía comida y agua. La nevera estaba llena, porque al parecer JungKook no tomaba absolutamente nada de ella. No lo vio ni una sola vez desayunar, comer o cenar algo. Ni en las noches más oscuras cuando la luna estaba cubierta por las nubes, y TaeHyung se quedaba despierto viendo sus VHS, ni en esos días JungKook llegaba temprano a la casa. Y era difícil. No porque su presencia fuera importante, o porque fuera útil. Ni siquiera por su compañía, o por el gato, o por cualquier otra cosa. Realmente JungKook no era alguien útil en ese sentido. Pero dentro, muy dentro suyo, en algún lado de su cabeza y su pecho, podía sentir esa incomodidad. Cuando alguien recién se va, o cuando llegas a un lugar nuevo. Era raro. Horrible. Un vacío que era difícil de reemplazar. Tal vez por eso estaba tan preocupado, tal vez por eso quería verlo llegar tan solo un día temprano.

    — ¿Te dejaron comida, Ikar? —TaeHyung removió su mochila del sillón para poder agacharse a acariciar a Ikar.

    El pobre gatito, con sus ojos bonitos, Lucía tan triste. El instante era conmovedor, podía verlo. Percibir aquel instante de tristeza en él. Como si Ikar gritara que necesitaba a su dueño, como si también sintiera aquel vacío del que tanto se quejaba.

    TaeHyung suspiró. Suspiró de cansancio y sus ojos fueron hasta el reloj de la cocina. Era tarde. Sus clases habían terminado a las 19:00 PM pero ya eran las 22:00.

    — ¿Qué pasa, Ikar? ¿Extrañas mucho a tu dueño?

    Ikar maulló triste. Pero no había mucho qué hacer. TaeHyung lo tomó entre sus brazos, y se dispuso a ir a la cama. Estaba cansado. La escuela iba bien, los gastos de la casa apenas llegarían. No tenía nada atrasado. Sin embargo, el cansancio lo aburmaba. Un cansancio mental que no solía tratar muy a menudo. Estaba demacrado, pensar en aquellos problemas, y preocuparse por sus sentimientos y por los momentos que jamás sucedieron.

    Lamentablemente, no había nada qué hacer. Resignado hasta la costumbre de su corazón, o tal vez hasta que JungKook se fuera de ahí. No lo sabrían hasta que sucediera.

    TaeHyung era bastante curioso sobre él, sobre JungKook, aquella manera de evitarlo y fingir que no se conocían era bastante buena. Algunas veces vio sus cosas de economía tiradas por la mesa, también alguna vez no le dio de comer a Ikar, o también alguna vez pudo escuchar que por las 6:00 a.m, le decía a su mascota que era tarde y que llegaría tarde si no se apuraba.

    — ¿Ikar?

    TaeHyung dio vuelta sobre sus propios talones, observando la puerta cerrada de su habitación y escuchando la voz del chico. Miró el reloj en su mesita, y solo había pasado una hora. En dos días era la primera vez que escuchaba a JungKook. Y era extraño. Sentía que estaban violentando su privacidad. Era extraño escucharlo de nuevo con tanta naturalidad, y sin estar enojado o apurado.

    El traqueteo afuera era muy conciso, tal vez estaba preocupado. TaeHyung se talló los ojos y encendió la luz de mesa, antes de mirar a Ikar acostado al borde la cama.

    — ¿Ikar? —escucho que JungKook volvió a preguntar al aire, moviendo algunas cosas—. ¿Ikar, dónde estás? Ven aquí, Ikar. Es tarde, tenemos que ir a dormir.

    El castaño se puso de pie y caminó hasta llegar a su puerta. Tomó el pomo, pero retiró su mano. Estaba nervioso. Realmente no quería ver lo que esperaba detrás de la puerta. Tenía miedo de ese rechazo profundo que siempre percibía en las demás personas, de esa mirada de desinterés, de la misma vista que JungKook le dio el día en el que discutieron. Era inevitable. Supo eso. Era inevitable que ese chico lo odiase, porque como siempre, desde tiempos inmemorables, era experto en hacer que los demás se alejaran. Era experto en hacerlos sentir miserables y melancólicos. Así como lo hizo con él. Era la razón por la que no estaba en ese momento.

    Cuando por fin decidió abrir su puerta, JungKook del otro lado fue el primero que lo hizo. TaeHyung dio un paso hacia atrás, topándose con esos ojos que estaban preocupados.

    — Perdón —soltó serio el pelinegro—. No encuentro a Ikar.

    — Él está ahí —dijo TaeHyung apuntando a su propia cama—. Lucía triste así que lo traje conmigo.

    JungKook desfiguró su rostro con algo de confusión. Era notable que estaba confundido, y preocupado. Una combinación de ambos sentimientos que era completamente inentendible. No puso un pie adentro, porque no era su habitación. Así que en el borde de la puerta, olvidó su enojo y se dispuso a hablarle correctamente a aquel chico.

    JungKook mentiría si dijese que no estaba resentido. Porque lo estaba. Era uno de esos golpes que te daban en el pecho, y aunque pasaran minutos, o hasta horas, seguías teniendo ese sentimiento ahí. El sentimiento del golpe, de haberte herido.

    — Ikar, ven —suelta JungKook desde el borde de la habitación. El gato no se mueve, solo lo observa desde su cama—. ¿Triste? ¿Desde cuándo está así?

    — No lo sé, yo vine a las 19:30... ¿Crees que esté enfermo?

    — No sé.

    —... ¡Ah! Pasa. Lo lamento. Seguía preguntándome porqué no lo tomabas entre tus brazos.

    JungKook se abrió paso en el lugar, hasta llegar al gatito. Estaba acomodado en la esquina, como siempre lo había hecho. Triste, sin embargo. Ikad había aprendido a lidiar con la soledad de su dueño, por eso el hecho de estar solo por algunas horas en la mañana, no era suficiente como para que estuviera así. JungKook no dudó mucho en sentarse sobre la cama y suspirar, tomando al animal entre sus manos y acariciándolo.

    Nadie dijo nada. Pero el pequeño parecía enfermo.

    — ¿No es porque está mucho tiempo solo?

   — Lo dudo —responde JungKook áspero, en un nuevo tono que cohibió a TaeHyung—. Ikar siempre ha estado solo. Jamás se había puesto así.

    El silencio los abrumó. TaeHyung podía sentir aquella vibra que el gato emitía, tristeza. De pronto estaba triste. Ikar siempre era tan tranquilo, pero nunca se veía así. Aunque no maullaba mucho los últimos días, y ese mismo día en específico no rasguñó el borde del sillón.

    Después de unos minutos, JungKook se puso de pie con el gato en brazos.

    — Lo llevaré al veterinario.

    — Sí... —respondió TaeHyung. Reaccionó rápidamente y corrió hasta su armario—. Espera, voy a ir contigo.

    Como pudo, se puso un suéter y los primeros zapatos que encontró. Despeinado, sin nada más que un short cómodo y una playera gigante. Pero estaba más preocupado por Ikar que por su sueño, o sus tareas o la misma escuela. Salió de su habitación, y JungKook lo observó por lo bajo.

    — No es necesario. Puedo hacerme cargo yo.

    — Sí. Pero quiero ir.

     — Está bien si no vas.

    — ¿Por qué no habría de ir? —cuestiona enojado, tomando unas llaves de por ahí y la manta de Ikar—. Él es el único que me hace compañía en el día. Sería un tanto cruel si no voy con él.

   JungKook no dijo nada. Solo movía la mano sobre Ikar, acariciándolo. Tal vez queriendo leer la expresión en TaeHyung y adivinar qué era lo que pensaba. Cada día que lograba verlo al menos un segundo, era un laberinto aún más difícil de resolver. Cada día esas dudas se venían encima suyo, pensando quién era aquel castaño. El porqué de sus acciones, sus miradas y de aquel tono tosco y áspero que solía utilizar. Su actitud tan cambiante. Incongruente con sus palabras.

   — Ok —dijo finalmente—, vamos.

[...]

TaeHyung abrió los ojos lentamente, y se topó con JungKook a su lado, con los ojos cerrados. Dormitaba intranquilo, y tenía el rostro compuesto en una preocupación profunda: sus cejas hacia abajo, sus labios ligeramente fruncido y el movimiento fugaz de sus ojos y sus pestañas. Probablemente estaba tan cansado. Y no había dormido nada. TaeHyung miró el reloj en la pared de la sala de emergencias veterinarias, y suspiró al ver que no había pasado más de una hora. Ikae tenía algo en su estómago, era seguro. Pero cada vez que se acercaban más, era aún peor su estado. Tal fue la gravedad, que al llegar, el veterinario de inmediato comenzó a tratarlo.

    Primero dijeron que lo revisarían por fuera, y que después le harían un ultrasonido. Habían tardado bastante, y a pesar de lucir como algo menor, JungKook pidió que se tardaran el tiempo que él lo necesitara.

   El mayor se sentía algo cómodo pero incómodo a la vez. Lo invadía un nuevo sentimiento, se sentía realmente extraño y solo quería dormir. Por otro lado, estar ahí por Ikar, y esperarlo lo mantenía un tanto positivo.

    — Chicos... —llamó el veterinario, sacando a Ikar entre sus brazos.

    TaeHyung miró a JungKook, y él ya estaba durmiendo profundamente. No quiso molestarlo, así que se puso de pie, y caminó hasta la mesita donde Ikar yacía recostado con su típica expresión gatuna. Algo adormilado también, probablemente porque casi mi había dormido. De inmediato, TaeHyung comenzó a acariciarlo por todos lados y prestó atención al médico.

    — Realmente no tenía nada más que inflamación, probablemente comió algo que no debía —comienza diciendo tranquilamente. El castaño lo entiende por completo, así que solo mueve la cabeza de arriba abajo—. Aunque, si puedo decirlo, este gato realmente luce decaído. ¿Lo ha notado así últimamente?

    — Mm... Supongo. Aunque él siempre ha sido así desde que lo conozco.

    Ikar se parecía mucho a JungKook. Sigiloso, cuidadoso, poco molestoso. Era bastante interesante notar cómo JungKook era la personificación del animal, o al revés.

    — ¿Es usted el dueño?

   — No —responde TaeHyung cargando a Ikar entre sus brazos—. Es él, pero no quería despertarlo.

    — Algunos dicen que los gatos adoptan las personalidades y emociones de sus dueños. Tal vez... Bueno, el punto es que está algo decaído.

    TaeHyung asintió un poco antes de dar el dinero que correspondía. Acarició a Ikar, que recargaba la cabeza tranquilamente en su antebrazo. Entonces, miró a JungKook. Exactamente el tipo no tenía nada de malo, en serio. No era molesto. No hablaba. Y el único día en el que convivió correctamente con él, fue agradable. Se parecía a Ikar, sí. Los ojos examinadores, el cabello oscuro, el porte y su manera de ser.

   No podía entender del todo porqué estaba tan enojado con él. Desde ese día que le dijo aquello, de ser amigos o no, tenía una pequeña señal de resentimiento. Sin mucho movimiento, se acercó a JungKook y le palmeó dos veces el hombro. El pelinegro, casi de inmediato, abrió los ojos de un salto y se puso de pie.

   — ¡¿Ikar?!

   JungKook miró a TaeHyung asustado, y el castaño lo miraba confundido, entonces, se puso serio al ver que Ikar estaba bien y suspiró.

    — Está bien. Solo tenía inflamado el estómago.

    — Es bueno saberlo —dijo JungKook tomando al gato con cariño—. Gracias.

    Sin saberlo, TaeHyung estaba sintiéndose cada vez más intrigado por aquella mirada, y el resentimiento incómodo, que día a día se hacía más grande. Estaba dudoso por la emoción fugaz que su corazón le mostraba entre más convivía con él.

    — Lamento haberte dicho aquello la otra vez.

   La diferencia mínima de esa emoción fugaz era la que variaba. No quería verlo. Pero a la vez sí. Su corazón decía que no en un minuto y al siguiente se arrepentía. Constantemente, en los últimos días, era así.

    JungKook estaba dudoso también. Se podía sentir esa tensión flotar, la incomodidad, el vacío de algo que aún debía explotarse. Era como un hoyo sin fondo al que trabas una y otra vez desechos. Creías que no tenía un fondo, pero lo tenía. Y entre más vertías dentro, menos espacio quedaba.

    — Seguro —responde el pelinegro con una expresión neutral—. Realmente no estoy enojado contigo.

    No terminó su frase. Decidió mejor dejarlo ahí. Discutir por esos temas sólo sería un problema más. Un problema que cada vez de haría peor. JungKook odiaba discutir, odiaba pelear. Meterse en problemas, y hacer cosas que no debía.
   
   — Creí que sí —admite TaeHyung de pie al borde de la acera, esperando por ver algún transporte o tener que llamar alguno—. Porque has estado evitándome.

    — No es como si fuera a correr por ti.

    TaeHyung mira por un segundo a JungKook, y siente una vibra extraña. El momento, las palabras, o la situación. Ya había vivido algo similar. De pronto, a su cabeza la imagen inerte del pelirrojo se cuela, y tiene ganas de golpearse la frente con fuerza. No lo hace. Sus ojos van al suelo, en un sentimiento inmenso de tristeza y melancolía.

   Tal vez esa era la necesidad que lo comía por dentro. El parecido entre ambos. Aquella manera tan apropiada, tan suya, tan de nadie. Y por mucho que los comparara, la verdad era que  no se parecían en nada.

    — ¿Pasa algo?

    — No —TaeHyung prefiere evitar aquello. No estaba listo para lidiar nuevamente con aquel dolor—. Solo recordé algo.

    — Eres bastante interesante... Constantemente quiero saber qué piensas, pero no porque me interese. Sólo me causa mucha curiosidad.

    Interesante. Ser interesante iba más allá de ser callado, o de no ser sociable. Eso lo sabía JungKook. Pocas veces se arriesgaba a llamar a algo, o a alguien interesante. TaeHyung, por otro lado, merecía ese adjetivo.

    Era interesante adivinar qué pensaba. Nunca lo lograba, jamás tenía una visión completa de la mente del castaño.

    — ¿Qué dices?

    — Ya sabes. Me gusta conocer a las personas —JungKook saca su celular, mandando algún mensaje a las lineas de los taxis, para evitar problemas y peligros—, me gusta saber qué piensan, cómo trabajan.

    Ninguno sabe cómo reaccionar a aquello. No están incómodos. Sólo están por estar. Porque no había a dónde ir o qué hacer. Lo único que quedaba era conversar. El ambiente seguía tenso, y hablaban con recelo y pacifismo. Nada emocionante.

    — ¿Y yo qué?

    — No puedo contigo. No sé si es porque eres así, o porque no me hago una idea clara sobre ti —JungKook sigue hablando, y hablando, tranquilamente—. Todos tienden a confundir mi curiosidad con mi lado amistoso.

    — Entonces... ¿Estás diciendo que hace unos días eras curioso y no amistoso?

    — No —ríe un poco—. Contigo sí quería ser amistoso. Pero terminé por enojarme también, así que no lo logré.

    El aire del lugar dejó en claro algo: el frío era momentáneo, a veces la calidez era un emoción fugaz, y a veces, pero sólo a veces, con muchísima dificultad... Un sentimiento. No tuvo idea en por qué  pensaba sobre eso en momentos así, simplemente lo hizo.

   Miró a JungKook un momento, y él simplemente acariciaba de arriba abajo a Ikar. Esa postura tan única, pero tan parecida alguna otra. Los ojos profundos que estaban perdidos, en algún punto de la calle. Sus palabras, tan tranquilas y confusas que lograban hacerlo tambalear en el borde del interés; era extraño. Era poco común. No recordaba haber sentido aquello mas que una sola vez, hacía años. Ese interés que viajaba rápidamente, en una ola nueva de cuestionamientos extensos: la vida y el porqué de su actitud. TaeHyung, literalmente, estaba confundido por esas emociones.

    No dijo nada. Estaba embelesado por sus ideas. Por el momento. Y por las emociones que transmitía el día. De un instante a otro, JungKook bostezó y suspiró.

    — Como sea —habla el pelinegro—. Espero que seamos amigos.

    Y, aunque TaeHyung no dijo nada, secretamente también esperaba lo mismo.

    

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