два.

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Un grito llega primero.

Siempre son los gritos lo que llega primero.

Y luego veintiocho cuerpos cortan sus movimientos a través de la pista de baile; el número de bailarinas comienza a disminuir a medida que más cuerpos ensangrentados caen y ensucian el suelo.

Una niña aprieta sus pequeños puños alrededor de los reposabrazos de una silla de metal, pisoteando sus pies danzantes mientras continúa gritando:

—¡Libérame! ¡Por favor, por favor, por favor! ¡Haz que pare!

Una niña pelirroja gira sobre la punta de los dedos de los pies y siente que le tiemblan las manos pon el poder que ejerce sobre ellas.

—Otra vez.

Las chicas mantienen sus cabezas inclinadas mientras el profesor de ballet acecha frente a sus líneas, mirando sombríamente a todas y cada una de ellas.

Ella hace reverencias y salta con furiosos movimientos hasta que cae al suelo de madera.

—Otra vez.

El profesor abofetea duramente a la chica más cercana a él en la cara.

Ella se recuesta en su silla, su cabeza golpea contra el suelo de madera mientras es sacada del aturdimiento gris y brumoso.

El grito llega de nuevo.

Como siempre.

La niña mantiene los ojos cerrados, sintiendo que la música comienza a retumbar en la tierra debajo de sus zapatos.

Toda la mansión comienza a temblar con la fuerza de la sinfonía.

Las luces parpadean cuando un veneno se drena en las venas de las niñas y se presiona un disco de metal en sus frentes.

—¡Libérame! ¡Déjame salir! ¡Déjame salir! —la voz grita cada vez más fuerte, hasta que hace daño en los oídos de aquellos que pueden escuchar.

Los movimientos de la pelirroja son agudos e implacables mientras avanza y mueve la cabeza hacia atrás.

El grito continúa, igualando la intensidad de la sinfonía que sacude al mundo.

Y luego el mundo explota como fragmentos de vidrio y la pelirroja está sola en una habitación gris, gritando y bailando y gritando y bailando.

Nunca terminará.

—Estás a salvo, eto konets, se acabó. Estás a salvo, Svetla, ty so mnoy. A salvo, lo prometo —susurra la voz apresuradamente cuando dos brazos, uno de metal y uno de carne, la sostienen con fuerza. Se acabó. Estas conmigo.

Bucky mece gentilmente a la niña que lloriquea, la cual ha escondido en sus brazos, susurrándole palabras tranquilizadoras una y otra vez hasta que esté segura de la verdad. Ella susurra de regreso, pero es demasiado bajito para entender, y algo le dice al hombre que ella tampoco sabe muy bien lo que dice. Toda su pequeña forma tiembla tanto que él lucha por mantenerla quieta, preocupado de que vaya a lastimar más su piel ya magullada. Los restos de lo que los guardias le hicieron en HYDRA aún permanecen, y lo último que ella necesita es agregar más heridas a la colección.

Svet sostiene sus rodillas contra su pecho y su rostro enterrado en ellas, mordiendo tanto su labio que la sangre comienza a cambiar el sabor de su boca. Siente las vibraciones de la voz de su padre mientras él continúa tratando de consolarla como cada noche que ella se despierta con esta misma pesadilla. Bucky sabe que no puede hacer mucho más de lo que ya está haciendo; después de todo, él también tiene pesadillas. No hay mucho que se pueda hacer para detenerlas; las suyas son suficientes para romperlo. Por lo general, no le gusta tocar a la pequeña Svet, temeroso de perderse de nuevo en el Soldado y lastimarla. Pero ser cargado por él es lo único que parece consolarla. Así que hace todo lo que sabe, continúa meciéndola, no queriendo que se sienta asustada o sola.

—No, no, no recuerdo eso, escucha —sus palabras entrecortadas de repente se aclaran—. Eso no está aquí. Veo cosas que no, no... no recuerdo. Les dije que no... que no quiero eso... —apenas tiene sentido mientras murmura.

Su padre la reajusta contra él, permitiendo que la niña entierre su rostro aún más en su pecho.

—Tranquila, Svetka, tishe seychas, eto bezopasno —calla, no pasa nada.

Mantiene su espalda contra la pared detrás de ellos, sin permitir que sus ojos se alejen mucho de la puerta que ha intentado cerrar. No fue fácil encontrar una habitación en la que pudieran esconderse sin que nadie los notara. La que encontraron fue en el ghetto, donde hombres borrachos y fumadores estaban en los pasillos de tonos amarillos-verdosos y las mujeres caminaban con demasiado perfume, demasiado maquillaje y poca ropa.

Fue el instinto lo que le dijo que levantara a Svet y la abrazara al caminar por las oscuras calles del ghetto de Alemania y, eventualmente, hacia el desmoronado edificio de apartamentos. No le gustaba la forma en que todos los habían mirado, como si fueran pequeños seres para engullir y escupir. Con HYDRA potencialmente acechando en cada sombra y criminales cubriendo las paredes, él no ha podido dormir ni por un momento desde que entró al lugar hace cinco horas.

Es mejor así, de todos modos.

No puede arriesgarse a que nadie se acerque sigilosamente a ellos.

No puede arriesgarse a volver... nunca volverían a encontrar la salida.

Svet lo saca de sus pensamientos cuando jadea por aire, luchando por obtener lo suficiente mientras continúa temblando de miedo.

—¿Qué puedo hacer? —le susurra Bucky a la chica, la impotencia se filtra en su tono—. ¿Qué puedo hacer para mejorarlo?

Svet acerca sus rodillas a su pecho, empujando su rostro hacia el espacio entre su hombro y cuello.

—¿Huh? —Bucky toca suavemente la pálida mejilla de la chica, tratando de que se concentre en sus palabras y no en su pesadilla—. Dime qué puedo hacer.

Ella respira hondo, intentando calmarse, odiándose a sí misma por estar tan asustada.

—No lo sé. ¿Ta-Tal vez contarme un cuento?

—Oh —Bucky responde en voz baja, maldiciéndose mentalmente.

Cuando preguntó si había algo que pudiera hacer, no quiso decir exactamente eso. ¿Cuentos? ¡Él no sabe ninguno! Conoce tácticas y nombres e idiomas específicos, no cuento con el poder de hacer que un niño se sienta seguro después de un sueño aterrador.

Su rostro se oscurece mientras lucha por encontrar algo.

—Un hombre...

—¿Cómo se llamaba? —Svet interrumpe con un sollozo, volviendo lentamente a la vida.

—No tiene nombre —responde Bucky secamente.

Svet muerde su labio roto, dibujando tímidamente un círculo en la parte superior de su rodilla.

—¿Como yo?

El padre la mira con una expresión oscura que a cualquiera le parecería aterradora.

—No. Como tú no. Tú tienes nombre.

—Sí... —su voz suena tristemente incrédula antes de preguntar en un tono más feliz—: ¿Podemos llamarlo Christopher?

—Claro —Bucky se encoge de hombros, rascándose la frente cubierta por su cabello oscuro—. Christopher se fue de viaje a Brooklyn —que extraño que esa sea la ciudad elegida—, y vio muchas cosas.

—¿Qué cosas, papa?

Las imágenes brillan en la mente del hombre y él se sacude cuando invaden sus pensamientos. Hay un puente extendido contra un cielo azul pálido. Hay un parque donde dos niños pequeños jugaban al béisbol. Hay una sala de cine donde suenan viejas cintas y la gente se ríe y llora. Él se estremece ante el dolor y sus brazos se tensan un poco más alrededor de la niña, como si esto lo detuviera.

—No lo sé —de repente se acelera, tratando de llegar al final de la pequeña historia—. El hombre...

—Christopher.

—Sí, lo olvidé. Christopher comió y luego se subió a un barco que lo hizo marearse —Svet asiente con comprensión—. Y... y luego... murió. Eh, fin. Supongo.

Hay un extraño silencio que se extiende entre los dos, el único sonido es el sollozo de la niña que crece un poco más. Bucky se estremece, deseando que ella solo pueda arrancarle la lengua. Por supuesto, el cuento que le contó para animarla tenía que ser uno en el que murió el personaje principal. ¡Claro que sí! Dios, es horrible en esto.

Ella palmea su pecho para llamar su atención, diciendo pensativamente mientras ladea la cabeza hacia un lado:

—No eres una muy bueno contando cuentos. Lo tendré que recordar.

Él frunce el ceño hacia ella una vez más.

—Lo siento.

Ella bosteza, recostándose en su pecho; sus párpados se vuelven pesados.

—Me gustó. Fue extraño y aterrador, pero me gustó.

Bucky suelta una carcajada casi sin responder, presionando su columna vertebral contra la pared de cemento nuevamente.

—Tal vez —murmura ella cansada, mayormente dormida—, la próxima vez, te cuente yo una historia.

Él asiente y sonríe un poco, permitiéndose el lujo de empujar su flequillo rojo de su frente.

—Me gustaría.

♛♛♛

Cuando Svet se despierta por la mañana, pequeños fragmentos de luz entran por las ventanas tapiadas y la habitación se siente un poco fría por el aire. Sus pequeñas manos se enroscan en puños y se frota sus ojos somnolientos, su boca se abre en un largo bostezo. Sus cejas se fruncen repentinamente cuando se da cuenta de que ya no descansa sobre algo cálido y cómodo, sino más bien frío y plano. Se levanta y cae de rodillas, mirando a su alrededor, encontrando una figura ancha de pie al otro lado. Sus hombros se mueven y parece estar haciendo algo que lo concentra demasiado, aún así mira periódicamente hacia la puerta donde se han apilado las sillas.

—¿Papa? —Svet pregunta confundida.

Bucky se voltea, sosteniendo una cacerola de metal negro y una cuchara que encontró dispersa en el desastre. Svet olisquea repentinamente y arruga la nariz, intentando descifrar el olor. Huele... a quemado. Huele a algo que se está quemando.

—Yo, uh —Bucky ofrece una pequeña sonrisa tímida, inclinando la cacerola para que la vea—, he hecho el desayuno. El vecino estaba de buen humor.

Ambos saben que la última parte es completamente falsa, pero Svetlana realmente no puede concentrarse en eso, ya que su atención está atrapada en la cacerola que está llena de partes negras... Realmente no puede decir qué es.

La niña de trece años tose y agita su mano frente a su cara, mirando la neblina blanca que flota a su alrededor.

—¿Es esto humo?

—Uh —Bucky mira a su alrededor con una mueca—. Sí, pero creo que la comida sabe bien.

Svet se levanta y se deja caer en los calcetines de Bucky, luciendo como un pequeño pato al acercarse. Lo agarra de la mano, bajándola para poder ver mejor la comida. Sus ojos se estrechan ante el desastre que él ha hecho, resistiendo una mueca a medida que el olor empeora. Echa un vistazo rápido a su padre, que mira el contenido de la olla con una expresión en blanco, su dedo índice tocando el borde del plato.

Svet se estira de puntillas, tomando la cuchara de su otra mano antes de rasparla en la comida que difícilmente puede pasar como desayuno. Ella lo mira directamente a los ojos, colocando los trozos negros en su boca. Su ojo izquierdo se contrae un poco mientras cruje con fuerza sobre un trozo particularmente duro antes de continuar, dando una sonrisa estirada y un pulgar hacia arriba.

—¡Mmmm, que rica! —ella extiende las palabras y asiente, saltando sobre sus dedos con entusiasmo.

Qué adorable mentirosa.

La boca de Bucky se curva en una sonrisa plana, mirándola con incredulidad y cejas arqueadas.

—¿Rica?

¡Deliciosa!

Se miran por un momento, él se eleva sobre ella mientras los rayos de luz irradian sus rostros. Svet, inocentemente, se balancea sobre sus talones y mueve sus manos hacia adelante y hacia atrás, aún mordisqueando la comida que no parece romperse o disolverse. Bucky continúa observándola con una expresión incrédula, sus labios ahora forman un ceño fruncido en lugar de la sonrisa divertida de antes. El momento se prolonga antes de que Bucky le arrebate la cuchara y de un mordisco. Su rostro se retuerce en asco cuando los pedazos quemados tocan su lengua.

Arruga la nariz y la mira, apuntando la cuchara a la olla.

—Esto es horrible.

Ella rápidamente sacude la cabeza.

—¡No! No, es... —él parpadea sin impresionarse—, lo peor que he comido.

Bucky rueda los ojos, asintiendo un poco.

Svet rompe en un ataque de risitas y se lleva las manos a la boca en un esfuerzo por detenerse.

Su padre la mira de reojo, no del todo sonriendo, pero tampoco frunciendo.

—¿Te parece gracioso?

—¡Un poco! —ella sonríe libremente, juntando sus manos detrás de su espalda, asintiendo muy astutamente.

—Veremos quién se ríe cuando no haya nada para comer —le dice Bucky con una cara graciosa, sentándose y obligándose a volver a la comida.

Svet se ríe de nuevo, agachándose y apoyando los codos sobre las rodillas para poder mirarlo. Bucky no la mira mientras continúa obligándose a comer lo que sabe a carbón. Con otra risita, la chica comienza a girar alrededor de la habitación. Extiende las manos a cada lado y levanta los dedos de los pies, girando y girando Bucky mira de nuevo a la puerta, asegurándose de que todo esté bien antes de respirar y continuar comiendo.

La chica repentinamente trata de detenerse, haciendo que él la mire mientras lucha por no resbalar en los calcetines. Cuando finalmente está quieta otra vez, Svetlana levanta la mano para cortar el camino del rayo de luz que se asoma por la ventana. Es como si pudiera sentir el calor en su piel. Se da vuelta para mirar hacia la pared opuesta, moviendo los dedos para poder ver las sombras moverse junto a ella. Mira por encima del hombro a Bucky, preguntando con los ojos muy abiertos: "¿Has visto esto?" Bucky rápidamente asiente, prometiéndole que él ya ha visto cómo controlar las sombras antes.

Bucky vuelve a la puerta, ya que había estado formulando su plan. No quiere quedarse en ningún país que bordee el Atlántico. Sería demasiado fácil encontrarlos una vez que se den cuenta de que no están en Estados Unidos. Necesitan ir al interior, tal vez a Ucrania o Rumanía, un lugar donde ambos conozcan el idioma. Allí pueden desaparecer entre la multitud, encontrar la paz y la tranquilidad para que su cerebro se recupere. Si no puede reconstruir su mente, no está seguro de que puedan.

Y no hay otra opción que Svet para hacerlo.

Tendrá que encontrar algunos trabajos aquí y allá para proveer. Después de todo, Svet no puede usar sus calcetines, un par de botas marrones robadas y su ropa sucia de D.C. para siempre. Necesitará ropa, sin mencionar el hecho de que tendrá que conseguir libros y otras cosas para que pueda aprender más allá de lo que le enseñó. Podrían esconderse así durante años. Svet podría estar en sus veintes para cuando tengan que mudarse. Ella lo necesita; necesita algo al menos estable.

—Papa...

Bucky la mira.

—El pelo sigue cayendo por mi cara. ¿Puedes...? —sus cejas y sus labios se fruncen en sus pensamientos—. ¿Cómo lo llamó Natasha? ¡Oh, trenzar! —ella lo mira con sus ojos de cachorrito—. ¿Puedes trenzar mi pelo?

—Bueno —Bucky parpadea y sacude un poco la cabeza—, no creo...

Antes de que pueda terminar, la niña se deja caer sobre su regazo y asiente rápidamente.

—Adelante. Estoy lista.

Bucky abre la boca para discutir una vez más, pero la mirada de anticipación en su rostro le hace tragar lo que iba a decir. Se resiste a resoplar y aprieta los dientes, sacando el desorden de su propia cabello de la cara. Frunce ante el cabello rojo de su hija, levantando cuidadosamente varios mechones. ¡No sabe trenzar! Sus cejas se fruncen de frustración mientras trata de usar sus dedos aparentemente inútiles para trenzar. Tiene que intentarlo varias veces hasta que consiga algo que al menos le quite el pelo de los ojos.

—Papa...

Él no responde, esperando que ella continúe.

—Tengo que... —frota su dedo índice a lo largo del suelo frío, frunciendo el ceño como si eso fuera lo que la perjudicaba—. Tengo que, uh —su cara se contrae, intentando recordar las palabras en inglés—. Izvinit'sya za —disculparme.

Bucky parpadeas, sus cejas marrones se doblan.

—¿Disculparte? ¿Por qué tienes que disculparte?

El dedo de Svet comienza a frotar el suelo un poco más fuerte.

—En la Habitación R-Roja —la cara de Bucky se oscurece, los recuerdos de haberla perdido con los guardias regresan—, ellos me hicieron... cosas malas.

Un escalofrío le sube por la espalda y, cuando le quita las manos del pelo, descubre que tiemblan de ira. Él mueve su cuerpo para poder verla un poco más, su mandíbula se pone rígida y sus hombros se tensan al pensar en todas las cosas horribles que podrían haberle hecho.

—¿Qué cosas malas, Sveta? —su voz es suave mientras mira fijamente sus abatidos ojos azules—. ¿Qué te hicieron?

Repentinamente, se queda muy callada, mordiéndose el labio inferior y frotándose la nariz. Tiene miedo de contar el resto, y él sabe que no puede ser algo bueno.

Svetlana —Bucky grita su nombre, su voz se vuelve fuerte y tal vez incluso un poco dura mientras empuja su pie con el suyo—. ¿Qué cosas malas?

Sus grandes ojos están llenos de arrepentimiento y disculpa.

—No los detuve. Ni siquiera intenté detenerlos.

Él no responde, apenas respira; la preocupación se apodera de su expresión.

Svet lucha por tragar, empujando su mano hacia su corazón doliendo de culpa y vergüenza.

—No sé como se llama. Pero me dolió. Y estaba asustada. Madame dijo que... —su labio tiembla y se frota bruscamente la nariz de nuevo—, dijo que era para hacerme mejor, más fuerte, más libre —lo mira con ojos llorosos—. Papa, no habrá nadie después de mí.

La cara de Bucky retrocede por el dolor cuando se da cuenta de lo que ella quiere decir.

La esterilizaron.

Esterilizaron a su pequeña Svetka.

Se llevaron a una niña, que prácticamente todavía era un bebé, y lo hicieron para que nunca pudiera tener el suyo propio un día.

La lastimaron de una manera de la que nunca podría sanar.

Después del dolor, es la ira lo que llega a continuación; ira por lo que le hicieron a su hija. Qué experiencia tan horrible para cualquiera, mucho más si es por la fuerza... es absolutamente repugnante. Él mira más allá de la chica, al suelo a unos metros de distancia. Tal vez debería haber regresado a la Academia después de escapar de HYDRA, enseñarles una lección en lugar de permitirles salirse con la suya. ¡No deberían haberlo hecho!

La culpa llega después; culpa por no haber estado allí para protegerla, culpa por no poder evitar que se la llevaran. Él, a veces, lucha por recordar los pequeños momentos que separaron sus pecados, pero puede recordar que ella gritó por él. Puede recordar que le rogó antes de que se fueran. Y no pudo salvarla.

—Lo siento —Svet solloza, frotándose la nariz una vez más.

Bucky vuelve su mirada desgarrada hacia ella y le pregunta confundido:

—¿Por qué lo sientes?

Ella asiente bruscamente, todavía susurrando con vergüenza.

—Soy estoy yo. No habrás más Barnes. Nunca tendrás a nadie más por mi culpa... —luce completamente miserable al tiempo que se frota la cara con fuerza.

—Sveta —Bucky reprende—, no es culpa tuya.

—YA ne ostanovil ikh —no los detuve.

—No estoy enfadado contigo. ¿Es a eso a lo que tienes miedo?

Su labio inferior tiembla y lo mira con los ojos muy abiertos.

—¿No lo estás?

—No —él responde con firmeza—. No necesito a nadie más. Ya tengo suerte de tenerte —una pequeña sonrisa se abre paso entre sus lágrimas—. Lo que hicieron fue horrible y despreciable. Eto ne tvoya vina —no fue culpa tuya.

—Debería haberlos detenido —susurra, sacudiendo la cabeza con disgusto.

Él limpia con cuidado sus lágrimas y se agacha para poder estar a su nivel.

—Madame y los demás iban a hacerlo, tanto si peleabas como si no. Quizás no pelear te ahorró más dolor.

Ella lo ayuda a limpiar el líquido que se derraman, asintiendo débilmente.

—Ven aquí —Bucky levanta suavemente a Svet, acurrucándola en sus brazos.

Cada uno mira hacia diferentes direcciones, los pensamientos sobre lo horrible aún persisten. Ninguno habla, pero no es necesario. Permanecen sentados en el suelo en perfecto silencio. Sus ojos oceánicos y del color del cielo están llenos de recuerdos que se ciernen como nubes, pero aún se ven suaves y cálidos debajo de la luz que brilla a su alrededor. Con toda la oscuridad a su alrededor, el padre y la hija lucen casi sobrenaturales.

Y tal vez es un sueño cómo serán las cosas algún día, cuando toda la huída haya llegado a su fin, cuando su familia esté completa, cuando las cosas malas se acaben, cuando los villanos se desmoronen, y las pesadillas finalmente se acaben.

Quizás sea una promesa.

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