десять.

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"¿Cómo voy a decir adiós si apenas he tenido tiempo para decir hola?"

—¿Te dolió?

Bucky miró a la pelirroja, todavía muy pequeña, en sus brazos. La linterna que debía iluminar sus rostros era tenue y parpadeante, lo que significaba que el padre y la hija tendrían que comprar baterías nuevas el próximo jueves. El rayo amarillo temblaba en el frío aire nocturno que la rodeaba, lo que hizo que la niña temblara por algo más que el miedo a su última pesadilla. Svetlana levantó su mano pálida y helada y la presionó contra la de metal de su padre, midiendo sus pequeños dedos con los de él.

—Cuando conseguiste tu brazo de metal... —terminó Svet suavemente, mirando sus manos, ya que la suya era prácticamente el doble del tamaño.

Bucky la movió a su lado, respondiendo con una voz que sonaba cargada de somnolencia:

—Eto bylo davno, Sveta —fue hace mucho tiempo.

—El museo dijo que te caíste de un tren —Svet mantuvo la otra mano sobre su pecho para poder sentir las palabras—. ¿Recuerdas la caída?

—El hombre —su padre no continuó por un momento—. Recuerdo al hombre.

Hubo otra pequeña pausa, donde Svetlana pensó en la última vez que vio "al hombre" y todo el dolor que vino al recordar tales cosas. Aún le dolía la mente cuando trataba de pensar en cosas anteriores al borrador. Ser tan pequeña y tan joven lo empeoró, a veces dejándola aturdida o confundida sobre su infancia. Sacudiendo todo eso con una bocanada de aire, Svet entrelazó sus deditos con los de su padre y se inclinó más hacia él.

—Sueño con que el Superior nos ha encontrado otra vez.

Bucky hizo una mueca y apretó los dientes ante la mención.

—A veces es muy real. Como si sucediera. Es como si nos llevara y me pusiera de nuevo en la celda. Puedo olerlo, incluso sentirlo —Bucky apoyó la barbilla sobre su cabeza roja cuando su voz se volvió frágil—. Sueño con el baile, con el libro...

Una pequeña lágrima se deslizó por su mejilla y se la secó apresuradamente, sin querer dejarse afectar tan terriblemente por todo eso.

—¿Papa?

—¿Si?

—¿Cantarías para mí?

Bucky miró hacia ella con un ceño.

—Te pediría una historia, pero los dos sabemos que no se te dan bien.

Ella lo miró con una sonrisa burlona, una amarga suya tiró de la esquina de sus labios. Él le dio un rápido golpe en el costado, haciéndola reír y eventualmente acercarse más a él. Svet metió la cabeza debajo de su barbilla y arrojó sus huesudas piernas sobre su regazo. Cerró sus ojos azul cielo e hizo todo lo posible para callar los recuerdos dolorosos, esperando que su padre comenzara.

—¡Oh! Papa, ¿puedes cantar esa que solía cantar mi abuela? —la garganta de Bucky se tensó ante la mención de su madre—. ¿La canción de la que me hablaste?

Con un pequeño resoplido y una sacudida renuente de la cabeza, el hombre comenzó a cantar para ella como siempre lo haría si ella preguntara.

"Tú eres mi sol, mi único sol.

Me haces feliz cuando el cielo está gris.

Nunca sabrás, querida, cuánto te amo."

Para entonces, Svetlana estaba profundamente dormida una vez más, respirando suave y pacíficamente contra su pecho. Bucky le dio un suave beso en la línea del cabello antes de inclinar la cabeza hacia la pared. Luego, suspiró la letra final mientras él también se quedaba dormido.

—Por favor, no te lleves... a mi sol.

Las manos de Svetlana no dejan de temblar. Pensó que si intentaba concentrarse en ellas, podría asemejarse a mente sobre materia, como Natasha le dijo una vez. No funciona. No funciona. La chica de quince años siempre ha sido pequeña, pero el gran camión gris y la jaula de cristal que la rodea, y las esposas de metal que envuelven sus brazos, la hacen sentir como una mariquita. Hay cámaras dirigidas a ella y los soldados de antes, los que usan equipo táctico negro, se sientan a ambos lados de su jaula con grandes rifles en sus manos. Su labio inferior está rojo, desde donde lo ha estado royendo, y su nariz ocasionalmente se contrae mientras intenta reajustar el lugar donde descansa su cánula.

Bucky se sienta frente a ella en una jaula propia. Su expresión es blanca y sin emociones mientras sus hombros se presionan contra la silla de metal. Tiene la cabeza inclinada hacia atrás mientras, mirando el techo y los enlaces metálicos de sus brazos. Ha renunciado a tratar de atrapar la mirada de Svet con la esperanza de hacerle saber que todo va a estar bien. Después de tantas horas de transporte, Svet sigue sin levantar sus ojos azules.

Ambos saben el destino que les espera ahora.

Barras de metal.

Descargas eléctricas.

Jaulas frías.

El padre y la hija serán encerrados en una celda por el resto de sus vidas. Nunca volverán a ver el sol o el cielo. Bucky podría. Sería como entrar en el abrazo de HYDRA de nuevo: sin emociones y sin voz. Encontrará una forma de quitarse la vida y salir de su miseria tan pronto como tenga la oportunidad.

Pero a Svetlana no le irá bien en una otra vez. Ahora que ha visto el exterior, se derrumbará bajo el peso de las barras metálicas y su propio oxígeno. Se romperá, pero no podrá quitarse la vida. No podrá sofocar la esperanza de lo que hay afuera, y eso la destruirá. Se desvanecerá en el olvido, mirando y respirando, pero sin ver ni vivir. La joven de quince años necesita contacto humano. Necesita ser abrazada y besada en la frente; necesita que la traten con amabilidad, que no la empujen por los pasillos de la prisión y que no la arrinconen mientras sus compañeros intentan cortarle el cuello.

Y él no estará allí para protegerla.

La realización se apodera de Bucky como un huracán. Tal vez debería haber sido obvio. Debería haber quedado claro para cualquier persona con cerebro, pero no lo pensó. Ni siquiera quería considerarlo.

Estas próximas horas... estos minutos, son los últimos que pasará con Svetlana. Los que piensan que él hizo esto no los pondrían en la misma celda. Es probable que ni siquiera los pongan en la misma prisión. Bucky la va a perder. Se la llevarán y no habrá nada que pueda hacer, solo mirar y rogar. Nunca más volverá a escuchar sus pequeñas historias, hacerla reír, verla sonreír y consolarla cuando esté asustada.

Se acabó.

Todo se acabó.

Svetlana estará sola en una pequeña celda gris y crecerá y él no estará allí. Sesenta años; eso es cuánto tiempo más tiene en su vida, y sesenta años sin verla... no será vida en absoluto. Será una eternidad infernal.

Reprime el pánico en su voz y la llama por su nombre.

—Lana.

Pero ella ya se dio cuenta de eso. Lo ha descubierto. Ya no van a ser una familia. No más Bucky y Svetka. No más huidas. No más escondites. No más vivir. Todo lo bueno tiene su fin. Deberían haber sabido que se acercaba el final... Deberían haberlo sabido.

—Lo sé —no le da tiempo a su padre para terminar sus pensamientos, no siendo capaz de manejar la verdad.

Los ojos de Bucky la estudian por un largo rato; sus manos de metal y carne se cierran en puños al tiempo que se sientan en los reposabrazos. No dice nada más antes de recostarse nuevamente, presionar su cabeza contra la silla y mirar hacia el techo.

Cuando sacan las jaulas del monstruoso camión, pasan a través de una gran pasillo que se extiende con un techo aparentemente interminable. Pasan hombres con equipo táctico y armas, mirando al padre y a la hija. Bucky solo observa hacia adelante mientras los transfieren hacia una gran sala de cemento. Svet se muerde el labio inferior, viendo a Steve, Sam y los demás salir de su propio camión. Steve los mira por encima del hombro con las cejas preocupadas, haciendo que Svet dé una sonrisa débil y Bucky ponga los ojos en blanco.

Sus pequeñas jaulas son arrastradas y lentamente regresan a una sala de cemento mucho más pequeña, Svet cierra los ojos y trata de respirar normalmente. Nada más el capitán mira hacia atrás por última vez, Bucky lo mira con una expresión en blanco y las grandes puertas se cierran lentamente alrededor del hombre y su hija. Las dos jaulas están conectadas a las paredes y las luces se encienden brevemente antes de brillar por completo sobre sus cabezas, haciendo que las dos parpadeen y estrechen los ojos. Luego, cuando los guardias están seguros de que los dos están completamente encerrados, los dejan.

Se sientan en silencio por un largo rato, solo mirando hacia el espacio mientras toman estos últimos minutos de la compañía del otro. Bucky escucha a su pequeña respirar, sus ojos arden de lágrimas y aprieta sus pequeñas manos en puños. Ni siquiera llegó a decir un adiós apropiado. Ella no está lista para decirlo. Tenía que decir adiós a su mamulya y fue lo peor que jamás tuvo que experimentar, incluso peor que el borrada. Y ahora tiene que decírselo a su papá... Una lágrima gotea por su mejilla, luego otra y otra.

—¿Papa? —Svetlana finalmente rompe el silencio, su voz suena frágil.

Bucky gira su cabeza hacia ella, esperando que hable. Ella niega rápidamente, luchando por limpiarse la mejilla mojada en el hombro. Sin embargo, no importa, porque pronto otra lágrima ha ocupado su lugar.

Al no hablar por otros momentos, Bucky le pregunta cuidadosamente:

—¿Svetlana...?

Svet no quita su mirada de su rostro, tratando de grabarlo en la memoria. No quiere olvidarlo. Después de todo, Svet no sabe qué podrían hacer estas nuevas personas. Pensó que Steve sería capaz de mantenerlos a salvo, pero parece que tiene suficientes problemas por su cuenta. Y sin la protección de su padre, estas personas podrían borrarla otra vez. Y se olvidará de ellos, de él.

—Papa —le tiembla el labio inferior y susurra—, tengo miedo.

Bucky le da un rápido y comprensivo asentimiento, abriendo la boca para tratar de consolarla de alguna manera; después, las puertas de la sala de contención se mueven. Él mira y Svetlana sigue su mirada, y la vista de un hombre alto con gafas y un traje los hace callar y ponerse rígidos.

—Hola, señor y señorita Barnes —ellos se quedan con expresiones en blanco—. Me envían las Naciones Unidas para evaluarlos. ¿Puedo sentarme?

Ni Bucky ni Svet responden, tienen un acuerdo silencioso de no decir nada en absoluto. El hombre retira una silla y se sienta en la mesa frente a las jaulas, colocando su bolsa junto a él. Bucky mira aburrido el techo de tonos azules y Svetlana fijamente al psiquiatra que lleva gafas y le devuelve la mirada. Hay algo extraño en su compostura. No está nervioso. Ni siquiera es bondadoso. Está... preparado. Svetlana ha visto mucho de este tipo en su vida como para saberlo cuando lo ve. Está en una misión.

—Señor Barnes, ¿su nombre de pila es James? No he venido a juzgaros —él deja escapar un suspiro suspirante después de sacar algunos artículos de su bolso de cuero—. Solo quiero haceros unas preguntas... ¿Sabe dónde estás, James? —no hay respuesta. El psiquiatra continúa—. Si no habla conmigo, no podré ayudarle, James.

El ex-asesino baja la mirada y asiente levemente, hablando.

—Me llamo Bucky.

Svetlana mira a su padre, sorprendida de que haya dicho algo, mucho más su nombre a alguien que ni siquiera conocen.

—¿Y usted? —el psiquiatra baja la barbilla a la de quince—. ¿La bailarina falsificada?

Svetlana se reclina, con las cejas fruncidas ante las palabras del hombre.

¿Falsificada?

Él continúa suavemente.

—¿Cuál es su nombre? Plan B, ¿verdad?

Los ojos de Bucky se oscurecen, sacudiendo su cabeza y diciendo gravemente:

—No hable con ella.

—¿Entonces no sabe que es falsa?

Falsa... Ella es falsa. Una cosa. No humana. Svet niega y parpadea.

Sus ojos marrones bailan entre el duro padre y la hija.

—Dime, Bucky. Los dos habéis visto muchas cosas, ¿verdad?

Su voz es ronca cuando responde:

—No quiero hablar de eso.

—Temes que si abres la boca, los horrores nunca cesen —él mira hacia su tableta antes de que sus ojos se levanten—. Tú tranquilo. Solamente tenemos que hablar de uno.

—Papa —su voz es muy suave y cuidadosa—, ¿de qué está hablando?

Luego, cada luz en la sala y en sus jaulas se apaga. Svetlana salta cuando su alrededor se vuelve azul frío y oscuro y una luz roja de emergencia parpadea desde la pared junto a ellos. Svet mira a su alrededor rápidamente, el pánico salta en su garganta y sus manos comienzan a temblar con más furia.

—¿Papa? —su tono se llena con más y más preocupación.

—Vse budet khorosho, Svetka —Bucky desvía la mirada hacia el hombre con una expresión oscura y una voz ronca—. ¿Qué es esto? —todo irá bien.

El hombre no parece querer responder a sus preguntas.

—¿Por qué no hablamos de tu hogar? No de Rumanía. Ni tampoco de Brooklyn, no —lenta y significativamente busca en su bolsa, sacando algo rojo, algo casi... familiar—. Yo hablo de tu auténtico hogar.

El hombre se quita las gafas de montura oscura y los ojos de Svet caen a sus manos sosteniendo un libro rojo muy familiar con una asquerosa estrella negra grabada. La barbilla de Bucky se levanta y sus ojos se abren ligeramente, dándose cuenta. Svetlana deja escapar un fuerte suspiro y rompe bruscamente la mirada del hombre a su padre.

¿Cómo pudo haber conseguido el libro? ¡Oh, querido Dios en lo alto, el libro no! Después de todo este tiempo, todos estos años... El pecho de Svetlana se dobla, sus pulmones comienzan a dolerle y trata de liberarse de sus restricciones. El hombre comienza a caminar hacia la jaula de su padre, sosteniendo una linterna contra las páginas del libro rojo.

Y entonces habla.

—Zhelaniye —ahnelo.

Svet siente su garganta cerrarse ante la palabra, oh, esa palabra despreciable y horrible. Es la que lo inicia. Es la que se lleva a su padre. Svet respira profundamente y libera en una bocanada de aire. La cabeza de Bucky se retuerce un poco y sus pestañas se cierran cuando los recuerdos vuelven.

No —respira con incredulidad, golpeando su cabeza contra el respaldo de su asiento y mirando hacia el techo.

Los ojos de Svet se llenan de lágrimas, atormentándose con sus palabras.

—¡Espera, espera, espera!

—Rjavıy —oxidado

—Espera —Svet lucha—. ¡Es-espera!

Los labios de Bucky tiemblan con una respiración agitada.

—Basta.

—Semnadtsat —diecisiete.

Mientras aprieta los dientes, la mano de metal de Bucky comienza a temblar y su voz se vuelve más exigente y desesperada.

—¡Basta!

—¡Papa! —Svet grita tan fuerte como puede, tratando de llamar su atención—. ¡Escúchame, espera! ¡Escucha mi voz, por favor!

—Svet, cierra los ojos —él gruñe, cerrando su mano en un puño.

Él no quiere que lo vea. Se prometió que nunca la dejaría verlo así otra vez.

El psiquiatra se para a pocos centímetros del cristal, estudiando a su padre como si fuera una especie de experimento enfermo.

—Rassvet —amanecer.

—Papa...

—¡Cierra los ojos! —Bucky gruñe más fuerte antes de echar la cabeza hacia atrás y soltar un grito agonizante; su mente comenzando a rebelarse contra el resto de él.

A pesar del terror absoluto que sacude sus entrañas, Svetlana mira duramente al hombre que se acerca al cristal que lo separa a él y a su padre.

—¡Para! ¡Detente!

El psiquiatra no se detiene. Svet continúa llamando a su padre, tratando de que él la escuche, de que se concentre en ella. Pero no puede escucharla por los sonidos de sus propios gritos; él comienza a romper sus restricciones, arrancando sus brazos del metal.

—Pech —horno.

Bucky grita una vez más y golpea el grueso cristal que lo separa a él y al hombre que da vueltas, tratando de detenerlo antes de que sea demasiado tarde, antes de que se pierda ante el soldado, antes de que Svet lo vea convertirse en un monstruo.

—Devyat —nueve.

—¡Te mataré! —Svet le da una mirada oscura a este monstruo, hirviendo con una especie de odio que la influencia de HYDRA nunca dejará atrás—. ¡¿Me oyes?! —sus ojos están en llamas y sus dientes apretados—. ¡Te mataré!

—Dobroserdechnyy —benigno.

—¡Para! —Svet grita junto con él, con el dolor de verlo así—. ¡Por favor, no! ¡Papa!

Bucky gruñe y grita; cada vez golpeando con más fuerza.

—Vozvrashcheniye na Rodinu —bienvenida.

El cristal comienza a romperse mientras Bucky lo golpea una y otra vez.

—Odin. Gruzovoy vagon —uno. vagón de carga.

—¡Papa!

Con un último golpe, la puerta se quita de sus bisagras y su padre cae de rodillas tras ella. Svet suelta un chillido silencioso y se inclina lo más que puede en su silla, tratando de verlo, rezando para que esté bien, para que siga siendo él. Se produce un silencio amargo y misterioso mientras las lágrimas caen por su cara, el psiquiatra lentamente da la vuelta a la esquina de la jaula. Y entonces un hombre que no es Bucky Barnes se pone de pie.

Sin vida.

Sin emociones.

Cruel.

Oscuro.

—¿Soldat? —el psiquiatra se encuentra a pocos centímetros del Soldado de Invierno.

—YA gotov otvechat —listo para obedecer.

El hombre le devuelve una orden.

—Informe de misión: 16 de diciembre de 1999.

Los ojos de Svetlana se cierran lentamente y agacha la cabeza cuando caen más lágrimas, incapaz de soportar verlo así. Los minutos que pasan son pura agonía antes de que se vean dos cuerpos asomando cautelosamente la cabeza. Es la cara de Steve lo que Svet ve primero. Sus pies se deslizan un poco y sus ojos están muy abiertos en precaución.

La chica tira del metal que cierra los brazos y grita con voz ronca:

—¡Steve!

—¡Svet! —grita Steve, mirando preocupado a la pelirroja—. ¿Estás bien?

El psiquiatra se acuesta en el suelo, suplicando:

—Socorro. Ayúdeme.

Los ojos de Steve pasan del rostro deslumbrante de Svetlana al hombre caído y su expresión se endurece. Su cabeza está agachada y sus ojos están entrecerrados mientras avanza hacia el hombre desagradable.

—¡Arriba! —Steve lo agarra y lo empuja con fuerza contra la pared—. ¿Quién es usted? ¿Qué quiere?

El hombre lo mira y responde lentamente con voz grave:

Ver como cae un imperio.

Sam entra lentamente en la sala, retrocediendo del puño de metal que se aproxima al momento que Svet grita en advertencia.

El hombre se agacha rápidamente y el brazo del Soldado de Invierno se estrella contra la pared, rompiendo la esquina y enviando cemento volando por la cabeza de Sam. Él lanza un puñetazo que el Soldado bloquea, lo agarrara por la barbilla y lo lanza por la habitación. El cuerpo de Sam se estrella contra la jaula de Svetlana y la joven hace una mueca por él, levantando la vista para ver a Steve lanzarse hacia su padre. Los dos atacan y esquivan; el Soldado de Invierno toma ventaja y empuja a Steve más y más lejos de la sala de contención.

Pronto, Steve está de espaldas a las puertas dobles del ascensor y el puño de metal del Soldado presionado contra su pecho. El capitán aprieta los dientes, empujando contra el puño solo para que el Soldado de Invierno finalmente lo tire por las puertas. Svet grita cuando su tío se va de su vista y baja por el hueco del ascensor. Su padre permanece allí por un rato más antes de volverse para mirarla.

—Vamos, papa, vuelve a mí —la chica susurra, con las manos apretadas dentro y fuera de los puños—. Vuelve, venga...

El Soldado de Invierno se voltea y se aleja en la oscuridad. Svet sisea con irritación antes de volver a mirar al psiquiatra, que se mueve desde su lugar junto a la pared y se detiene para mirar hacia donde el capitán yace inmóvil.

—¡Sam, despierta! ¡Por favor, Sam! —exclama la chica, aún mirando al psiquiatra.

El hombre en el suelo gime ligeramente, sacudiendo la cabeza y abriendo los ojos. Se estrechan, mirando al psiquiatra igual Svet, llamándolo. El monstruo sale corriendo. Sam gruñe un poco mientras se pone de pie, corriendo hacia la puerta para perseguirlo. Los ojos de Svetlana se agrandan, dándose cuenta del hecho esencial de que todos están ahí afuera y ella sigue en una jaula.

—¡Espera, espera! ¡Sam! —grita en voz alta—. ¡No me dejes aquí!

—¡Chica, te lo prometo, estarás más segura aquí! —él señala su mano hacia ella, retrocediendo hacia la salida—. Volveremos por ti.

Con eso, el hombre se lanza a toda velocidad por el pasillo, persiguiendo al monstruo que destruyó a su padre.

—¡Vuelve! ¡Sam! —la voz de Svetlana cae sobre los oídos de nadie al instante que tira de sus restricciones de metal—. ¡Sam! —enojada, patea su pie contra el vidrio, gritando de frustración antes de golpear su cabeza contra la silla.

♛♛♛

Sharon Carter y Natasha Romanoff corren hacia la lucha; la primera envía una patada fuerte al abdomen del Soldado de Invierno. La Agente Trece gruñe al patear de nuevo y esquivar un puñetazo. Natasha respira hondo y se sumerge de inmediato, levantando el brazo y la rodilla para chocar con fuerza contra su pecho. El asesino gruñe antes de que la mujer pelirroja se agache y golpee de nuevo, permitiendo que Sharon gire y lo patee en la cara. Mientras intenta derribarlo, el Soldado se agarra de su pierna y la lanza.

Apretando los dientes, Natasha salta sobre su espalda y, con un gruñido, acurruca su cuerpo alrededor de su cuello. En tanto que él la sujeta, ella baja su codo sobre su cabeza una y otra vez, rezando para noquearlo. La rehabilitación cognitiva funcionó con Clint, tiene que funcionar con él. Pero no es así. Tomando cada golpe, él la respalda más y más hasta que la arroja a una mesa. Su espalda choca con la madera y deja escapar un fuerte grito. Los ojos de él no muestran nada más que oscuridad, envolviendo su mano de metal con fuerza alrededor de su garganta. Ella se atraganta, manteniendo las piernas bloqueadas sobre sus hombros con la esperanza de darse algún tipo de influencia. Pero él solo aprieta más fuerte.

Natasha Romanoff se ahoga y sus ojos son de un rojo ardiente, aún envolviendo sus manos alrededor de su metal.

—Al menos podrías reconocerme.

Su cuerpo se arranca repentinamente del suyo cuando el príncipe de Wakanda salta, pateando al asesino. Deja escapar un grito ahogado, los dos hombres luchan a unos metros de ella.

Su mano se separa de su garganta roja y probablemente ya magullada. Rueda a su lado, tratando de conseguir aire, observando como Black Panther y el Soldado de Invierno luchan hasta que este último desaparece por completo de su vista. Mientras respira con dificultad y dirige sus ojos verdes teñidos de rojo hacia el techo, la mente de Natasha Romanoff solo puede pensar en una cosa, o más bien, en una persona.

Svetlana.

¿Dónde esta su hija?

Tiene que encontrar a Svet.

♛♕♛

La pelirroja de quince años sigue dentro de una jaula en la sala de contención, gruñendo para sí misma, pateando repetidamente la pared de vidrio. Dos pies llevan un cuerpo por los pasillos aún tenues y el ritmo recortado solo se detiene cuando frena en las puertas rotas. Se agacha hacia los monitores que se encuentran fuera de la sala y las pantallas parpadean, obedeciendo sus órdenes. De repente, las restricciones de metal se sueltan de las muñecas de Svetlana, haciendo que sus ojos se abran. Levanta sus ojos azul cielo hacia la puerta, viendo a una mujer que pasa sobre los cuerpos que su padre esparció por todas partes.

Lisa Stark se detiene a tres metros de la jaula, las dos chicas se miran reservadas. La mayor toma un pequeño suspiro y se acerca. Svetlana se encoge y se levanta de la silla, tratando de prepararse antes de que Stark pueda abrir la jaula. Lisa mira a la chica luchar con una expresión rota; sus ojos parpadean culpablemente. Sacude la cabeza y luego levanta una mano, disparando a las cerraduras complicadas que sellan la contención.

Svet se estremece un poco cuando el metal y las chispas vuelan en su rostro antes de transformar su enojo en una expresión de sorpresa. La puerta se cae, haciendo un fuerte sonido metálico que la menor no puede escuchar. Lisa se voltea, se dirige hacia la puerta y Svet sale de su jaula rota.

—¡Espera! —Svetlana le grita antes de bajar su voz a un susurro áspero—. ¡¿Qué estás haciendo?!

Lisa se detiene y mira hacia atrás bruscamente.

—Te voy a sacar. Vamos.

—No lo entiendo.

—No tienes que hacerlo —responde Lisa—. ¿Quieres volver a ver a tu familia? —la joven mira hacia abajo en acuerdo—. Pues sígueme.

Svetlana corre tras Lisa y bajan por los pasillos oscuros que solo muestran luz cuando suenan las alarmas. Se agachan detrás de las esquinas y permanecen completamente en silencio al tiempo que los hombres de Everett Ross pasan corriendo.

Han pasado casi cinco minutos de esta carrera silenciosa antes de que Svet susurre:

—¿Dónde está mi padre? —cuando Lisa no responde, Svet la agarra del brazo y obliga a la mujer a detenerse—. ¡Dime dónde está mi padre!

Lisa quita su brazo del apretón de la niña. La mayor frunce el ceño, mirando a la vuelta de la esquina en busca de alguien cercano. Segura de que la costa está despejada, mira a Svet con esa misma expresión dura.

—Por lo que oí, tu padre escapó con Steve. Se cayeron del helipuerto —los ojos de la de quince se abren preocupados y Lisa continúa antes de que pueda hacer cualquier pregunta—. No sé si están bien. El punto es que te esperan y yo intento llevarte hasta allí.

Svetlana la mira por un momento más, su posición defensiva baja y asiente levemente. Lisa asiente con aprobación antes de agacharse por el pasillo y detenerse en una puerta con un gran cartel de SALIDA encima y un nivel rojo.

Las manos de Lisa giran alrededor del nivel y mira rápidamente a Svetlana.

—Una vez que estés fuera, aléjate lo más que puedas. Corre. No frenes por nadie.

Svet frunce el ceño y sacude la cabeza.

—No voy a dejar a mi padre.

—¡Te va a matar!

—¿Dejarías atrás al tuyo? —la voz de Svetlana es sorprendentemente dura para alguien tan joven—. ¿Lo harías?

Lisa la mira por un rato; su mandíbula se aprieta. Con un pequeño gruñido, tira de la palanca y la gran puerta cede. Svetlana entrecierra los ojos ante la luz del sol, pero los abre de inmediato al ver a Sam Wilson parado con precaución al otro lado. Se vuelve ante el sonido y luce aliviado mientras se acerca más a las dos chicas. La pelirroja apresuradamente abraza al hombre, se aleja y luego lo golpea en el brazo.

—¡Ay! —susurra con dureza, frunciendo—. ¡¿Por qué?!

—¡Porque me dejaste atrás! —Svet le frunce el ceño antes de que ella lo abrace de nuevo—. Pero me alegro de que hayas vuelto.

Sam resopla y la abraza.

—Pegas como tu padre.

Los dos se alejan y se vuelven hacia la joven parada en la puerta. Lisa se endereza ante la atención, dándoles un asentimiento antes de moverse para volver a entrar.

—Lisa —la voz de Sam la detiene—. ¿Estás segura de que sabes lo que estás haciendo? Te vas a meter en problemas... No creo que te vayan a perdonar después de hacer esto.

Svetlana mira a la mayor con los ojos muy abiertos.

—No te preocupes por mí —Lisa deja escapar un suspiro y sus ojos caen—. Sal de aquí antes de que alguien vea —los dos dudan por un momento más, mirando a Stark con incertidumbre—. ¡Que salgas de aquí, Sam!

El hombre toma la mano de Svet y comienzan a retroceder rápidamente, corriendo. Lisa los mira por un momento más antes de que su mandíbula se apriete, mire por encima del hombro y desaparezca rápidamente en la oscuridad.

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