nine.

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"Otra marea alta,

Otra tormenta que combatir.

Ven y llévame,

Solo soy una piedra saltando sobre el agua."

Una figura vestida de negro camina lentamente por el pasillo de la catedral.

El cuerpo de Natasha brilla con diferentes tonos de luz que se filtran a través de las vidrieras. Su amigo, uno de sus amigos más cercanos, se encuentra al final del pasillo, apoyado contra un banco de madera. Steve la mira, apartando la mirada de las flores marchitas y las velas negras que estaban destinadas a honrar la muerte de la mujer que amaba.

—Cuando volví del hielo...

Natasha se detiene en silencio a unos metros frente a él; sus ojos comprensivos y su expresión solemne.

—Di por muertos a todos los míos —él vuelve a mirar el marco dorado que contiene la foto de Peggy Carter, sacudiendo la cabeza—, pero me enteré de que ella vivía. Fue una gran suerte tenerla.

Natasha lo mira por encima del hombro, con una sonrisa suave y alentadora.

—Y ella tuvo suerte a tenerte.

El hombre solo asiente un poco, sin estar de acuerdo ni en desacuerdo. Ambos saben que la mujer solo lo tenía a veces. Sí, Steve había estado ocupado con los Vengadores y con S.H.I.E.L.D. antes de que cayera, pero eso no es lo que significa. Esa mujer obstinada e intrépida que le robó el corazón solo podía recordarlo durante horas a la vez antes de que se fuera otra vez, perdida en su mundo de demencia y vejez.

Natasha respira profundamente, sabiendo que no hay mucho más con lo que consolarlo. Entonces, usa lo único que realmente tiene: la verdad.

—Después de lo ocurrido en S.H.I.E.L.D., durante mi pequeño descanso...

Steve la mira con las cejas rubias ligeramente inclinadas, escuchando a la mujer compartir algo personal y doloroso; algo por lo que Natasha no es muy conocida.

—Volví a Rusia e intenté encontrar a Svet y a mis padres. Una tumba vacía para mi bebé y dos pequeñas lápidas junto a una cerca de alambre para mis padres —los ojos azules de Steve se clavan en los verdes de Natasha, ella asiente con una sonrisa triste y amarga—. Saqué algunas malas hierbas y dejé flores.

Ha perdonado a sus padres por lo que le hicieron, por venderla. Sabe que encontrará a su hija o que su hija la encontrará cuando sea el momento adecuado, cuando ambas estén listas.

—Tenemos lo que tenemos cuando lo tenemos.

Natasha no puede cambiar nada. Es una superviviente, pero las supervivientes no pueden cambiar el pasado y el futuro. Todo lo que pueden hacer es tratar de mantener cerca los buenos recuerdos y los que duelen lo suficientemente lejos como para seguir viviendo.

Steve hace una pausa por un momento, observando sus palabras mientras mira hacia el suelo.

—¿Quién más ha firmado?

—Tony, Rhodey —ella dice su lista de respuestas—, Visión.

—¿Clint?

Sus ojos miran hacia él, pensando en su mejor amigo estando a salvo con su propia familia.

—Dice que se ha retirado.

—¿Wanda y Lees?

—No saben qué hacer —Natasha asiente y sonríe un poco, pero Steve puede ver la frustración en su rostro.

No está molesta por la decisión de cada persona. Lo está porque no lo están decidiendo juntos. Porque no están de acuerdo. Porque esta elección, esta posibilidad de elección, los está dividiendo.

—Lisa y yo nos marchamos a Viena para la firma de los Acuerdos. Hay sitio de sobra en el jet —Steve da un suspiro largo y silencioso, mirando sus pies, haciendo que Natasha intente incitarlo a escuchar—. Que sea el camino vemos beligerante... no significa que sea el camino equivocado —ella se acerca, asintiendo con la cabeza y portando creencia sincera en su voz—. Seguir juntos importa más que el cómo lo hagamos.

—Ya, ¿pero a costa de qué? —su sonrisa alentadora se desvanece y suelta un profundo suspiro mientras Steve niega con la cabeza—. Lo siento, Nat. No puedo firmarlo.

—Lo sé.

—Entonces, ¿qué haces aquí?

Ella se aparta el cabello de los ojos y dice las palabras lentamente.

—No quería que estuvieras solo.

Su cabeza se inclina un poco hacia atrás, mirándola fijamente; su rostro se vuelve un poco más roto y dolorido que antes. Esos dos... nunca dejarán que el otro esté solo. Incluso cuando todo se vuelve contra ellos, siempre se apoyan mutuamente. Nueva York. Washington D.C. Sokovia. Lagos. Aquí. Hasta ahora solo pueden esperar que siempre lo harán.

—Ven aquí —Natasha asiente en comprensión, extendiendo la mano y abrazándolo.

Los dos amigos se abrazan por unos momentos más, sin saber que lo que sucederá después, lo que las próximas horas van a contener, va a cambiar absolutamente todo.

♛♕♛

El humo aún permanece en el aire, colgando en forma de una espesa nube sobre el edificio de la ONU. Los bomberos intentan verter agua sobre el edificio aún en llamas mientras los helicópteros vuelan por encima y los reporteros se alinean a lo largo de la cinta amarilla que cierra la escena. Las sirenas de la ambulancia y la policía suenan, lo que se suma al caos de personas que lloran y paramédicos corren con la esperanza de ayudar a quien puedan.

Dicen que James Buchanan Barnes, el Soldado de Invierno, fue el autor del ataque que mató al menos a doce. No saben dónde está la chica, la que HYDRA llamó 'Plan B', pero dicen que no puede estar muy lejos del hombre, si es que él la ha dejado con vida. Dicen que una fuerza especial persigue a los dos asesinos, pero hoy hay muchas personas que no quieren que la fuerza tenga la oportunidad.

Dos.

Hay otras dos.

Los hombres con equipo táctico y operarios intentan calmar todas las preguntas que pertenecen a aquellos que se apresuran en el aturdido miedo que sigue después de cada ataque terrorista.

Porque eso es lo que son James y Svetlana Barnes: terroristas.

Se pueden ver dos personas sentadas en un banco, ambas un poco ensangrentadas y un poco desorientadas. Ninguna habla mientras observan a todos, aún atrapados en el momento que tuvo lugar no hace veinte minutos.

—Lo siento mucho —Natasha habla en voz baja, la sinceridad se entrelaza profundamente en su tono mientras camina hacia el banco.

Dos cabezas oscuras se giran bruscamente para observar a la pelirroja que los mira brevemente en señal de disculpa. Lisa Stark retira lentamente su mano de la del príncipe T'Challa cuando su mirada cae de la mujer hasta el frente. Sus dedos se mueven para girar y girar el anillo de metal que pertenece a unos pocos elegidos: los herederos del trono de Wakanda.

—En mi cultura —dice T'Challa suavemente, sin dejar de lucir un aturdimiento controlado—, la muerte no es el final. Es más bien... un punto de partida. Extiendes ambas manos, y Sekhmet y Bast, te guían hasta la verde y basta sabana donde podrás correr eternamente.

Los labios del hombre se separan, respirando suavemente mientras el peso de su deber se vuelve cada vez más claro. Lisa apoya suavemente la barbilla en su hombro y su rostro se inclina ligeramente hacia ella, reconociendo su toque.

Natasha traga un poco, asintiendo con una sonrisa suave.

—Es una imagen muy apacible.

La mandíbula de T'Challa se aprieta, sus ojos parpadean una vez más hacia la mujer.

—Mi padre también lo creía.

Sus movimientos cambian bruscamente, deslizándose el anillo del rey sobre su tembloroso dedo oscuro.

—T —Lisa habla en voz baja con los ojos ligeramente entrecerrados, una extraña actitud defensiva se está apoderando de ella.

Solo que queda la pregunta: ¿a quién está defendiendo?

—Yo no soy mi padre —el nuevo rey sacude la cabeza, haciendo poco para luchar contra la furiosa emoción que se acumula en sus ojos.

—T'Challa —la voz de Natasha de repente se desliza a una de negociación, porque eso es todo lo que es para ella ahora.

Natasha está negociando por Barnes y su hija, la niña que siempre quiso.

La pelirroja mantiene su mirada firme, intentando nivelar su tono.

—Será la Fuerza Conjunta quién decida...

Las manos de T'Challa se aprietan en puños alrededor de su nuevo anillo y sus hombros se tensan mientras se levanta. Los ojos de Lisa lo siguen, ella aprieta la mandíbula y su respiración se vuelve cada vez más apretada.

Sus ojos la miran sombríamente.

—No hace falta, señorita Romanoff. Yo mismo mataré a Barnes.

Los ojos de Natasha se estrechan y la cabeza de Lisa se inclina hacia atrás, observando al hombre alejarse. Sin más palabras, y con una mirada oscura en sus propios ojos, Lisa se levanta rígidamente y camina en la dirección opuesta.

♛♛♛

El pecho de Natasha se siente apretado y es difícil de tragar mientras piensa en lo que el rey acaba de prometer. Su mirada se apaga y los recuerdos pasan rápidamente por su cabeza. La pelirroja tímida y cautelosa y el Soldado que olvidó cómo ser suave. Los quiere de vuelta, pero ahora están tan ocultos, muy ocultos incluso para que Natasha los alcance. La mujer libera una respiración calculada, tratando de aliviar la tensión en sus pulmones.

Su teléfono sonando la saca de sus pensamientos, se echa el pelo hacia atrás y se lo acerca a la oreja.

—¿Sí?

—¿Estás bien? —la voz preocupada de Steve llena sus oídos.

—Uh, sí, gracias —su voz vacila, tratando de decidir si realmente está bien y si se lo diría si no fuera así—. He tenido suerte...

Las sirenas se disparan a su alrededor y sus ojos no pueden evitar viajar junto con los cadáveres que pasan. Traga saliva y su cabello cae ligeramente en su rostro, levantándose. Su brazo cruza sobre su estómago, luchando por las palabras correctas.

—Escucha, sé lo mucho que Barnes significa para ti —sus ojos se cierran y los mantiene así por un momento.

Puede escuchar su risa de los meses posteriores a su primer encuentro hace casi dieciséis años. Era tan puro y lleno que ella sabía que era real. Solía amar la forma en que sus mejillas tiraban y se arrugaban en una sonrisa de dientes blancos, y como cabeza se hundía y sacudía. Él era la mayor parte de su juventud, la mayor parte de ese lugar. No solo significaba algo para ella, lo significaba todo. Y ahora es un recuerdo de la felicidad que sentía, el recuerdo de una familia cuando estaba con él y embarazada de su hija.

Él significa familia para Natasha Romanoff.

Significa el recuerdo de un hogar.

Ella abre los ojos.

—Sabes que es cierto.

Ella respira profundamente; las palabras le pican en el pecho.

—No hagas nada —su voz se vuelve ronca una vez más—. Lo empeorarías todo.

La imagen de esa niña acurrucada y riéndose en la parte trasera de ese camión se le viene a la mente.

—Hazlo por nosotros.

Natasha puede ver a esa niña encontrar consuelo en sus brazos mientras las lágrimas corren por su cara cubierta de hollín.

—Por favor.

—¿Qué harías, detenerme?

—No —Natasha respira y sacude la cabeza rápidamente—. Pero alguien lo hará si te entrometes. Así es como funciona ahora.

—Si tan loco está, Nat, el que debería detenerle soy yo.

—¿Por qué? —ella apenas puede mantener su burla.

—Soy el que menos probabilidades tiene de morir.

—¿Y Svet? —las palabras resuenan en la línea y los ojos de Natasha se cierran cuando el dolor regresa con toda su fuerza—. ¿Qué pasa con ella? ¿La vas a involucrar?

—Es la única forma de mantenerla a salvo, Nat, lo sabes. Si no intervengo, ellos no lo conseguirán.

Los pies de Natasha cambian su peso muy ligeramente, apretando los dientes.

La voz de Steve desaparece y la línea se corta antes de que la mujer pueda discutir cualquier otra cosa.

♛♛♛

Pelo rojo sopla suavemente en el viento frío, recogiéndose debajo de una gorra azul que se ajusta a la perfección, y chocando contra los hombros con chaqueta gris. Svetlana camina alegremente con Bucky; sus ojos azules brillan de felicidad al caminar entre los vendedores y la muchedumbre que zumba en medio de Bucarest. El cielo sigue siendo gris y el padre y la hija tienen que usar chaquetas para mantenerse abrigados del viento.

Es jueves, lo que significa que es el día de la tienda de comestibles que, curiosamente, es uno de los días favoritos de la semana de Svet. Probablemente porque es realmente uno de los pocos en que ella y Bucky pueden pasear juntos. Por mucho que le encante poder quedarse sola en el departamento, Svetlana sabe que Bucky la arrojaría de un balcón antes que dejarla ir sola a la ciudad. Sin embargo, ella no discute. Sabe que él es tan protector con ella porque la quiere. Además, siempre se esfuerza por hacer que los días que salen sean divertidos, así que, ¿quién puede discutir contra eso?

Bucky quita su brazo de los hombros ligeramente temblorosos de Svetlana cuando se detienen cerca de un puesto de frutas. Después de frotar su nariz helada, Svet se abraza y bosteza. Observa en silencio la mano de metal enguantada de Bucky pasar a través de las ciruelas oscuras que se amontonan ante ellos, tratando de encontrar algunas que estén maduras antes de volver a casa. Bucky la mira mientras bosteza de nuevo y, tanto él como la pareja detrás del puesto, se ríen en silencio cuando ella se sonroja con vergüenza.

Todavía hay una sonrisa en el rostro de Bucky cuando mira a los vendedores y dice en rumano:

—Cum sunt ei astăzi? Sunt bune? —¿cómo están hoy. ¿Son buenas?

La pareja responde afirmativamente y, después de darle el precio, Bucky asiente un poco y vuelve a mirar la fruta morada.

—Um —él presiona sus labios y mira a Svet para que pueda leer sus labios—. Cati crezi? —¿cuántas crees?

—Hm... —Svet golpea tontamente su barbilla en un pensamiento imaginario antes de levantar seis de sus dedos medio enguantados—. Şase? E suficient? —¿seis? ¿es suficiente?

Él asiente con aprobación y, con una sonrisa cuidadosa y agradecida, entrega las ciruelas a los vendedores para que las empaqueten.

—Dă-mi șase, mulțumesc —denme seis, gracias.

Cuando la mujer le acerca la pequeña bolsa negra a Svet, la chica sonríe y se la quita.

Bucky golpea ligeramente su hombro, llamando su atención y levantando una ceja.

—Ce spui? —¿qué se dice?

—Egh, papa —Svet se sonroja una vez más, mirando tímidamente a los vendedores y a su padre—. Mulțumesc —gracias.

Los vendedores felicitan a su hija por su dulzura, pero, antes de que Bucky pueda responder, una sirena suena a lo lejos.

Sus ojos oceánicos se apartan inmediatamente de los otros tres para poder mirar por encima de la cabeza de Svetlana. A pesar de que no ve nada por el momento, no le impide levantar una ceja y respirar rápido y uniformemente. Siempre es un poco más cauteloso los días que trae a Svet.

Su hija golpea juguetonamente su pecho con el dorso de su mano y lo mueve hacia adelante. Él asiente y la sigue, y Svet se da cuenta de cómo su ritmo se vuelve más lento y más cauteloso a medida que se acercan al borde de la carretera. La mano de Bucky regresa a su hombro mientras mira más abajo, observando los autos que se aproximan y que todavía suenan con fuerza.

Svet se acerca un poco más a Bucky, preocupada. Las sirenas nunca son una buena señal y, por lo general, si se dirigen hacia ti, significa que van por ti. Ambos casi hacen una mueca al detenerse en la acera, sin dejar de mirar a los vehículos que corren hacia ellos.

Bucky y Svet lanzan pequeños suspiros de alivio y arrancan sus miradas de la carretera cuando los autos pasan sin prestarles atención.

El padre frunce el ceño brevemente ante su inútil preocupación y parpadea un par de veces para recomponerse por el bien de Svet, aún queriendo que ella tenga un buen resto del día. La joven coge su mano libre con una sonrisa rápida antes de que ambos esperen a que pase el tráfico para poder cruzar la calle.

Ahí es cuando sucede.

El comienzo de algo horrible.

Un hombre con un pequeño sombrero marrón los mira curiosamente desde el interior de un quiosco, haciendo girar un palillo entre sus dientes amarillentos. Es Svet quien se da cuenta de su mirada persistente; mil escenarios diferentes juegan en su mente. Sus ojos azules se disparan instintivamente, apretando la mano de Bucky dos veces como advertencia. Su padre no reacciona mientras mira brevemente al hombre.

Siguiendo el protocolo, Bucky da diez segundos de despreocupación donde deja que sus ojos caigan a la cara de su hija. Sostiene algo cercano a la tranquilidad, tratando de calmarla al tiempo que su mano se convierte en un puño. Esperan unos segundos más agonizantes antes de que Bucky baje la barbilla preocupadamente y sus ojos pasen rápidamente por el borde de su gorra de béisbol negra.

Y el hombre sigue observando, y su curiosidad se ha convertido en miedo.

—Papa... —Svet respira rápido, su puño cerrado comienza a temblar por la fuerza que le está aplicando.

—Mantén la cabeza baja —Bucky descansa una mano en su cabello, empujando ligeramente su rostro más cerca de su pecho—. Vamos.

Ninguno de los dos puede respirar al observar al hombre con cautela, saliendo lentamente a la calle. El hombre retrocede aterrorizado de su puesto de periódicos, alejándose del padre y la hija que se aproximan tan rápido como puede. El ritmo de Svet se apresura cuando deja a Bucky, que mira al hombre con ojos analizadores. La niña deja caer sus manos sobre el mostrador del quiosco, agarró ansiosamente el periódico extendido.

Svetlana muerde con dureza el interior de su labio, viendo una foto de vigilancia de alguien que parece ser su padre vestido de negro. Bucky se acerca, estirando una mano para agarrar el otro lado del periódico. Sus labios quedan ligeramente separados y su rostro atrapado en una sombría confusión. Los pequeños dedos de Svetlana trazan sobre las letras grandes que cubren la parte superior del papel, 'Soldado de Invierno cautat pentru Bombardamentul din Viena'. Su mirada cae de las grandes palabras pintadas de negro; sus ojos se mueven de un lado a otro sobre el suelo, el pánico se eleva dentro de ella.

Los están buscando ahora. Después de meses, no, después de años de casi nada en las noticias, aparece esto. Una foto que dice que su padre bombardeó algún lugar en Austria.

—Papa —Svet de repente mira a Bucky, cuyos ojos ya están escaneando sus alrededores—, ¿tenemos que...?

Él solo asiente levemente y apoya su mano en la parte posterior de su cuello. Aprieta la mandíbula y mira por encima del hombro con precaución atando cada uno de sus movimientos.

La mano de Bucky se mueve sobre el resto del hombro de Svet, acercándola a él mientras se deslizan de vuelta al entrenamiento que HYDRA arraigó con tanta fuerza en ellos. Sus cabezas se agachan, sus ritmos son rápido y sus cuerpos están listos para saltar y luchar en cualquier momento.

Bucky hace que Svet suba corriendo los escalones del apartamento delante de él. El plan de huida A ya se ha puesto en marcha. Es rápido y simple; agarran sus pocos artículos limitados y su mochila y se van. Otra mudanza. Otro país. Todo irá bien. Estarán bien. Tienen que estarlo.

Sus pasos son silenciosos y sus movimientos sin interrupciones antes de que Bucky abra la puerta. Svet se apresura a moverse por la pequeña entrada, lista para levantar su libro, hasta que sus pies patinan de repente. Bucky inmediatamente se pone a su lado, agarrándola fuertemente de la mano y poniéndola ligeramente detrás de él. Ninguno de los dos habla. Ninguno se mueve. Ninguno respira.

Solo miran al hombre de hombros anchos que se encuentra al otro lado.

La cabeza del hombre está inclinada, parado junto a su refrigerador, y aparta cuidadosamente algunas de las barras de chocolate de Svetlana de un pequeño diario encuadernado. Lentamente, revisa las páginas, mirando las imágenes y las palabras cuidadosamente colocadas. El hombre habla en voz baja con alguien que Bucky imagina que debe estar al otro lado de un comunicador. El brazo izquierdo del hombre está cubierto con un escudo rojo, blanco y azul demasiado familiar. Svet solo sabe de una sola persona en toda la tierra que tiene tal cosa.

Steve.

El Steve de Svetlana.

Como si en ese momento sintiera a alguien detrás de él, Steve se endereza y mira bruscamente sobre su hombro. La vista lo hace girar y pararse en una posición algo defensiva. Un hombre y una niña están de pie al otro lado, mirando al Capitán con expresiones contrastantes. El hombre luce reservado y casi confundido, mientras que la chica tiene una mirada completamente diferente. Steve imagina que Natasha debe haber tenido ese aspecto específico de pequeña; esa expresión de puro alivio y de inocente e infantil alegría en un par de ojos cristalinos.

La chica avanza hacia Steve con ligereza, pero el hombre agarra la manga de su chaqueta y la empuja suavemente para que esté detrás de él una vez más. Deja escapar un suspiro tranquilo, sus hombros ligeramente encorvados y su expresión muy cautelosa. La niña mira a su padre rápidamente, pero no hace nada para argumentar. Los ojos oceánicos del hombre nunca se apartan del Capitán, observando todos sus movimientos con oscura inquietud.

—¿Me conoces? —la pregunta es muy simple y, sin embargo, tiene mucho peso.

Bucky se toma unos minutos para responder.

—Eres Steve.

Svet permite que una pequeña sonrisa aparezca en su exterior cauteloso, hablando con el hombre que no ha visto en más de dos años.

—Hola, señor Soldado.

La mirada del Capitán baja a la de quince años y le devuelve una breve sonrisa.

—Hola, pequeña.

—Hubo una exposición sobre ti en un museo —con la barbilla, Bucky asiente hacia el diario que aún sostiene Steve.

Él parece escuchar algo en su oreja antes de colocar cuidadosamente el diario en el mostrador.

—Estás nervioso, tienes motivos para estarlo.

El capitán se adelanta un poco, asintiendo con la cabeza a la forma en que todavía se para frente a Svet. La joven mira con cautela a los dos hombres, sin saber exactamente qué esperar. ¿Deben seguir siendo amigos? ¿Se preparará para algún tipo de pelea? Bucky solo presiona sus labios en una línea apretada sin decir nada.

La voz de Steve baja.

—Pero mientes.

El otro hombre no lo reconoce, aún no está dispuesto a admitir lo que sabe o no.

—No estuvimos en Viena. Ya no nos dedicamos a eso.

—No la culpan a ella —los ojos de Steve se dirigen a Svetlana en demostración—, solo a ti.

La cara de Svet se torna en un extraño ceño. Es casi como si quisiera ser culpada. Si se culpa a su padre de algo injustamente, entonces ella también debería estarlo.

—Y los tipos que están a punto de entrar creen que sí —su voz se eleva cuando se acerca cada vez más, tratando de hacer que el hombre, que solía ser su mejor amigo, y su sobrina entiendan—. Y te capturarán vivo o muerto.

El padre y la hija realmente no parecen demasiado preocupados por ese hecho.

—Muy hábil —reconoce Bucky, pensando en todo el daño que podría hacer si lo dejaran con vida—. Buena estrategia.

Bucky y Svet se mueven, ajustando los hombros y volviendo a colocar el pie. Es el tipo de movimiento que promete que realmente se están preparando para una batalla. Pies pesados golpean repentinamente el techo, advirtiendo que quien viene ya está aquí. Los ojos de Bucky se alzan y se queda completamente quieto, contando.

Svet sigue los ojos de su padre y murmura con creciente nerviosismo:

—Papa...

Bucky inclina la barbilla hacia ella, listo con palabras que ambos saben que son mentiras, pero que las dice por su bien.

—Vse budet khorosho, Lana —no pasará nada.

Los ojos de la niña se abren y se pasa los dedos por el pelo rojo; su respiración se acelera y sus manos se cierran en puños una vez más.

—No tiene por qué acabar en pelea, Buck.

Bucky lentamente se hace a un lado, dejando escapar un fuerte suspiro. Svet se acerca a él, apoyando su pequeña mano sobre su brazo con la esperanza de llamar su atención. El hombre se obliga a mirar a su hija llena de temor.

Todavía mirándola, respira con voz ronca y capas de culpa en su voz.

—Siempre acaba en pelea.

La chica no intenta convencerlo de lo contrario. Svetlana sabe que tiene razón. Entonces, su mandíbula se contrae y su cabeza asiente en comprensión, prometiendo que está con él. La voz continúa advirtiendo al oído de Steve y él mira apresuradamente las ventanas cubiertas de periódicos.

Se vuelve más aterrado y duro, queriendo detener esto antes de que empiece.

—¡No me dejaste morir en el río! ¿Por qué?

Bucky parece casi cansado, quitándose el guante negro de su mano de metal.

Suspirando, vuelve los ojos hacia el capitán.

—No lo sé.

—Sí que lo sabes.

Las tres personas dentro del pequeño departamento no dicen nada mientras un silencio misterioso se acumula sobre ellos, haciéndose después añicos como una pared de vidrio. Steve mira hacia la ventana, donde un pequeño cilindro vuela a través de las cortinas. El hombre apenas redirige el objeto antes de que otro sea enviado por la ventana opuesta, aterrizando directamente a los pies de Bucky y Svet. Los ojos del padre se estrechan antes de patearlo por el suelo, haciendo que Steve cubra la explosión con su escudo. Bucky tira rápidamente del colchón y estira la mano para que Svetlana se esconda cuando se lanza otra explosión.

Mientras su padre arroja una mesa para cerrar la puerta, Svet retrocede cautelosamente solo para que dos hombres grandes con equipo táctico entren por sus ventanas. Cuando el hombre más cercano aterriza ante ella, Svet golpea a un lado el cañón de su arma y patea con fuerza el costado de su rodilla. El hombre grita y Bucky lo silencia brevemente con un puñetazo en la cara y un lanzamiento por la sala.

Su otro atacante dirige su arma hacia ellos, pero Steve rápidamente saca la alfombra de debajo de él y una lluvia de balas penetra en el techo. La puerta de la cocina se abre de golpe y otro soldado se lanza con una pistola. Steve empuja el arma del hacia arriba, solo para que Bucky gruña al patearlo de vuelta al balcón.

El capitán se aferra al brazo de Bucky y grita:

—¡Buck, no, para! —incluso cuando el otro hombre se retuerce, Steve todavía advierte—. Matarás a alguien.

Sin decir una palabra, Bucky lanza a Steve en el suelo y golpea su puño. Steve apenas esquiva el golpe, ensancha los ojos cuando Bucky hunde su mano en la madera.

—No voy a matar a nadie.

Bucky saca su mochila negra de debajo de las tablas y la arroja por el balcón, haciendo que se estrelle contra el edificio opuesto. Cerca, los puños de Svet se aprietan a los costados y se balancea sobre los dedos de los pies mientras mira la puerta de madera que se desmorona. Sus ojos se abren cuando otro soldado salta por la ventana y comienza a dispararles. Ni siquiera tiene que pensar nada más gira y se cubre con el brazo de metal de su padre y luego con el escudo de Steve. Cuando aparece un tirador, Bucky aprieta los dientes y le da a Steve un fuerte empujón en esa dirección. El cuerpo del Capitán derriba al atacante, claro, pero Steve también sale volando.

Svet mira a su padre bruscamente.

—¡Papa!

Él no le hace caso, levantando su mano de metal para bloquear las balas que se aproximan. Svet corre hacia uno de los soldados cercanos, levantando su rodilla y haciéndole chocar contra la pared. Los dos luchan por el arma por un largo rato antes de que Bucky se dé vuelta y pegue el pecho del soldado con un bloque de cemento, haciéndolo volar al armario.

—¿Plan B, entonces? —Svetlana pregunta sin aliento, sosteniendo su pecho dolorido.

Bucky no responde a sus palabras, solo dice:

—Quédate detrás de mí.

Su padre comienza a despejar su camino por las escaleras, derribando brutalmente soldado tras soldado. Svet se desliza por la escalera detrás de él, agachándose con pánico cuando ve destellos de luz de un soldado que desciende del techo de cristal. Con el ceño fruncido, ella agarra el cañón, lo acerca y luego envuelve sus piernas alrededor de su cuello. Los dos pasan volando junto a su padre antes de chocar contra la pared de cemento.

Mientras Bucky se dirige hacia ella, Svet vuelve a ponerse de pie antes de golpear la cabeza del hombre contra la pared una vez más. Con un grito, lanza su puño contra un panel de vidrio y la sangre mancha su brazo mientras agarra el extintor. La joven procede a aplastar la cosa de metal contra quien se acerque. Steve sale corriendo del departamento, mirando a los que continúan corriendo. Después de empujar con dureza uno de los soldados hacia el hueco de la escalera, un piso más abajo, los ojos de Svetlana vuelven a su padre con preocupación mientras él todavía lucha por subir.

Sus ojos se encuentran con los de ella y le da un rápido asentimiento.

—¡No pares! ¡Te alcanzaré!

—¿Lo prometes? —ella grita antes de que la agarren por los hombros y la golpeen contra la pared.

Bucky tira a un hombre por la escalera y luego golpea a otro en la pared.

—¡Lo prometo, Svetka! ¡Vete!

Cada vez más soldados comienzan a subir la escalera. Steve salta para alcanzar a Bucky, quien accidentalmente arroja a uno sobre la barandilla mientras envuelve sus brazos alrededor del cuello de otro. El capitán apenas agarra al soldado que cae, gruñendo y suspirando con incredulidad.

Él simplemente sacude la cabeza con cansancio y le dice a Bucky:

—Venga, hombre.

Como para irritarlo, Bucky lo mira fijamente y aprieta los dientes, tirando el codo hacia la cara de su oponente. Corre unos pasos hacia abajo antes de tirar de la barandilla y arrojarse al suelo donde Svet está luchando. Patea al hombre por otra puerta y Svet corre hacia adelante para atravesar los que siguen llegando. La lucha no vuelve a detenerse hasta que un escudo rojo, blanco y azul aparece en el momento justo, lo que le ahorra a Bucky un montón de balas. El padre y la hija miran al Capitán con los ojos muy abiertos. Bucky envuelva su brazo de carne alrededor de la cintura de Svet y se arrojan fuera de la escalera.

Caen piso tras piso hasta que Bucky arroja su mano de metal y agarra la barandilla. Dolorido, grita por tirón donde se conectan su metal y su carne. La barandilla se dobla para acomodar su peso antes de que Svet enrolle sus piernas sobre él y ayude a Bucky a seguirla. A medida que avanzan al siguiente paso del plan, la respiración de Svet se tensa y rebota un poco sobre los dedos de los pies.

Después de derribar la puerta, Bucky levanta rápidamente a la chica y mira al cielo blanco.

—¿Confías en mí?

—Sabes que sí —Svet le da una sonrisa plana y cautelosa antes de mirar por encima del borde y encogerse ligeramente—. Pero... no me dejes caer, por favor.

—Haré lo que pueda.

Svetlana lo mira con los ojos muy abiertos, pero no tiene tiempo para regañarlo. Con una mirada determinada en su rostro, Bucky da unos pasos y se lanzan al borde del balcón. Svet no puede contener un grito al volar hacia el edificio que se encuentra demasiado lejos.

Mientras caen más cerca de la azotea, Bucky la aparta antes de que ambos se estrellen con fuerza sobre sus espaldas y rueden. Inmediatamente, se acurruca y agarra la chaqueta de Svetlana, poniéndola de pie. A medida que comienzan a correr hacia el otro lado, Svet se abalanza sobre su mochila.

Pero luego aparece una sombra sobre la suya y Bucky la ve antes de intentar levantar una mano sobre la cabeza de Svet. La chica gruñe cuando los dos son pateados hacia delante, chocando una vez más. Bucky inmediatamente se enrolla y Svet permanece sin aliento, acostada de lado. Sus ojos azules se ensanchan, viendo a su atacante de traje negro curvar su cuerpo y dispara las garras de sus dedos.

—Bozhe moi —Svetlana exhala. Dios mío.

Bucky descubre los dientes, avanzando hacia el hombre con forma de gato que lo golpea de inmediato y con fuerza. El asesino tropieza y trata de atacar a su cabeza, teniendo que bloquear muchos otros ataques. Los dos continúan luchando de un lado a otro, hasta que el hombre con forma de gato se da la vuelta, patea a Bucky en la cara y lo golpea en el pecho.

Cuando su padre se recuesta en un respiradero de metal, Svetlana saca uno de sus cuchillos de cocina de su mochila y salta sobre la espalda del hombre. Con todas sus fuerzas, la joven de quince grita y apuñala el cuchillo en su hombro. Sin embargo, sus ojos se abren con horror, la hija solo se ha doblado, y luego el hombre con forma de gato la arroja fuera de él. Luego, empuja sus garras en las rejillas de ventilación mientras Bucky se desliza en pánico, tratando de regresar a Svet antes de que lo atraviesen por la espalda.

Svetlana deja escapar un grito de protesta cuando Bucky grita de dolor y se da vuelta para esquivar otro corte. Se acuesta de espaldas y el hombre se queda sobre él, preparando sus garras antes de que Svet agarre un poste de metal y lo golpee en la cabeza tan fuerte como pueda. Todo lo que acontece es un ruido muy fuerte que la niña ni siquiera puede escuchar. Sus hombros caen y deja escapar un suspiro desanimado y el hombre con forma de gato la patea de lleno en el pecho, haciéndola caer. Su padre, a su vez, recoge apresuradamente la cosa oxidada y la usa para bloquear el golpe que se aproxima.

En el edificio de apartamentos, Steve corre hacia el borde del balcón y mira hacia abajo, donde tres personas están luchando. Un hombre con alas atraviesa el cielo pálido y el capitán retrocede unos pasos, preparándose para el salto.

—Sam, azotea suroeste.

—¡¿Quién coño es ese tío?! —Sam exige, sonando irritado.

—Ahora lo sabremos —Steve luego se lanza desde el balcón.

El poste se rompe y Bucky atrapa las manos duras del hombre, tratando de evitar que las garras le arañen la cara. Un helicóptero negro aparece y Svet grita una advertencia, saltando a cubierto cuando las balas empiezan a volar. El hombre gato solo se da la vuelta y mira hacia el helicóptero, las balas rebotan en él como si no fueran nada.

Sam y Steve siguen haciendo todo lo posible para mantener a todos los demás lejos del padre y la hija, dándoles tiempo para patear al hombre gato y luego correr hacia el borde de la azotea. Saltan con gracia, levantando la vista para ver si el hombre gato los sigue. Y es así; sus garras rozan el costado del edificio al deslizarse. La niña gime antes de que Bucky los haga saltar por el resto del camino, aterrizando y luego poniéndola de pie para que corra. El hombre gato llega después y Steve también, una línea de pánico formándose mientras uno corre tras otro. El helicóptero sigue disparando y los hombres siguiéndole; Svetlana respira hondo y se aferra fuertemente a donde se sientan sus pulmones.

—¡Sigue corriendo, lo estás haciendo bien! —Bucky la alienta mientras protege su cabeza de las balas que se aproxima—. ¡No mires atrás!

El padre y la hija alcanzan una última repisa y aquí es donde se separan.

No intencionalmente.

Hacen el salto juntos.

Pero solo uno de ellos aterriza.

♛♕♛

Un ser vestido completamente en negro mate atraviesa el aire, arrojando con fuerza sus afilados brazos alrededor de la chica Barnes, atrapándola antes de que pueda correr más lejos. La joven asesina grita en pánico y su padre levanta la vista rápidamente, horrorizado cuando las alas como cuchillas del ser se enroscan en la espalda y los brazos cubiertos de negro de la mujer.

El otro de negro salta hacia el túnel, obligando al Soldado de Invierno a correr mientras su hija es sacada de la vista. El ser con alas de metal no dice nada mientras se lanzan a través del aire frío. La chica Barnes grita, volando por las calles y los autos, arrojando sus piernas y retorciéndose con la esperanza de ser liberada. Cuando la niña arroja un codo que atrapa la barbilla del ser, sólo se se menea brevemente antes de que sus lentes negros redondeados se estrechen en ira en su máscara.

El ser gira y van en espiral una y otra vez, cortando el aire como un cuchillo. Svetlana Barnes grita mareada, cerrando los ojos mientras el ser empuja más rápido y fuerte. El ser ajusta sus propios brazos, enroscándolos alrededor del cuello de Svetlana en un intento de sellarla hasta dejarla inconsciente. La chica lucha contra el agarre, jadeando. Lanza sus pies hacia atrás y los estrella en la máscara del ser, partiendo el centro.

Svetlana se deja caer entre los autos y las sirenas; su cuerpo golpeando el suelo con fuerza. El ser grita y su cuerpo vuela hacia atrás, chocando contra otra forma negra que corre detrás de la motocicleta. Los dos cuerpos se enredan salvajemente y se empujan con enojo, tratando de ser liberados. Steve y Sam rápidamente persiguen a los demás, intentando detener a los seres y a la policía circundante. Svetlana sigue tratando de levantarse, hasta que un brazo de metal se envuelve alrededor de su cintura y la arrastra por el aire una vez más.

—¡¿Estás bien?! —Bucky le grita, tratando de llevarla al asiento trasero de la motocicleta que aparentemente ha tomado prestada.

Sus brazos se apresuraron a rodear el pecho de su padre, gritando sobre el sonido que no puede escuchar.

—¡Estaré mucho mejor cuando salgamos de aquí!

—¡Espera un poco más!

Las sirenas rojas y azules parpadean a su alrededor, la motocicleta gira de un lado a otro, pasando los coches y alejándose de todos los que los siguen. Los seres de negro siguen peleando. La mujer silba y luego grita cuando el hombre salta de ella.

Mientras estira las garras hacia los asesinos, Bucky echa una mano hacia atrás y atrapa al hombre con fuerza alrededor de la garganta. Se ahoga y se atraganta antes de poner los pies contra la pared y forzar la motocicleta hacia un lado. Svetlana grita y se aleja del suelo. Cuando Bucky extiende su mano, el hombre trepa por la parte trasera, pero no tiene la oportunidad de golpear.

—¡Bájate! —chilla Svetlana, echando su pie hacia atrás, pateándolo.

Cuando la mujer vestida de negro vuela más cerca, se burla y sacude la cabeza. Él salta de un auto y la mujer sonríe, obligándolo a volar sobre su cabeza y, a su vez, aferrarse a Sam Wilson y su juego de alas. La mujer se abalanza al lado del auto de Steve y dispara a su neumático, tratando de hacer que el hombre disminuya la velocidad para poder tener su oportunidad.

Para que finalmente pueda tenerla.

Sin embargo, no sale según lo planeado. Bucky arroja un explosivo redondeado que se engancha en el techo sobre ella. El cemento y las baldosas se disparan, haciendo que la mujer se salga de control y observe cómo su oponente en negro vuela al pasar. No alcanza por completo al padre y a la hija, pero llega lo suficientemente lejos como para cortar sus neumáticos y hacerlos rodar por la carretera.

Los dos seres aterrizan en el suelo, pero la mujer es más rápida que el hombre. Con movimientos bruscos y cortantes, corre hacia el asesino y se detiene sobre su forma caída. Tiene su oportunidad. Tiene que aprovecharla... Y luego algo agudo y rojo destella dentro de su cerebro, asustándola tanto que casi olvida su propósito.

Eran las 7:01PM.

—Ayude a mi nieta y a mi mujer. Por favor.

Con un jadeo agudo y sus ojos cerrados, la mujer levanta su mano brillante hacia su rostro. El hombre de negro corre y le da una fuerte patada en el costado, haciéndola volar. Ella muestra los dientes con furia, gira su cuerpo y mira oscuramente a través de su frente. El hombre con la armadura de gato levanta sus garras hacia el Soldado de Invierno antes de ser abordado.

Todos los que están en el suelo saltan ansiosamente, respirando pesadamente mientras se miran sombríamente. Bucky mantiene su hombro ligeramente frente a su hija, pero esto no la mantendrá a salvo de los enemigos. Steve tiene los brazos extendidos, tratando de mantener la paz entre su mejor amigo, su sobrina y las incógnitas frente a él. Sin embargo, la mujer de negro no tiene intención de mantener la paz cuando da un paso al frente.

Está absolutamente lista para terminar su misión, pero un hombre con traje de metal negro y gris cae en picado frente a ella, haciendo un ruido sordo. La mujer se detiene inmediatamente y el hombre levanta sus propulsores a los dos grupos. Los SUV negros se detienen a ambos lados y hombres con uniformes negros levantan sus armas, apuntando los cañones hacia sus cabezas.

—¡Se acabó! —el arma de Rhodey los apunta.

Ni Bucky ni Svet se mueven, respirando pesadamente, negándose a quitar los ojos de los seres de negro. Steve vuelve a sujetar su escudo a la espalda, enderezando su postura defensiva mientras el hombre desconocido mira a su alrededor para descubrir que está atrapado.

Rhodey mira bruscamente a las dos personas que usan armaduras negras.

—¡Las máscaras!

La mujer se pone rígida y duda por un momento; enfadada, arranca su máscara ahora partida. El cabello castaño de Lisa Stark cae sobre sus hombros y sus ojos azules no tienen más que amargura. Los ojos de Rhodey y Steve se abren en shock y confusión, mientras que los ojos de Svetlana solo se estrechan, recordando haber visto a la joven hace años en Washington. Lisa no dice nada en defensa, solo aprieta los puños con ira por haber fallado.

—Enhorabuena, Lees y Cap —Rhodey suena amargamente decepcionado—, ahora sois criminales.

Lisa aprieta los dientes con fuerza, sus ojos cambian de su tío al hombre aún desconocido que está a su lado.

Los soldados se convergen, gritando órdenes en alemán, moviéndose para forzar sus manos a la espalda. Svet mira a su padre con los ojos muy abiertos y aterrorizados. El primero que la toca recibe un fuerte revés en la cara y los hombres gritan más fuerte, levantando sus armas para apuntar directamente a la cabeza de Bucky.

—Buck —Steve baja la voz—, esta era la única forma.

Bucky aprieta la mandíbula y Svet cierra los ojos, dando un suave gesto de comprensión. El padre y la hija son arrojados al suelo y las esposas de metal se cierran alrededor de las muñecas flacas y pálidas de la chica.

Lisa parpadea y mira hacia otro lado; sus propias manos se rasgan detrás de su espalda y son esposadas. Su mirada se eleva hacia el hombre desconocido que se mueve con cuidado. Sus manos descansan en la parte inferior de su máscara y luego, lentamente, se la quita.

La cara que hay detrás hace que Lisa Stark recupere el aliento y se estremezca un poco.

Tenía que ser él.

Claro que tenía que ser él.

T'Challa, el príncipe de Wakanda.

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