La maldición de la fotografía

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El frío aire del mercado de pulgas me rozaba la piel mientras mis dedos recorrían las viejas cajas de madera, llenas de objetos olvidados. La nenue luz de los faroles proyectaba sombras que parecían danzar sobre los puestos, creando una atmósfera de misterio que me atraía. Era como si el tiempo se hubiera detenido en este lugar, atrapando historias y secretos en cada polvoriento objeto.

De pronto, una fotografía llamó mi atención. Era una imagen descolorida, tomada en blanco y negro, que mostraba a una familia de cuatro miembros: un hombre corpulento con bigote, una mujer de mirada dulce, una niña de sonrisa traviesa y un niño pequeño con un osito de peluche en la mano. La familia parecía feliz, pero algo en la foto me causaba una punzada de inquietud. Era como si una sombra invisible se posara sobre ellos, empañando su alegría.

Sin dudarlo, la tomé y la comencé a examinar con detenimiento. La áspera textura del papel me recordaba épocas pasadas, y el olor a humedad me transportaba a un tiempo lejano. Al mirar aquella fotografía, un escalofrío recorrió mi cuerpo. Era como si una corriente de aire frío me hubiera rozado la nuca, o como si una presencia invisible me observara. Un nudo se formó en mi estómago, y una sensación de malestar me invadió.

-Le gusta la foto, ¿verdad?- Pregunto una áspera voz que logro sacarme de mis pensamientos. Era el dueño del puesto, un hombre de rostro curtido por el sol, con ojos que parecían haber visto demasiado.

-Sí, es... peculiar,- Respondí, sintiendo que mis palabras salían con dificultad.

-Es una fotografía antigua- dijo el hombre, con una sonrisa llena de misterio. -La encontré en un viejo baúl en el ático de mi casa. Nadie sabe quiénes son esas personas- pero dicen que la foto está maldita.

-¿Maldita?-Pregunté, sintiendo que mi corazón se aceleraba.

-Dicen que la familia de la foto sufrió una tragedia horrible- respondió el hombre, con un tono misterioso. -Y que cualquiera que mire la foto, corre el riesgo de ser atrapado en su destino-

Sentí un escalofrío recorriendo toda mi espalda mi espalda. No creía en maldiciones, pero la sensación de inquietud que me había invadido al ver aquella imagen era real. La compré sin dudarlo, con la esperanza de descubrir la verdad detrás de aquella imagen.

Al salir del mercado, la foto me pesaba en la mano. La miré una vez más, y sentí que la sombra invisible que había visto antes se hacía más intensa. Era como si la fotografía me observara, esperando el momento oportuno para revelar su oscuro secreto.

Esa noche, mientras revisaba todas las fotografías que había tomado durante el día, la imagen de la familia me atormentaba. La sombra que había visto antes se había intensificado, y ahora parecía empañar por completo la felicidad de la familia. Sentí una oscura presencia en la habitación, como si alguien me observara desde las sombras. No pude dormir. La imagen de aquella familia me perseguía en mis sueños, y la sensación de malestar no me abandonaba en ningún momento.

Al amanecer, me levanté con la sensación de que algo había cambiado. La foto, que había estado sobre mi mesa de trabajo, había desaparecido. La busqué por toda la habitación, pero no la encontré. La sensación de inquietud se intensificó, y un miedo helado se apoderó de mi corazón.

¿Dónde estaba la fotografía? ¿Y qué era esa presencia oscura que me acechaba? No tenía respuestas, solo una repentina sensación de que había cometido un error al comprar esa foto maldita.

El miedo me carcomía por dentro. La desaparición de la fotografía me había dejado con una sensación de vacío y una creciente paranoia. No podía sacarme de la cabeza la advertencia del vendedor del mercado de pulgas: "Dicen que cualquiera que mire la foto, corre el riesgo de ser atrapado en su destino."

Decidí que tenía que encontrar la fotocopia, sin importar el costo. No podía permitir que esa sombra oscura se apoderara de mí. Comencé por revisar mi estudio, buscando algún rastro. Revolví entre mis papeles, mis libros, mis archivos, pero no había nada. La fotografía había desaparecido sin dejar rastro.

Me senté en mi silla, con la cabeza entre las manos, tratando de ordenar mis pensamientos. ¿Cómo había podido desaparecer la fotografía? ¿Se la había llevado alguien? ¿O era posible que se hubiera movido por sí sola? La idea me llenó de horror.

De pronto, una imagen se grabó en mi mente: la vieja casa del vendedor del mercado de pulgas, con su polvoriento ático y lleno de objetos olvidados. ¿Y si la fotografía no había desaparecido, sino que había regresado a su lugar de origen?

Sin dudarlo, salí de mi estudio y me dirigí al mercado de pulgas. Al llegar, encontré al vendedor sentado en su puesto, con una expresión de aburrimiento. Me acerqué a él y le pregunté por su casa, con la esperanza de que me diera alguna pista sobre la ubicación de la foto.

-Mi casa es un lugar viejo y polvoriento-respondió aquel hombre, con un tono de desdén. -No creo que te interese-

-Por favor, solo quiero verla- le supliqué. -Necesito encontrar algo que perdí-

El hombre me miró con desconfianza, pero al final accedió a llevarme a su casa. Mientras caminábamos por las polvorientas calles, me sentí como si estuviera entrando en una pesadilla. El aire se volvía más denso cada vez, y el sol parecía perder su brillo. La sensación de inquietud que me había acompañado desde que vi la fotografía se intensificó.

Al llegar a la casa, me di cuenta de que era aún más vieja y más sombría de lo que había imaginado. La fachada estaba cubierta de hiedra, y las ventanas parecían mirar con ojos vacíos. El vendedor abrió la puerta con una llave oxidada, y me invitó a entrar.

-No te preocupes- dijo el hombre, con una sonrisa que no lograba llegarle a los ojos. -La casa es segura. Solo hay que tener cuidado con las sombras-

La casa estaba llena de polvo y telarañas, y el olor a humedad me llenó los pulmones. El vendedor me condujo por un oscuro y polvoriento pasillo, hasta llegar a un ático sin ventanas. El ático estaba lleno de cajas de madera, muebles viejos y objetos olvidados. Las sombras danzaban en las paredes, creando formas extrañas que me hacían sentir incómodo.

-Aquí es donde encontré la fotografia- dijo el vendedor, señalando una caja de madera cubierta de polvo. -Pero no creo que esté aquí ahora-

Me acerqué a la caja y la abrí con cuidado. Dentro había una colección de fotografías antiguas, todas ellas con una atmósfera inquietante. Las miré una por una, con la esperanza de encontrar aquella fotografía, pero no estaba.

-No está aquí- dije, con voz temblorosa.

-No te preocupes- respondió el vendedor, con una sonrisa que me heló la sangre. -La fotografía siempre regresa a su lugar. Y cuando lo haga, tú también estarás aquí para verla-

En ese momento, sentí una presencia oscura en la habitación. Era como si una sombra invisible se hubiera posado sobre mí, llenándome de miedo. El vendedor me miró con una mirada penetrante, y me di cuenta de que algo no andaba bien. No era un simple vendedor de antigüedades, sino algo mucho más siniestro.

Me di la vuelta y salí corriendo del ático, sin mirar atrás. El vendedor no intentó detenerme. Corrí por la casa, sin saber a dónde iba. La casa parecía moverse a mi alrededor, y las sombras se convertían en monstruos que me perseguían.

Al fin, llegué a la puerta de la casa y salí a la calle. Corrí hasta que mis pulmones ardían y mis piernas se cansaron. No me detuve hasta que llegué a mi estudio, donde me sentí seguro.

La foto seguía sin aparecer, pero ahora me sentía más seguro que nunca. Sabía que la foto estaba maldita, y que el vendedor era parte de esa maldición. Tenía que encontrar una forma de destruir la foto, antes de que fuera demasiado tarde.

La inquietud me perseguía, se había instalado en mi alma como un huésped indeseado. Las pesadillas con la familia de la foto se habían intensificado, ahora eran más vívidas, más terroríficas. En ellas, la felicidad de la imagen se transformaba en un grito silencioso, una súplica desesperada que me congelaba el alma.

La foto, la maldita foto, se había convertido en una obsesión. No podía dejar de pensar en ella, en la familia que mostraba, en la sombra que la envolvía. Necesitaba descubrir su secreto, comprender la tragedia que la había marcado.

Busqué información sobre la familia, rastreando archivos históricos, consultando genealogistas, buscando cualquier rastro que me permitiera reconstruir su historia. Pero mis esfuerzos fueron en vano. La familia de la foto parecía haberse esfumado, como si nunca hubiera existido.

Sin embargo, una pista me llevó a un camino inesperado. En un antiguo periódico local, encontré un artículo sobre un incendio que había arrasado con una casa en la zona hace décadas. La descripción de la casa coincidía con la que había visto en la foto, y la fecha del incendio era cercana a la época en que la foto había sido tomada.

El artículo mencionaba que la familia que vivía en la casa había muerto en el incendio, pero no ofrecía detalles sobre las víctimas. Sin embargo, una frase me llamó la atención: "Las autoridades encontraron una fotografía de la familia en los restos de la casa, pero la imagen estaba completamente ennegrecida, como si hubiera sido quemada por un fuego infernal."

La foto de la familia, la que yo había encontrado en el mercado de pulgas, no estaba quemada. ¿Cómo era posible? ¿Había otra foto, una copia, que se había perdido en el incendio? ¿O era la misma foto, pero con un secreto que se ocultaba a simple vista?

Decidí volver a la casa donde había ocurrido el incendio. Tal vez, entre las ruinas, encontraría alguna pista que me permitiera desentrañar el misterio de la foto.

Al llegar a la zona, me di cuenta de que la casa había sido reconstruida. Solo quedaban algunos restos de la antigua construcción, pero era suficiente para que mi imaginación recreara la tragedia que había ocurrido allí. Caminé entre los escombros, buscando algún rastro de la familia, de la foto, de la tragedia.

De pronto, mi mirada se posó en un pequeño fragmento de metal que sobresalía del suelo. Era una placa de identificación, con el nombre de Thomas grabado en ella. Era el mismo nombre que el del hombre de la foto.

Con el corazón latiéndome con fuerza, desenterré la placa de identificación. Era un pequeño objeto, pero para mí era un tesoro invaluable. Me decía que la familia de la foto había existido, que su tragedia había sido real.

En ese momento, sentí una presencia detrás de mí. Me di la vuelta lentamente, con la sensación de que algo no estaba bien. Y allí estaba, la sombra que me había perseguido desde que vi la foto. Era una sombra oscura y amenazante, con ojos que brillaban con una luz roja.

-Te has metido en algo que no te corresponde- pronunció la sombra, con una áspera voz-Ahora, prepárate para pagar el precio-

La sombra se abalanzó sobre mí, y sentí un dolor punzante en mi pecho. Caí al suelo, con la sensación de que mi vida se escapaba de mi cuerpo.

En mis últimos momentos, miré la placa de identificación de Thomas, y sentí que la fotografía de aquella familia me observaba, con una cruel sonrisa. La tragedia de la familia se había convertido en mi propia tragedia, y la sombra que los había perseguido ahora me perseguía a mí.

La foto había revelado su secreto, pero a un costo terrible. Había sido atrapado en su destino, y ahora estaba condenado a vivir la misma tragedia que la familia que había capturado.

La instantánea de la familia, ahora en mis manos, se había convertido en una maldición. Una maldición que se extendería a través de los siglos, atrapando a todos aquellos que se atrevieran a mirar su oscuro secreto.

Desperté en un lugar extraño, un espacio sin forma, sin límites, donde la oscuridad era tan profunda que parecía absorber la propia existencia. La sensación de vacío me envolvía, como si mi cuerpo se hubiera disuelto en la nada.

Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, un escalofrío que no era causado por el frío, sino que era producto de un miedo ancestral, una sensación de que algo horrible estaba a punto de suceder.

De pronto, una voz comenzó a resonar en la oscuridad, una voz que parecía provenir de todas partes y de ninguna al mismo tiempo.

-Bienvenido-dijo la voz, con un tono que no era ni amable ni amenazante, sino simplemente vacío, como el espacio que me rodeaba. -Has llegado al lugar donde el tiempo se detiene, donde el pasado se funde con el presente y el futuro-

No podía ver a la voz, ni a su fuente, pero la sentía, la percibía como una presencia oscura que se extendía por todo el espacio.

-Estás aquí porque has visto la foto-continuó la voz. -La escena que contiene la tragedia de una familia-la fotografía que ahora ha atrapado su destino.

-No entiendo-dije, con voz temblorosa. -Solo quería descubrir la verdad-

-La verdad es un arma de doble filo-respondió aquella voz. Puede liberarte o destruirte.

-Quiero volver- supliqué. -Quiero volver a mi vida-

-No tienes escape- dijo la voz.-Estás atrapado en el ciclo de la tragedia, como la familia de la fotografía- Ahora eres parte de su mismo destino.

La voz se hizo más fuerte, más insistente, más amenazante.

-Eres el nuevo Thomas- pronunció la voz.-Eres el nuevo padre de la familia, nuevo esposo, nuevo padre- Y tu destino es el mismo que el de ellos.

La oscuridad se intensificó, y la sensación de vacío se hizo insoportable. Sentí que mi cuerpo se desintegraba, que mi mente se desvanecía.

-No- grité, con angustia en la voz. -No quiero ser parte de esta tragedia-Quiero volver a mi vida.

-No hay ningún escape- repitió la voz. -Eres parte de su destino, ahora y para siempre-

La oscuridad me envolvió por completo, y la voz se desvaneció en la nada. Me sentí perdido, solo, atrapado en un ciclo de horror sin salida.

La foto, la maldita foto, me había llevado a este lugar, a este destino. Y ahora, debía enfrentar la tragedia de la familia, la tragedia que ahora era la mía.

Aquella sombra del pasado me había atrapado, y no había escape.

La oscuridad se disipó, dejando paso a una escena familiar, pero distorsionada. Era mi estudio, pero la luz era algo tenue, como si estuviera envuelto en una neblina espesa. Mis manos, mis pies, y todo mi cuerpo, todo se sentían diferentes.

Miré a mi alrededor, buscando alguna señal de que no estaba soñando, pero todo me parecía familiar y a la vez tan ajeno.

-Thomas- una voz suave me llamó. Era la mujer de la imagen, la de mirada dulce, pero ahora sus ojos reflejaban un dolor profundo.

-Sarah- respondí, sintiendo un nudo en la garganta. ¿Eres tú?

-Sí, soy yo- dijo Sarah, con una sonrisa triste. -Y tú eres Thomas, ahora-

-No entiendo- dije, con la voz temblorosa. -Soy yo, el fotógrafo. No soy Thomas-

-No importa- respondió Sarah, con un tono de resignación. El pasado te ha reclamado-Ahora eres parte de nuestra historia.

De pronto, el estudio se llenó de imágenes, recuerdos, fragmentos de una vida que no era la mía. Eran imágenes de una familia feliz, de una casa llena de risas, de un amor que se había perdido.

-Esta es nuestra casa-dijo Sarah, señalando una imagen de una casa acogedora. -Aquí vivimos, aquí nos amamos, aquí perdimos todo-

-Pero ¿qué pasó?-Pregunté, con la voz ahogada. -¿Qué tragedia los llevó a este destino?-

-No importa- respondió Sarah, con un tono de dolor. -Lo importante es que ahora eres parte de nuestra historia-Eres el nuevo Thomas, y debes vivir nuestra tragedia.

Las imágenes se volvieron más intensas, más reales, más dolorosas. Vi a Thomas, el hombre de la foto, trabajando en el taller, vi a los niños jugando en el jardín, vi la felicidad que se había esfumado.

Y luego, vi la tragedia. Vi el fuego que consumió su casa, vi el miedo en sus ojos, vi la desesperación que los envolvió.

-No- grité, con la voz llena de horror. -No quiero vivir esto-No quiero ser parte de su tragedia.

"No hay escape," respondió Sarah, con una sonrisa cruel. "Ahora eres parte de nuestra historia, y debes vivirla hasta el final."

La casa se incendió, las llamas me envolvieron, el humo me ahogó. Sentí el dolor, el miedo, la desesperación. Sentí la muerte.

Desperté en mi estudio, con la sensación de que había pasado una eternidad. La foto de la familia estaba sobre mi mesa de trabajo, y la sombra que la envolvía se había intensificado.

Miré la foto, y vi aquella tragedia reflejado en sus ojos. La familia seguía viva, en la imagen, en mi mente, y en mi alma.

La tragedia se había repetido, y yo era el nuevo Thomas, el nuevo padre, el nuevo esposo, el nuevo víctima.

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