Siguiendo unos rizos

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Estúpidos. Estaba rodeado de estúpidos por más que no pudiese decirlo en voz alta. Pero lo eran.

Cuando el nuevo chico apareció en clase por primera vez todos cayeron con facilidad bajo su embrujo. Y no es que no lo entendiera, ya que era perfecto. ¿Apariencia? Rizos dorados como el sol, sonrisa digna de un anuncio y ojos azul claro. ¿Estudios? A pesar de ser un recién llegado y afirmar que no le gustaba estudiar, todavía no había fallado una pregunta, ni siquiera del profesor de química. ¿Deportes? Parecía dominar todos los deportes existentes, él sospechaba que incluso algunos que aún no habían sido inventados. ¿Personalidad? ¿Acaso alguien así no debería tener un gran ego? ¿Ser engreído? ¿Presumido? Sí, debería, pero no lo era. Aquel chico, Daniel, era amable con todos, convirtiéndose en el centro de atención fuese a donde fuese y estando siempre rodeado de amigos a los que hacía reír. Incluso decir que era bisexual en público no hizo sino aumentar su popularidad por la naturalidad con que admitió que se sentía atraído por las personas sin importar su género.

Pero él no se dejaba engañar. Sabía que bajo aquella fachada perfecta ocultaba un oscuro secreto y él se lo mostraría al mundo.

Aquello no era producto de los celos, de su inseguridad. No. Nada que ver. Bueno, quizás un poco sí. Pero solo un poco.

Él era el paria de la clase por una razón: desde niño podía ver cosas, sentir cosas, algo que heredó de su madre, de su abuela, y por culpa de esa habilidad se quedaba mirando a la gente, la rehuía, decía cosas extrañas, haciendo que todos pensasen que estaba loco. Pero no era así. Solo podía sentir cosas que los demás no y, por eso, sabía que aquel chico no era como ellos. Daniel ocultaba algo.

Pero nadie lo creería si lo dijese en voz alta.

Por eso llevaba las últimas dos semanas espiándolo, reuniendo pruebas,  y, cuánto más tiempo lo observaba más guapo... más convencido estaba de que ocultaba algo. La manera en que miraba a la gente cuando creía que estaba solo no era normal. Aquel chico tenía un objetivo, Clara, y él la salvaría. Su abuela se negó a enseñarle qué hacer argumentando que aún era demasiado joven, por eso había buscado en varias páginas cómo exorcizar demonios, devolver entes malignos a su dimensión y como inmovilizar seres de otros mundos. Estaba preparado para todo.

Fingió mirar su móvil mientras lo observaba sin perderlo de vista. En algunos libros había leído cosas como "su pelo brillaba como el oro", pero nunca pensó que de verdad vería algo que se ajustaba a esa descripción y que sería tan bonito. Si estirase esos rizos, ¿hasta dónde llegarían? Se regañó volviendo en sí. Daniel hacía que todos cayesen bajo su influjo maligno con aquella sonrisa magnética, él era el único con la fuerza suficiente como para resistirse y debía seguir así si quería salvar a los demás.

Según le dijo su abuela su familia era la guardiana de aquel pueblo y él debía continuar con la tradición. Aunque aquella tradición significase proteger a un montón de idiotas que lo ignoraban solo por cumplir con su obligación.

Pero aquella era su oportunidad. Detendría a aquel ser, salvaría a Clara y dejaría de ser un paria para ser un héroe y todos olvidarían cuando, dos años atrás, interrumpió a aquella pareja cuando huía de una sombra especialmente insistente por la escuela. ¿Por qué nadie lo creyó cuando aseguró que no lo hizo a propósito a pesar de que se marchó apenas se dio cuenta de lo que estaba pasando?

Abrió el móvil comenzando a ver anuncios de color rosa, flechas, corazones y promociones así que pasó sobre ellos irritados. Sí, ya sabía que se acercaba San Valentín, el día en que el amor comercial florecía, no hacía falta que le recordasen que no tenía pareja y pasaría solo ese día, era consciente de ello. No tenía amigos, ¿cómo iba a tener pareja? No es que no la quisiese, pero nadie se fijaría en él, así que...

Se regañó. Tenía cosas más importantes que hacer que preocuparse por tener una pareja. Incluso, si todo salía bien, podría conseguir una. Sabía que era imposible, pero soñar era gratis. Apartó la vista de los chicos regañándose. Ya tenía bastante mala fama como para ser sorprendido mirando a alguien. Además, su objetivo era Daniel, pensó volviéndose hacia él. ¿Cómo conseguía aquel brillo en el pelo? Sin duda, no era natural.

Siguió observándolo charlar sonriente con sus amigos hasta que, por fin, el grupo salió, por lo que lo siguió y cuando vio que, en lugar de ir con los demás, se separaba subiendo por las escaleras a la cuarta planta, que estaba vacía, sonrió. Por fin iba a poder probar quién era en realidad Daniel. Subió los escalones preparando la cámara para grabarlo todo, tan sigiloso como le fue posible asomándose para verlo entrar en una de las aulas vacías con una llave sacada él sabría de donde, así que se aproximó a la clase con el corazón acelerado.

Respiró hondo varias veces, comenzando a respirar tal y como le había enseñado su abuela para ocultar su presencia de aquel ser antes de abrir la puerta con cuidado y al ver que Daniel estaba centrado mirando algo por la ventana comenzó a acercarse sigiloso sin perderlo de vista cuando Daniel cogió algo brillante que lo deslumbró por un momento antes de poder verlo bien. ¿Un arco de oro? ¿Un arco? ¿Quién llevaba un arco a clase? ¿Y para qué? ¿De verdad había tenido razón? ¿Todo aquello no fue solo su imaginación?

—No —gritó volviendo en sí cuando vio como tensaba el arco apuntando a alguien mientras se lanzaba contra un sorprendido Daniel, que lo miró como si fuese una aparición antes de caer los dos juntos al suelo. Por un momento se quedó sin aire antes de recuperarse intentando sentarse.

—¿Marcos? ¿Estás loco? ¿Qué haces? —exigió cuando se detuvo al verlo—. Esto no está pasando. Esto no puede estar pasando —negó con pánico mirando su pecho y, al seguir su mirada, vio una cosa dorada saliendo. Una flecha.

—¿Me has matado? —le preguntó para confirmarlo.

—No, pero ojalá fuese eso. Hay que sacarla rápido –dijo cogiéndola.

—No lo hagas —se negó deteniéndolo. En algún lugar había escuchado que, cuando te calvaban algo, no debías sacarlo para evitar morir desangrado.

—Hay que quitarla antes de que haga efecto —insistió intentando arrancarla.

—No —repitió deteniéndolo presa del pánico cuando la flecha comenzó a deshacerse en su pecho mientras una agradable sensación se extendía desde el lugar donde había estado la flecha. En realidad, ni siquiera le importaba que la flecha hubiese desaparecido o que no hubiese sangre ni ninguna herida visible ya que solo tenía ojos para una cosa: el chico de rizos dorados delante de él. Era tan guapo...

—¿Te das cuenta de lo que has hecho? He tardado semanas en lograr que esas dos se encuentren a solas en el descanso y tú lo has estropearlo todo. ¿Y por qué puedes ver mis flechas? —añadió deteniéndose sorprendido como si acabase de darse cuenta—. Los humanos normales no pueden ver mis flechas.

—Eso es porque yo no soy normal. Y tú eres tan guapo... ¿te casarías conmigo?

—No.

—¿Ser mi novio?

—No.

—¿Una aventura de una noche?

—No —rechazó entre dientes—. Tiene que haber una manera de solucionar esto antes de que se den cuenta —murmuró Daniel restregándose la cara con las manos ignorándolo cuando se incorporó de repente—. Demasiado tarde —se lamentó mientras el cielo, hasta ese momento azul, se oscurecía de repente.

—Tu pelo rubio se ve tan bonito con esa aterradora tormenta detrás —suspiró embelesado mientras los truenos comenzaban a rasgar el cielo.

—Sí, lo sé, pero fue un accidente —comenzó a hablar Daniel con la tormenta mirando las nubes. Era tan adorable cuando se comportaba como un loco—. Este humano no es normal. Se acercó a mí sin que me diese cuenta y... —comenzó cuando se detuvo al resonar un trueno muy cerca—. Entendido —asintió con la cabeza baja mientras el sol volvía a abrirse paso entre las nubes cuando, de repente, Daniel se volvió furioso hacia él—. Todo esto es culpa tuya —le advirtió levantándolo para zarandearlo.

—Incluso cuando te enfadas eres tan guapo... 

—Estoy pensando seriamente en matarte —le advirtió.

—¿Puedo tirar de tus rizos para ver hasta dónde llegan?

—Es inútil hablar contigo hasta que no desaparezca el efecto de la flecha —murmuró Daniel soltándolo—. ¿Y ahora qué se supone que voy a hacer? —se lamentó dejando caer los hombros, derrotado, cuando se volvió hacia él—. Muy bien, todo esto es culpa tuya, así que tú te harás cargo —le advirtió.

—¿Culpa mía?

—Me han quitado mis poderes por hacer que un humano se enamore de mí y eso significa que no puedo regresar hasta que no levanten mi castigo. Y dado que eso pasó por culpa de tu intervención, a partir de ahora y hasta que pueda volver, tú te ocuparás de mí, humano —le advirtió con superioridad.

—¿Eso significa que vendrás conmigo a mi casa?

—Imagino que sí —asintió reticente después de pensarlo un momento.

—Te presentaré a mi familia como mi novio —decidió emocionado.




Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro