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Personaje: Tim.
Título: Pastelera.

Agarren sus gatos, perros, camellos y pájaros Alv, vayan por gomitas, palomitas y pañuelos perraz, aquí empieza lo jarcor:v ❤❤

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Trague en seco y me obligué a mí misma a soltarme bruscamente del agarre de Tim.

- Nada, no sucede nada. - Susurré mirando a Barry, sus facciones se suavizaron un poco y mi mirada fue a parar al azabache que simplemente tenia la cabeza baja. - El señor Wayne me estaba haciendo un pedido especial y también aproveche para agradecerle con la ayuda que había recibido hace tiempo.

Barry asintió con una sonrisa comprensiva, se arreglo las mangas de su traje y se fue adentro nuevamente.

Agradecí mentalmente que por la oscuridad no se notaran mis ojos llorosos.

- Ahora entiendo todo... - Murmuró Tim mirando el suelo.

- Lo siento, en verdad lo siento mucho...

- No te preocupes, yo lo entendiendo perfectamente, no me meteré en una relación, no te dañare y estoy consiente de que no aproveché mis oportunidades. - Su mirada estaba vacía, sus ojos parecían cristalizados, sus manos temblaban y hablaba atropellado.

- ¿Oportunidades? - Cuestioné muy a pesar del nudo en mi garganta.

- Siempre iba a los mismos lugares que tú, solamente que no me atrevía a hablarte.

Asentí y un par de lágrimas se me escaparon.

- En serio lo siento Tim... - Intenté agarrar su mano pero él se paró en seco. - ¿Al menos podríamos ser amigos?

- ¿Amigos para qué? Maldita sea, a un amigo lo quiero pero a ti te amo. - Masculló con la voz quebrada, caminó sin verme y se perdió de mi vista.

- Adiós de nuevo. - Susurré soltandome a llorar y asegurándome que nadie se diera cuenta de mi presencia.

...

Habían pasado cuatro meses desde esa noche y aún ese momento me atormentaba incluso hasta en sueños. Mi relación con Barry se había ido a la basura por mi culpa, ver a Tim y destrozarlo el mismo día había sido un golpe fuerte para mí, Allen no lo entendió pero no lo culpaba, no de un día a otro tu supuesta prometida llega diciéndote que siempre estuvo enamorada de otro hombre aunque solo vio una vez. Esa noche habías discutido, nos gritamos, nos lanzamos cosas y Barry se fue con sus cosas en una fracción de segundo sin volver a aparecerse en mi vida.

Realmente estaba mal.

Era tarde y caminaba a paso lento directo mi departamento con una mochila de ropa en mi espalda.

- Eres una idiota. - Me ofendí a mí misma pateando una roca con el pie, gruñí al darme cuenta que me venían siguiendo por las sombras que se proyectaban detrás de mí por la luz de las calles y no hice nada.

Tenia miedo de voltear pero tampoco hacia nada por que no me atraparan.

Me valía una reverenda mierda.

- Hermosa... - Canturreo un tipo que parecía levemente pasado de copas, di una mirada rápida sin lograr verlo con claridad, le saqué la lengua y seguí caminando. - Así me gustan.... Difíciles.

- Vete a la mierda. - Ofendí y acelere el paso.

- ¿No quieres algo de acción ?

- Tengo más acción con una puta dona que contigo.

Dios, no puedo calmarme. Creo que pensar en mis problemas me pone de malas.

El hombre no contestó y de pronto una botella de vidrio impactó contra mi cabeza, me sentí aturdida y caí al suelo acompañada de un gemido de dolor. Levanté la cabeza con algo de dificultad por lo borroso que veía, sentía mi cuerpo algo atontado y lo único que enfocaba sin tanto problema era su silueta esbelta llegar hasta mí.

Se acercó arrodillándose, su sucia mano acarició mi pierna subiendo lentamente por la mezclilla del pantalón y antes de que me tocara en otros lados le lancé una patada con las ultimas fuerzas que me quedaban. La sangre del tipo me salpicó en la mejilla, de un saltó me levanté sintiendo que todo se movía a mi alrededor e instintivamente me lleve la mano a la cabeza sintiendo el líquido carmesí recorrer gran parte de mi cráneo hasta bajar por mi frente.

Gruñi y comencé a correr como si mi vida dependiera de ello hasta que sentí una ráfaga de aire rodearme.

Cerré los ojos por instinto y cuando los abrí estaba parada en la entrada de mansión Wayne.

- Adentro están la mayoría de todos, te pueden ayudar a curar tus heridas. - Algo asombrada de verlo de nuevo me límite a asentir.

- ¿Por qué? - Susurré con  un pequeño nudo en la garganta.

Él se encogió de hombros.

- No puedo evitar estar al pendiente de ti. - Una leve sonrisa apareció en su rostro por una fracción de segundo pero rápidamente fue remplazada por una mirada seria. - No quiero que vuelvas a ser tan idiota como para provocar a un borracho.

Entiendo, seguía enfadado por esto y por aquello.

- No tengo la culpa de que tenga un humor de mierda. - Barry suspiró frustrado y me tomó por ambas mejillas, me miró directamente a los ojos pareciendo totalmente serio. Su altura era considerablemente más que la mía así que yo miraba hacia arriba y el agachaba un poco su cuerpo. - No siempre voy a estar allí para salvarte, ya no más, ya no lo puedo hacer sin que mi corazón se destruya y derrita cada vez que te vea, sin que la impotencia y la melancolía me dominen al saber que no puedo tener tu corazón como me gustaría y la verdad no puedo estar destruyendo mi alma por estar a tu lado.

El pequeño nudo en mi garganta se hizo cada vez más grande, las lágrimas se quedaron trabadas en la orilla de mis ojos y sentí que mi corazón se hacia cada vez más pequeño.

Y lo peor era que tenia razón.

- ¿Por qué me tragiste aquí ? - Pregunté con la voz temblorosa, sus manos recorrieron mis mejillas limpiando con demasiada delicadeza cualquier rastro de lágrimas. Sus ojos me miraban detenidamente como si quisiera guardar mi imagen en su cabeza por el resto de su vida y sus ojos se cristalizaron.

- Porque tú tienes que ser feliz para que yo pueda estar tranquilo.

Y la ráfaga de viento volvió a hacerse presente dejando únicamente el olor característico de Barry, suspire entrecortada sabiendo perfectamente que era un adiós y resignada me di la vuelta tocando el timbre de la gran mansión con el corazón latiendo a gran velocidad.

La puerta se abrió y dejó ver a un anciano vestido de mayordomo. Abrió un poco los ojos al verme pero volvió a poner un semblante serio, me cerró la puerta en la cara y fruncí el ceño confundida, segundos después se volvió a abrir dejando ver a...

- Tim... - Susurré algo mareada, había olvidado por completo la herida. Bajé mi vista y miré su pijama amarilla de osos y solté una pequeña risa.

El abrió sus ojos como platos, sus mejillas se ruborizó y su mirada viajó hasta la sangre seca de mi frente.

- ¡Necesitas ayuda! - Me jaló hacia dentro y antes que nada me dio un abrazo sacando casi todo el aire de mis pulmones. Corrió conmigo en brazos hasta llegar a la sala, hizo que me sentara de golpe en el sillón y corrió fuera.

Me quedé quieta en mi lugar sin saber qué hacer muy bien, miré con detenimiento los cuadros, la chimenea, la alfombra roja, la piel de los sillones, la pared, el techo, literalmente todo hasta que Tim volvió con un botiquín.

- Perdón por venir aquí. - Murmuré mirando el suelo mientras él hacia lo suyo.

- No, no te preocupes preciosa, puedes venir cuando quieras. - Parecía tan concentrado en lo que hacia que dudo que notara el momento en que me quedé embobada mirando sus facciones algo apretadas por la concentración, su ceño fruncido hacia que tuviera pequeñas arrugas que parecían adorables.

- Gracias...

- ¿Qué te pasó? - Cuestionó una vez que terminé de hablar.

- Nada importante. - Me encogí de hombros.

- ¿Nada importante? - Preguntó asombrado. - ¡Vienes sangrando!

- Un borracho idiota. - Volví a encogerme de hombros.

Tim resopló y guardó las cosas. 

- ¿Segura que fue lo único?

Asentí.

- Segura.

- ¿Quieres que te lleve a casa?

Arrugue mis facciones.

- ¿Sería mucho pedir si puedo quedarme sólo esta noche?

Su bella sonrisa se hizo gigante, me miró con un brillo enorme en los ojos y me volvió a abrazar.

- Tú puedes quedarte todo lo que quieras aquí, aquí y en mi vida.

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