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Titulo: Cita de borrachos.
Personaje: Jason Todd.

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- ¿Hora? - Gruñó Jason de brazos cruzados mientras seguía parado junto al umbral de la puerta observando cada movimiento que hacia.

Todo el ruido habitual de la mansión había sido callado, el mal humor de Todd hacia que las peleas cesaran, que los gatos de Damian dejaran de maullar y que incluso el pobre de Alfred no viniera a socorrerme para mi cita como tanto había deseado desde que se entero.

- Pasará a la seis - contesté de manera monótona acabando con mi rostro, no parecía una Barbie llena de maquillaje pero me veía bien.

Voltee a ver a Jason y su ceño fruncido se suavizó un poco al verme, sus ojos brillaron y mi cuerpo se tensó al ver su mirada.

- Te ves... Preciosa... - susurró en una especie de trance y su semblante rápidamente se endureció -. Lástima que te vayas a desperdiciar con un idiota como Scott.

Y caminó por los pasillos completamente molesto, haciendo resonar sus enormes pisadas por los pasillos y dejandome una sensación amarga en la boca.

Ese tipo a veces era más bipolar que el clima actual.

Negué con la cabeza en un intento fallido en centrarme en la cita y no en las posibles formas de iniciar una conversación para saber el por qué de su enfado.

Pero a fin de cuentas, como siempre, mis pensamientos se concentraban en Jason y cómo había cambiado su comportamiento conmigo en tan pocas semanas, ¿qué le pasaba?

- ¿Estas lista, hermanita? - El susurro apenas audible de Damian me sacó de mis pensamientos, me gire sonriente hacia él y se quedó boquiabierto —. N-No pensé que estuvieras tan...

Negó con la cabeza.

— Ey... — me acerqué, él, con apenas diecisiete años, ya me sacaba unos quince centímetros, me sentía enana y eso que era la mayor — solo va a ser una cita Dam.

— Una cita puede definir muchas cosas — y sin esperar una respuesta se lanzó a abrazarme con ferocidad y rapidez. Sonreí y ambos bajamos.

Al bajar a la sala, donde pacientemente esperaría a que Scott llegara a la hora decidida, me encontré con la grata sorpresa de ver cómo Jason se empinaba una botella entera de Whiski como si de agua se tratara, Tim, Dick y Alfred intentaban hablar con él a susurros y Todd solo los mandaba al carajo.

— ¿Por qué estas tomando? — Gruñí molesta, él sabia lo mucho que me preocupaba por su bienestar y lo mucho que odiaba que tomara sin precaución y moderación.

Todos, al verme, apretaron la mandíbula y se quedaron callados y no entendía por qué, claro, menos Jason, él también pareció mandarme al carajo.

— Jason... — Advertí, él seguía en su berrinche que posiblemente consistía en ignorar a todos y beber. Cuando me iba a acercar a detenerlo, el sonido de alguien llamando a la puerta me interrumpió, miré el reloj de mi celular y sonreí emocionada, olvidando un segundo a mi amigo.

— Espero que te diviertas — susurró Tim en un tono tan bajo que parecía decaído.

Y entonces miré a Jason.

El me observaba con una expresión dolida, curvando sus labios hacia abajo y apretando la mandíbula de una forma casi depresiva.

— Ángel... — me llamó y el repentino y brusco cambio que tuvo, me molestó —, ángel, no vayas.

Y sin una razón aparente, el enojo me invadió y me limité a no contestarle, darme media vuelta caminar hasta la puerta.

— Viejo, en serio me gustaría ayudarte con ella... Me duele no verlos juntos pero hasta que no aclaren lo que sientes, no pasará nada y por lo visto ninguno de los dos lo hará. Estas dejando que se te resbale de las manos... — Oí decir a Tim antes de cerrar la puerta, ya una vez del otro lado, me recargue un momento en aquel estúpido pedazo de madera cara y cerré los ojos, sin percatarme de que Scott tenia sus ojos azules clavados en mí, pensando en lo que había oído.

¿ En verdad tan notorio era?

Scott me agradaba pero la verdad solo lo utilizaba para poder superar a un idiota que me gustó, me enamoró sin darse cuenta y que sabia que me haría más daño.

Negué con la cabeza segura de que Jason solo me quería para acostarse conmigo y por ello había cambiado radicalmente las ultimas semanas y caminé hacia el auto negro con vidrios polarizados.

El rubio me sonrió, me abrió la puerta del auto y me ayudó a subir.

Cualquiera diría que era todo un caballero pero yo lo veía diferente por una razón.

Un recuerdo.

Y entonces me quede allí parada como idiota, esperando a que me abriera la puerta, se subió y encendió el motor, bajó la ventanilla y me miró sonriendo burlón.

— ¿Qué? ¿No te vas  a subir preciosa?

— ¿No sabes qué es ser un caballero? — regresé la pregunta alzando una ceja y pensando en que había triunfado.

Ah... ¿Esa pendejada de abrir la puerta? Lo haría pero que es algo que puedes manejar a la perfecciónsonrió, maldita e idiota sonrisa — ¿que acaso eres un retrasada mental como para no saber abrir la puerta y subirte a un coche?

Y me hizo reír.

Y ahora me sentía como una estúpida.

....

Una sola palabra para describir la peor cita que he tenido en mi vida:

Aburrida.

Llegué a la mansión por mi cuenta a tambaleos y un par de tacones extraviados, abrí la puerta con cuidado y con un ceño bien fruncido caminé hasta mi cuarto.

Estúpida cita. La peor de todas que he tenido y eso que una vez un chico me escupió encima, bueno, al menos en esa pude reír un rato. Para empezar, nuestras pláticas eran atropelladas, incomodas, con falta de interés real y con un cierto toque arrogante por parte del rubio.

Mi familia esto, yo aquello. Si supiera que en mi puta familia todos son súper héroes millonarios, súper inteligentes, bien dotados y demás, el idiota cerraría el pico de una buena vez por todas. Luego, hizo que pagara la cuenta con la torpe excusa de olvidar su cartera, ¿no que muy millonario cabrón?

Y para terminar, todo lo que hacia lo comparaba con Jason y añoraba que él fuera quien estuviera allí conmigo, riéndose, haciendo estupideces como solo él sabia hacer y haciéndome sentir especial.

Sabia que lo más probable era que solo fuera una táctica distinta para llevarme a la cama.

Pero aún así, lo quería.

Después caí en cuenta que el idiota había estado tomando todo el día y reanude marcha hacia su habitación, dejando de lado mi enojo sin razón de la tarde.

Necesitaba saber qué sucedía.

Al llegar a su cuarto, toqué delicadamente la puerta un par de veces en espera de su contestación.

— ¿Jay...? — Lo llamé en un intento desesperado de oír su voz.

— Si eres Tim, jodete, quiero estar solo hermano.

Y no hubiera entrado de no ser porque juro que el olor a alcohol me había calado las fosas nasales desde afuera.

Su cuarto echo un desastre, pero conservando de alguna manera su limpieza y olor natural de Jay, el hecho bolita en su cama y rastros de sangre fueron lo que me topé al entrar.

— Jason... — Lo llamé y el pareció reaccionar al sentir mi voz más cerca.

Se levantó de un brinco y me observó.

— Ángel... ¿Estas bien?

— ¿No te has visto a ti?

— Perdón — murmuró agachando la cabeza — soy un imbécil bien echo, un puto egoísta de primera que debería sentirse feliz de que por fin tienes a alguien que te merece y no a una escoria como yo...

Negué con cabeza y sus ojos parecieron iluminarse como niño pequeño.

— Él era una mierda más grande.
Se rió.

— Pero ya, en serio ángel, perdón por ser el imbécil que tienes que soportar...

Sonreí y me limite a abrazarlo. De repente todo era más que claro.

Él, con su rostro pegando en mi abdomen mientras son sentía su respiración hacerme cosquillas a través de la blusa, me sonrió.

— ¿Ángel? — me llamó.

— ¿Qué sucede Jay? — Cuestioné acariciando su cabello, una manera efectiva de hacer que se relajara y pudiera dormir estando ebrio.

Nos íbamos acomodando en su colchón, en todavía pegado a mí igual que una sanguijuela y yo sin parar de tocar su cabello.

— ¿Algún día me vas a dejar? — susurró con temor.

— Nunca más, pequeño.

Y cayó dormido entre mis brazos.

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